domingo, 24 de octubre de 2021

 

“OPACIDADES DE OCCIDENTE”

La democracia y la libertad de las que Washington tanto ha hablado en los últimos treinta años ¿Son coherentes con el intervencionismo utilizando medios impositivos como la Guerra hibrida?

 

Por Charles H. Slim

Antes que todo, delimitemos bien el término “occidente” ya que, el mismo y en su acepción específicamente geopolítica y etnocéntrica no comprende a Latinoamérica ni al continente africano. Este término solo abarca a los EEUU, Canadá, Gran Bretaña y la Unión Europea en torno a los cuales pivotean aliados como Australia y otras islas que fueron parte de la colonia británica. Por supuesto, Argentina tampoco entra en esta categoría (mal que les pese a los europeístas y los anglófilos locales).

¿Pero por qué hacemos esta aclaración? Es por el hecho de que nos referiremos a un tema en los que “occidente” tiene un papel central; uno que sigue y seguirá estando vigente en los acontecimientos globales como lo es la llamada “guerra hibrida”. El termino parece querer describir un conflicto en el cual se echa mano a una infinidad de tácticas y de recursos que no reparan en los límites al momento de causar daño y el debilitamiento mediante la instauración de un caos sin término en un estado o región determinados (Doctrina Rumsfeld-Cebrowski). Hibrido significa “el producto de elementos de distinta naturaleza”, que asociado a la guerra da por sentado que va más allá de los clásicos objetivos militares en un enfrentamiento convencional.

El caos promovido en Siria desde 2011 (como extensión a lo creado en Libia) es uno de los ejemplos contemporáneos de lo qué significa el empleo de este término. Como pudimos ver en las primeras horas de la agitación callejera contra el gobierno de Bashar Al Assad ya se pudieron advertir elementos foráneos que, amparados en el anonimato y entre mezclados con los manifestantes se encargaban de inflamar los ánimos y a redireccionar la violencia como se había hecho en Libia apenas unos meses antes ¿Casualidad? Para nada. Se trataba del despliegue de una batería de tácticas subversivas convencionales que respondía a un plan estratégico, que combinadas con el uso de la tecnología (especialmente las redes sociales FaceBook, Twitter y Youtube) y la progresiva injerencia de agencias de inteligencia apoyando y financiando grupos terroristas, buscaron el colapso del estado árabe para convertirlo en uno fallido.

Hay precedentes más antiguos dentro de la historia contemporánea que dan cuenta de esta estrategia ciertamente sucia. No es necesario retrotraernos a la antigüedad como lo hace el ex oficial de los US Marines Frank Hoffman para argumentar su empleo. Saltando las experiencias de Corea y Vietnam en el siglo pasado, podemos ver como las agencias de inteligencia civil y militar de EEUU y sus colegas británicos han usado hasta el hartazgo estas herramientas que están destinadas a poner a las poblaciones como marco útil de estas tácticas a fin de corroer la autoridad de los gobiernos en países que no responden a sus lineamientos.

El uso de todo tipo de recursos más allá de los militarmente convencionales y de inteligencia es lo que caracteriza este tipo de guerra que -como la guerra convencional- puede variar en su alcance e intensidad, de acuerdo a cuál sea el objetivo que se busca obtener. Gran Bretaña y EEUU han sido los más destacados maquinadores y ejecutantes de este tipo de maniobras apelando al uso conjunto de medidas tales como: las sanciones comerciales, financieras, el activismo de ONG (USAID y White Helmets) y de asociaciones civiles presumiblemente privadas (National Endowment for Democracy), la propaganda, el sabotaje, la subversión, el terrorismo, el empleo de grupos irregulares, de operaciones especiales y establecer nexos con el crimen organizado del país objetivo.

Con el acelerado progreso tecnológico el ciberespacio por intermedio del internet también se ha convertido en otro de los medios (ciertamente más sofisticados) en una guerra hibrida, una vía directa para lanzar ataques silenciosos y a larga distancia contra la infraestructura de servicios públicos o de desarrollos científicos de cualquier país (como los ataques cibernéticos de Israel contra las instalaciones nucleares de Natanz, en Irán).

Al mismo tiempo creemos que la dispersión del SARS-COV-2 (Covid-19) responde a un escalón más (que fue usado contra China) en el despliegue de esta guerra hibrida.

Con ello podemos ver que se trata de una estrategia amplísima que se basa en el empleo de tácticas multívocas para dañar no solo su capacidad militar sin también todos los niveles la capacidad de desarrollo y sustentación del enemigo.

Como podemos ver el concepto abarca el empleo de una variedad de recursos que implican tanto el enfrentamiento convencional (entre dos bandos regulares) como el irregular.  En este último vemos como actores centrales a componentes no militares que forman parte de estructuras irregulares armadas que no son identificables o si lo son, pueden ser solo una apariencia. Una de las tácticas que empleaban para sus fines políticos era el terrorismo. Estas organizaciones conocidas como guerrillas que podían operar en zonas urbanas o descampadas tuvieron un auge contemporáneo tras el final de la segunda guerra mundial con los procesos revolucionarios y de independización nacional de los centros de poder colonial europeo.

En este sentido, las guerrillas de Castro en Cuba, la Sandinista en Nicaragua y la palestina como brazo armado de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) son ejemplos insignes de esos procesos nacidos por finales de los años cincuentas y comienzos de los sesentas en el siglo XX.

Si bien muchas de estas organizaciones se estructuraron de forma voluntarista en torno a liderazgos carismáticos e impulsadas por objetivos políticos nacionalistas, independentistas o marxistas, pronto comenzaron a necesitar del auxilio externo (financiero, armas y diplomático) y como contrapartida, a ser utilizadas a conveniencia y sus tácticas copiadas por los estrategas militares y de inteligencia de las potencias contemporáneas (URSS y los EEUU), no solo para contra restarlas sino también para servirse de ellas, especialmente para acciones de terrorismo en el momento y lugares oportunos. Y a pesar de que algunos autores como el ex Jefe del Estado Mayor del Ejército de los EEUU George W. Casey separa al terrorismo del concepto de la guerra hibrida, los hechos en los escenarios donde EEUU estuvo y sigue estando implicado demuestran todo lo contrario.

En el modo que “occidente” entiende y aplica este concepto, la guerra hibrida es una forma de agresión en la que el terrorismo es otra herramienta de uso tratando de encubrir la participación oficial de sus gobiernos haciendo uso de elementos tercerizados e irregulares.

Los escenarios en donde se ha desplegado esta forma de guerra son varios, pero sin dudas que los más destacados han sido Afganistán, Iraq, Líbano, Libia y Siria para solo nombrar los más contemporáneamente importantes y cruentos. Todos ellos tienen una característica común que es aprovechada por occidente para radicalizar sus acciones y ella es la diferencia cultural que ayuda a despersonalizar y deshumanizar al enemigo. Congelar las cuentas bancarias, obstruir el comercio y sabotear las finanzas para hundir a las poblaciones en la desesperación para buscar el colapso del gobierno es parte en la estrategia de una guerra hibrida. En todos y cada uno de ellos, el uso de la propaganda y la deliberada intoxicación informativa es central para el desarrollo de las operaciones tanto regulares como irregulares de los implicados.

Pero estos deterioros deben aparecer como responsabilidad de los agredidos y es por ello que se hace necesario fabricar un relato informativo de cara a la opinión pública.

Queda claro que esto significó la comprobación que las empresas de medios eran (y siguen siendo) parte en las operaciones bélicas que se promueven. Así, cuando en 1991 la aviación angloestadounidense y los misiles navales TomaHawk que estaban masacrando a los civiles en Bagdad CNN hizo muy bien su papel en ocultar esta situación e incluso tergiversando muchas otras situaciones (como los asesinatos que se estaban llevando a cabo por grupos especiales aliados e israelíes) con el fin de mantener unida a una pragmática coalición árabe.

Con la invasión a Iraq de 2003 EEUU puso a rodar en su más amplia concepción esta “guerra hibrida”. Washington venía estrangulando por trece años al país árabe sin lograr que la población se sublevara contra Saddam Hussein. Igualmente, sabían que el hambre y la carestía habían debilitado a los iraquíes por lo que contaban con que un golpe militar relámpago terminaría con el problema.

Al mismo tiempo Iraq sabía que convencionalmente no podía hacer frente a semejante fuerza invasora y fue así que tan pronto comenzó la campaña, invisibilizó a su ejército pasando gran parte de sus cuadros a la clandestinidad. A partir de allí, la respuesta asimétrica mediante una guerra de guerrillas para resistir a los invasores fue la táctica empleada por los iraquíes que con sus altibajos (producto de las tácticas de contrainsurgencia) y el constante cambio de alianzas llego hasta la obligada salida de las tropas en 2011.

Pero, pese a que los estadounidenses usaron fuerzas convencionales en la invasión, ellos ya tenían sus propios grupos irregulares de mercenarios árabes reclutados por la CIA operando clandestinamente en el interior. Otros venían entrenándose desde hacía meses en campamentos secretos en Jordania los cuales formarían parte (entre otros grupos) de la “contrainsurgencia” que se apoyaría en el empleo masivo de tácticas sucias, el terrorismo y el engaño destinados a manipular a las confesiones locales (chiitas y sunitas) fomentando la inseguridad con atentados, secuestros y asesinatos escenificados para culpar a unos u a otros. El éxito de la ocupación dependía de la división entre los iraquíes y para ello, no había límites en los medios para lograrlo y fue en este marco que funcionaron embustes como “Al Qaeda-Iraq” y su continuación “Estado Islámico de Iraq”.

Incluso más. La retirada de EEUU en 2011 no implicó abandonar la ocupación sino (como lo vimos luego) un cambio de táctica reemplazando a las tropas regulares mediante el despliegue de viejos actores (fabricados por la CIA) con nuevos componentes humanos y más poderosos elementos a su disposición que se materializaron en junio de 2014 con la sorpresiva aparición del ISIS y su pretendido plan de instaurar un “Estado Islámico” que actualmente tras la intempestiva salida de los EEUU y sus aliados Afganistán, parece tratar de recrearse con una pretendida variante afgana denominada “ISIS-K” que sin dudas no es otra cosa que otro de los (para nada casuales) peones de una guerra hibrida que pretenden perpetuar en Asia central.

Las develadas implicancias de “occidente” y en especial de EEUU en la promoción de estas “guerras hibridas” ha llevado a intentos vanos de la Corporación de medios que controla la línea editorial de lo políticamente correcto para maquillar esta inconsecuencia con los discursos de las diversas administraciones en Washington. Incluso más. Puertas adentro en las discusiones que se han desatado en el seno político entre los “halcones” y las “palomas” de la comunidad política norteamericana, han producido argumentos en pro y en contra de la existencia de este tipo de guerra. Por ejemplo, el entonces Secretario de Defensa Robert Gates en su comparecencia en 2009 ante el Comité de Servicios Armados del Senado -inquieto por la pésima situación en Iraq- se refirió a la “guerra hibrida” para tratar de excusar las brutalidades de las tropas estadounidenses contra civiles que se estaban filtrando por fuentes como “Wikileaks”. Lo mismo haría en ese mismo año el entonces Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas James Mattis frente al Comité de las Fuerzas Armadas del Congreso tratando de argumentar que las masacres contra los civiles que se estaban verificando eran el producto de este tipo de enfrentamiento.

A contrario de esto, oficialmente el Pentágono y el Departamento de Defensa no hacen mención en sus manuales de operaciones al concepto de la guerra hibrida, algo que vendría a suponer que este tipo de conflictos no se utiliza y claro, EEUU tampoco. Pero sabemos bien y a la vista del repaso que hemos visto, que ello no es garantía de que estos prolijos y muy bien encuadernados documentos del gobierno federal reflejen la realidad. Tampoco es garantía de nada las aseveraciones del inquilino de la Casa Blanca (incluyendo a Biden) que suele decir una cosa en público para luego ser contradicha por las acciones de su administración. Tal vez deberíamos preguntarnos ¿Qué dicen los manuales de la CIA y de las demás agencias estadounidenses sobre este concepto?

 

 

 

 

jueves, 21 de octubre de 2021

 

“THE DEVIL'S SECRETARY”

Despite the impunity with which Collin Powell was able to escape prosecution for lying about Iraq's chemical weapons, he was unable to escape death

By Dany Smith

Eleven years had passed since the war, and the ruthless embargo imposed by a timorous United Nations under the influential auspices of the George H. Bush administration had wreaked havoc on the Iraqi population. Hundreds of thousands of children had died from starvation and lack of basic medicines and another hundreds of thousands would be born dead or with horrible deformations as a result of chemical weapons (poor Uranium; Napalm; White Phosphorus and others) that the US forces under the command of the General Collin Powel and his British allies had used it unscrupulously during the 1991 "Desert Storm" campaigns.

Neither George H. Bush nor any of his officials in Washington, much less Collin Powel himself, were held accountable for these crimes against humanity. The weight of the obsequiousness was imposed with the illusion that the world would forget about these genocides accompanied by massive robbery. Undoubtedly, an outstanding debt and a brutal and shameful precedent of what was the massive and indiscriminate violation of human rights with universal scope. It was undoubtedly the demonstration of impunity caused by the obsequiousness of international organizations, in particular the United Nations, by the mere political and military weight of a power that would not stop with the development of other plans.

It was around the beginning of 2002 when (and under the protection of 9/11) the final blow to this dying Arab state began to be outlined and one of his brains to make it happen was undoubtedly the then Secretary of State Collin Powell. Awarded by George W. Bush (h) in 2001, he took the post of Secretary of State and was, together with the neocons and Zionists who supported the republican administration, one of the protagonists of the instigation to commit another of the great crimes against humanity of the beginning of the century as were the invasions and subsequent occupations of Iraq and Afghanistan.

Despite the fact that it is usually spoken of a subject with a pragmatic and moderate position, his activities in the management to justify the military interventions abroad were lightly criticized by the proven exaggerations and falsehoods in the presentation of his arguments even before the United Nations forum. One of his most epic performances before the forum would be the one he carried out in February 2003 brandishing a bottle with a white powder that according to Powell was “Anthrax” that - according to he emphatically affirmed - Iraq was making. Coincidentally and in a contemporary way, there was a paranoia for alleged attacks with "Anthrax" against various journalists and government officials that conveniently blamed "Al Qaeda" and Muslims in general. Some time later, it was discovered that those envelopes with that infectious material were being sent by agents of the same system. Later, and without any regrets, Collin Powell himself would admit that this argument had been invented to force international support and justify military intervention against Iraq.

This action constituted the commission of a false testimony that served to argue politically before the International Community the decision of the White House that by means of false intelligence reports from the CIA and the British MI-6 they sought to align the forum in this company. Despite the attempt, their position did not catch on as they expected in Washington, although this did not stop the invasion that the US would carry out a month later.

This meant the death sentences of more than 1.5 million Iraqis and the injury of hundreds of thousands more as a result of an occupation that would last until 2011.

For neoconservatives and certain Republican sectors in the US, Powell was a hero and one of the mainstays of the "fight against terrorism" launched in 2001 by the Bush / Cheney administration. In the same sense, the pro-Americans and the Argentine Anglophilia have it (who have Churchill in their language) that regardless of where they stand or what the consequences of US policies have been for the intervened countries and regions, they support without rhyme or reason. they are the wars of Washington.

On October 18 at 84 years of age, despite having been vaccinated with the best vaccines, Powell died of Sars-Cov2. Certainly an irony. This character in the dark contemporary American history who, like his colleagues Bush and Rumsfeld, managed to escape the reproach of international justice, could not avoid the lethality of a virus. It may not be a consolation for the thousands of Iraqis and Afghans who have lost their families, although it is becoming increasingly clear that beyond the obstacles that Washington and its allies put to the initiatives of international bodies such as the ICC and the instances  dependent on the United Nations so that its officials involved in war crimes and against humanity are investigated about events such as those mentioned here, it will be history that will end up doing that justice denied to the millions of human beings who were harmed with impunity.

Paraphrasing the late President Hugo César Chávez, the Secretary of the "devil" has left and without a doubt, that today he will be in the waiting room of purgatory with his old colleagues who are waiting for his final interview with the rector and mentor of his sinister proceedings.

 

 

domingo, 17 de octubre de 2021

 

“AL BORDE DEL ABISMO”

¿Por qué el ex presidente Mauricio Macri evade el llamado a indagatoria por su responsabilidad en el espionaje a los familiares de los tripulantes del submarino ARA San Juan?, ¿Acaso sus explicaciones podrían complicar a otros involucrados?

 

Por Javier B. Dal

El ineludible escándalo por el espionaje a los familiares de la tripulación del submarino “ARA San Juan” parece que podría llegar a tomar un novedoso rumbo judicial si se sostiene la acusación contra el entonces presidente Mauricio Macri.

Cuando el 15 de noviembre de 2017 se produjo el hundimiento del submarino que operaba dentro de las aguas jurisdiccionales argentinas, los principales responsables de la Armada y el Ministerio de Defensa comenzaron a montar una gran cortina de humo detrás de lo que había ocurrido y para ello, desacreditaron las primeras versiones que dieron cuenta de un ataque por parte de unidades navales extranjeras -que como de costumbre desde 1982- vienen operando con total impunidad en el Mar argentino.

Aquellas versiones no eran rumores sin fundamentos. La difusión temprana de informes sobre la constante intrusión de submarinos británicos y de navíos de superficie que habían sido reportados meses antes, era algo que el gobierno argentino celosamente escondió hasta este suceso.

El gobierno de Macri se vio jaqueado por el incidente y con recursos limitados (por la desarticulación de la flota) para poder establecer un plan de encubrimiento inmediato sobre lo sucedido, llevó a poner a rodar una inmediata campaña de desinformación en la cual (y como siempre) medios y periodistas obsecuentes prestaron su calurosa conformidad. La circunstancialidad que rodeo el hecho ponía en evidencia y comprometía a varios actores en la zona. Fue por ello que recibió de forma inmediata e interesada la cooperación del “US SouthCom” y de la “Royal Navy” británica con base en las islas Malvinas quienes sin pensarlo, movilizaron equipos y grupos de tareas de forma inmediata. Bajo la cantinela amplificada por los medios anglófilos capitalinos sobre la “solidaridad del mar”, una “Task Force” de la real infantería de marina embarcada en un C-130 fue alistada en tiempo record y voló desde “Mount Pleasant” en Malvinas a la Base Comandante Espora en la localidad de Bahía Blanca al sur de la provincia de Buenos Aires. 

Supuestamente preocupados por la suerte de los marinos argentinos, los británicos se pondrían al servicio de la búsqueda y rescate del submarino. Cuando algo así sucede todo tipo de ayuda y máxime cuando es extendida por expertos, no es lógico ignorarla o entorpecerla. Si se había tratado de un siniestro del mar, era obvio (y máxime por las carencias navales argentinas) que toda cooperación ofrecida era útil para dicho propósito. Pero para algunos, eso no era la regla. Eso fue lo que sucedió con la remisión de la ayuda rusa que llegada a los puertos australes fue (por una ineludible mano del Foreign Office) reiteradamente obstruida por las autoridades locales ¿Por qué de esto? Posiblemente por el riesgo de que fuera hallado el submarino y algún cadáver de los tripulantes, que recuperados del mar, aún en un estado de conservación por las bajas temperaturas tras una puntillosa autopsia con un detallado informe, pudiera haber revelado alguna pista inconveniente sobre lo ocurrido.

Ciertamente que las carencias de la Armada ya eran conocidas y las responsabilidades de los funcionarios por esa situación mucho más. Pero había varios indicios que apuntaban a un hecho muy distinto a una avería en el casco por problemas en las soldaduras, o en las baterías o en el esnórquel del navío. Y he allí que si se lograba acceder a los restos del submarino, ojos expertos e incluso una inspección cercana a los restos del casco podrían evidenciar las reales causas del hundimiento.

Varios familiares pudieron tener contacto con algunos de los tripulantes unas horas antes de todo esto y por lo que manifestaron, existía una agitada movilización naval en el Atlántico sur que incluso tenía al submarino argentino como blanco de un seguimiento conjunto entre la Armada chilena y británica. Un familiar llegó a mostrar ante los medios (y que solo algunos publicaron) los últimos Whatsup de uno de los tripulantes en los que se alegaba estas circunstancias ¿Qué finalidad tenía esa persecución?, ¿Acaso el gobierno argentino requirió las explicaciones del caso a Santiago de Chile?, ¿Fue el hundimiento consecuencia de aquello?

Los hallazgos de rastros de actividades no autorizadas de espionaje por parte de la interventora de la AFI Cristina Camaño sobre los familiares de los 44 tripulantes del “ARA San Juan” puso en el centro del asunto no solo a los anteriores responsables del área de inteligencia sino a quien era el Comandante en Jefe de ese entonces, es decir, el presidente Mauricio Macri quien en una reunión con los familiares habría demostrado contar con detalles de conversaciones de varios de aquellos que demostraban la intrusión en sus vidas privadas.

Sin dudas, un escándalo más de todos los que se acumulan en un estado con sus instituciones corroídas por la corrupción política y la obsecuencia ideológica a otros estados. Ciertamente que ello no asombra ni tampoco exculpa al actual gobierno de jugar de similar forma. Incluso podríamos sospechar sobre este “casual” hallazgo no por su existencia sino más bien, por darlo a conocer en un momento muy particular del país. La señora interventora no ha dado ninguna hipotesis -o quizás se abstenga de hacerla conocer- de cuáles eran los objetivos de este espionaje y mucho menos ha detallado como se recopilo la información. Estos antecedentes en los que se suman a documentos (en papel y de audio) clasificados de la Armada Argentina dejaban muy mal parado al gobierno nacional a un punto tal que, de haberse hecho oficial, se habría visto obligado a reaccionar tanto en lo diplomático como en lo político y militar acorde con el hecho cometido.

Por supuesto que lo último es un imposible atendiendo al estado de indefensión de la nación y mucho más, a la incapacidad política de un gobierno que fue parte importante en este proceso de desmantelamiento.

Sin lugar a dudas, el gobierno de Mauricio Macri fue una tragicomedia en la cual y apelando a la más absoluta obsecuencia para con Washington y Londres, pretendió (como suelen decir muchos en la actual oposición) insertar a la Argentina en el mundo. Pero no lo fue más que sus predecesores y los que hoy ocupan la Casa Rosada. Igualmente y desde el punto de vista estético, la administración Macri fue una ilusión óptica que intento establecer como un presunto realismo político, una apariencia meramente decorativa al mejor estilo de la chapucería menemista solo que esta vez, con un abierto desenfado anglófilo (y desmalvinizador) con el aditamento de un ingreso descarado sionismo militante en las sensibles áreas de la defensa y la seguridad.

A Macri no le interesa lo sucedido con “ARA San Juan” ni mucho menos el destino de cada uno de los 44 tripulantes, pero mucho menos a los actuales regentes del estado argentino. Todos están en la misma sintonía y todos obedecen a los mismos lineamientos insertados por Menem en 1990 con los infames tratados de Madrid I y II. Ninguno de ellos sacara los pies del plato por el simple motivo de carecer del poder y la decisión para imponer una posición propia del estado argentino. Incluso más. Aquel fue informado inmediatamente de lo sucedido e incluso se le habría proporcionado material de inteligencia de fuentes navales rusas que señalaban con claridad las causas y los autores del hundimiento. También se ignoraron las grabaciones acústicas de los micrófonos bajo el océano Atlántico que registraron dos estampidos símiles a explosiones submarinas. Entonces ¿Por qué Macri y el entonces ministro de defensa Oscar Aguad se abstuvieron de abordar esas pistas y simularon sorpresa ante el hecho consumado?


Es más. Cuando la Federación Rusa expreso por intermedio de Vladimir Putin su intención de poner a disposición del país un equipo de búsqueda para llegar a la zona las presiones de Londres y Washington sobre Buenos Aires fueron tendientes a que se retrasara una respuesta argentina. Pero ante la desesperación de los mismos familiares, ellos mismos, ante las dudas de un gobierno muy condicionado, se lo solicitaron directamente a Putin y el mandatario no solo les respondió sino que envió al equipo de salvamento marítimo “Yantar” que más tarde arribaría al Atlántico sur.

Esto sin dudas despertó el desagrado y la alarma en un gobierno que no era más que el reflejo de los intereses del Foreign Office británico y por ello, puso el ojo sobre estos familiares que estaban dispuestos a todo por encontrar a sus familiares. Si no hubiera sido por su persistente exigencia es muy posible que Buenos Aires habría bloqueado la asistencia rusa, entonces ante ello en reuniones a puertas cerradas entre Macri, los almirantes y algún asesor de inteligencia naval de la embajada británica se habrían cuestionado ¿Qué tan influyentes estaban siendo los pedidos de los familiares para que Moscú remitiera ayuda?

Es por ello que no hay dudas de que la administración de Macri ordeno chupar las comunicaciones de teléfonos y ordenadores de los familiares. Esto no era algo nuevo para el mandatario quien ya tiene antecedentes de operar de esta forma (incluso con sus aliados) e incluso manifestando en algún momento de forma desparpajada su predilección por la CIA y el Mossad israelí, agencias que elegían a los funcionarios de seguridad durante su gestión de alcalde de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.  Incluso más. Para llevar adelante esas tareas y por las estrechas conexiones que venía manteniendo con aquellas agencias de inteligencia, ahondadas por las gestiones con Tel Aviv de su ministra de seguridad Patricia Bullrich, estas intrusiones fueron muy fáciles de realizar mediante la tecnología del Software Pegasus provista por sus aliados israelíes quienes hacen sus propias recopilaciones de datos sin que Buenos Aires sepa de ello.

La convocatoria de Macri a declarar ante la justicia por esto, viene siendo evadida de forma escandalosa e incluso cuestionando por los medios al juez que ha impulsado estas investigaciones, situación que lamentablemente no asombra en la realidad político-institucional de los últimos treinta años.

 

 

 

 

sábado, 16 de octubre de 2021

 

 

“EL MEMORANDO”

¿Por qué se cayó la causa judicial que intentaba incriminar a la vicepresidente y otros funcionarios argentinos en un supuesto encubrimiento de los atentados en Buenos Aires?

Por Charles H. Slim

Solo en un país sin estado o con uno muy débil, sus actos administrativos y de gobierno pueden ser discutidos por entidades políticas al servicio de terceros estados. En Argentina esto es una realidad desde hace ya tiempo y no hay medida de gobierno que a los ojos de ciertos actores, no les convenga, logren torcerla hasta incluso paralizarla.

El caso del memorándum con la república Islámica de Irán es emblemático en ello. Se sabe que desde 1983 hasta el presente el poder del estado argentino como tal se ha ido deteriorando a niveles inconcebibles y ello ha ido beneficiando a otros actores para estatales y de otros estados para bregar por sus propios intereses, enmascarados detrás de tragedias como los atentados de 1992 y 1994 adunándole convenientemente otros hechos posteriores como fue la muerte del fiscal federal Nisman quien, aprovechando su funcionalidad dentro del Ministerio público y siguiendo las sugerencias de terceros interesados, planteo aquella iniciativa como “un plan de encubrimiento e impunidad”.

Desde que se produjeron esos ataques, jamás se ha logrado acreditar las acusaciones que las entidades políticas judías locales (extensión de la embajada de Israel en Buenos Aires) vienen lanzando desde diversos medios y en boca de insignes militantes pro-israelíes. Su inconsecuencia discursiva ha quedado muy bien demostrada con el paso de los años cuando desde aquel primer episodio contra la embajada de Israel en 1992 estos mismos sectores y desde ciertos medios se desgañitaron acusando a supuestos nazis locales, a la OLP y a la “Jihad Islámica” estas últimas de origen árabe-palestino. Convenía en esos momentos acusar a los palestinos -en medio de tensiones entre Rabin y los ultraderechistas israelíes- hasta que repentinamente y en vistas de que sus acusaciones no tenían factibilidad, cambiaron el guion y apuntaron sus dedos hacia otro chivo expiatorio.

Lo mismo ocurriría con el ataque a la AMIA en julio de 1994 y en donde nuevamente, mediante el planteo de otra supuesta camioneta bomba -nunca identificada y de la cual no se halló una sola pieza- se volvieron a lanzar los dardos sobre los palestinos hasta que (tras la intervención de la CIA y el Mossad) el relato fue modificado agregando un nuevo elemento, la pista sirio-libanesa y a partir de ella, surgió (de aquella elaboración hipotética) un conductor de origen libanés supuestamente comisionado por el “Hesbollah” libanés quien a su vez recibió la orden de Teherán.  

La Argentina como país, ya era una entelequia débil y condicionada por su acostumbrada crisis económico-financiera y su administración de justicia no iba a escapar de esta circunstancialidad que limitaba sus capacidades para encarar la complejidad de una situación como la que se presentaba y de otras que se presentarían más tarde (como la voladura de la localidad de Río Tercero, Córdoba).

Ello no significaba que careciera de recursos humanos para obtener resultados en las pesquisas pero, siempre condicionados por la acostumbrada ( e inconstitucional) mano política, factor omnipresente para acomodar las situaciones a conveniencia del partido gobernante. Esto dejaba expuesto un estado débil y permeable a cualquier influencia tanto interna como externa. A partir de allí veríamos como desde la DAIA y organizaciones sionistas locales e internacionales, bajo la cancina alegación de antisemitismo para rechazar líneas investigativas que no agradaban a sus posiciones, presionaron a los gobiernos argentinos para que se siguieran las pistas que geopolíticamente convenía a Israel. Cualquier otra prueba que inclusive demostrara lo contrario -como lo hicieron sobre las formas de explosión o pesquisar las declaraciones del embajador israelí Itzhak Aviran- , simplemente se ralearía en los expedientes y se ridiculizaría ante los medios.

La firma del memorándum del gobierno de Cristina Fernández con la república Islámica de Irán y la conformación de una Comisión de la Verdad que buscaba la colaboración para que Teherán tuviera la oportunidad de exponer su posición en estas acusaciones, fue una patada en la ingle para Tel Aviv y algo intolerable para los recalcitrantes sionistas locales quienes del vamos (más allá de que hacen centro de sus acusaciones en los iraníes) son islamófobos que detestan todo lo que se relacione con el Islam.

Se trato de un típico acto público de gobierno que un presidente comunica a otro gobierno iniciativas o temas a tratar en conjunto.

A la cabeza de voltear esta iniciativa se puso al entonces fiscal Alberto Nisman quien pese a sus ínfulas y el marketing mediático que lo secundaba, estaba jugando a dos puntas estando más al servicio de los intereses políticos del estado de Israel y del Departamento de Estado norteamericano que la búsqueda de la verdad material de aquellos atentados. Las revelaciones sobre sus cuentas bancarias (con las cuales mantenía su costoso estilo de vida) y estrechas relaciones con los servicios de inteligencia interesados en involucrar a Irán y a Hesbollah, dejaron acabadamente demostrada su falta de neutralidad funcional y tendenciosidad inaceptable para investigar.

Tratar de sostener una denuncia en base a indicios salidos de informes de agencias de inteligencia, podrá haber sido impactante para los aficionados argentinos e incluso intimidante pero, a la postre se demostró que en la mayor parte de las veces estos informes son falsos y solo buscan sustentar objetivos de los gobiernos a los que sirven. Las inconsecuencias de la CIA en el 11/S y los informes armados para justificar las invasiones a Afganistán en 2001 e Iraq en 2003 así lo han confirmado.

Incluso más, la denuncia de 288 páginas con la cual pretendía nexar un supuesto complot mediante la firma de este memorándum más allá de la potencialidad de sus acusaciones (sin contar las inconsecuencias como fue la farsa de Hadi Soleimpanpour ante la justicia británica) no tiene la sustancialidad probatoria suficiente como para acreditar su hipotesis y fue por ello -pese a las presiones- que estaba destinada a caerse. Su muerte sigue siendo materia de discusión y controversias incluso dentro de la misma comunidad judía local que se halla tironeada entre la lealtad al estado de Israel o la verdad sea cual sea.

El intento de fabricar un caso con doble efecto (uno interno contra CFK y otro externo contra la república Islámica de Irán) fue incluso discutido y rechazado por partidarios pro-Israel como el fallecido politologo Carlos Escude y muchos miembros de esta comunidad desatando contra todos ellos los acostumbrados insultos y desvalorizaciones personales atinentes a sindicarlos como “malos judíos”, “antisemitas” o simplemente “traidores”.

Igualmente estos no se amilanaron y plantearon hasta el último momento las inconsecuencias en el líbelo de Nisman que para algunos fue un “guión miserable y criminal” alejado del objetivo de buscar la tan errática justicia en un país tan corrupto. El desenlace de la causa judicial montada desde los sectores sionistas (entre los que se hallan el PRO y parte de la oposición), calificada por algunos como una verdadera “megapatraña”, con estas finalidades espurias no podía ser otro y fue por ello que tras el sobreseimiento de los sindicados encabezados por Cristina Elisabet Fernández, como algunos han dicho “se ha hecho un poco de justicia” en una Argentina institucionalmente desarticulada.