sábado, 30 de octubre de 2021

 

“LA CULPA NO ES DE LA DEMOCRACIA”

El por qué esta forma de vida política no es la mejor alternativa de organización política como tanto se ha vendido

 

Por Pepe Beru

Desde finales de la segunda guerra mundial y tras el enfrentamiento bipolar este-oeste que culminó con el colapso del bloque comunista en 1991, el uso de la palabra democracia como cliché de todo tipo de argumentos y excusas de los discursos provenientes de las administraciones en Washington han desvalorizado el término a niveles tales que se hace necesario hacer una separación entre lo que significa la palabra y su real aplicación en la realidad política contemporánea.

Su uso ha sido sin dudas exagerado y los ejemplos más bizarros de ello lo vimos con la extinta “República Democrática de Alemania” que bajo la égida de la URSS estaba sustentada en un estado policial o la “República Democrática del Congo” donde la represión gubernamental ha mostrado niveles de crueldad y arbitrariedad que poco se condicen con una democracia. O que decir de la India, la mayor democracia del mundo (por razones demográficas) que aún mantiene las rispideces religiosas (entre musulmanes e hindúes), un alto índice de pobreza enmarcado en un sistema de castas que no solo condiciona de por vida a quien nazca en una determinada familia sino que además, mantiene a la mujer en situaciones que debieran exaltar en queja a las feministas occidentales.

Pero estos no son los peores ejemplares de esta contradicción entre realidad y democracia. Están aquellos que usando todo tipo de artilugios y sobre la base de poderosas estructuras de medios y propaganda disfrazan un sistema político altamente corrupto y elitista con el glamoroso cartel de democracia. Aquí la justicia es otra pata estratégica de este sistema y como se viene comprobando desde hace mucho tiempo, funciona al compás de la administración política que gobierna.

Ciertamente, no es culpa de la democracia sino más bien de quienes se han apropiado de ella para justificar las más torcidas agendas geopolíticas y sus nefastas consecuencias que la humanidad ha visto desde finales del siglo pasado y que siguen teniendo impacto en el presente. No es casual que quienes durante la guerra fría se autodenominaron los lideres “del mundo libre” fueron hasta la primera parte del siglo XX los imperialistas y colonialistas que arrasaron naciones sin importarles las libertades de esos pueblos.

La democracia como tal es un estilo de vida que ha sido llevado a la categoría de una forma de gobierno que no tiene nada que ver con la originaria concepción griega del término. Si bien su etimología proviene de las palabras Demos “pueblo” y Kratia “gobierno” que daría a entender algo así como el gobierno del pueblo, su materialización en la realidad política antigua y mucho menos la moderna es incomprobable. Ni hablar de la llamada “democracia directa” que supone un estado asambleario en donde el pueblo toma decisiones de forma colectiva. Incluso quienes ejercían el gobierno bajo esta forma, solo estaban legitimados a participar de ella los “hombres libres” quedando fuera de esta categoría las mujeres, los esclavos y los bárbaros. Así fue pues y con el correr del tiempo que se creó la representación (nacida del Teatro Griego en el Siglo V), una vestidura para que el pueblo gobierne a través de ciertos sujetos a título de representantes.

Pero con el correr del tiempo estos representantes fueron perdiendo el espíritu del estilo primigenio que representaban y poco a poco se fueron convirtiendo en cuentapropistas de sus propios y ajenos intereses. Al paso del tiempo las facciones se fueron complejizando hasta llegar a conformarse los llamados partidos que quizá tuvieron su mejor ejemplo en los jacobinos y los girondinos durante la Revolución francesa. Así los partidos políticos se apoderaron de la representatividad hasta tal punto que se creyeron la encarnación de dicho mandato popular. Dejaron de lado su obligación de intermediar entre lo mandado por el pueblo y el manejo de la nación. Una prueba más de que el hombre es débil a sus instintos y por ende fácilmente corrompible.

Para peor, esta (la democracia) ha sido aprehendida de forma indebida y caprichosa por los actores políticos de la modernidad, usando y abusando del término a diestra y siniestra conforme la conveniencia acompañase. Así es como vimos a los EEUU quien, como potencia emergente de la segunda guerra mundial sobre la base de su propio entendimiento y a la fuerza, con el paso de las décadas -y aprovechando las circunstancias geopolíticas- ha hecho del término otro argumento vacío de contenido como otro de sus asuntos (junto a los derechos humanos) para desplegar su política exterior caracterizada por prácticas que han creado consecuencias que nada tienen de democráticas.

Para los partidarios de la Democracia se trata de la mejor alternativa en la constelación de los sistemas de gobiernos existentes. Pese a que gozan del derecho a promoverla al mismo tiempo censuran y muchas veces de manera violenta a quienes no comparten su adherencia; aquí tenemos otra clara inconsecuencia de estos “demócratas” quienes en realidad son liberales con expectativas de claro trasfondo económico que curiosamente se nutre de medio anti democráticos. Los demócratas británicos como Winston Churchill (adorado por los anglófilos argentinos) no fueron a la India para blandir las libertades ni la igualdad en una sociedad de castas, pero ciertamente llenaron las arcas del imperio a costa de millares de muertos.

Ciertamente, las interpretaciones que se hacen de esta forma son tan variadas como los países que la adoptan. El ejercicio del sufragio en procedimientos cada vez más discutibles es la base de un sistema democrático algo que no basta para denominar a un gobierno como democrático. Sobre esa idea y abusando de lo que el término significa es que desde mitad del siglo pasado y en particular en los últimos treinta años al presente, las elites políticas de países que se han autoproclamado como los modelos universales de esta forma, han ido muy lejos en la manipulación del término. 

A la saga de la excusa “democrática” han estado interviniendo subrepticiamente en la realidad gobiernos de otros países para removerlos subterráneamente o directa y violentamente causando consecuentemente la desgracia en miles de familias y el desplazamiento de otros cientos de miles (como en los países de América Latina y del sudeste de Asia y más contemporáneamente en Asia con Iraq, Siria, Libia y Afganistán).

Estos procederes enmascarados detrás de políticos prolijamente vestidos con costosos trajes y corbata hablando con muecas sonrientes en coloridas conferencias de prensa entusiastamente difundidas por el Conglomerado de medios ha pretendido ilustrar lo que sería una democracia de cara al público, pero lo que realmente representan es solo una mera caricatura o más bien la máscara de otra forma de gobernar que más bien debería llamarse “plutocracia” es decir, “el gobierno de los ricos” que por medio del actual sistema financiero occidental  (Wall Street y la City Londinense) se apoya y sustenta en la apropiación y control de los recursos ajenos conllevando a la miseria de millones de personas. Este mismo sistema es el que se halla en una profunda crisis que amenaza su propia existencia.

Pese a que estas consecuencias al día de hoy son inocultables y siguen marcando la realidad conflictiva en las que aún se desenvuelven las sociedades afectadas, perdura aún una intensión de borrarlas o reinterpretarlas para desplazar las responsabilidades de los involucrados y terminar con los cuestionamientos históricos a los cuales no escaparían.

Por como vemos que avanza la virtualidad digital y el cada vez más omnipresente regir de la Inteligencia Artificial (IA) en los procedimientos gubernamentales, no hay duda que esta apariencia engañosa que las elites occidentales han bautizado con el nombre de democracia pasará a ser parte de éste nuevo paradigma en el cual y ya sin eufemismos se podrá decir que vivimos en una democracia virtual en la cual será más fácil de manipular a los representados.

 

 

 

jueves, 28 de octubre de 2021

 

“SANIDAD GLOBAL: ¿Quién la controla?”

La aparición del SARS-COV2 que mañosamente trato de endilgarse a una supuesta responsabilidad de origen chino sigue aún sin una explicación certera. Lo cierto es que más allá de un confinamiento harto discutible y las vacunaciones masivas los medios occidentales están hablando de otra variante en crecimiento en Europa sin que quede claro quién es la autoridad sanitaria a cargo ¿Se está investigando el origen real de todo esto? 

Por Charles H. Slim

Las consecuencias de la pandemia por la aparición del SARS-COV2 sin dudas han sido devastadoras no solo para la salud física y psíquica de todos los seres humanos sino también para el desarrollo de las actividades en todos los niveles de la vida de cada uno de los estados a los que pertenecen. En este contexto ¿Qué han hecho las organizaciones internacionales para elaborar contramedidas contra este tipo contingencias?, ¿Se han indagado en rededor de las reales causas de la aparición de este engendro?

Como dice la frase de Jesucristo “La verdad os hará libres”, así sería la solución para terminar con los enjuagues político-financieros que terminan en calamidades que terminan pagando el común de los mortales. Pero lamentablemente, es una enseñanza tan vanamente balbuceada entre los creyentes del occidente cristiano (en especial en Argentina) y para nada acatada por sus gobernantes, debería ser el pilar para que los ciudadanos (ejerciendo el tan mentado republicanismo esgrimido por charlatanes de oportunidad) demanden que se les informen de manera veridicta, completa y comprometida cuales fueron las reales causas de todo esto.

Pero como el rebaño de ovejas, son conducidas a golpe de bastón por parte del pastor. Aquí en esta metáfora el pastor son los gobiernos y el bastón son los medios quienes ponen a rodar la versión que mejor se ajuste a las necesidades políticas de aquellos.

Han pasado dos años de paranoia total y del establecimiento de un encierro global que no se veía desde la edad media. Igualmente y pese a que se hizo del conteo diario de muertos e infectados, un show mediático 24 horas al día y siete días a la semana, la gente tuvo su momento para dudar de todo esto. Esto era como una gota que golpeaba los cráneos de los temerosos habitantes del mundo, mientras que muchos otros no se dejaron dominar por ese terror y siguieron pensando más allá del corral informativo y sanitario que establecieron los serviles del poder.

Aún no se ha esclarecido cuál ha sido la causa de la aparición de este “virus”, un factor importante para determinar su tratamiento. Las explicaciones que los médicos e infectologos del sistema tratan de articular acudiendo a las analogías con otras infecciones no alcanzan para dar con la solución al caso concreto. Esto no tiene una explicación plausible si atendemos a la veloz elaboración de “vacunas” para contrarestar los efectos que causa aquel ¿Cómo pudieron determinar que lo que están inyectando contraresta esa infección?

Si usted cree que es la OMS la rectora de todo este programa, desde ya le aclaro que no es así. Incluso no debe olvidarse como de manera escandalosa y sin que ningún medio convencional lo haya discutido, desde el primer momento los expertos de esta organización entraron en una serie de contradicciones no solo sobre el origen de este virus, sino también sobre su alcance y grado de contagiosidad llegando a decir en algún momento que prácticamente violar el aislamiento y respirar en la calle era desperdigar la enfermedad.

Sumado a esto, se le dejo abierta la puerta a los charlatanes y catastrofistas más delirantes que pudieran existir. Entre los más destacados estuvieron los infectologos Neil Ferguson y sus colegas británicos del Imperial College de Londres quienes junto a referentes estadounidenses como Anthony Fauci (involucrado en los programas de armas biológicas de las administraciones de Ronald Reagan y George H. Bush) y otra caterva de estafadores sembraron el pánico entre las poblaciones de todo el orbe.

Sus formulas de confinamiento medieval poco aportaron a detener la propagación de eso. Pero, aunque estaban muy seguros de la efectividad de sus tesis no estuvieron y aún no saben (o más bien algunos de ellos no quieren decirlo) cuál es el verdadero origen de este engendro y de ese modo dar una explicación científica sobre las propiedades del “antídoto” llámese ARN mensajero o lípidos y quien sabe que más sea lo que contienen estas vacunas que en un sentido técnico no lo son.

Las implicancias financieras en todo esto parecen estar expuestas. Una severa crisis económico-financiera está sacudiendo a todo el hemisferio no solo por las consecuencias de las políticas infectologicas sugeridas por aquellos cerebros sino también por una crisis del sistema de producción y consumo que ya estaba en curso desde mucho antes. Casualmente, esta se agravó durante la administración Trump con la declarada guerra comercial contra China que viene extendiendo sin freno y con mucho éxito su influencia comercial sobre todo el hemisferio occidental.

Curiosamente y tras la visita del representante chino Lie He a la Casa Blanca en enero de 2019 se comenzarían a declarar los primeros casos de Covid-19 en Wuhan dejando lugar a presuponer su origen estrictamente chino. Lo que los medios estadounidenses no informaron fueron situaciones previas (el brote en Fort Detrick en junio 2019 y el evento 21 en la Fundación Bill & Melinda Gates en octubre de 2019) que tuvieron origen en EEUU poniendo en duda aquellas aseveraciones maliciosas que hablaban del “virus chino” ¿Quién fue primero, el huevo o la gallina?

Como sea que haya sucedido, lo cierto es que hay una crisis económica descomunal que parece amenazar la existencia misma del actual sistema financiero global. El SARS-COV2 parece haber potenciado esto y ello conllevaría a beneficiar a ciertos personajes. La publicación del libro Covid19: The Great Reseat escrito por encargo de Klaus Schwab presidente del Foro Económico de Davos (que se ramifica en otras organizaciones con claros intereses como la “National Endowment for Democracy” (NED) una de tantas pantallas de la CIA, demuestra un intento por generar el pánico general refiriendo al final de todo lo conocido (al menos en occidente). Ello sin dudas a su vez oculta el intento por capitalizar en beneficio propio el cambio inevitable que se dará augurando un mayor control de la población propiciado por la virtualidad administrada por una Inteligencia Artificial en beneficio de las contadas familias megamillonarias que hasta el momento controlan las economías en occidente.

Ciertamente, la declaración de la pandemia y el confinamiento (pese a que sospechamos fue creada con ese propósito) no dañaron a la economía de China que se apoya en otra política. Más bien se asemeja a un “disparo en el pie” de sus autores intelectuales. Por el contrario, el sistema capitalista liberal occidental con centro en Wall Street y la City londinense se vieron arrasadas por aquellas situaciones, aunque aún sigue estando en pie lo que ha impedido el tan mencionado “reseteo” propuesto por Schwab. La pregunta que habría que hacernos es ¿Hasta cuándo?

Es decir, el SARS-COV2 no fue suficiente para sabotear el progreso comercial chino y mucho menos para tumbar de forma anticipada a un sistema financiero que de venirse abajo sin control, arrastraría a las fortunas de los contados megamillonarios que dominan las agendas políticas en Washington y Londres. En este marco y con las renovadas informaciones catastrofistas que los medios empiezan a discurrir sobre un “Covid-Plus” ¿Quién o cuáles son los organismos internacionales imparciales y comprometidos con el interés general que están vigilando e investiguen de forma neutral el origen de estas aseveraciones?, ¿la OMS? 

 

domingo, 24 de octubre de 2021

 

“OPACIDADES DE OCCIDENTE”

La democracia y la libertad de las que Washington tanto ha hablado en los últimos treinta años ¿Son coherentes con el intervencionismo utilizando medios impositivos como la Guerra hibrida?

 

Por Charles H. Slim

Antes que todo, delimitemos bien el término “occidente” ya que, el mismo y en su acepción específicamente geopolítica y etnocéntrica no comprende a Latinoamérica ni al continente africano. Este término solo abarca a los EEUU, Canadá, Gran Bretaña y la Unión Europea en torno a los cuales pivotean aliados como Australia y otras islas que fueron parte de la colonia británica. Por supuesto, Argentina tampoco entra en esta categoría (mal que les pese a los europeístas y los anglófilos locales).

¿Pero por qué hacemos esta aclaración? Es por el hecho de que nos referiremos a un tema en los que “occidente” tiene un papel central; uno que sigue y seguirá estando vigente en los acontecimientos globales como lo es la llamada “guerra hibrida”. El termino parece querer describir un conflicto en el cual se echa mano a una infinidad de tácticas y de recursos que no reparan en los límites al momento de causar daño y el debilitamiento mediante la instauración de un caos sin término en un estado o región determinados (Doctrina Rumsfeld-Cebrowski). Hibrido significa “el producto de elementos de distinta naturaleza”, que asociado a la guerra da por sentado que va más allá de los clásicos objetivos militares en un enfrentamiento convencional.

El caos promovido en Siria desde 2011 (como extensión a lo creado en Libia) es uno de los ejemplos contemporáneos de lo qué significa el empleo de este término. Como pudimos ver en las primeras horas de la agitación callejera contra el gobierno de Bashar Al Assad ya se pudieron advertir elementos foráneos que, amparados en el anonimato y entre mezclados con los manifestantes se encargaban de inflamar los ánimos y a redireccionar la violencia como se había hecho en Libia apenas unos meses antes ¿Casualidad? Para nada. Se trataba del despliegue de una batería de tácticas subversivas convencionales que respondía a un plan estratégico, que combinadas con el uso de la tecnología (especialmente las redes sociales FaceBook, Twitter y Youtube) y la progresiva injerencia de agencias de inteligencia apoyando y financiando grupos terroristas, buscaron el colapso del estado árabe para convertirlo en uno fallido.

Hay precedentes más antiguos dentro de la historia contemporánea que dan cuenta de esta estrategia ciertamente sucia. No es necesario retrotraernos a la antigüedad como lo hace el ex oficial de los US Marines Frank Hoffman para argumentar su empleo. Saltando las experiencias de Corea y Vietnam en el siglo pasado, podemos ver como las agencias de inteligencia civil y militar de EEUU y sus colegas británicos han usado hasta el hartazgo estas herramientas que están destinadas a poner a las poblaciones como marco útil de estas tácticas a fin de corroer la autoridad de los gobiernos en países que no responden a sus lineamientos.

El uso de todo tipo de recursos más allá de los militarmente convencionales y de inteligencia es lo que caracteriza este tipo de guerra que -como la guerra convencional- puede variar en su alcance e intensidad, de acuerdo a cuál sea el objetivo que se busca obtener. Gran Bretaña y EEUU han sido los más destacados maquinadores y ejecutantes de este tipo de maniobras apelando al uso conjunto de medidas tales como: las sanciones comerciales, financieras, el activismo de ONG (USAID y White Helmets) y de asociaciones civiles presumiblemente privadas (National Endowment for Democracy), la propaganda, el sabotaje, la subversión, el terrorismo, el empleo de grupos irregulares, de operaciones especiales y establecer nexos con el crimen organizado del país objetivo.

Con el acelerado progreso tecnológico el ciberespacio por intermedio del internet también se ha convertido en otro de los medios (ciertamente más sofisticados) en una guerra hibrida, una vía directa para lanzar ataques silenciosos y a larga distancia contra la infraestructura de servicios públicos o de desarrollos científicos de cualquier país (como los ataques cibernéticos de Israel contra las instalaciones nucleares de Natanz, en Irán).

Al mismo tiempo creemos que la dispersión del SARS-COV-2 (Covid-19) responde a un escalón más (que fue usado contra China) en el despliegue de esta guerra hibrida.

Con ello podemos ver que se trata de una estrategia amplísima que se basa en el empleo de tácticas multívocas para dañar no solo su capacidad militar sin también todos los niveles la capacidad de desarrollo y sustentación del enemigo.

Como podemos ver el concepto abarca el empleo de una variedad de recursos que implican tanto el enfrentamiento convencional (entre dos bandos regulares) como el irregular.  En este último vemos como actores centrales a componentes no militares que forman parte de estructuras irregulares armadas que no son identificables o si lo son, pueden ser solo una apariencia. Una de las tácticas que empleaban para sus fines políticos era el terrorismo. Estas organizaciones conocidas como guerrillas que podían operar en zonas urbanas o descampadas tuvieron un auge contemporáneo tras el final de la segunda guerra mundial con los procesos revolucionarios y de independización nacional de los centros de poder colonial europeo.

En este sentido, las guerrillas de Castro en Cuba, la Sandinista en Nicaragua y la palestina como brazo armado de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) son ejemplos insignes de esos procesos nacidos por finales de los años cincuentas y comienzos de los sesentas en el siglo XX.

Si bien muchas de estas organizaciones se estructuraron de forma voluntarista en torno a liderazgos carismáticos e impulsadas por objetivos políticos nacionalistas, independentistas o marxistas, pronto comenzaron a necesitar del auxilio externo (financiero, armas y diplomático) y como contrapartida, a ser utilizadas a conveniencia y sus tácticas copiadas por los estrategas militares y de inteligencia de las potencias contemporáneas (URSS y los EEUU), no solo para contra restarlas sino también para servirse de ellas, especialmente para acciones de terrorismo en el momento y lugares oportunos. Y a pesar de que algunos autores como el ex Jefe del Estado Mayor del Ejército de los EEUU George W. Casey separa al terrorismo del concepto de la guerra hibrida, los hechos en los escenarios donde EEUU estuvo y sigue estando implicado demuestran todo lo contrario.

En el modo que “occidente” entiende y aplica este concepto, la guerra hibrida es una forma de agresión en la que el terrorismo es otra herramienta de uso tratando de encubrir la participación oficial de sus gobiernos haciendo uso de elementos tercerizados e irregulares.

Los escenarios en donde se ha desplegado esta forma de guerra son varios, pero sin dudas que los más destacados han sido Afganistán, Iraq, Líbano, Libia y Siria para solo nombrar los más contemporáneamente importantes y cruentos. Todos ellos tienen una característica común que es aprovechada por occidente para radicalizar sus acciones y ella es la diferencia cultural que ayuda a despersonalizar y deshumanizar al enemigo. Congelar las cuentas bancarias, obstruir el comercio y sabotear las finanzas para hundir a las poblaciones en la desesperación para buscar el colapso del gobierno es parte en la estrategia de una guerra hibrida. En todos y cada uno de ellos, el uso de la propaganda y la deliberada intoxicación informativa es central para el desarrollo de las operaciones tanto regulares como irregulares de los implicados.

Pero estos deterioros deben aparecer como responsabilidad de los agredidos y es por ello que se hace necesario fabricar un relato informativo de cara a la opinión pública.

Queda claro que esto significó la comprobación que las empresas de medios eran (y siguen siendo) parte en las operaciones bélicas que se promueven. Así, cuando en 1991 la aviación angloestadounidense y los misiles navales TomaHawk que estaban masacrando a los civiles en Bagdad CNN hizo muy bien su papel en ocultar esta situación e incluso tergiversando muchas otras situaciones (como los asesinatos que se estaban llevando a cabo por grupos especiales aliados e israelíes) con el fin de mantener unida a una pragmática coalición árabe.

Con la invasión a Iraq de 2003 EEUU puso a rodar en su más amplia concepción esta “guerra hibrida”. Washington venía estrangulando por trece años al país árabe sin lograr que la población se sublevara contra Saddam Hussein. Igualmente, sabían que el hambre y la carestía habían debilitado a los iraquíes por lo que contaban con que un golpe militar relámpago terminaría con el problema.

Al mismo tiempo Iraq sabía que convencionalmente no podía hacer frente a semejante fuerza invasora y fue así que tan pronto comenzó la campaña, invisibilizó a su ejército pasando gran parte de sus cuadros a la clandestinidad. A partir de allí, la respuesta asimétrica mediante una guerra de guerrillas para resistir a los invasores fue la táctica empleada por los iraquíes que con sus altibajos (producto de las tácticas de contrainsurgencia) y el constante cambio de alianzas llego hasta la obligada salida de las tropas en 2011.

Pero, pese a que los estadounidenses usaron fuerzas convencionales en la invasión, ellos ya tenían sus propios grupos irregulares de mercenarios árabes reclutados por la CIA operando clandestinamente en el interior. Otros venían entrenándose desde hacía meses en campamentos secretos en Jordania los cuales formarían parte (entre otros grupos) de la “contrainsurgencia” que se apoyaría en el empleo masivo de tácticas sucias, el terrorismo y el engaño destinados a manipular a las confesiones locales (chiitas y sunitas) fomentando la inseguridad con atentados, secuestros y asesinatos escenificados para culpar a unos u a otros. El éxito de la ocupación dependía de la división entre los iraquíes y para ello, no había límites en los medios para lograrlo y fue en este marco que funcionaron embustes como “Al Qaeda-Iraq” y su continuación “Estado Islámico de Iraq”.

Incluso más. La retirada de EEUU en 2011 no implicó abandonar la ocupación sino (como lo vimos luego) un cambio de táctica reemplazando a las tropas regulares mediante el despliegue de viejos actores (fabricados por la CIA) con nuevos componentes humanos y más poderosos elementos a su disposición que se materializaron en junio de 2014 con la sorpresiva aparición del ISIS y su pretendido plan de instaurar un “Estado Islámico” que actualmente tras la intempestiva salida de los EEUU y sus aliados Afganistán, parece tratar de recrearse con una pretendida variante afgana denominada “ISIS-K” que sin dudas no es otra cosa que otro de los (para nada casuales) peones de una guerra hibrida que pretenden perpetuar en Asia central.

Las develadas implicancias de “occidente” y en especial de EEUU en la promoción de estas “guerras hibridas” ha llevado a intentos vanos de la Corporación de medios que controla la línea editorial de lo políticamente correcto para maquillar esta inconsecuencia con los discursos de las diversas administraciones en Washington. Incluso más. Puertas adentro en las discusiones que se han desatado en el seno político entre los “halcones” y las “palomas” de la comunidad política norteamericana, han producido argumentos en pro y en contra de la existencia de este tipo de guerra. Por ejemplo, el entonces Secretario de Defensa Robert Gates en su comparecencia en 2009 ante el Comité de Servicios Armados del Senado -inquieto por la pésima situación en Iraq- se refirió a la “guerra hibrida” para tratar de excusar las brutalidades de las tropas estadounidenses contra civiles que se estaban filtrando por fuentes como “Wikileaks”. Lo mismo haría en ese mismo año el entonces Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas James Mattis frente al Comité de las Fuerzas Armadas del Congreso tratando de argumentar que las masacres contra los civiles que se estaban verificando eran el producto de este tipo de enfrentamiento.

A contrario de esto, oficialmente el Pentágono y el Departamento de Defensa no hacen mención en sus manuales de operaciones al concepto de la guerra hibrida, algo que vendría a suponer que este tipo de conflictos no se utiliza y claro, EEUU tampoco. Pero sabemos bien y a la vista del repaso que hemos visto, que ello no es garantía de que estos prolijos y muy bien encuadernados documentos del gobierno federal reflejen la realidad. Tampoco es garantía de nada las aseveraciones del inquilino de la Casa Blanca (incluyendo a Biden) que suele decir una cosa en público para luego ser contradicha por las acciones de su administración. Tal vez deberíamos preguntarnos ¿Qué dicen los manuales de la CIA y de las demás agencias estadounidenses sobre este concepto?