EN DEBATE
“RUSIA, GRAN BRETAÑA Y EL ATLÁNTICO SUR”
El incidente de Skripa en Gran Bretaña le ha dado a Londres las excusas para reabrir un frente conflictivo con Moscú con claras non sanctas intensiones
Por Javier B. Dal y Pepe Beru
A cuatro mese
del incidente que causó la desaparición del submarino argentino “ARA San Juan”
y sus 44 tripulantes, aún no hay noticias ni versiones oficiales ciertas que
expliquen lo que pudo haber ocurrido, aunque es “vox populi” en el continente que
los británicos y chilenos tuvieron algo que ver en el asunto. El paso del tiempo sin que el gobierno
argentino haya hecho nada inteligente para tratar de dar con la ubicación del
submarino ha desatado todo tipo de reacciones entre los familiares como entre
los sectores interesados en que esto se esclarezca.
El gobierno argentino está
claramente condicionado a maniobrar con libertad y ello ha quedado en evidencia
con la escandalosa situación del submarino malogrado. Ya ha dejado de ser un
secreto que es Londres quien controla de hecho y tras bambalinas desde 1990,
las actividades militares de la república Argentina –entre otras-,
conforme así quedo revelado de lo que surge de los infames Tratados de Madrid
firmados en 1990 por la cancillería del gobierno de Carlos Saúl Menem.
La paulatina desintegración de las Fuerzas Armadas no es una
cuestión surgida por la presión de los grupos politizados de los Derechos
Humanos o la influencia que estos han tenido sobre una opinión pública de
continuada pendularidad. No nada de eso. Se trata más bien de una muy bien y
aceitada cadena de obligaciones que sujetaron y siguen sujetando al país a una
situación claudicante y silenciosa, que es apoyada desde dentro por los
sectores influyentes de la economía y las finanzas. Como suele decir un viejo
amigo, “sabes, no hay misterios, solo existe el encubrimiento”.
En el caso de los argentinos, ello se hace patente. Y en lo que
hace al submarino “desaparecido”, aquel dicho nunca pudo haber encajado mejor.
El gobierno ya había comenzado con sus tapaderas mucho antes de comenzar a investigar
el hecho. Que nadie se engañe con aquel primer movimiento de la 4º flota
estadounidense ni mucho menos con los efectivos británicos que llegaron presurosos
desde la base en “Mount Pleasant” en Malvinas; solo fue una charada, una
actuación ante los ojos de la opinión pública para desviar la atención, nada
más. Hicieron la pantomima que debían hacer y se retiraron, pero antes se
aseguraron de que sus indicaciones de búsqueda se mantuvieran inalterables.
Al día de hoy el único grupo de búsqueda extranjero es el ruso con
el buque “Yantar” y su tripulación altamente capacitada para estos menesteres,
que además de haber expuesto su desacuerdo con el área de búsqueda, ha sido
objeto de acciones de entorpecimiento de sus tareas por parte del mismo
gobierno que dice que está haciendo algo para encontrar al aparato perdido. No
se necesita una maestría en política internacional ni mucho menos para advertir
que Buenos Aires cumple con las directivas del Foreign Office británico,
algo que a nadie ya debe escandalizar. Es por ello, que para estos funcionarios
el submarino o cualquier pista de él no deben aparecer y mucho menos, debe ser
hallado por mérito de los rusos.
Pero a quienes si molesta y mucho la presencia del equipo de
búsqueda ruso es a los británicos, quienes habían lanzado todo tipo de
acusaciones contra el buque “Yantar” alegando que en realidad es un buque espía
que podía llegar a poner en peligro los tendidos de cables submarinos,
preocupación que no concita cuando los buques de arrastre chinos y de otras nacionalidades
barrenan la plataforma submarina. Claramente son excusas y nada más. Hay una
seria preocupación en Londres por el posible éxito de los rusos en la búsqueda
y encuentren al submarino, desatando un predicamento para el gobierno de Teresa
May.
En las actuales circunstancias por el caso Skripal, una posibilidad
como la planteada sería muy mala, pero muy mala prensa para Londres que ha
acusado muy livianamente y sin pruebas a Moscú y al mismo presidente ruso
Vladimir Putin de haber mandado a envenenar a un doble agente ruso que radicaba
en Gran Bretaña. Y es algo cínicamente paradójico ver como el gobierno británico,
sin pruebas o al menos haberlas
presentado ante un organismo imparcial como la Agencia para la Prohibición del
uso de Armas Químicas, ya ha decidido que tiene a un culpable por este
atentado, que dicho sea de paso, no ha sido perpetrado contra un ciudadano
británico.
Hay muchas curiosidades en el caso. Los alegatos de que Skripal y
su hija estarían contaminados con la cepa del agente nervioso “Novichok (A-230)”,
que solo puede fabricarse en los laboratorios de la Federación rusa, no fue
probada por Londres. Solo hay alegatos furibundos y sobreactuados por parte del
gobierno que –como de costumbre- son amplificados por los medios
occidentales. Es más, cuando el mismo Putin les invito a que demuestren si ello
es cierto, la ira de Downing Street 10 y sus más destacados personeros no
tardaron en responder con amenazas e improperios. Ahora bien, si hay tanta
seguridad en lo acusado ¿Por qué no poner las pruebas del caso para demostrar
la veracidad de sus argumentos? Las ambigüedades del gobierno británico hacen
nacer serias sospechas de que se trate de una operación realizada por sus
propios servicios (MI-5 o el MI-6) inoculando
una variante similar a ese agente químico, algo que con los tétricos
antecedentes de la historia contemporánea (especialmente sobre Iraq), no
resulta una novedad.
Además, se sabe que en Londres desde hace décadas se refugian
varios científicos rusos con conocimientos en el desarrollo de este agente
nervioso que desertaron en épocas de la URSS; pues entonces ¿Por qué no sería
posible que una variante de aquel veneno, haya sido reproducido y hoy se halle
en los arsenales británicos y haya sido empleado para esta posible jugarreta
sucia?
Más allá de los alegatos del gobierno británico y de la supuesta
afrenta por el uso de aquel agente neurotóxico que Boris Johnson califico como
un intolerable ataque químico en suelo británico, la reacción es de una
victimización exagerada.
Si miramos el caso argentino, ¿Qué hizo el gobierno de Macri
respecto del destino de sus hombres ante las claras sospechas de la implicancia
británica en el luctuoso suceso? Obviamente muchos dirán que el país no está en
condiciones de lanzar amenazas o condenas a nadie, que está indefenso y que no
tiene Fuerzas Armadas pero ¿Quiénes lo han colocado en esta situación, una que
ha llegado a que 44 personas parecieran valer menos que la de un ex espía ruso?
Son los síntomas de la improvisación de una nación manejada por anglófilos que
obviamente no irán contra sus verdaderos intereses.
Ahora bien, en lo estrictamente geopolítico, la colaboración rusa
en la búsqueda del “ARA San Juan” es un clavo en el zapato macrista y mucho más
dentro de sus sectores más ultrareaccionarios en donde se alinean
probritánicos, sionistas y partidarios de que el país sea “custodiado” por los
EEUU (mediante bases militares). Las actuales circunstancias que rodean a la
tensión creada por Londres con sus acusaciones sin pruebas y amenazas contra
Rusia están empujando al mundo a un clima sombrío y peligroso. Veremos cómo impacta eso en el Atlántico sur
donde los británicos mantienen una guarnición militar de ocupación.
Las bravuconadas del sionista Boris Johnson y las acusaciones de la misma primer ministro
Teresa May en el Parlamento, solo buscan el choque diplomático y mayor prueba de
estas intensiones son el inmediato alineamiento de los principales países de la
OTAN (y con sus sillas en el Consejo de Seguridad) detrás de los argumentos
británicos. Está muy claro que se está tratando de recrear una “nueva guerra
fría” con la clara intensión por tratar de contener la revelada potencialidad
militar rusa publicada el 1º de marzo y que desató las corridas en el Pentágono
y en la sede atlantista en Bruselas, Bélgica.
Ante esto ¿De cuál o qué lado va a ponerse Argentina?