jueves, 25 de noviembre de 2021

 

¿QUIERE WASHINGTON INSTIGAR UNA GUERRA CONTRA RUSIA?

Algunos argumentos que explican una respuesta positiva a esta cuestión

 

Por Charles H. Slim

Esta es una pregunta que muchos se están haciendo tras la retórica de La Casa Blanca (amplificada por el Conglomerado de medios) que sumado a los movimientos de sus fuerzas en Ucrania, Polonia y el Mar Negro parecen estar tendiendo a crear un Casus belli que detone en una conflagración que podría llegar a ser de carácter nuclear. Ante esto recordemos una vez más la supuesta “nueva agenda” de la administración demócrata que supuestamente venía a mejorar los desaguisados de Donald Trump y Cia pero con lo que se esta viendo en los escenarios donde EEUU se halla involucrado, Biden pareciera estar empeñado en superar a lo peor de Donald Trump y sus predecesores republicanos.

La crisis que está sacudiendo al mundo por el parón del asilamiento obligatorio por el SARS-COV2 no es ajeno a los EEUU y las consecuencias de esto se están sintiendo de forma cada vez más preocupante. La inflación trepa más allá de lo que algún estadounidense hubiera soñado, hay escases de combustible, no hay empleados disponibles para atender áreas de servicios estratégicos (como la logística) para una reactivación económica a mediano plazo y la brecha de desigualdades entre los más pobres y las pocas familias multimillonarias de la banca estadounidense se hace más inocultable. Al mismo tiempo, los esfuerzos cada vez más compulsivos por vacunar a toda la población bajo la velada amenaza de que serán muertos civiles (sin no tienen Vaccine Passaport), mantiene un estado de tensión social que está aflorando en cada vez más casos de atención psicológica y psiquiátrica. En las calles de muchas ciudades reina la agitación y con ello una omnipresente ocupación policial. Con esto a la vista poco se puede hablar de democracia. Y si eso no era bastante, cada vez más quedan en evidencia las proclamas racistas y xenófobas de senadores republicanos contra representantes demócratas de origen latino y árabe que lejos han estado de ser repudiados por sus respectivos claustros ¿Cómo podemos tapar todo esto? Se preguntan los burócratas en Washington. Pues al parecer una guerra podría ser la respuesta.

Pero EEUU no puede embarcarse por sí mismo en una contienda. La OTAN fue, es y será el escudo para concretar estos planes. Ante esto hay que preguntarse ¿Son conscientes los gobiernos de la UE de esto? Incluso más ¿Es consciente el gobierno ucraniano de Volodymyr Zelensky de esto? Al parecer no. Por el contrario, el gobierno en Kiev se ha empeñado en no cumplir con los acuerdos de Minsk manteniendo sus acciones beligerantes y la persecución contra los pobladores rusoparlantes. Incluso se ha sabido que funcionarios clave de Kiev han estado solicitando de forma expresa a Washington que intervengan argumentando que la inteligencia rusa busca crear la inestabilidad política interna y de fracasar propiciar una intervención directa.

Si bien las fuentes aseguran que el jefe de inteligencia ucraniano Kydilos Budanov ha sido quien informó a Washington de este esquema, no se puede ignorar la coparticipación de la CIA en el armado de esta historia.

Tan simple como siniestramente mortal es el riesgo en que se embarcarían en una aventura como la que Washington estaría tramando contra Rusia.  Hay muchas cosas en juego además de la paz, la vida y la estabilidad de los habitantes de la región. La paz y la estabilidad ambiental de todo el plantea que tanto le preocupa a Joe Biden y a sus socios atlantistas serían afectadas de forma irremisible por un conflicto nuclear por más limitado que se pretenda argumentar.

Para ir matizando estas intenciones los medios corporativos y sus Think Tanks tratan de esbozar una imagen de una Rusia en preparativos para invadir a su vecina Ucrania pero, quien utilice una sola de sus neuronas y apele al razonamiento lógico se dará cuenta que ello solo es una falacia que no tiene sustento. Para ello apelan al viejo truco propagandístico de la demonización personal del oponente (como lo hizo Biden contra Putin) e incluso, la demonización de toda una comunidad como lo hizo EEUU contra los árabes y los musulmanes desde 2001.

Pese la caída del Muro de Berlín en 1989, la desintegración de la URSS en 1991 y las profusas conversaciones entre Bill Clinton y Boris Yeltsin (entre 1993 a 1995) Washington nunca puso fin a su ambición de extenderse sobre Eurasia y para ello la OTAN es su herramienta estratégica.

Parece casi una tomadura de pelo señalar a un país soberano como Rusia, que mueva sus tropas dentro de su propio territorio máxime cuando en territorios vecinos y en el mar adyacente, desde hace meses vienen acumulándose tropas y armamento que en parte provienen desde más de 11.000 kilómetros y que realizan actividades de provocación en los límites de sus fronteras. Ante este panorama ¿Quién realmente es el potencial agresor?

Los objetivos para una aventura semejante se centrarían en paliar la crisis económica signada por una estanflación que amenaza acabar con el actual sistema capitalista y cortar la dependencia europea del gas ruso. En el primer caso, la guerra siempre ha sido un excelente negocio del cual EEUU se ha valido para construir su potencialidad. En cuanto a lo segundo, destruir la tubería del gasoducto “Nord Stream 2” que pasa por debajo del Mar Báltico -además de un golpe estratégico-causaría un gran daño a la economía rusa a costa claro, de privar la calefacción a los alemanes en particular y a los europeos en general pero para Washington solo sería un mero daño secundario.

Para tratar de convencer a la opinión pública sobre esta supuesta amenaza rusa, Washington (y por intermedio del Conglomerado de medios) echa mano de informes de asociaciones, organismos no gubernamentales (Carnegie Endowment for International Peace y otros) y personajes de dudosa imparcialidad con lo cual, la administración demócrata Biden-Harris vuelve a demostrar que al igual que sus correligionarios Obama, Hillary Clinton, Chuck Schumer y sus colegas republicanos bajo el rotulo de la realpolitik pueden jugar sucio sin merituar las consecuencias.

Las actividades de la OTAN en el Mar Negro además de peligrosas, implican vuelos provocadores de varias clases de aviones entre ellos los bombarderos estratégicos B1-B que se han acercado a pocos kilómetros del espacio aéreo de la Federación rusa, el movimiento de buques y submarinos con capacidad de lanzar misiles armados con cabeza nuclear táctica que deja en evidencia una amenaza real y muy ensayada por los estrategas del Pentágono. La presencia de oficiales de la Fuerza Naval de Ataque y Apoyo de la OTAN (STRIKFORNATO) confirman esto.

Ciertamente, la amenaza de una agresión está presente pero no precisamente de la mano rusa. Obviamente que Rusia posee sus propias capacidades de defensa y retaliación nuclear (y probablemente más superiores con los misiles hipersónicos) pero las mismas están dentro de sus fronteras y no como las de la OTAN moviéndose de forma amenazante en torno a sus fronteras.

Washington necesita una excusa con la cual justificar ante el Congreso la autorización para iniciar las hostilidades. El escenario se presenta muy sugestivo para fabricarla. La farsa montada en el Golfo de Tonkin en agosto 1964 podría ser reeditada mediante un falso ataque, tal como fracasadamente se trato de recrear contra Irán entre mayo y junio del 2019. Pero en este último escenario los más interesados en desatar un conflicto que involucrara a los EEUU estaban en Tel Aviv.

Estas tácticas sucias han dejado de ser un secreto en la práctica de los maquiabélicos planificadores de un estado con torcidas ambiciones geopolíticas. Hoy el término “Bandera Falsa” no es una elucubración de mentes conspiranóicas como sugirió la administración Bush tratando de menospreciar a quienes no creyeron la versión oficial del 11/S y que los medios adeptos a la línea oficial de su gobierno han bregado con insistencia por ridiculizar. Es un asunto muy serio y delicado que en el presente escenario involucraría el abierto uso de armas nucleares sin importar si tienen o no alcance limitado.

Si algo así se llevara a cabo sería lanzado con la cooperación (pasiva o activa) del gobierno de Ucrania. No es una exageración y tras lo ocurrido el 11/S el mundo esta al corriente de lo que son capaces de hacer estos sectores belicistas (indistintamente de su filiación demócratas o republicanos) para conseguir un objetivo. Tal vez en el pasado haya sido relativamente fácil agredir a pequeños países pero con Rusia, esos planes no son realistas.

 

lunes, 22 de noviembre de 2021

 

 

“REPUBLICA OCLOCRATICA ARGENTINA”

¿Acaso la Argentina va hacia un gobierno de muchedumbres?

 

Por Javier B. Dal

Los resultados de la última elección legislativa dejaron en claro que no hay nada claro en Argentina. Si había una grieta que los oficialistas y la oposición negaban de cara a los medios, ahora esa misma grieta se ha extendido hacia el interior de cada uno de estos sectores llevando a crear una gran Babel en la que nadie escucha a nadie y donde todos hablan diferentes lenguas.

Lo peor de todo es que el desvarío proviene de quienes detentan el poder. Un presidente que dice que su fuerza ha ganado cuando los resultados arrojaron haber sido derrotados por ocho puntos no puede ser otra cosa que un desvarío. Incluso, el organizar una fiesta por el “Día de la militancia” a costa del dinero público para insistir en ese afiebrado delirio, supondría un rasgo psicopático. Pero en realidad no lo es. Alberto Fernández y su gente solo están haciendo uso de un recurso psicológico para autoconvencerse y a su vez convencer a sus interlocutores de algo que no fue, sucedió en realidad. Lo peor de todo esto es que (más allá de lo que ellos presuman), en el fondo es un signo de absoluta debilidad e incertidumbre.

Se trata de una tragedia en medio de un mundo muy complejo e imprevisible para el que Argentina no esta preparada. Hay una total dispersión en los representantes políticos y claramente demuestran una total lejanía sobre esta realidad. La clase política en su conjunto (sin distinciones de derechas, centristas e izquierdas) es percibida como cleptócrata, nepotista y clientelar que nada tiene que ver con la tan vociferada democracia. Igualmente, desde 1983 la Argentina practica una particular forma de democracia en la que solo se proclama la existencia de derechos, pero sin obligaciones (salvo las impositivas). Así es como poco a poco y de la mano de un tergiversado victimismo “setentista” y abusando de una sesgada mirada en el alcance de los derechos humanos (con la cual se ha lucrado de forma escandalosa) se fueron deformando los conceptos como autoridad y orden, fundamentales para la construir y mantener la cohesión social de un estado, a tal punto que se las asociaron a “represión y militarismo”.

Los artífices de este reduccionismo hoy los encontramos en el gobierno viéndose entrampados por esa dialéctica simplona y dañina. El gobierno de Alberto Fernández además de fraccionado y condicionado por los núcleos extremistas que responden a su vicepresidenta (CAMPORA) es completamente insulso para intentar reorganizar un estado que sigue siendo la panacea de sectores parasitarios quienes sin ningún objeto y utilidad pública, consumen recursos del presupuesto sacándoselo a otros sectores que realmente lo requieren.

Más allá de las estridencias discursivas del presidente, su gobierno no gobierna. Prueba de ello son los tire y afloje con su propio partido, el descontento que existe contra su gestión tanto a nivel general como en las filas de un peronismo multiverso y diluido que ciertamente nada tiene de esa ideología. El federalismo al que Fernández nombra (tan falso como el patriotismo su gobierno) en todo momento solo está en su imaginación y solo lo practica cuando demanda las coparticipaciones de provincias a las que no presta auxilio cuando se lo demandan (como sucede con la provincia de Río Negro por el tema de los “Mapuches”).

La inflación y la desvalorización del peso está hundiendo a la población en la pobreza y la carestía, mientras el presidente habla de “estar ganándole a la inflación” y que de un “crecimiento en la economía” que nadie esta viendo.

La oposición también sufre de un agrietamiento en sus formaciones. Los radicales que habían caído en una severa depresión desde aquel calamitoso 1989 se han empoderado y comienzan a cuestionar a los anglófilos y sionistas del PRO referenciados por personajes como el ex mandatario Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Al mismo tiempo, resurgen fuerzas liberales encarnadas en los liderazgos de Javier Milei y José Luis Espert, a su vez distanciados entre sí por cuestiones de forma.

Las calles están en manos de las organizaciones sociales y los sindicatos que descaradamente ya no esconden la militancia de su tropa por un plan social o una suma determinada de dinero. Lo mismo sucede en el sur, donde las rutas y parques nacionales son bloqueados por encapuchados que condicionan la libertad de circular y movimiento a cambio del pago de un impuesto.

Las muchedumbres son las que deciden cuándo y quién pasara por un puente o una avenida y ello se debe, a décadas de irresponsable agitación punteril de los partidos como el “Kirchnerismo” y algunos sectores de la izquierda que no tienen otro objetivo que perpetuar a sus dirigentes en sus puestos burocráticos a sueldo de la nación. Para estos sectores la ignorancia y el resentimiento son el combustible para movilizarles.  Cualquiera puede generar una protesta y movilizar una masa de personas para cortar la circulación en las calles de la capital o de una ruta nacional sin que el gobierno “federal” haga nada. En este marco queda claro que rige una verdadera oclocracia que solo beneficia a los intereses del gobierno y de sus organizaciones sociales compuestas por personajes que utilizando la desesperación de los más desposeídos subsisten al amparo del dinero de las arcas estatales.

Incluso ya hemos visto como una manifestación en medio de la avenida 9 de julio puede terminar en una refriega y el asalto de oficinas públicas como sucedió con el Ministerio de Trabajo donde las fuerzas de seguridad no pudieron hacer nada. Las autoridades no tienen autoridad por el simple hecho de que dependen de un gobierno político que tampoco la tiene. La justicia no puede funcionar con este marco de cosas y eso es algo que no puede suceder en una república que se denomine democrática.

La violencia en los robos callejeros se está haciendo más creciente y ante la desidia y la hipocresía de estos gobernantes, la impotencia de los ciudadanos comunes se vuelve ira y con ella, nace el impulso para llevar adelante acciones tan extremas y extravagantes como sería separarse de un determinado municipio. Cada desgracia es elegida a conveniencia de uno u otro bando para hacer de ella, capital de sus intereses electoralistas. Con este panorama no esta errado declarar la instauración de una oclocracia en Argentina.