VETERANOS DE AYER
“EL RAYO DE LA
MUERTE, UN ARMA REAL Y DIABÓLICA”
La
historia sobre el arma secreta con la
cual, EEUU pudo conquistar Bagdad tras la invasión de 2003
Por Danny Smith
En el campo del desarrollo militar, la imaginación es el
límite y muestra de ello se ha podido ver en episodios muy oscuros de la
historia contemporánea. También se suele decir que “el vencedor es quien
escribe la historia” pero también, el que la oculta; esto último había venido
siendo una institución muy bien estructurada que basada en la coerción y las
amenazas legales, sirvió para crear
relatos que acompañaran los intereses de los grandes gobiernos imperiales.
A nivel de medios y para el conocimiento público se ha
venido escuchando como las armas nucleares, son la gran y única amenaza para la
humanidad ante las posibilidades de una posible guerra entre aquellas naciones
que tienen estas capacidades. El balance
militar de la era de la guerra fría –entre EEUU, la UE y la URSS- hoy,
además de inexistente, se encuentra
claramente desbalanceado y los actores
nucleares han aumentado en número y los que ya había, hoy son mucho más
poderosos. El problema de éste tipo de armas es la suciedad que produce su uso,
haciendo que el territorio atacado, sea inhabitable por miles de años.
Por aquel motivo, los ingenieros de la muerte, tan listos
como crueles, trabajaron desde hace más de cien años en desarrollar el arma
ideal, limpia, masivamente destructiva, pero aseptica para un ejército
ocupante.
Aunque parezca una locura o un relato de ciencia ficción –fuente recurrente
de éstos inventores- éste tipo de arma hace tiempo que está entre nosotros
y en poder de los gobiernos más poderosos del planeta y es el llamado “rayo de
la muerte”.
El desarrollo de armas laser en el campo militar tiene
una larga data. Desde los descubrimientos sobre la energía eléctrica de Nicolás
Tesla y que fue inmediatamente cooptada por los anónimos cerebros de la
industria militar que buscaron varios usos con propósitos claramente
destructivos, pasaron a etapas más avanzadas de su desarrollo y casi fuera de
la imaginación. Las armas a base de rayos de plasma, han sido uno de los logros
más bien silenciados en los arsenales estadounidenses y también de estados
críticos como Israel.
Tan solo se han dado a conocer algunas variantes de esta
arma, todos en una versión defensiva y especialmente dirigida a interceptar y destruir
misiles o incluso ojivas de artillería. En sus aspectos técnicos, estos
sistemas de rayos han demostrado como pueden con mucha precisión interceptar
una ojiva de artillería de 120mm y pulverizarla
antes de que caiga en su blanco. Y el término “pulverizar” no está
exagerado dado que se ha documentado muy bien el poder de cañones de rayos
montados en torretas de navíos, plataformas fijas en tierra o incluso, en
aviones con un dispositivo montado en la nariz.
Los programas que
se avocan a este tipo de armas, son los más costosos en el desarrollo de la
industria militar y por abultado de sus presupuestos, se han mantenido en la nómina “negra” de
fondos sin límite.
Cuando se especulo sobre sus posibles usos ofensivos –como
en las películas de ficción- tanto los expertos como los analistas
militares soltaban una carcajada como una forma de desacreditar los rumores
sobre su existencia.
Pero esas risas no son más que una pose para la opinión
pública. Este tipo de ingenio no solo está a disposición de las Fuerzas Armadas
estadounidenses sino que, lo tienen desde hace tiempo –bajo el más estricto
secreto- y le han dado su correspondiente uso en uno de los episodios más
negros de la historia contemporánea.
Tras la invasión de EEUU a Iraq en 2003, las tropas
estadounidenses debieron sortear un verdadero camino entrampado, para que sus
tropas pudieran llegar a cada ciudad importante del país árabe. No fue nada
fácil para la infantería ni para sus “Rangers”, “Seals” e incluso para las “Fuerzas especiales” –grupos
de asesinos de la CIA- poder moverse sin encontrar resistencia.
Como siempre, los medios mostraron solo lo que convenía y
nada más. La aviación estadounidense como de costumbre causó estragos en la
población, pero eso no significaba que la voluntad de los defensores de las
ciudades y de varios puntos estratégicos, bajaran sus armas. Cada rincón del
país, de norte a sur y de este a oeste significó una pesadilla para los
invasores y muchos pero muchos efectivos de esa operación, nunca más volvieron.
Para lograr entrar en varias ciudades, los
norteamericanos necesitaron mucho más que sus tanques y aviones; incluso sus
helicópteros corrieron una suerte bastante mala en contra de las imaginativas
defensas iraquíes. En algunos sitios, los iraquíes eran fuertes y estaban tan
bien atrincherados, que los tanques quedaban inermes y eran presa de los
lanzadores de granadas anti tanque que esperaban a cada rincón de las esquinas
de ciudades como Basora, Naseriyah, Karbala y claro, Bagdad.
Lo que se ve en las pocas películas que se han atrevido a
decir algo sobre ésta invasión, son
verdaderas sandeces con el solo ánimo de autoconformar al público
norteamericano y arreglar aunque sea un poquito, la sucia cara de EEUU. Lo
cierto fue que, en aquella oportunidad para lograr abrirse camino, los
estadounidenses emplearon un vehículo armado con un cañón de rayos
electromagnéticos (www.globalsecurity.org-http://www.globalsecurity.org/org/news/2003/030130-ebomb01.htm ) para vencer las barricadas y bunkers que
cerraban el camino a sus blindados. Según varios testigos en la lucha nocturna
por el control de las inmediaciones del aeropuerto de Bagdad, dieron testimonio
de que ante la imposibilidad de los invasores por lograr sus propósitos,
pusieron en operaciones un “arma secreta”, que habían trasladado eventualmente
para ablandar situaciones insuperables. Se trataba de un vehículo acorazado con
características nunca vistas por los soldados y oficiales iraquíes. La crónica central de este episodio, fue
documentado por el investigador norteamericano Patrick Dillon quien tras concretada la
invasión, llegó a Iraq para realizar su propia investigación sobre lo que había
ocurrido.
Según cita Dillon, pudo tener contacto –obviamente en
la más absoluta reserva- con ex oficiales y soldados iraquíes que habían combatido
contra las tropas norteamericanas en especial, en el sector de Makasib al sur
del Aeropuerto Internacional de Bagdad, sitio estratégico para que los
estadounidenses pudieran establecer un punto de descenso para los aviones con
más tropas y equipos. Como comentaban algunas de las fuentes, “los iraquíes
sabían que el aeropuerto y sus inmediaciones eran vitales para evitar la caída
de la capital”.
Para las tropas estadounidenses no fue ningún reglado,
incluso más; según fuentes que en aquellos momentos provenían de las guerrillas
del partido Baas (Al Fedayeen), informaron que los estadounidenses “patinaban sobre la sangre de sus propios
compañeros” e incluso un intento de asalto con paracaidistas con el apoyo de
vehículos lanzados desde aviones de transporte resulto en un desastre muy bien
encubierto. Desde las primeras horas de la mañana del 12 de abril hasta casi la
madrugada del día 13, la situación de los estadounidenses fue de total
frustración ya que todos sus ataques eran rechazados por las defensas iraquíes.
Uno de los más importantes testigos era el oficial Majid
Al Ghezali quien estuvo a cargo de una
de las unidades de la defensa del distrito de Makasib. Militar con varias
guerras en su haber, Ghezali era ingeniero y podía identificar con bastante
facilidad cualquier vehículo militar que se desplazara por un campo de batalla.
Comento al investigador, que se encontraban muy bien armados e incluso con
apoyo de las brigadas del “Fedayeen” que eran combatientes voluntarios
partidarios de Saddam Hussein. “Teníamos todo lo necesario para detener a los
americanos” comentó mientras fumaba un cigarrillo con una mano y blandía su
café con la otra. “La experiencia de la guerra de 1991 nos preparó muy bien y
conocíamos como reaccionaban y cuáles eran sus tácticas ante el acorralamiento”
señaló al atento investigador.
Según precisaron otras fuentes, el fuego que opusieron
los iraquíes a los intentos de asaltos con helicópteros de ataque “Apache” fue
tan nutrido y de variado calibre que los pilotos no tenían forma de
individualizar tantos blancos que para peor, hacían fuego en forma coordinada y
muy organizada algo que muchos militares norteamericanos no esperaban. Sobre
esto, un ex piloto de helicóptero de aerotransporte de la Marina testimonio que
en aquella noche, cuando sobrevolaba a unas siete millas al este de donde se
desarrollaban los enfrentamientos, pudo ver como volaban por doquier “los SA-7
y todo tipo de Manpads que combinados con los diversos cañones automáticos que
tenían los iraquíes, harían imposible maniobrar para cualquier aparato por más
blindaje que lo protegiera”.
La batalla que se trabo en las calles de aquel distrito,
convirtieron el área en un infierno. La infantería estadounidense y sus carros
blindados, que arremetieron sobre el
sector, habían sufrido duras bajas y
solo algunos de ellos, habían logrado escapar de las callejuelas de las
barriadas de sur de Bagdad sin claro, dejar de mostrar las marcas de los “RPG-7”
en sus laterales y rodamientos.
En un momento determinado. con sorpresa, Al Ghazeli y sus
camaradas pudieron ver como los americanos inmediatamente se replegaron y tras
unos minutos, apareció un vehículo que asemejaba a un acorazado pero que tenía
características nunca vistas, especialmente por la torreta que llevaba encima
que se asemejaba a un gran radar. Ni bien comenzó el fuego sobre aquel vehículo,
surgió de la parte superior una especie de relámpago que como una “catarata”
disparo un haz de luz condensada sobre
todo lo que tenía al frente. Sin discriminar entre vehículos civiles o nuestros
blindados de combate, aquel haz de luz –que no hacía ningún sonido- al
tocar a alguno de ellos, producía una reacción tan increíble como horrorosa.
Simplemente, los coches, buses o blindados se derretían hasta convertirse en
metal líquido sobre el pavimento.
Lo peor de todo, era que en muchos de estos vehículos que
eran licuados, había civiles, hombres, mujeres y niños que, como el caso de un autobús
que circulaba en las inmediaciones, literalmente desaparecieron en medio de esa
espantosa reacción creada por algún pulso electromagnético. Tal como siguió
relatando Al Ghazeli, cuando ese rayó tocaba a una persona, fuera civil o
soldados, lo carbonizaba instantáneamente, reduciendo su tamaño casi al de un
neonato. La visión era simplemente
shockeante y como lo dijo al investigador norteamericano, “son imágenes muy difíciles
de olvidar y estarán conmigo por el resto de mi vida”.
Al Ghazeli describió al vehículo como si fuera algo así,
como –en su propósito- un tipo de “lanzallamas” pero no lanzaba flamas
de fuego, sino que, si algo estaba seguro, se trataba de alguna fuente de
energía nuclear usada en forma de plasma. Ante semejante arma, era imposible
presentar oposición por lo cual, los que pudieron escapar lo hicieron y los que
no lo lograron fueron desintegrados en la huida. Los efectos de esta infernal
arma y de otras, se pudieron ver en los
hospitales de Bagdad, donde niños, hombres y mujeres presentaban heridas nunca
vistas por los médicos. Miembros quemados por alguna exposición radiactiva de altísimo
grado; “ojos fritos”, decapitaciones cauterizadas y otras aberraciones similares, fueron vividas
y documentadas por los médicos iraquíes (http://www.liveleak.com/view?i=023_1221082926
).
Tras el paso de este vehículo que desintegro todos los
vehículos y posiciones que hallaba a su paso, tras su retirada del escenario,
llegaron las tropas regulares y usando palas mecánicas, comenzaron a retirar
los restos derretidos de los coches y vehículos derretidos, como así también, a
los restos de iraquíes que habían quedado reducidos a pequeñas masas informes
de carbón humeante para ser enterrados en fosas comunes no lejos del área. El
objeto de ello, era cubrir los rastros del uso de esta arma. Era posible que
los militares norteamericanos creyeran que habían acabado con cualquier
potencial testigo de aquello y tras
cerciorase de que no habían sobrevivientes, con rapidez procedieron a “limpiar
la escena”.
Igualmente y pese a la estricta censura que caracterizo a
esta guerra y especialmente sobre el uso de estas aberrantes armas sobre la
población, el testimonio de Al Ghazeli y de muchos otros iraquíes que vieron
estas execrables armas en acción, pudieron salir a la luz por trabajos como el
del investigador y veterano Patrick Dillon quien sin dudarlo y con los riesgos
que ello conllevaba, los expuso a la opinión pública estadounidense y mundial.