“AMERICA
IMPLOSION”
Más allá del espectáculo y de escenificada institucionalidad en la asunción de Biden la frágil estabilidad política interior condicionara toda la política global estadounidense
Por
Charles H. Slim
Caminando por las calles de Washington (D.C.) en horas previas a la asunción del presidente Joe Biden, daba la apariencia de estar en una ciudad tomada por un ejército invasor; y no es una exageración ¿Recuerdan Bagdad? Bien algo así. Barricadas con camiones cargados de arena para evitar el paso de carros bomba, retenes policiales y de la Guardia Nacional en los cruces estratégicos de la ciudad y el desfile constante de uniformados dirigiéndose por la Avenida Independencia y Pensilvania pintaban un panorama de contrastes para la tan promocionada “democracia”.
El
panorama pretendía mostrar que el enemigo estaba esperando allí afuera,
agazapado y listo para “agredir a la democracia”. En realidad eso es una
ilusión, un auto engaño que intenta tapar un peligro mucho peor y ese es, que el
“enemigo” está entre y dentro de ellos mismos.
Los
medios adeptos al globalismo que representa Biden y Harris han elaborado un
relato épico tan desopilante como esas películas Hollywoodenses en las que los
buenos y los malos se baten en un campo de batalla final y, tras una sufriente
trama de suspenso los buenos triunfan sobre los malos. Así es como todo el arco
mediático de las Corporaciones en EEUU y ni que decir de sus vasallos
sudamericanos quienes parecieran querer demostrar que son más estadounidenses
que los mismos estadounidenses, mostraron una asunción como una bisagra
histórica. En realidad, una verdadera novela rodeada de boato y escenografía
que con mucho esfuerzo imaginativo, pretendía mostrar una normal transición en
la Casa Blanca. Con este lente es que hay que analizar este recambio.
Hoy
los medios y una buena parte de la élite política estadounidense da por sentado
que Donald Trump arruinó el sistema y a la democracia americana pero, muchos de
estos mismos actores se han beneficiado durante su periodo gracias a las
políticas que implementó el repudiado mandatario. Se habla que apenas asuma
Biden firmará más de una docena de decretos presidenciales destinados a
deshacer varias de las políticas de la administración saliente ¿Dónde hemos
visto esto antes? Ah si, en ese país llamado Argentina donde todo cambia cuando
un gobierno se va y donde la seguridad jurídica es un concepto tan abstracto y
duradero como el vapor.
Como
decía antes, muchos de los que aplauden al mandatario entrante hicieron su
agosto con Trump y varios de ellos están vinculados a los intereses que nada
tienen que ver con las necesidades del pueblo norteamericano. Uno de los más
beneficiados con las políticas de Trump ha sido sin dudas el estado de Israel,
sus partidarios lobistas dentro del Congreso (y todos los intereses que ellos
representan) e incluso al mismo premier israelí Benjamín Netanyahu que
necesitaba tapar sus escandalosos procesos penales con golpes de efecto
político.
Para
“Bibi” se hacía irremontable su situación personal y la de misma familia
involucrada en todo tipo de casos de corrupción que obviamente molesta e
indigna solamente a la opinión de los israelíes y de sus acólitos sionistas
alrededor del mundo que complicaba sus aspiraciones a permanecer en el poder. Trump
–quebrantando todo el derecho
internacional- le dio el capital para que literalmente se comprara otra
reelección entregándole Jerusalen y reconociendo una soberanía de facto sobre los
“Altos del Golán” sirios.
Pero
Netanyahu también necesitaba cobertura externa. Mucho peor que la comisión de
estos delitos de corrupción que caracteriza a los políticos contemporáneos,
están los crímenes de guerra y lesa humanidad que se han cometido y se siguen
cometiendo contra la población árabe palestina que –vale aclarar- no discrimina entre musulmanes y cristianos. Tapar
esto a la vista de la opinión pública mundial y de las instancias judiciales
internacionales se hizo imperioso para Netanyahu y Donald Trump y su
administración le dieron una mano impagable que jamás podrán olvidar.
Pero
como sucede en ese código entre mafiosos, cuando uno de ellos cae en desgracia,
nadie se acercara a tenderte una mano y simplemente diran “no te conozco”. De
esa manera fue como Netanyahu le pagó a su colega saliente cuando tras
ratificarse su derrota electoral comenzó
a ser vilipendiado por los medios, lo elimino de sus contactos en las redes
sociales.
En
lo domestico una gran parte de los norteamericanos se resisten abandonar el
lema “América primero” que hizo de la política económica, uno de los pilares
que llevaron y sostuvieron a Trump. En lo financiero, las políticas de la Casa
Blanca buscaron cortar los nexos promiscuos entre la banca privada y la Reserva
Federal (que fabrica los billetes) que hizo de la política y sus políticos (especialmente
los demócratas) meros clientes al servicio de los intereses de las grandes
empresas trasnacionales. El salvamento de los bancos privados impulsado por
Barak Obama en febrero de 2009, que serviría para salvar los impuestos de los
multimillonarios, fue una de las medidas
que una amplia mayoría de estadounidenses (desilucionados) rechazó y que por
los resultados obtenidos a posterior, no se equivocaron en su oposición. Obama
no solo demostró ser la continuidad de Bush sino que en lo referente al respeto
de los derechos humanos y el intervencionismo evidenció ser tan cuestionable
como su predecesor.
Cabe
recordar que el enojo en EEUU no comenzó el 6 de enero pasado con la toma del
Capitolio. Sus causas se vienen arrastrando desde muy lejos y ellas se fundan –en parte- en un hartazgo al fraude y la
corrupción política. Y aunque los medios maquillan la gravedad de la situación
interna magnificando supuestos valores éticos como se vio en la ceremonia de
transición con discursillos referentes a la “unidad” y un patriotismo que
claramente no representan.
Al
mismo tiempo no se debe olvidar que aproximadamente
unos 72 millones de ciudadanos estadounidenses
votaron por el mandatario saliente y que un tercio de la ciudadanía hace
tiempo viene preparándose para una guerra civil (ejerciendo un derecho previsto
en la 2° enmienda), por lo cual aquellos argumentos escenificados de
institucionalidad y democracia caen en saco roto.
En
lo que se refiere a la hoja de ruta exterior de Biden se espera el regreso de
EEUU a organismos internacionales que Trump decidió abandonar en su momento por
considerarlos inútiles y parte de un
negocio político que conllevaba para el erario público una pérdida de tiempo y
dinero injustificado. Así, EEUU abandono la OMS, el Acuerdo de París y el
CMNUCC dependiente de Naciones Unidas sobre el “Cambio climático”. Pero lo que más le importa al Establishment
que la administración Biden representa es el regreso pleno a la OTAN
reestableciendo los nexos institucionales y operativos que se vieron
interrumpidos con Trump. Dentro de estas intensiones Washington deberá ver como
resuelve y articula las relaciones con su socio británico que viene tratando de
volver a recuperar su protagonismo geopolítico propio.
Este
regreso debe ser pleno y con la intensión de asumir el liderazgo político-militar
de la organización. Es imprescindible para el redespliegue de los planes de
expansión hegemónica que los “Halcones” partidarios de la doctrina
“Rumsfeld/Cebrowski” vieron temporalmente truncada por la administración
pasada. Como prefacio de que las cosas no cambiaran en lo referido a la agresiva
política exterior el nuevo Secretario de Estado Antony Blinken ha dejado en
claro que las cosas “seguirán igual con respecto a algunas naciones”, aludiendo
a Irán, Rusia, China y Venezuela. Sobre esto el nuevo funcionario deliberadamente
omitió referirse a dos grandes problemas como Afganistán y Yemen donde EEUU es uno
de los responsables de una cruenta situación humanitaria.
Otra
región que sin dudas experimentara estos cambios será Oriente Medio y en
especial Iraq, donde la creciente desobediencia civil al gobierno
colaboracionista y el creciente rechazo político y popular a los EEUU podrían
dar lugar a la –conveniente- aparición
de algún nuevo actor como “Estado Islámico” que vuelva a crear el caos propiciando
el regreso masivo de tropas estadounidenses.
Igualmente
aunque estos serían los lineamientos de la nueva administración, la situación
interna de los EEUU es muy delicada y nadie, incluso los más recalcitrantes
pro-estadounidenses niega la existencia de una grieta político-racial que no se
saldó con el montaje lacrimógeno de la asunción del 20 de enero.