domingo, 2 de mayo de 2021

 

“¿CUÁL ES LA DEMOCRACIA QUE IMPORTA?”

La historia política norteamericana de los últimos treinta años a esta parte ha dejado en claro que muchos términos que se usan y abusan en los discursos de sus gobernantes poco o nada son respetados en su acepción real. En ese sentido ¿Qué es la democracia para EEUU?

Por Javier B. Dal

Cuando en algunas circunstancias solemos escuchar la invocación de la palabra “democracia” ya sospechamos que será para justificar alguna política o proceder que terminara en resultados que no se condicen con su etimología. Mayormente sus principales invocadores son los funcionarios de gobiernos anglosajones, principalmente los estadounidenses quienes han pretendido hacérsela suya, como si se tratara de una marca registrada a la cual nadie más que ellos tienen derecho a interpretar, pero ¿Ello es realmente así?

La democracia es un estilo de vida para unos, un sistema de gobierno para otros o la combinación de ambas y básicamente significa la organización política a cargo de una mayoría que ha sido electa en una votación libre. Pero esto es la teoría clásica devenida de los griegos del siglo VI (a.c.) ya que como tal en lo que ha sido su ejercicio en la vida política contemporánea en occidente, poco o nada tiene que ver con el término de aquel entonces. Así bajo los ropajes de una “sagrada” institucionalidad, la democracia norteamericana (de carácter representativo por colegios electorales) se ha convertido en una marca registrada, un negocio político rentable de una élite política que sin distinciones entre demócratas y republicanos solo busca sus propios beneficios siendo la corrupción la fuente de estos. En especial quienes han producido y alimentado esto es la élite político-financiera-especulativa anglosajona que ha dado extendidas, certeras y tangibles pruebas de que poco le importa respetar la libertad de elección de sus propios habitantes y mucho lo que otros pueblos y sus habitantes puedan hacer. Incluso ello ha demostrado que más que demócratas son parte de una plutocracia (gobierno de los ricos) que -además de llenarse los bolsillos propios- solo beneficiarán a quienes colaboren y beneficien a sus negocios e intereses.  Más bien, han usado el termino “democracia” para argumentar y tratar de justificar doctrinas egocentristas que sustentaran las acciones violentas y calamitosas que -como ha quedado extensamente demostrado- persiguen otros fines vinculados al control estratégico de rutas comerciales, potenciales mercados y la apropiación de los recursos energéticos.

No hay democracia en instituciones infectadas de racismo, en discursos y arengas de odio contra otras religiones, o en presumidas “cruzadas del bien contra el mal”, mucho menos en “guerras preventivas” ni que decir en los “asesinatos preventivos” urdidos a las sombras de burócratas decisores que nadie conoce -y que nadie a votado- y que solo tienen como fundamento único frases mesiánicas como aquella nefasta expresada por el presidente George W. Bush para condicionar el pensamiento del colectivo diciendo “o estas con nosotros o con los terroristas” que implicaba aceptar las bestialidades que se cometían en sus agresiones externas. Mucho menos puede alegarse el liderazgo o el autoproclamado “faro de la democracia” cuando no se respeta ni garantiza la búsqueda de justicia para crímenes de rango universal que tipifica el Estatuto de Roma y que debe procesar sin interferencias la Corte Penal Internacional.

Desde el final de la Segunda guerra mundial (1945), EEUU y sus aliados en especial Gran Bretaña, han sido protagonistas de todo tipo de actos que van a contramano de la democracia. Sin dudas que los complots y los golpes de estado orquestados a lo largo de la mitad del siglo XX contra gobiernos en Latinoamérica y Asia no son una tarjeta de presentación muy democrática que digamos. 

Contradictoriamente, uno de los fundamentos para cambiar sistemas de gobierno en otras regiones que hemos venido viendo desde aquel entonces y que aún se intentan al presente con maniobras más discretas y silentes como son las banderas falsas y operaciones negras, es precisamente alegar las bondades de la democracia, pero ¿Qué tiene de democrático apelar a subversión, el engaño mediante falsas banderas, la intervención política y económica (mediante sanciones comerciales), la agresión militar y la violación de los derechos humanos contra quienes optan por otros sistemas políticos? Lo mismo deberíamos reflexionar con las privaciones de libertad y de sus derechos humanos contra aquellos investigadores que como Julian Assange han puesto en evidencia estas incongruencias con el discurso político y propagandistico anglosajón.

Ultimamente el lineamiento bajado desde La Casa Blanca a cargo de Joe Biden, apela al paradigma que funda un supuesto nuevo peligro de alcance global que requiere la intervención de EEUU y que es levantado por los obsecuentes demócratas de la región (en particular de Brasil y Argentina), quienes lo presentan como una presumida pulseada entre la “democracia y la autocracia”, que a la vista de aquellos antecedentes, es un planteo tan falso y simplista que resuena como un oxímoron. Si en realidad esa es la nueva disyuntiva cabría preguntarse si aliados como Turquía y Arabia Saudita ¿Serán autocracias buenas? Y es que, promover la democracia a punta de fusil, bombas, las torturas y la desinformación para eliminar a quienes molestan, va a contramano de esta concepción.

Hay en esta concepción anglosajona de la democracia, de tinte liberal, una severa inconsecuencia que ya lleva en lo que va del milenio millares de muertos y la producción de crisis humanitarias que no ayudan precisamente a dar credibilidad en dicho sistema. Y sino usted pregúntese ¿Qué bondad podría ver un niño en un país que luego de ser bestialmente agredido por quienes se auto perciben democráticos, matado a su gente e invadidos por un ejercito de ocupación, termina secuestrando, torturando y matando a sus padres y sumiéndole a él y a todos a quienes conoce en seres miserables sin futuro? Remover gobiernos para implantar la democracia con bombas y tanques no es una fórmula precisamente democrática.

Supuestamente, la democracia liberal apela a la libre participación y elección de los representantes, a la pluralidad de opiniones y a la defensa de la libertad de expresión pero, como lo señale antes, agredir a naciones soberanas, fomentar el caos e incluso llevarlo a la práctica con el uso del terrorismo (como herramienta de presión política), la fabricación de guerras para remover esos gobiernos que molestan a sus intereses pero que las poblaciones de otras naciones han elegido, choca con esa supuesta prerrogativa democrática ¿Por qué un burócrata de turno en Washington decide quién y cómo va a gobernar una nación que no es la suya a miles de kilómetros de los EEUU? Esto es como suelen decir los mismos estadounidenses, insane.

Cuando George W. Bush y su colega británico Tony Blair argumentaron falsamente (sobre la base de informes de inteligencia mentirosos) la tenencia de armas de destrucción masiva en Iraq, sus principales caballitos de batalla para persuadir a la opinión pública que les observaba, fue que debían intervenir y de esa manera “llevarían la democracia a los iraquíes” y que aquellos, agradecidos, les recibirían con flores y aplausos entre otras mentiras que pronto quedarían expuestas. La brutalidad de los primeros días de esa invasión en 2003 dejó miles de civiles sepultados bajo los escombros y ello solo sería el comienzo de una siniestra estrategia ya planificada conocida de la “guerra perpetua”. El derrocamiento del gobierno del Partido Baas fue seguido por una campaña sangrienta y clandestina de “desbaatización” que además de orquestada por la CIA y otras agencias aliadas, no fue otra cosa que la persecución y eliminación física de todos aquellos por el solo merito de ser partidarios del nacionalismo árabe y que se oponían a la intervención angloestadounidense y al gobierno colaboracionista que pusieron los mismos invasores. Muy democrático ¿No lo cree usted?

Incluso los mismos mafiosos de la secta “Dawa” encabezados por el primer ministro Nouri Al Maliki colocados al mando en Bagdad por el Departamento de Estado de Bush no querían saber nada de la democracia de la que CNN y los medios masivos estadounidenses vendían coloridamente al mundo. Incluso más, los mismos militares y equipos de la CIA que trabajaron para armar y entrenar las bandas armadas que denominaron “Cuerpos de Seguridad” fueron incisivos y terminantes en cómo ejecutar los objetivos para destruir a la resistencia y ello lo vimos en los infames ejemplos (expuestos por la difusión en internet) de violaciones a los derechos humanos en los campos de concentración y torturas de “Guantánamo” en Cuba, “Abu-Graib” y “Campo Bucca” para citar los más horrendos y conocidos.  

No amigos, ciertamente que no hay nada de democracia en todo esto y mucho menos en lo que EEUU continuó y continúa orquestando en la región. No se olvide usted, que aún no hay explicaciones a los contubernios y jamás negadas conexiones entre “Estado Islámico” con las fuerzas especiales militares y sus agencias de inteligencia que (denunciadas por testigos iraquíes y sirios) pudieron conocerse gracias a la ya cuestionada libertad que ofrecía el internet. Indudablemente que el Establishment en Washington acuso recibo de esta etapa negra y buscó sin éxito enterrarla en lo más profundo del jardín de la Casa Blanca, pero ello no funcionó. Los muertos siguieron y siguen saliendo a la luz como una maldición que afea y mancha con el color rojo sangre la ya pésima imagen de una nación con un sistema político archicorrupto que por la desigualdad social-económica y el racismo estructural que lo infecta, va camino a la implosión social.

La promoción de la democracia al estilo norteamericano ha ido variando con el paso de los años, en especial con sus metidas de pata en el exterior. Cuando en Washington se dieron cuenta que los relatos de los medios masivos como CNN y FOX ya no servían para tapar las inconsecuencias de sus administraciones, en particular las masacres colectivas como las cometidas en Iraq y Afganistán que se filtraban anonimamente por internet, ni surtían efecto sus reinterpretaciones para reducir el impacto sobre la opinión pública, pasaron a diversificar sus estrategias para tratar de lavarse las manos poniendo en manos privadas (Empresas de seguridad) ciertas áreas de la defensa. Por cierto, las próximas intervenciones externas no serán como las ya vistas, sino que se apoyaran en una combinación de ciberataques, Drones remotos y empleo de novedosos sistemas robóticos para reemplazar (al menos en parte) un costoso ejército de ocupación.

Hoy por hoy, la mentada democracia no existe y mucho menos en los EEUU. Incluso uno de los objetivos planteados por el flamante presidente Joe Biden para “proteger la democracia” es controlar la información; es decir, todo aquello que ponga en aprietos a Washington será catalogado como desinformación. Desde 2001 quienes se autoproclaman como faro de este sistema de gobierno y de las libertades que el mismo conlleva, han ido creando cerrojos, controles y filtros ilegales en las comunicaciones que desde entonces hasta la actualidad (y bajo la excusa de la lucha contra el terrorismo), han ampliado de forma abusiva y desmesurada las facultades de intervención e invasión de la intimidad por parte del estado a niveles insospechados y que en los últimos años se enmarcan en la llamada “Ciberseguridad” que a modo de un sofisticado sistema panóptico ciberelectrónico, está mas dedicado a espiar lo que hacen, hablan, opinan y monitorear a dónde van los ciudadanos del común alrededor del globo, que vigilar actividades extremistas.

El control ideológico y de la información que circula en el ciberespacio es la principal finalidad de esta presumida política en un discutido marco democrático que cabe dejar claro, no distingue entre demócratas y republicanos, claramente no. Sobre ello recordemos si no, la administración demócrata de Barak Obama (supuestamente mejoradora de la administración republicana de Bush-Cheney) en 2010 fue protagonista junto a Gran Bretaña y Francia de la brutal intervención sobre Libia jactándose entre otras cuestiones de haber asesinado a su presidente Mohammar Al Gadafy. Y eso no fue todo. En mayo de 2011 la promesa de un cambio para “América” llevó adelante dos hechos más, tan controversiales como discutibles en lo que hace a la vida democrática y el respeto por la autodeterminación.

El 2 de mayo de 2011 el presidente Obama anunciaba la muerte de Osama Bin Ladem en una operación secreta que -tras intrusar en la soberanía de Pakistán- además de increíble y nunca verificable, su versión se hallaba rodeada de insalvables inconsistencias y situaciones que la asemejan más a una película bélica hollywoodense que a un hecho real. Unos días después de este anuncio, más precisamente el 16 de mayo el Departamento de Estado a cargo de Hillary Clinton publicó un documento titulado “Estrategia Internacional para el Ciberespacio” en el cual, además de proponer herramientas de ejercicio de policía de contenidos en el ciberespacio se parece más un manual de fundamentos de un pretendido deber moral de los EEUU para custodiar al mundo que otra cosa. Uno de los principales fines de esto era y sigue siendo sin dudas controlar el tráfico informativo, criminalizar a los difusores, fuentes informativas y a periodistas que además de contradecir las políticas de “Seguridad nacional” de la Casa Blanca, compliquen los intereses norteamericanos en el exterior. Con esto a la vista, está muy claro que la democracia y en particular la libertad de pensamiento está en peligro, pero no por obra y gracia de “autocracias” Asiáticas (China y Corea del Norte) o Euroasiáticas (Rusia) como tanto gusta a Washington acusar sino, por los mismos y contradictorios procederes en lo que incurre su propio sistema que se halla claramente corrompido y al servicio final del Establishment norteamericano.