viernes, 28 de septiembre de 2018


EN LA MIRA



“EL MAR DE
LAS INCERTIDUMBRES”

Cuál es el destino de Argentina ante las actuales y confusas circunstancias socio-económicas que sacuden al gobierno. Pese al nuevo acuerdo con el FMI  ¿Habrá adelantamiento de elecciones como muchos presagian?


Por Javier B. Dal
Nadie ignora que actualmente el mundo es un lugar complejo y peligroso, no apto para cándidos e improvisados. Pero pese a esta obviedad en Argentina pareciera que nadie advirtiera todo esto y sus gobernantes continúan jugando con las reglas engañosas  y de doble rasero de los polos de poder global que están hundiendo al país en una ciénaga de la cual nada podrá rescatarla.

Lo vemos con notable y espantosa claridad en su situación económico financiera que ha llevado al extremo de plantear entre una dolarización de su economía o el regreso a una –por cierto muy dudosa-  convertibilidad como la implementada por el ministro Domingo Felipe Cavallo en la década de los noventas. Tanto una como otra opción representaría para la estabilidad social del país, un terremoto con consecuencias impredecibles.

Como las señales son muy claras de ello y la tensión popular escala con cada hora que pasa, los grandes medios y periodistas alquilados del país no cejan en sus mensajes narcotizantes intentando adormecer a la opinión pública con “análisis” recortados de la realidad e insistiendo a modo de mantra, que pese a que todo está mal, ello no justifica la violencia. Al hacer eso no parecen darse cuenta que están haciendo realidad el presagio de una tragedia preanunciada que deberá manifestarse tarde o temprano.  De este modo –y como en las mejores parodias de Leslie Nielsen-  los periodistas  de los canales de aire, tratan de explicar que no ocurre nada mientras detrás de sus espaldas se incendian las calles de la capital.

El problema en este meta mensaje radica en que ellos (la clase política y los medios) no tienen la capacidad moral para esgrimir estos sermones, mucho menos cuando han sido conspicuos y silentes testigos de todas las políticas de los gobiernos pasatistas que arrasaron a la nación argenta, hoy absolutamente entregada a los intereses financieros y geopolíticos foráneos. 
Esto es una realidad ineludible y no hay nadie con conciencia en este país que a la altura de las circunstancias no se haya dado cuenta que están en manos totalmente ajenas.

Si bien es cierto que esto no es auspicioso, no debe olvidarse los doce años de despilfarro a costa de las arcas del estado para mantener a cuadros de parásitos que dentro de las estructuras administrativas del estado (en Secretarías, direcciones y departamentos sin finalidades especificas)  y por fuera de él mediante el cobro de jubilaciones de invalidez, veteranía y otros beneficios ilegítimos, sirvieron como cortina de humo para cubrir el saqueo multimillonario que se ejecutaba desde las altas jefaturas del gobierno Kirchnerista. Y para peor, en ese festival estuvieron muchos de los que hoy se pasaron al bando de los llamados “peronistas razonables” (no Kirchneristas).   

Desde el llano, la población de a pie no sabe para dónde ir. Los mensajes que se irradian desde los medios corporativos, que están previamente deliberados con la clase política al servicio de los grandes intereses,  no ayudan a esclarecer o dar certidumbre en lo que realmente está sucediendo. 
Sumado a esto, estos sectores del Establishment no han podido combatir los nuevos focos alternativos de información que tienen su plataforma en el internet haciéndolos cada día más influyentes. Hay un estado de movilización general que está subiendo poco a poco a los niveles más impensados de la sociedad argentina que reedita los temores a un nuevo 2001. Se está viendo con preocupación cómo la clase media, acostumbrada a un comportamiento apático y frío comienza a ser parte de esas movilizaciones demostrando su desencanto con un gobierno que prometió cambios, sin que ello signifique avalar el regreso de la ex presidente Cristina Fernández y su troupe de ladrones.

Tratando de remontar una catastrófica situación financiera estructural, el gobierno acudió presuroso al odiado FMI y pese a ello, los problemas económicos  no cesan. Entre sonrisas y abrazos la directora Christine Lagarde allá por junio concedió al país un suculento préstamo de 50.000 millones de dólares del cual ya no quedaría nada. Como si se tratara de agua, los fondos inyectados para reactivar el sistema financiero y cortar con las corridas cambiarias, se han evaporado y para peor Buenos Aires todavía no cumple con su parte. Mientras el gobierno sigue cubriendo agujeros con parches, el FMI quiere que el dólar tenga libre flotabilidad lo que podría llegar a costar un alto precio político y social. Y como ello pone muy nerviosos a las bases del PRO y de CAMBIEMOS, las consecuencias no tardaron en salir a la luz.

Esto está causando bajas entre las filas del gobierno de Macri y la última de ellas es la salida tempestuosa del presidente del Banco Central Luís “Toto” Caputo dejando en evidencia dos cuestiones: Primero que la situación es inmanejable y segundo, han quedado confirmadas sus diferencias con el ministro de economía Nicolás Dujovne quien siempre había sido partidario de relaciones estrechas con el FMI.

El punto fundamental de estas diferencias radica en la situación del dólar, siendo éste el factor crucial para el encarrilamiento ordenado  de la situación económica del país. Con una trepada infartante el valor de la divisa estadounidense paso de valer en enero de este año  19.40 pesos a los actuales 40 pesos. Se sabe que los argentinos son recurrentes adquirentes de esta divisa con la cual hacen la diferencia para mantener la integridad en sus ahorros y ello a lo largo de los años se convirtió en una práctica consuetudinaria que ha llevado a un comportamiento de imitación en masa (de quienes tienen un aceptable  poder adquisitivo), creando las llamadas corridas cambiarias que solo desataban los grandes compradores como ser empresas y corporaciones.  

A su vez todo esto deja en evidencia la falta de visión estratégica de los gobiernos que han venido pasando en los últimos 40 años ya que, la dependencia monetaria que se ve en el país es tan nefasta como una ocupación militar extranjera a la cual varios sectores nacionalistas y populistas denuncian airadamente por estas horas.

Sin caer en los discursos de estas tendencias políticas (ni mucho menos de los populistas de modé), la falta de una moneda soberana es un déficit imperdonable para una nación que se precie de ser tal ya que, no hay posibilidades reales de poder competir y menos aún negociar en igualdad de condiciones incluso con los pequeños y menos aún con los grandes actores internacionales.  Y si a ello se le suma el estado de indefensión real  en el que se halla el país y que quedara en evidencia con el inédito despliegue de milicias extranjeras en 2020 para custodiar la cumbre del G-20, nadie en su sano juicio y mirando el panorama desde afuera se atrevería a asegurar que Argentina es una nación soberana.