NACIONAL
“HOMBRES DE LA INDEPENDENCIA”
A doscientos años de la independencia Argentina, sigue pendiente la aparición de una clase política que emule a sus antecesores
Por Pepe
Beru
Hace 200 años atrás la Argentina no existía aun como un ente
nacional como tal, pero en las venas de los hombres y mujeres que habitaban
este suelo, ya corría la sangre caliente dispuesta al sacrificio de la lucha
por la libertad y una verdadera independencia de aquel poder central en España
y por supuesto, de los peligros que representaban sus rivales Inglaterra y
Francia que siempre estaban al salto de la oportunidad para tratar de sacar
algún beneficio para sus coronas.
No
se puede dejar de recordar y de valorar lo que significó para aquellas gentes
vivir en esa época de tantas carencias y de una vida dura, en la que no había
las ventajas tecnológicas, comunicacionales ni las banalidades estupidizantes
que hoy están en voga globalmente. Allí los hombres que se proponían metas tan
altas y serias como era conspirar contra la realeza foránea que solo buscaba
riquezas y vasallaje, debían forjar su temple sobre la marcha y ante las
adversidades que corrían ante aquellos vecinos que seguían viendo como muy
conveniente mantener el “Status Quo” con Madrid, quienes no dudaban en informar a los agentes
de la realeza de la existencia de traidores a la “madre patria”.
La
lucha indeclinable por la libertad de la corona dio lugar a la aparición de
hombres destacables en la historia argentina, siendo algunos de ellos el
general José de San Martín, el general Manuel Belgrano, Cornelio Saavedra,
Hipólito Buchard entre muchos otros que hicieron proezas muy pocas veces
contadas en los libros de historia nacionales. La razón para ello era por la
inconvenciencia política y el pacatismo que para algunos gobiernos en épocas
pretéritas, representaba ventilar acciones que dejaban mal parados a los
entonces poderes imperiales.
Andre Paul Buchard |
Aquellos
hombres y mujeres nacionales conocieron la presión insoportable del enemigo que
asolaba desde el mar que con sus navíos que bloqueaban el Río de la Plata. Día
y noche y cuando las condiciones lo ameritaban, los realistas bombardeaban
Buenos Aires pintando un escenario grisáceo y taciturno ensombrecido por el
humo de las baterías de los cañones, arcabuces pesados y las llamas de los
lugares destruidos por aquellos. Oh si,
ciertamente que nuestros antepasados conocieron lo que era la presión de los
poderes imperiales que valga la aclaración, en aquellas jornadas eran los
mismos que actúan –de formas más discretas- en el presente.
Nuestros
bravos combatientes y la población estaban inermes ante el poder naval de los
agresores realistas y fue por ello que y por el mérito de hombres visionarios y
osados de carácter, emprendieron la
tarea de tratar de emparejar esa desventaja que hoy día puede verse en otras
latitudes con las impunes y brutales agresiones aéreas sobre otros pueblos
hermanos del mundo. En la tarea de crear una incipiente Armada para hacer
frente a esta situación, fue confiada al
navegante maltés Juan Bautista Azopardo
quien tras lograr armar algunas goletas y bergantines con cañones de tierra y
acorazarlos provisoriamente con maderos en las bajo cubiertas, hizo todo lo que
pudo para defender las costas de la pequeña Buenos Aires, pero fue diezmado en
la batalla de “San Nicolás” a comienzos de 1811, cayendo prisionero de España.
De
aquella jornada destacó su segundo, el francés André Paul Bouchard quien tras
lograr escapar a la captura realista, siguió combatiendo en el Río Paraná
corriendo a los navíos españoles e incluso franceses que querían penetrar al
territorio nacional. En 1812 revisto como Alférez en el ejército de Granaderos
del Gral San Martín y fue asignado a reforzar al “Ejército del norte” que era
comandando por el Gral Manuel Belgrano. Su carácter inquieto y aventurero lo
llevaron a volver a Buenos Aires y allí tomar el mando de la fragata “María
Josefa”. No paso mucho tiempo hasta que
patriotas comprometidos con la causa, que trabajaban tras bambalinas y
encarando proyectos de envergadura, financiaron patentes de Corso para que
hombres como Buchard llevaran sus operaciones marítimas contra los realistas al
pacifico, llevando a que se reuniera tras el cruce del Cabo de Hornos con quien
sería el fundador de la Armada Argentina el Almirante irlandés Guillermo Brown.
Travesía de Buchard por el mundo |
De
las misiones bajo la patente de corsario, Buchard tuvo como destacados
elementos de tripulación al joven Tomas Espora quien sería más tarde uno de los
próceres del ideario nacional en el Mar. En sus aventuras que dieron la vuelta
al mundo, estuvieron su expediciones al África donde junto a navíos británicos
y franceses, hacían la vida imposible a la marina imperial española. Igualmente
y contra la lógica que aquellas relaciones conllevaban, Buchard al realizar una
inspección sobre tres naves inglesas y una francesa en el puerto Tamatave de
Magadascar, comprobó que eran barcos negregros por lo cual ordenó la inmediata
liberación de los esclavos a bordo y el arresto de los oficiales europeos.
La
odisea de Bouchard continuaría sin pausa por los mares del mundo, con el único
objetivo de apoyar la lucha de sus camaradas en el continente. Su fragata
llegaría a lugares tan distantes como Hawai, Java e incluso, batiría sus
cañones contra galeones españoles en el Callao del Perú y en las costas de la
California española donde flameo por seis días la celeste y blanca.
Su
misión para debilitar los intereses españoles y ayudar al crecimiento de una
independencia real, lo llevaría a girar alrededor del mundo y someterse él y su
tripulación a las duras condiciones de largas travesías, escorbuto y por
supuesto las bajas por las batallas en el mar. Como contracara a la hazaña de
hombres como Bouchard, Espora, Azopardo, San Martín y todos los hombres que
combatieron a su lado, en Buenos Aires enmarcado en el localismo de la Asamblea
“año XIII”, en Londres y París estaban aquellos “intelectuales” y politiquillos
intrigantes que empequeñecidos por la grandeza de éstos hombres que destacarían
por su propio brillo, buscaban como el
“judas” una recompensa en los poderes europeos por sus viles servicios
traidores. Ya lo había dicho otro gran
pro-hombre de la patria como fue el Brigadier general Juan Manuel de Rosas
cuando en momentos que las flotas imperialistas anglo-francesas –aliadas en
la rapiña- se hallaban cerrando un cordón
naval sobre la desembocadura el Río de la Plata De ser necesario, andaremos en patas y con
taparrabos como nuestros hermanos los indígenas, como respuesta a uno de
sus funcionarios ante el bloqueo que ejercían las potencias europeas que no dejaban
pasar ni siquiera cargamentos de ropas y calzado provenientes del exterior.
Claro
que, hoy en día si algún gobierno argentino decidiera poner en marcha una
política de extranjería semejante para combatir y degradar los intereses del
enemigo histórico –Gran Bretaña- sería considerado por los “amos de la
verdad” y sus serviles locales, como un
acto de terrorismo.
Es
cierto que el mundo ha cambiado y las circunstancias –en algunos casos- han
variado ampliamente, pero los valores no debieran cambiar jamás ya que ellos
son inmateriales e incorruptibles, nutren a los hombres en su esencia y les
mantienen en pie aún en la adversidad; son el límite para su contra cara que
tan conocida y extendida se puede ver por estos días como es la “ambición sin
medidas”, que lleva a que los intereses manejados por unos pocos que a golpe de
dinero y fuego, no dudan en pervertir – y si no alcanza, exterminar- a
naciones enteras para someterlas a sus designios.
Sin
dudas que el último grito de independencia tuvo lugar en la gesta de 1982 por
la recuperación de las Islas Malvinas que, tras la derrota a manos de la
OTAN, además de tratar de esconder a
nuestros héroes fue canallezcamente vapuleada por los gobiernos posteriores,
quienes tras haber pasado al olvido como en un acto de justicia histórica y en
contraposición a aquellos, quienes
lucharon cara a cara contra los enemigos más tenebrosos del país, hoy han
recuperado junto a sus hombres el sitial que como héroes supieron conseguir.
Actualmente
el alcance del término independencia, debe partir desde cada individuo para que
propenda al beneficio común; que aquel sea un medio y fin en sí mismo que logre
captar la admiración de los demás y se pongan en el camino de esa independencia
individual que no es anarquía, sino el gobierno de uno mismo en coherencia con
quienes nos rodean.
Los
argentinos debieran abrevar mucho más en los ejemplos de su terruño, que como
estos hombres dieron muestra de una potencialidad individual y colectiva que
pocos países pudieron demostrar contemporáneamente ante los mismos enemigos que
trataron de quebrarle sus rodillas.