viernes, 25 de octubre de 2019



“PROXIMA GEOESTRATEGIA”
Cómo evolucionara la situación geoestratégica del Cono sur y en particular de la Argentina ante los cambios que se podrían dar en su política interior y exterior. Seguirá alineada a los planes de EEUU y la OTAN o habrá un giro inesperado hacia Rusia?

Por Charles H. Slim
El Cono sur está pasando por una metamorfosis política que a su vez modificara sensiblemente los intereses geoestratégicos y políticos de los países más importantes del “triángulo del sur”. A no confundirse, estos cambios no son en virtud de los intereses de cada uno de ellos y mucho menos, están impulsados por algunos de los mismos. Los cambios políticos internos que se vienen viendo en Chile, Argentina, Uruguay y Brasil obligan a que las potencias mundiales maniobren en la región para reposicionarse y establecer nuevas hojas de ruta de cara a una profundización de la crisis que afecta a todos estos países.

El caso argentino es emblemático sobre ésta incertidumbre. El país se halla sumido en una crisis social que tiene especial trasfondo de orden económico producto de una aguda estanflación que ya se vaticina como de larga duración y de difícil salida. Igualmente EEUU, Rusia y China tienen grandes intereses aquí y no están dispuestos a perder su influencia. Las elecciones presidenciales que se desarrollaran el domingo 27 de octubre darán como resultado la continuidad de un gobierno abiertamente pro-anglosajón que mantendrá la agenda del Departamento de Estado o, el regreso de una variante populista que tímidamente coquetea con establecer lazos con Rusia y China. Sea como fuere ninguno tiene el liderazgo político que pueda conmover a cambios profundos en la nación.

Pero si damos una chance a una reedición populista de la mano de los “Fernández”  ¿Qué podría ofrecer un posible gobierno argentino con ínfulas soberanista y multilateralista a Rusia? La posibilidad de que la Federación rusa pueda establecer un puerto militar en la Patagonia es una de las alternativas que además de posible, tendría un invalorable valor estratégico para la defensa de los intereses de Rusia, pero también lo sería para la Argentina que podría obtener de ello una muy buena oportunidad de emprender una nueva geopolítica de cara a su patética situación en el Atlántico sur.  Pero para que ello fuera viable, debe haber un gobierno argentino independiente en sus decisiones y políticamente decidido a tomar los riesgos que la empresa conlleva, algo que no se ve desde hace muchas décadas por aquí.

El gobierno de Mauricio Macri, se ha caracterizado por un sincretismo político que aglutina lo más extremo de la ideología neoliberal, neoconservadora y sionista que representada en el partido PRO luego paso a entremezclarse con la formula política de nivel nacional llamada “CAMBIEMOS”. Su alineamiento a Washington fue mucho más allá de lo que Menem concreto en la década de los noventas. Ello fue trasladado a la política exterior y más extensamente a su política de defensa y seguridad la cual y a instancias de muy discutida –por su sigzagueante trayectoria política- la ministra Patricia Bullrich se haya empapada por la participación de EEUU e Israel.

Por otra parte, las expectativas que despierta un gobierno “populista” de “Fernández &Fernández” son inciertas y ello reabre un abanico de posibilidades que aún no quedan muy claras a la luz de las visiones contradictorias que existen entre los “peronistas moderados” los “kirchneristas”.  A pesar de las arengas de apoyo al gobierno de Venezuela y a las revueltas en Chile que provienen de estos últimos, los analistas externos no ven mayores riesgos. “Perro que ladra no muerde”, dice el dicho que se acomoda muy bien a los políticos y militantes argentinos.

No se puede augurar que un gobierno semejante deshaga todos aquellos lazos estratégicos con Washington y muchos menos, cuando no tienen un plan claro y decidido para reemplazarlos. Los peronistas (si en realidad lo fueran) no son bolcheviques ni mucho menos Talibanes que puedan amenazar el Status Quo.  Carecen de iniciativa y de compromiso para semejantes metas. Igualmente hay una realidad imperante que hace que Argentina aunque quisiera tomar su propio camino, se halla en un estado de retraso y carencia material que le imposibilitaría llevarlo a cabo. Si Alberto Fernández resultara electo no le quedará otra opción que la de aceptar las circunstancias imperantes y sonreír e inclinarse ante la Casa Blanca y el Establishment político y financiero de Wall Street, tal como lo hizo en su momento Cristina Fernández durante su gobierno ¿Por qué no lo haría éste ex burócrata avenido en arrepentido?

Pero tanto uno como otro sector, han demostrado escasa vocación política por cambiar el sistema y menos aún voluntad por estructurar una política exterior acorde a sus intereses geoestratégicos de cara a controlar de una buena vez, la actividad económica, de tránsito y explotación de su extenso litoral marítimo en el Atlántico que sigue siendo usufructuado por Gran Bretaña desde las islas ocupadas en el extremos sur.

En este sentido el gobierno de Macri lejos de abordar una política de progreso para el desarrollo de su potencialidad o algo semejante opto por plegarse a todas las directivas y sugerencias del Pentágono que entre otras cuestiones, llevaría al encubrimiento de la tragedia del submarino “ARA San Juan” que dicho sea de paso, mantiene al día de hoy como desaparecidos a sus 44 tripulantes. Al mismo tiempo, la seguridad interior de sus espacios bajo la jurisdicción federal (ríos, puertos y aguas adyacentes del Río de la Plata) fue entregada a unidades y elementos israelíes lo que no es poco para los funestos antecedentes que estos tienen y de los intereses que aquí persiguen. Lo mismo con la inteligencia de la AFI que casi descaradamente ha pasado a ser más una casa de paso y descanso para la CIA, el Mossad, MI-6 que una agencia de inteligencia de un estado independiente que guarde los intereses de la república Argentina.

Igualmente sea cual sea el resultado electoral el gobierno que tome el control de un país embargado y con una severa crisis de representación como la Argentina, deberá negociar una posición mediocre entre aquellos gigantes de la geopolítica teniendo cuidado de no ser pisoteado en la tarea.

En este sentido los gobernantes argentinos no pueden seguir esquivando la realidad internacional o al menos no estudiar un desarrollo geoestratégico propio. La importancia de ello es vital atento a los ingentes cambios y continuos avances en el campo geopolítico que se da en el marco de la pugna entre la OTAN, Rusia y China.

Ello a su vez ha incrementado la carrera armamentística pero en otro nivel al conocido en épocas de la Guerra fría y que se caracteriza por la modernidad y sofisticación de los sistemas y equipamientos bélicos. 
Veamos sino que, mientras la Argentina carece peligrosamente de una Armada para responder a las amenazas que puedan penetrar por el Atlántico, EEUU y Rusia ya poseen novedosos sistemas navales que no requieren de movilizar como antaño, a grupos de tareas numerosos y logísticamente costosos. 

Es más. Últimamente ha sido Rusia quien ha tomado la delantera en este campo demostrando la eficacia y competitividad de sus sistemas de armas navales de largo alcance que han dejado a los portaaviones estadounidenses e incluso a sus costosos submarinos, en un limbo tecnológico del cual aún no logran salir. Esto se puede ver en la realidad en los escenarios del Medio Oriente y en el Caribe con la crisis en rededor de Venezuela donde pese a las injerencias de los estadounidenses y sus socios de la OTAN, no han podido completar sus operaciones –en especial de sabotaje electrónico- gracias a la intervención de la tecnología rusa.

Ello obviamente ha desatado una frenética campaña mediática anti rusa que se asemeja a la propaganda occidental y demonizadora que caracterizo la Guerra Fría.

Sabemos que la OTAN ya está en el continente, teniendo como base de operaciones territorial a Colombia lo que (como se ha visto con los intentos de desestabilizar Venezuela)  ha causado grandes alteraciones en la geopolítica regional con especial interés en beneficiar las políticas de estado de EEUU y sus operaciones militares de cara a contener los procesos y avances políticos de países como Venezuela, Nicaragua y Bolivia. A tono de esto, gobiernos como el brasilero de Jair Bolsonaro, el argentino de Mauricio Macri y el chileno  de Sebastián Piñera han sido serviles a colaborar desde las tribunas políticas como la OEA y el “Grupo de Lima” con los esfuerzos para concretar aquellos objetivos.  Es por ello que un cambio de gobierno en Buenos Aires no traerá muchos cambios para su situación geoestratégica.