miércoles, 3 de enero de 2018

EN LA MIRA




“LA OLA PERSA”

El desarrollo de manifestaciones populares en Irán fueron degenerando en episodios de violencia inusitada que los medios occidentales tratan de inflar deliberadamente, mostrando una dinámica conocida y ensayada antes en el norte de África




Por Charles H. Slim


Cuando el jueves 28 de diciembre comenzaron las protestas en Mashhad  al noroeste de Teherán, todo marchaba en paz y con relativo orden hasta que de pronto comenzaron los destrozos, las roturas y los incendios contra automóviles estacionados en la vía pública. Turbas de supuestos manifestantes trataron de asaltar comisarías de la policía para hacerse con sus armas y en otros episodios, sujetos aislados y grupos de hombres armados con armas de caza, dispararon contra la policía. 

La situación económica y social no es la mejor, llevando a una continua alza de los precios y un desempleo que llega a un 12% de la población económicamente activa, pero ello no explica varios de los sucesos que se han producido en el marco de las protestas que recuerdan casi en forma calcada la mecánica utilizada en Libia en 2010 y los intentos por hacer lo mismo en Siria en 2011.

El descontento en una importante franja de la población es notoria y aunque su base se halle en la situación económica que pese a todo había mejorado desde la firma del acuerdo nuclear que saco algunas sanciones comerciales (pudiendo Irán vender su petróleo), no puede eludirse la importante y sensible posición geopolítica en la que Irán se halla actualmente.
Sería muy fácil reducir los hechos a una conspiración externa que desgajara de cualquier responsabilidad al gobierno de Teherán, sin dudas que así sería. 
Pero, también sería muy fácil y conveniente para los intereses externos, especialmente Tel Aviv, alegar que todo esto es un proceso popular sin la menor injerencia de elementos foráneos potenciadores de la crisis. Para no caer en los engaños del pasado ni en las deliberadas manipulaciones que se tratan de orquestar desde los conglomerados mediáticos anglosajones, se hace vital la observación paciente y desapasionada de los eventos que se están produciendo.

Desde el gobierno y en especial por parte del líder espiritual el Ayatolá  Jameneí no se dudo un instante en señalar a los instigadores detrás de los disturbios acusándolos  de proveer armas, dinero y apoyo político para que grupos de saboteadores se encarguen de agitar y subvertir la realidad del país. 
Lo cierto es que hasta el momento unas 20 personas resultaron muertas en diversos enfrentamientos con las fuerzas de seguridad y en diferentes circunstancias.  Así como un hombre con una escopeta mato a un policía e hirió a oro tres en Najafabad, otros murieron intentando tomar estaciones de policía o entrar a bases militares.

Pero si los que dudan de las posibles implicancias de actores como Tel Aviv o Washington en todo lo que está sucediendo, solo basta escuchar a algunos de sus representantes  para intuir de que con seguridad, hay un proceso de desintegración subterráneamente promovido desde el exterior. El caso de Trump es claro. El presidente norteamericano en su cuenta de Twitter el pasado martes escribió “El pueblo Irán finalmente está actuando contra el régimen brutal y corrupto”, consideraciones de manual de la Casa Blanca que no agregan nada nuevo a lo que piensa el establishment que controla los destinos de la Unión.  Washington viene con décadas de decepciones y la última de ellas fue en 2009 con el fracaso de obtener un golpe blando mediante una de sus “revolución de color”.

Al mismo tiempo la injerencia del mandatario estadounidense demuestra la clara inconsecuencia y la falta de realismo al tratar de dar lecciones de moral al mundo sobre la “represión en Irán”, cuando dentro de EEUU las violaciones a los derechos humanos por las brutalidades  policiacas y las muertes injustificadas, causan pavor dentro de la comunidad internacional. Al parecer Trump se olvida lo que fue la “barrida” de las manifestaciones de los “Ocupa Wall Street” en 2011 o “Ferguson” en 2014 donde fuerzas especiales de la policía dotados entre otros particulares adminículos, golpeaban brutalmente a hombres y mujeres con esos guantes negros de latex o simplemente los golpeaban con sus municiones de posta de goma y choques eléctricos. 
Ciertamente, todo muy democrático.

Incluso los calificativos de Trump a la altura de las circunstancias y de todo lo ocurrido con la gran estafa del “Daesh” montada en Iraq  y la “guerra contra el terrorismo” con la que se metió en Siria, además de tendenciosos son anodinamente intrascendentes ya que como dice el dicho “el muerto se asusta del degollado”. Además hay un pequeño problema en el panfleto de Trump y es que, en las calles de Teherán y de las principales ciudades iraníes hay a la vez marchas multitudinarias en apoyo al gobierno, algo que no se sabe si ocurriría para apoyar al desequilibrado magnate avenido en mandatario. 

Otro e ineludible involucrado en este asunto es, Israel. Desde hace varios años ha venido agitando las aguas contra Teherán en diversos niveles de la política internacional, tratando de establecer los argumentos que justifiquen una remoción del gobierno iraní para, obviamente, colocar un títere que responda a la sus aspiraciones.  Y no solo eso. Los sabotajes, los actos de espionaje y los asesinatos de varios de los científicos iraníes involucrados en el desarrollo nuclear, han terminado siendo develados como operaciones apoyadas por Tel Aviv que, pese a la calidad de agresión que dichas acciones representan para la inteligencia de la Carta de Naciones Unidas, se ha hecho muy poco –o mejor dicho nada- por aplicar las consecuencias por dicho accionar.

Por otra parte, las manifestaciones populares por descontento y la corrupción también se producen en Israel desde hace meses pero los medios internacionales no han reflejado del mismo modo esta situación. En el corazón de Tel Aviv miles de personas se han movilizado durante el año que se ha ido, clamando por terminar con las políticas colonialistas de  Apartheid  contra la población palestina y la salida del gobierno corrupto de un Benjamín Netanyahu procesado por delitos financieros. Con esto a la vista, está claro que, como dice el dicho “quién esté libre de pecado tire la primera piedra”.