miércoles, 13 de diciembre de 2023

 

CIENCIA Y ACCION

Mientras la población global se halla distraída con historias de una realidad maquillada por los medios occidentales no advierte que el peligro esta arriba de sus cabezas


Por Charles H. Slim

Mientras las miradas de la opinión pública se hallan distraídas en las situaciones conflictivas que ocurren en la superficie, no saben los peligros que se ciernen sobre las cabezas de toda la humanidad. Lo que muchos podrían catalogar como ciencia ficción, hoy por el contrario, es algo muy real que materializa el desarrollo de la ciencia al servicio de la destrucción.

Pocos son los que al mirar el cielo estrellado se detienen a pensar que detrás de esa magnifica vista hay una peligrosa telaraña de satélites, plataformas y dispositivos armados.

El precursor de llevar la guerra al espacio fue el entonces presidente estadounidense Ronald Reagan quien bajo la Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE) ideo el proyecto “Guerra de las Galaxias” que lejos de desactivarse por el final de la “Guerra fría”, ha estado en constante progreso y adaptación. Eso se pudo concretar con el paciente desarrollo y mejoramiento del Sistema de Bombardeo Orbital Fraccional (F.O.B.S.)[1] que literalmente es un bombardeo nuclear desde la órbita terrestre, aunque también existen otros sistemas no nucleares que pueden causar estragos semejantes. El caso del proyecto THOR, un programa de uso de satélites de baja altura que transportan barras de “Tungusteno” (Wolframio) que utiliza la energía cinética (para bombardeo) y que son lanzadas desde plataformas en órbita, su impacto sobre objetivos en la tierra causa daños similares a eventos sísmicos naturales.

A pesar de que se argumenta que estos programas se concibieron para aniquilar al Bloque Soviético, el desarrollo posterior de programas similares como las “Barras de Dios” hace pensar que aún se hallan operativos.

Aun así, aquellas expectativas por destruir a la URSS antes de un contraataque, hace tiempo que son historia.

Hoy la política de la “disuasión nuclear” ha sido desplazada por la de “dispersión nuclear” que no es otra cosa que la demostración de una alarmante proliferación de esta clase de armamento en terceros actores claramente originado en la desconfianza que surgió de las aberrantes señales y acciones que desde la caída de la URSS en 1991 han venido llevando a cabo EEUU y la OTAN.

No, el mundo no ha sido ni es más seguro bajo el unilateralismo angloestadounidense. A cada paso que se buscó la distensión nuclear y hasta el freno a la carrera armamentística, Washington ha encontrado o ha fabricado una excusa para evitar cumplir con sus compromisos internacionales. De ese modo tratados como los INF, START I, START II y SORT hoy son letra muerta. Siempre bajo el artilugio de la “defensa de la democracia” y “los derechos humanos” y en especial la “Seguridad Nacional”, los estadounidenses han estado invirtiendo miles de millones de dólares en carísimos programas escudos anti misiles que al fin de cuentas jamás funcionaron. Ese fue el caso del sistema ABM impulsado por la administración de George W. Bush y que tras la presentación por parte de Rusia en 2019 de la nueva generación de misiles hipersónicos SARMAT y AVANGARD, dejó en evidencia la inutilidad este sistema estadounidense.

Precisamente desde el año 2000, EEUU ha encontrado las formas de reactivar su industria armamentística conllevando con ello, la extralimitación en la fabricación y acumulación de armamento de destrucción masiva (ADM) que iba a contramano de los discursos “pacifistas” y de respeto a la legalidad internacional para intervenir en otros países y de los que se han valido todos inquilinos de La Casa Blanca.

Hoy podemos ver con claridad, que todo este desarrollo (muy costoso por cierto) tenía una antelada planificación direccionada a sostener las ambiciones de una hegemonía perpetua para la cual, debe aniquilar a Rusia y dominar a China, dos objetivos que de persistir tendrán consecuencias inesperadas. Lo que hoy vemos en Ucrania es el desenlace de esa larga y persistente política de ir contra la propia palabra y de borrar con el codo lo que cada presidente estadounidense la mano firmaba.

El tema se hizo presente en la actual situación en la Franja de Gaza cuando uno de los ministros de Netanyahu sugirió en una reunión que había que lanzar un arma nuclear para exterminar a la resistencia palestina quedando más que obvio, el desprecio por la suerte de los civiles. Estos comentarios fueron inmediatamente desacreditados por Tel Aviv no porque respeten la integridad y los derechos humanos de la población de la franja sino, porque fue severamente aplacado desde Washington.

Incluso algunos consideran que el despliegue estadounidense en las aguas frente a Gaza no solo es en apoyo a las operaciones militares de las FDI sino, una vigilancia cerrada y sigilosa sobre Israel para que no lleve adelante alguna de estas ideas genocidas. El fallecido Henry Kissinger, a pesar de su apoyo a la supervivencia del estado de Israel, era consciente de los peligros de no ponerle límites en sus ambiciones y una de ellas era, el desarrollo secreto de un programa nuclear con fines bélicos. Aún al día de hoy, no se conoce de algún informe de la hoy desaparecida Arms Control and Disarmament Agency (ACDA)[2] y mucho menos de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) ya que ésta última no tiene acceso a las instalaciones de Dimona en el desierto del Negev.

La actual pulseada entre EEUU y Rusia tras el abandono de la prohibición de testeo de armas estratégicas, pone en circunstancia toda esta preocupación y llama a la reflexión. A contrario de lo deseable, la actividad de los comandos estratégicos y el despliegue de unidades con capacidad nuclear de ambas partes es altamente preocupante.

A ello se suma otros despliegues fuera de la vista incluso de otros gobiernos. La flota de satélites y plataformas armadas que pululan girando alrededor de la órbita planetaria bajo supuesta función de sistemas anti-misiles no solo seguiría en funcionamiento y apuntando a objetivos entrantes en la estratosfera, representando una verdadera espada de Damocles sobre la vida de todos los habitantes de éste planeta.

Pese a que actualmente no existe un Tratado sobre despliegue de armas nucleares en el Espacio Ultraterrestre como era el SALT II, no significa que esas actividades no se estén llevando a cabo.

Este temor se acrecienta a medida que ciertas situaciones geopolíticas parecen ir consolidándose en el terreno, una de ellas la que se ve en Gaza y que demuestra la desesperación del régimen de Tel Aviv ante la impotencia que le representan 60 días de lucha con muchas pérdidas y sin lograr los objetivos trazados y en los que sí, ha asesinado sin piedad ni remordimiento a miles de civiles (mujeres y niños), personal médico, periodistas e incluso, personal de ayuda humanitaria de Naciones Unidas (UNRWA).

Pero el peligro más importante radica en el gran salto hacia atrás de los planes de Washington en Ucrania, con una inevitable caída de su títere Zelensky siendo una cuestión de tiempo el avance de las fuerzas rusas hasta las orillas occidentales del Dnieper lo que representaría un revés político humillante para Biden y militar para la OTAN y mucho peor si llegan a Kiev.

Con esto Washington pierde las esperanzas de recobrar sus expectativas de extender su hegemonía sobre Eurasia, lo que representa el comienzo del fin. Es allí donde está el peligro y desata la pregunta ¿Cómo puede reaccionar una potencia que no acepta su decadencia?

 

 

 

 

 

 

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