CIENCIA Y ACCION
Mientras la población global se halla distraída con historias de una
realidad maquillada por los medios occidentales no advierte que el peligro esta
arriba de sus cabezas
Por
Charles H. Slim
Mientras las miradas de la opinión pública se hallan distraídas en las
situaciones conflictivas que ocurren en la superficie, no saben los peligros
que se ciernen sobre las cabezas de toda la humanidad. Lo que muchos podrían
catalogar como ciencia ficción, hoy por el contrario, es algo muy real que
materializa el desarrollo de la ciencia al servicio de la destrucción.
Pocos son
los que al mirar el cielo estrellado se detienen a pensar que detrás de esa
magnifica vista hay una peligrosa telaraña de satélites, plataformas y
dispositivos armados.
El
precursor de llevar la guerra al espacio fue el entonces presidente
estadounidense Ronald Reagan quien bajo la Iniciativa de Defensa Estratégica
(IDE) ideo el proyecto “Guerra de las Galaxias” que lejos de desactivarse por
el final de la “Guerra fría”, ha estado en constante progreso y adaptación. Eso
se pudo concretar con el paciente desarrollo y mejoramiento del Sistema de
Bombardeo Orbital Fraccional (F.O.B.S.)[1]
que literalmente es un bombardeo nuclear desde la órbita terrestre, aunque
también existen otros sistemas no nucleares que pueden causar estragos
semejantes. El caso del proyecto THOR, un programa de uso de satélites de baja
altura que transportan barras de “Tungusteno” (Wolframio) que utiliza la
energía cinética (para bombardeo) y que son lanzadas desde plataformas en
órbita, su impacto sobre objetivos en la tierra causa daños similares a eventos
sísmicos naturales.
A pesar de
que se argumenta que estos programas se concibieron para aniquilar al Bloque
Soviético, el desarrollo posterior de programas similares como las “Barras de
Dios” hace pensar que aún se hallan operativos.
Aun así,
aquellas expectativas por destruir a la URSS antes de un contraataque, hace
tiempo que son historia.
Hoy la
política de la “disuasión nuclear” ha sido desplazada por la de “dispersión
nuclear” que no es otra cosa que la demostración de una alarmante proliferación
de esta clase de armamento en terceros actores claramente originado en la desconfianza
que surgió de las aberrantes señales y acciones que desde la caída de la URSS
en 1991 han venido llevando a cabo EEUU y la OTAN.
No, el mundo no ha sido ni es más seguro bajo el unilateralismo angloestadounidense. A cada paso que se buscó la distensión nuclear y hasta el freno a la carrera armamentística, Washington ha encontrado o ha fabricado una excusa para evitar cumplir con sus compromisos internacionales. De ese modo tratados como los INF, START I, START II y SORT hoy son letra muerta. Siempre bajo el artilugio de la “defensa de la democracia” y “los derechos humanos” y en especial la “Seguridad Nacional”, los estadounidenses han estado invirtiendo miles de millones de dólares en carísimos programas escudos anti misiles que al fin de cuentas jamás funcionaron. Ese fue el caso del sistema ABM impulsado por la administración de George W. Bush y que tras la presentación por parte de Rusia en 2019 de la nueva generación de misiles hipersónicos SARMAT y AVANGARD, dejó en evidencia la inutilidad este sistema estadounidense.
Precisamente
desde el año 2000, EEUU ha encontrado las formas de reactivar su industria
armamentística conllevando con ello, la extralimitación en la fabricación y
acumulación de armamento de destrucción masiva (ADM) que iba a contramano de
los discursos “pacifistas” y de respeto a la legalidad internacional para
intervenir en otros países y de los que se han valido todos inquilinos de La
Casa Blanca.
Hoy podemos
ver con claridad, que todo este desarrollo (muy costoso por cierto) tenía una
antelada planificación direccionada a sostener las ambiciones de una hegemonía
perpetua para la cual, debe aniquilar a Rusia y dominar a China, dos objetivos
que de persistir tendrán consecuencias inesperadas. Lo que hoy vemos en Ucrania
es el desenlace de esa larga y persistente política de ir contra la propia
palabra y de borrar con el codo lo que cada presidente estadounidense la mano
firmaba.
El tema se hizo presente en la actual situación en la Franja de Gaza cuando uno de los ministros de Netanyahu sugirió en una reunión que había que lanzar un arma nuclear para exterminar a la resistencia palestina quedando más que obvio, el desprecio por la suerte de los civiles. Estos comentarios fueron inmediatamente desacreditados por Tel Aviv no porque respeten la integridad y los derechos humanos de la población de la franja sino, porque fue severamente aplacado desde Washington.
Incluso
algunos consideran que el despliegue estadounidense en las aguas frente a Gaza
no solo es en apoyo a las operaciones militares de las FDI sino, una vigilancia
cerrada y sigilosa sobre Israel para que no lleve adelante alguna de estas
ideas genocidas. El fallecido Henry Kissinger, a pesar de su apoyo a la
supervivencia del estado de Israel, era consciente de los peligros de no
ponerle límites en sus ambiciones y una de ellas era, el desarrollo secreto de
un programa nuclear con fines bélicos. Aún al día de hoy, no se conoce de algún
informe de la hoy desaparecida Arms Control and Disarmament Agency (ACDA)[2]
y mucho menos de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) ya que ésta
última no tiene acceso a las instalaciones de Dimona en el desierto del Negev.
La actual
pulseada entre EEUU y Rusia tras el abandono de la prohibición de testeo de
armas estratégicas, pone en circunstancia toda esta preocupación y llama a la
reflexión. A contrario de lo deseable, la actividad de los comandos
estratégicos y el despliegue de unidades con capacidad nuclear de ambas partes
es altamente preocupante.
A ello se
suma otros despliegues fuera de la vista incluso de otros gobiernos. La flota
de satélites y plataformas armadas que pululan girando alrededor de la órbita
planetaria bajo supuesta función de sistemas anti-misiles no solo seguiría en
funcionamiento y apuntando a objetivos entrantes en la estratosfera,
representando una verdadera espada de Damocles sobre la vida de todos los
habitantes de éste planeta.
Pese a que actualmente
no existe un Tratado sobre despliegue de armas nucleares en el Espacio
Ultraterrestre como era el SALT II, no significa que esas actividades no se
estén llevando a cabo.
Este temor
se acrecienta a medida que ciertas situaciones geopolíticas parecen ir
consolidándose en el terreno, una de ellas la que se ve en Gaza y que demuestra
la desesperación del régimen de Tel Aviv ante la impotencia que le representan
60 días de lucha con muchas pérdidas y sin lograr los objetivos trazados y en
los que sí, ha asesinado sin piedad ni remordimiento a miles de civiles
(mujeres y niños), personal médico, periodistas e incluso, personal de ayuda
humanitaria de Naciones Unidas (UNRWA).
Pero el
peligro más importante radica en el gran salto hacia atrás de los planes de
Washington en Ucrania, con una inevitable caída de su títere Zelensky siendo
una cuestión de tiempo el avance de las fuerzas rusas hasta las orillas occidentales
del Dnieper lo que representaría un revés político humillante para Biden y militar
para la OTAN y mucho peor si llegan a Kiev.
Con esto
Washington pierde las esperanzas de recobrar sus expectativas de extender su
hegemonía sobre Eurasia, lo que representa el comienzo del fin. Es allí donde
está el peligro y desata la pregunta ¿Cómo puede reaccionar una potencia que no
acepta su decadencia?
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