sábado, 31 de diciembre de 2022

 

“COMPLICIDADES PESTILENTES”

De no haber entrado Rusia en Ucrania el mundo no se habría enterado de los peligrosos desarrollos bacteriológicos que EEUU estaba llevando a cabo con fines militares en Ucrania ¿Qué moralidad puede existir en semejantes desarrollos pestilentes?, ¿Fue el SarS-CoV2 desarrollado en estos laboratorios?

 

Por Charles H. Slim

Mucho antes de que el Departamento de Estado de Barack Obama pusiera manos la obra para derrocar al gobierno ucraniano de Viktor Yanucóvich, EEUU ya estaba metido dentro de Eurasia y Asia Central ensayando y elaborando en sofisticadas instalaciones todo tipo de peligrosos agentes bacteriológicos y químicos con finalidades poco claras.

Con esto queda muy claro que mucho antes de que se declarara la aparición del “Covid-19”, EEUU tenía más de 300 laboratorios desperdigados por el mundo la mayoría de ellos en Asia Central y muchos de estos en países como Georgia, Kazajstán y Ucrania. La excusa para estas peligrosas instalaciones ha sido la de apoyar a la salud pública dentro de estos países y claro, reducir los riesgos de abusos en el uso de armas biológicas.

Pero el interés real radicaba en la prohibición existente de desarrollar y ensayar este tipo de armas en suelo estadounidense. Tras haberse hecho público que el gobierno mediante el ejército estadounidense durante muchos años había estado ensayando sus experimentos tanto en sus propios hombres como en incautos pobladores civiles, tras llegar muchos cuestionamientos a la Corte de justicia se les dificulto continuar con estos programas.

De esta forma Washington y por intermedio de su Departamento de Defensa (amparándose de una constelación de ONG´s como USAID) comenzó a trasladar secretamente sus programas más peligrosos a terceros países donde bajo coberturas legales engañosas, llevaría a cabo estos experimentos. Igualmente el brote de SarS-CoV 2 en Fort Detrick por mediados de junio de 2019 -y que obviamente es negado por el gobierno- evidenció que los experimentos seguían llevándose en secreto dentro de EEUU.

Hasta el 24 de febrero del 2022, -salvo las agencias de inteligencia-nadie tenía la más mínima idea de lo que se escondía en territorio ucraniano hasta que las tropas rusas comenzaron a avanzar y en varios puntos como Kharkiv, Kherson y Dnipropetrovek hallaron instalaciones en las que se encontraron evidencias materiales y documentales de estos trabajos y la participación del gobierno estadounidense junto a personal de laboratorios privados como “Pfizer” y “Moderna”. El escándalo internacional estaba servido.

La intervención de Rusia en Ucrania confirmo lo que durante años los medios occidentales trataban como mitos y fue recién por ello que los estadounidenses comenzaron a replegar sus investigaciones de Ucrania.

El 24 de diciembre pasado el comandante de las tropas rusas de protección nuclear, biológica y química, el teniente general Igor Kirillov dio su informe ante la Convención sobre Revisión de Armas Biológicas en que detallo como EEUU estaba sacando de Ucrania toda la infraestructura de sus laboratorios para trasladarlos a países de Europa del este, África y países del Asia-Pacifico (que limitan con China) con lo cual quedaría claro que el problema de estas elaboraciones pestilentes no ha sido erradicado.

¿Qué tan peligroso es todo este asunto? Primero que todo, desenmascaremos a los supuestos moderados de la política norteamericana como se quiso vender a la administración demócrata de Barack Obama y Cia. Además de haber profundizado las operaciones de asesinatos con Drones de la CIA en Pakistán, autorizo programas muy discutibles. Durante su período fue donde se impulso el desarrollo a cargo de DARPA -entre otros- de los peligrosos programas de armas a base de nanopartículas lipidias y en las que el “Grafeno” tiene una importancia central para usarlas en vacunas. Esto conecto al gobierno con la Fundación Bill&Melinada GATES y en particular con Bill Gates uno de los principales inversores en “Biontech” y otros desarrolladores de estos campos que vieron en la “pandemia” la oportunidad para inocular estos peligrosos elementos mediante las vacunas.

Otro de los involucrados en todo esto es el hijo del presidente estadounidense Hunter Biden quien (y sacando sus adicciones personales y su corrupción) esta a cargo de “Rosemont Seneca” y “Metabiota” dos corporaciones que participan como contratistas del Pentágono financiando unos 30 los laboratorios en Ucrania. Sobre el papel de Hunter en estos negocios no hay que olvidar las maniobras irregulares del FBI para que no se ventilara el contenido de su computadora portátil. A ello se suman Kenneth Myers ex director de la Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa del Departamento de Defensa de EE. UU, Thomas Frieden, exdirector de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU y Francis Collins quien funcionaba como el director del Instituto Nacional de Salud de los EE.UU que viene a revelar el siniestro, repetido y hasta sádico cinismo con el que los funcionarios gubernamentales manejan la política exterior norteamericana.

Incluso el mismo gobierno entro en contradicción cuando primero negó la existencia de estas instalaciones para luego ser reconocidas por funcionarios como la Subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos Victoria Nuland o por ciertos medios de reconocido olor neoconservador intentar explicar esta incongruencia mediante artículos con señalamientos de que si habría laboratorios pero no de la categoría “BSL-4” destinados a esos desarrollos.

A la vista de todos estos antecedentes y tras profundizarse las evidencias del involucramiento de funcionarios estadounidenses en el funcionamiento de esos laboratorios en Ucrania la situación del gobierno se ve mucho más complicada aun cuando traten de desacreditar estas evidencias. Uno de los principales señalados por este asunto es el epidemiólogo y ex asesor del gobierno Anthony Fauci quien tras haber concedido una entrevista a la cadena FOX NEWS habría revelado cómo convencieron a Kiev para instalar laboratorios de desarrollo de agentes bacteriológicos entre ellos el SaRs-CoV-2. Tan pronto como esto salió a la luz, el gobierno y los medios anglosajones comenzaron a ridiculizar esto acusando a fábulas de “Qanon” y sitios amarillistas estadounidenses para luego referirse con mayor intensidad a “propaganda rusa” y “teorías de la conspiración”.

A pesar de los esfuerzos por librar a Fauci de esto, sus antecedentes en el desarrollo de programas de armas biológicas durante las administraciones de Reagan y Bush hace poco creíble su ignorancia sobre aquello.

Recordemos que cuando se puso en duda el relato de Washington sobre los verdaderos responsables y la mecánica de los ataques del 11/S que el gobierno uso para justificar sus intervenciones externas (contra Afganistán e Iraq), prontamente los medios y el gobierno salieron a tratar de ridiculizar a quienes así pensaban llamándolos “conspiranóicos” o “teóricos de la Conspiración” y en otros casos tildándoles de “traidores” o incluso de “terroristas”. Pese a ello, se comprobó que la administración Bush y sus laderos neocon del Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (PNSA) habían mentido de forma alevosa y hoy eso es algo que tratan de no recordar. 

La misma táctica se ha estado viendo tras estas molestas revelaciones que involucran al gobierno federal, al “Big-Pharma” y los negocios para el desarrollo de armas con nanotecnología que vienen a la par. Lo que importa son los negocios no la moral ni la democracia. Igualmente y aunque Washington siga inyectando miles de millones de dólares para tapar en los medios este escándalo internacional y siga presionando en Naciones Unidas para que no se lleve adelante ninguna investigación, la verdad ha quedado una vez más expuesta a la luz de la opinión pública global con lo cual, quien quiera ver, que vea.

 

jueves, 29 de diciembre de 2022

 

“AN INSANE STRATEGY”

Why the sudden flare-up of trouble spots around Eurasia are neither coincidental nor unconnected to NATO's plans in Ukraine?

By Sidney Hey

For many, for the past month, madness seems to have been spreading capriciously over the Balkans, on the Korean Peninsula and in the South Sea adjacencies. In each of these places, strange and worrying things have begun to happen. In Serbia, Kosovars have been harassing and discriminating against Serb citizens, which is causing an escalation of mistrust between the two communities. On the Korean peninsula a rare movement of South Korean troops towards the border set off alarm bells in North Korea, which responded with a heavy artillery display that deterred the incursion. In the South Sea, US frigates have been manoeuvring provocatively in a familiar attempt to unnerve the Chinese. All this in the same space of time.

But are these mere coincidences or are they coordinated actions? They are certainly not coincidental, and Washington is behind all of them. Although this involvement can be deduced, it is NATO that is operationally in charge of moving these pieces on the ground and its purpose is highlighting the fact that the war in Ukraine is not going as expected.

It is well known that the mafia that runs Kosovo responds politically to NATO and since Hashim Thaci (a great friend of Madeleine Albright) and his people (linked to “Al Qaeda”) took control, the CIA has a sanctuary from which it operates with great intensity over Belgrade. Indeed, its independence in 2008 was achieved by the political support of Atlanticist members, providing NATO with a strategic base in the Balkans as a platform for operations over the Caucasus and the Russian Federation. In the current circumstances, it is not surprising that the CIA is fomenting friction between the parties as part of a plan to widen the map against Russia.

Even before the start of Special Operation Z in February 2022, the Kremlin was aware of the possible covert manoeuvres that NATO and especially the US could implement to try to psychologically undermine Russian public opinion, and one of them is terrorism. The attacks inside Russian territory are the best evidence of this. But even before this planning was set in motion, the Russian intelligence service was working on monitoring the movements and activities of elements that for the last twenty years have been embedded as “sleepers” in Russian society under contract to the CIA.

When the US designed how it was going to conduct its campaign on the Arab Islamic world, particularly against Iraq and Syria, the CIA planned years in advance how it would weaken these Arab states. For this the "Agency" received the invaluable and enthusiastic cooperation of the Arab Mukhabarat (especially Saudi Arabia and Jordan) to penetrate their societies and once there, start using sabotage and terrorism under the masks of “Al Qaeda” and “Daesh”.

What we are seeing today inside the Russian Federation was not thought out after 24 February 2022 and replicates this dirty strategy only adapted to the Slavic scenario and thus using Slavic human resources.

This shows that the Cold War logic has never been abandoned by Washington.  It even goes beyond what the West previously dared to carry out in Eurasia. It is one thing to spy on and intercept radio, electronic and digital information channels that are carried over the internet, but it is another to attack, sabotage and assassinate on Russian soil. And although some anonymous intelligence sources in the US confirm these activities, while assuring that Russian civilians will not be harmed, it is clear that the opposite is true, and that the political justification for the inevitable international questioning is evident. This makes it clear how the West (Washington, London and Brussels) operates under cover at various levels and degrees of intensity.

This is in itself authorised by Congress and the White House, which exposes the international responsibilities of the US very clearly.

To this end, the CIA and its British partners in MI6 never put their own faces, let alone their own personnel, on the ground, using third parties to carry out their riskiest planning. Recruitment for such activities has never been a problem as dirty money -from all kinds of crime- flows freely to finance whatever operations they need to execute. Added to this, the large supply of manpower in countries with weak economies (much more so with rising inflation) and highly corrupt economies where buying off officials is commonplace, makes the choice for the CIA a prime one.

Undoubtedly, Kiev has been one of the main recruiting centres but perhaps more importantly, the ground for the training and coordination with other allied agencies not only of Ukrainians but also of Poles, Romanians and other aspirants from the region. In addition, the report by investigative journalist Jack Murphy that the CIA is directing sabotage operations inside Russia only confirms this strategy. This makes it very clear that for a long time (since 2014) CIA Special Operations Centres have been operating in Ukraine, which are responsible for all these tasks.

The FSB has managed to shoot down and capture several teams of Ukrainians armed with Western equipment trying to infiltrate across the borders with the aim of carrying out sabotage and terrorist attacks in Russia. But inside Russia, agents of various nationalities (including Latinos) had already been detected operating to intoxicate and misinform the Russian public via social media. Many were also reportedly caught implementing textbook acts of sabotage ranging from loosening railway rails, setting fires in utility buildings, cutting power lines to hacking networks and using explosives against weapons infrastructure, such as the one in April in which 20 people were killed. Many of them were captured and their operational tactics uncovered.

This gives rise to Russia also launching (if it has not already done so) its covert counteroffensive on US and EU territory, and this is certainly not unreasonable. By doing so, Moscow will send a message loud and clear to those involved that they too can be hit regardless of the distance.

 

martes, 27 de diciembre de 2022

 

“BUMERANG TRUMP”

¿Por qué es muy posible que Donald Trump regrese a La Casa Blanca?...si aún queda mundo

 

Por Charles H. Slim

El periodo presidencial de Donald Trump sin dudas fue un evento disruptivo en la continuidad de un sistema político amañado y muy cuestionado por los ciudadanos estadounidenses. La “democracia” estadounidense hacía tiempo que se había olvidado de los problemas de sus electores y cooptada por los sectores neoconservadores (en especial por los Straussianos) desde la caída de la URSS en 1991, dedicaron esfuerzos y recursos a intentar sostener la hegemonía geopolítica a costa de mucha sangre.  Y aunque ello parezca trillado decirlo, era cuestión de tiempo para que alguien de afuera de esa elite pateara el tablero y tomara protagonismo.

Fue así como un excéntrico empresario caracterizado por su estridencia verbal y desparpajo al dar sus puntos de vista, tras hacer un exitoso camino en los medios decidió saltar a la arena política en momentos que los políticos tradicionales caían bajo el total desprestigio. Donald Trump podía despedir a los inútiles, inescrupulosos y corruptos burócratas que en búsqueda del “liderazgo global” habían estado desviando los recursos de la Unión para financiar aventuras belicistas y programas conspirativos en Iraq, Afganistán, Libia, Yemen y Siria. Sin dudas el desastroso fracaso de estas experiencias y que tuvo su más estruendosa muestra en Afganistán en septiembre del 2021, es algo que debería ser explicado por la administración Biden.

Más allá de los discutidos y controversiales puntos de vista que Trump ha tenido en su gestión (como fue reconocer Jerusalem capital de Israel, su inocultable racismo y el muro fronterizo con México) y su escandalosa salida del poder tras los disturbios en el Capitolio, nadie puede negar su carácter consecuente y hasta crudo en muchos de los temas sensibles para una elite política cínica que hacía tiempo convirtió el sistema de partidos en un negocio descarado que usa al estado como una empresa de servicios (en especial a las FFAA) para lograr sus propios fines. Así fue como tipos como Paul Wolfowitz a comienzos de los noventas diseñara un borrador de lo que en 1997 se materializo en el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNSA), un Think Tank neoconservador y sionista que tenía como objetivo impulsar y justificar la guerra preventiva -que pelearían los estadounidenses- contra los países árabes-islámicos con las consecuencias que hoy todos conocemos.

Fue en ese marco y tras el ascenso de George W. Bush a la Casa Blanca en el año 2000 que (muy convenientemente) se produjeron los eventos del 11 de septiembre de 2001 que activaron toda aquella planificación. Precisamente y en ese mismo instante que humeaban las torres un más joven Donald Trump al ser entrevistado mostraba su incredulidad sobre que esos “aviones” hubieran sido la causa real del colapso de las torres.  Con el paso de los años e incluso durante su presidencia mantuvo esa incredulidad que tanto fastidió (y confundió) a los neoconservadores y a una de las alas del sionismo estadounidense.

A partir de entonces no solo la paz global fue turbada sin solución de continuidad sino también la libertad de expresar las ideas y de informar con derivaciones que nos llegan al presente, caracterizada por la imposición de una descarada censura contra cualquiera que exponga la verdad de hechos evidentes que aquellos sectores y los medios que les sirven, tratan de enmascarar mediante la manipulación y la intoxicación informativa. Eso lo vemos hoy con la censura impuesta por la administración de Joe Biden contra los medios rusos ¿Por qué? Por el simple hecho de que Biden y sus laderos son tan iguales como los neoconservadores que le precedieron en la Casa Blanca y en ese sentido, para ellos la guerra es la vía para generar riqueza y para ello, hay que maquillarla como algo positivo.

Es por ello que los estadounidenses solo “deben” escuchar una sola voz de lo que ocurre en Ucrania, un objetivo que Washington ha tratado de extender a todo el hemisferio y en especial, sobre toda la Unión Europea con poco éxito, por cierto. Con esto expuesto a la luz del día la autoproclamada “democracia liberal” es un lindo cartel de cartón corrugado, pero nada más.

Si la liberalidad se traducía en invadir, torturar, desaparecer y saquear países o, puertas adentro el abandono de los asuntos, necesidades y problemas de los ciudadanos de a pie, el racismo, la desigualdad y el desempleo ciertamente que aquello era solo una palabra hueca, pero nada más. Los derechos humanos han sido por décadas el Caballo de Troya de estos burócratas que ya no engaña a nadie. La sangre derramada para sustentar un imaginario “Orden mundial” que EEUU quisiera liderar es parte de una calamidad inhumana que nada tiene que ver con el respeto a los derechos humanos. 500.000 niños iraquíes muertos por falta de alimentos y medicamentos durante el embargo impuesto entre 1990 a 2003 es parte de eso y Washington lo sabe muy bien. Sumado a ello, el obsceno despliegue de terror y matanzas efectuadas durante una ocupación ilegal y bestial que costo la vida a más de 1.500.000 iraquíes obliga a esos mismos burócratas incluido Joe Biden a cuestionarse ¿Podemos dar sermones a alguien de algo?  Los estadounidenses se habían cansado de eso y vieron en Donald Trump un similar que hablaba su idioma, desde el llano al menos así lo demostraba públicamente y pese a sus ampulosidades entendía sus inquietudes.

Desde la asunción de Joe Biden y su sequito de demócratas globalistas (muy liberales por cierto), además de profundizarse la problemática de una economía recesiva que hunde el nivel de vida de los estadounidenses más desprotegidos, ha ampliado la maquinaria de la manipulación e intoxicación informativa reforzándola con nada menos que la censura expresa, una de las medidas más antitéticas y corrosivas para una pretendida democracia liberal.

En el discurso que dio Trump para su nominación a la presidencia el 15 de diciembre pasado, uno de los puntos centrales de su propuesta es precisamente la de regresar la libertad de expresión que los políticos conservadores y burócratas apoyados por el Establishment le han quitado a los estadounidenses y que él mismo sufrió en carne propia con la censura en las plataformas y redes sociales.

Ciertamente, Trump se halla en la carrera por regresar a la presidencia y atiende a una muy difícil situación que afecta a la realidad político-social de su país, pero esto tiene un alcance global. La política exterior de Biden ha puesto blanco sobre negro en esto y a diferencia de Trump, sus metas (que son la de los globalistas) es poner el interés por la hegemonía político-militar y comercial en favor de los polos del poder financiero que resolver los problemas domésticos de la Unión. Los hechos lo evidencian. Miles de millones de dólares se están despilfarrando para sostener un régimen integrista de ideología fascista en Kiev como parte de la expansión de la OTAN, algo que Trump había criticado de forma directa y actuado en consecuencia.

Por el contrario, Biden y la secta neoconservadora de la guerra están moviendo hilos más allá de Ucrania buscando abrir más frentes dejando en claro quiénes son los verdaderos antagonistas para la paz.

Ello se volvió a ratificar tras la visita de Volodymyr Zelensky a Washington a quien Biden prometió el envío de más armamento, sistemas anti-misiles “Patriot” (PAC-2) de un costo de 10 millones de dólares la unidad y dos mil millones de dólares adicionales para sustentar los esfuerzos de la guerra ¿Por qué no gestionar conversaciones de paz y detener el sufrimiento de millones de civiles? Obviamente por cuestiones de conveniencia negocial y ambiciones hegemónicas. Al mismo tiempo esto viene a poner en entredicho el ya emparchado argumento de que Rusia ya perdió la guerra contra Ucrania y ¿Saben por qué? Porque Ucrania dejo de ser soberana desde el golpe de 2014.

Aunque parezca discutible, el regreso de Trump a La Casa Blanca podría ser un freno a la locura de esta ambición belicista que está alimentada por estos “globalistas” con Biden a la cabeza y que a contrario del eslogan “América primero” tratan de imponer una “democracia global” que en realidad esconde un totalitarismo elitista y consumista. Solo la evolución de los acontecimientos dirá si ello es cierto.