“GEOPOLITICA
Y TRAICION”
El
anuncio del 15 de septiembre pasado referente a la conformación de una alianza
de seguridad entre EEUU, Gran Bretaña y Australia (AUKUS) nació mal y es
posible que traiga más disgustos en el futuro
Por Charles H. Slim
Si
usted sigue creyéndose el discurso de asunción de Biden que aparentaba el final
de la guerra de conquista y de la diseminación del caos controlado sobre
regiones del globo, deje de hacerlo ya que con lo sucedido en Afganistán en
agosto último y lo que está desplegando en estas horas sobre el Sudeste Asiático
queda muy claro que los demócratas nunca pensaron en abandonar el hegemonismo
ni mucho menos el lucrativo negocio de la guerra.
Que la retirada de Afganistán no les engañe. No hay
garantías de que EEUU no intente reingresar bajo nuevos pretextos. Para
nosotros se trata de un cambio de estrategia, pero nada más. Los esfuerzos
clandestinos por reagrupar a las milicias tayikas (que hablan persa) para
conformar un frente contra el Talibán, la insistencia por los medios
anglosajones con la mitología discursiva de una supuesta compulsa entre de dos
espantajos de la CIA como “Al Qaeda” e “ISIS”
para disputarle el poder al Talibán y el incremento de la operatividad de la
farsa del “ISIS-Khorasan” (conformada por mercenarios transportados secretamente
desde Libia y Siria) son señales que nos advierten de ello.
Para la Casa Blanca los negocios de la guerra
disfrazados de “Seguridad” siguen siendo parte de la agenda nacional que no
puede postergarse ya que, los negocios son los negocios y el monstruo de la
industria armamentística necesita saciarse.
Así Joe Biden ha lanzado lo que podemos llamar “una
nueva guerra fría” con centro en China y Rusia y para ello ha remodelado las
alianzas geopolíticas y militares para esta nueva empresa que en realidad no lo
es ya que solo se trata de una continuación de las políticas de Donald Trump.
La conformación de una alianza estratégica entre EEUU, Gran Bretaña y Australia
(AUKUS) no solo ha causado controversias en cuanto a sus confesados objetivos
en Asia y el indo-pacifico sino también con el desplante a uno de sus viejos
aliados, Francia que estafado por una jugarreta de Washington y en la que
participó Australia ha decidido romper sus relaciones con EEUU.
Y es que los motivos para el enfado del gobierno
francés están muy bien fundados. Francia había cerrado con Australia en 2016 un
contrato de 56.000 millones de euros para la construcción de doce submarinos a
propulsión diesel que de la noche a la mañana y por la impertinente intervención
de Washington quedó truncado. Esto levanto las airadas protestas del gobierno
de Macron pero, aunque el primer ministro australiano Scott Morrison y su gabinete
salieron a ofrecer sus disculpas, eso no les devolverá a los franceses el negocio
que los angloestadounidenses le arrebataron. Para el gobierno ruso esto
significó una especie de justicia poética ya que no olvidemos como Francia en
2015 (y enmarcado por las presiones de Washington y Londres por su intervención
en Siria) canceló súbitamente el contrato que había celebrado con Rusia para entregar
dos portahelicópteros “Mistral”. Como dice otro viejo refrán “el que ríe último
ríe mejor”.
De esta manera y de forma abrupta e inaceptable,
Washington y Londres (a espaldas de París) le ofrecieron a Canberra un mejor
paquete compuesto de ocho submarinos nucleares de ataque de nueva generación
(Clase Los ángeles) con el adicional de darle participación en sus nuevos
planes para operar en todo el espacio marítimo del sudeste asiático y en un
marco más amplio abarcando el indo-pacifico.
Este evento debería ser motivo de un análisis serio y
el punto de partida para considerar la conformación de una alianza militar
propiamente europea que deje de depender de la OTAN que más allá de que su sede
se halla en Bruselas, está controlada por EEUU. Mientras continúe este Status
Quo (remanente de la Guerra fría) seguirán pasando estas cosas.
Australia es un viejo aliado de los movimientos
angloestadounidenses de los últimos treinta años hasta esta parte. Desde la
guerra del golfo de 1991 ha participado de forma entusiasta en cada una de las
aventuras militares norteamericanas desplegadas en el Oriente Medio y Asia
Central donde sus tropas (al igual que las angloestadounidenses) se han visto
implicadas en todo tipo de violaciones a los derechos humanos.
Hoy la gran isla es un actor central y necesario para
los planes de Washington que parecen orientarse a una “política de contención”,
que se enmarca en una desesperada estrategia de reinicio global. Para ello necesita
de un aliado naval consistente y de la mayor confianza para poder operar contra
China y proyectarse más allá de este objetivo.
Su posición geográfica hace que sea de importancia
estratégica para su inclusión en la nueva sociedad.
Otra consideración que Washington tuvo al momento de
captar al gobierno australiano fue su participación dentro de la organización
dedicada a interceptar y recopilar información estratégica (que espía incluso a
sus aliados) denominada “Five Eyes” en la cual Francia no participa. Su
participación en esta estructura de inteligencia le otorga una alta
calificación en el manejo del área de Ciberseguridad y comunicaciones Cuánticas,
fundamental dentro del nuevo paradigma de la guerra que se planifica contra el
gigante asiático. Bajo estas consideraciones fue que Washington puso por encima
sus planes geopolíticos a la lealtad con socios como son los franceses.
El objetivo de estos planes, buscan continuar con la
injerencia occidental con EEUU a la cabeza en la región y en particular, seguir
con sus operaciones de penetración en los países vecinos a China con la
finalidad de articular alguna alianza militar más comprometida con EEUU que
ayude a tratar de quitar protagonismo a la presencia de la Armada china en las
aguas del Mar Meridional y el Mar Amarillo.
La conformación de esta alianza naval sin dudas tendrá
injerencia en todo el hemisferio sur, en especial en las aguas del atlántico sur
donde la OTAN mantiene a través de los británicos una base de inteligencia
electrónica (parte del “Five Eyes”) en las “Islas Falklands” que además de interceptar
y monitorear todas las comunicaciones del continente -en especial de
Argentina y el Brasil-, controla de hecho el corredor marítimo de acceso a
la Antártida.
Más allá del peligro que representa para los estados
rivereños como Argentina (sin poder marítimo alguno), la operatividad de esta
alianza implicara el tránsito y pasos incontrolados por Buenos Aires de
submarinos nucleares (SSN) que tienen mayor capacidad de autonomía para
mantenerse operando bajo las aguas y obviamente, disponibilidad de misiles de
alcance intercontinental con ojivas nucleares que podrían tener objetivos
prioritariamente estratégicos en el hemisferio. Precisamente en el territorio de
la Patagonia argentina existe una base militar china que sin dudas cumple con
fines estratégicos y de inteligencia para la república popular pero de los
cuales la Argentina están al margen de ellos.
Con esto en consideración, vemos que Biden demuestra
la impotencia por no poder controlar política y diplomáticamente los foros
regionales como la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y es por
ello que apuesta por abrir una nueva era de desconfianza basada en la presión
militar que potenciara una nueva carrera armamentística regional que podría
llevar a consecuencias inesperadas.