viernes, 27 de septiembre de 2019



CAMBIOS GEOPOLÍTICOS
Argentina está pasando por grandes cambios internos que auguran el regreso del rancio izquierdismo setentista ¿Influirá de algún modo en la geopolítica regional?

Por Javier B. Dal
Quienes en Argentina vienen hablando de la “grieta” no parecen equivocarse en su percepción pero tal vez no han sido demasiado precisos al momento de describir en cuantos pedazos fragmenta aquella al país. Y es que, según se puede advertir hay un sector que no quiere saber más nada con el Macrismo, otros que detestan a los Kirchneristas y otros que no quiere a ninguno de estos sectores. La crisis es severa y la polarización crece día con día.

Tras la ponencia del presidente Mauricio Macri ante la Asamblea de Naciones Unidas el martes 24 de septiembre pasado, a la vista de la situación en su país, a los presentes les quedo mucho menos claro cuál puede ser el rumbo que puede tomar su país después de las elecciones de octubre.

Las circunstancias en las que se daba esta presentación ante el foro no podían ser peores. Mientras Macri y su comitiva llegaban a New York, en Buenos Aires las protestas que bloqueaban las calles de Buenos Aires, la inflación que está superando todos los techos previsibles y la agitación cambiaria por el temor a una disparada del dólar, pintaba un escenario muy difícil de disimular ante el mundo. Sumado a esto, las reticencias del FMI por desembolsar los 5.400 millones de dólares para poder estabilizar las cuentas con sus acreedores, pone al país en un borde muy peligroso para la estabilidad socio-económico-financiera.

Su ponencia fue más un llamado de auxilio que otra cosa. Tratando de dar sustento a un supuesto logro en su política exterior estrechamente vinculada a los intereses políticos del Departamento de Estado norteamericano y de otros países aliados, Macri intento validar su gobierno como un actor preponderante para su particular visión de multilateralismo en política exterior. Una vez más, aposto por tratar de mostrar una importancia política que no tiene. Subiéndose una vez más al discurso anti-Maduro y anti-iraní, clamo veladamente a sus benefactores (Washington y Tel Aviv) por un salvavidas para su fracasada gestión.

Pero el mundo y en particular EEUU e Israel tienen sus propios problemas para atender. Y es que con dilemas mucho más complejos y vinculados a disputas de intereses políticos regionales e internos, los estadounidenses y sus aliados israelíes tienen demasiado de que ocuparse para voltear a ver las mismas y acostumbradas incoherencias de un país que pareciera marchar sobre una cinta rodante en reversa. Donald Trump se está viendo arrinconado por el escandaloso asunto “Biden-Ucrania” que por estas horas alimenta los argumentos de los demócratas para impulsar en su contra el Impeachment y por otra parte Netanyahu pese a sus ventajas electorales está sumergiendo al estado judío en una peligrosa espiral de violencia que puede llevar a que se cumplan los vaticinios de Henry Kissinger.

Macri solo es un funcionario pasajero y en lo que respecta a los convenios y acuerdos de seguridad que Buenos Aires firmo con ambos estados, no hay vuelta atrás y no hay posibilidades de que otro gobierno de orientación contraria –aún Kirchnerista- se atreva a desconocerlos. En este sentido tanto Cristina Fernández como Alberto Fernández no son los revolucionarios que pretenden hacer creer y saben bien donde les aprieta el zapato y es por ello, que cerraran la boca y harán lo que Washington decida. En lo referente a la propuesta económica de Alberto Fernández de implementar una “solución a la uruguaya” parece tener más un fin efectista que una posible concreción en la realidad.

Ambas partes han demostrado desconocer sus propias promesas y es por ello que hay mucha incertidumbre. Lo único que puede reconocérsele a Macri es que al menos es coherente con su ideología anglófila y filosionista mientras que sus opositores, más allá de sus estridentes discursos, en realidad carecen de cualquier ideología.

A diferencia de Argentina, sus vecinos se hallan por lejos en una situación socio-económica mucho más estable. Brasil con Bolsonaro pese a su controvertida personalidad, el país no para de crecer; Chile con sus limitaciones territoriales tiene una economía saneada y en expansión que sigue tejiendo sus relaciones geoestratégicas con Gran Bretaña y EEUU; Uruguay con su estabilidad socio económica se ha convertido en uno de los destinos para los argentinos que comienzan a abandonar el país ante el posible regreso del “Peronismo K” y Perú pese a su agitado pasado marcado por el terrorismo senderista y la corrupción política, es un ejemplo de estabilidad económica y política.

En lo estrictamente regional, la participación de Argentina en el “Grupo de Lima” como foro de agitación política y aplicación de sanciones (respaldada por Washington) contra Venezuela, está en dudas de continuar.  A la par de ello, mientras Macri hablaba de Venezuela ante el foro, el presidente venezolano Nicolás Maduro llegaba a Moscú para entrevistarse con el premier ruso Vladimir Putin demostrando que Caracas tiene una agenda política comprometida y definida para el futuro. Ambas partes acordaron una ayuda mutua de cooperación entre ambos países.  

Por el contrario, la Argentina aún no tiene una agenda geopolítica determinada y menos aún, propia.

La mencionada “inserción inteligente” del presidente argentino al mundo claramente no fue tal. Macri solo reedito la política de relaciones carnales con Washington y las hizo extensivas a Tel Aviv llevando en éste último caso a profundizar la colaboración (bajo los argumentos de los atentados de 1992 y 1994) por consolidar los intereses geopolíticos de Israel en Medio Oriente como en el Cono Sur. A la ya presencia e injerencia en el área de inteligencia (monitoreando ilegalmente las redes sociales), Tel Aviv desde su asunción ha remitido asesores militares y personal civil que operan en la región. La prueba de esto está en las lanchas israelíes “Shaldag” con sus respectivas tripulaciones que deambulan por las aguas de los Ríos Paraná, Paraguay de la Plata y las tropas estadounidenses que se mueven libremente por el país.

Otra es el encubrimiento gubernamental sobre las implicancias en el hundimiento del submarino “ARA San Juan” en 2017 que en algún momento, si Macri abandona el gobierno debiera ser motivo de investigaciones independientes con seguras consecuencias para los funcionarios políticos y militares participes en esto. Y hay que aclarar que “debiera” por el hecho de que el posible regreso de un gobierno integrado por el Kirchnerismo es dudoso que se avoquen a realizar alguna investigación de este tipo.

El actual papel de la Argentina en el concierto internacional y en particular en la región es bastante incierto. Más allá de las declamaciones de Mauricio Macri sobre la situación política interna de Venezuela, su gobierno y el país que representa no puede condicionar ni mucho menos intimar a otros estados a cumplir ley alguna si no tiene con qué para respaldar sus palabras. 
En éste último sentido, su reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas sigue siendo tan vacío como intrascendente para Londres.

Lo cierto es que la posible salida de Macri del poder, en teoría, llevara a que Argentina se reincorpore al club de los países “no alineados a Washington” pero en condiciones altamente desfavorables y en circunstancias muy complicadas para que puedan reeditarse las posturas ampulosas y seudo-revolucionarias de Cristina Fernández y el motivo de ello es porque no hay dinero. Como sea, ello creara, aunque se trate de disimular o incluso nada gravitante, un giro geopolítico en la región.