martes, 28 de noviembre de 2023

 

PENDULARIDAD

¿Cómo evolucionará la geopolítica argentina ante su nueva realidad política doméstica?

 

Por Charles H. Slim

Tal como lo habíamos adelantado antes, el cambio de gobierno en Argentina representaría un repentino y descarado corrimiento geopolítico hacia una extrema derecha muy peculiar. Esta situación era tan previsible que solo bastaba con mirar unos años atrás y ver como se reacomodaban quienes hasta unas horas antes de saber que perderían las elecciones, habían sido fervientes antimperialistas.

Ese fue el caso tras la salida en 2015 del gobierno kirchnerista que (en lo geopolítico) supuestamente estaba en la vereda de enfrente de la agenda globalista encabezada por EEUU. Tan pronto perdieron la elección tanto Cristina Fernández como sus lugartenientes desaparecieron de escena no por una decisión planificada sino, porque no existía (como aún hoy) seriedad en sus posiciones.   

Es la historia de una nación que apenas puede reconocer una historia y una identidad común.

La situación socio-económica actual del país es peor de lo que se muestra en los medios y más allá de que Milei y su gente ya han pactado arreglos financieros con el estado de Israel y con los lobbies sionistas estadounidenses, eso no garantiza que esa ayuda sea suficiente y este destinada para beneficio de la población argentina.

Pero en lo que a la geopolítica refiere, el giro que tomará el país a partir de la asunción del presidente Milei el 10 de diciembre próximo, ya prevé un posicionamiento cuando menos, muy crítico y discutible.

Tal como lo prometió en su campaña, el presidente Milei y su gobierno se alineará con EEUU e Israel, lo que no es poco, máxime si tenemos en consideración las circunstancias geopolíticas actuales en las que ambos actores se hallan involucrados y las consecuencias humanitarias de las que son principales creadores y responsables. Para Washington esto es una excelente noticia que redundará en una ampliación del mapa geo-estratégico dentro del marco de guerra que mediante la OTAN está llevando adelante contra Rusia y pretende ampliar a China.

Para Londres también es música para sus oídos ya que, más allá de que Milei fue puesto en evidencia en sus simpatías por Margaret Thatcher, sin dudas abrirá aún más la puerta de distención y olvido sobre el asunto de la soberanía por las islas del atlántico sur.

Para Tel Aviv, también representa una muy buena noticia ya que, además de los intereses que tiene sobre los vastos territorios desolados de la Patagonia, con un gobierno abiertamente pro-israelí podrá desarrollar y tender con mayor facilidad sus redes sionistas para proyectarlas sobre todo sud y centro América. El ya confirmado puesto de Patricia Bullrich en el Ministerio de seguridad de la nación y para CABA a Waldo Wolf y Diego Kravetz está informando la línea directa que habrá entre Tel Aviv y los organismos de seguridad e inteligencia argentinos. Es por ello que no es casual el constante apoyo y argumentación que desde medios capitalinos, los simpatizantes sionistas le dan a la brutal campaña israelí sobre la Franja de Gaza.

Como todo en Argentina, el sincretismo suele tomar formas grotescas. Eso es lo que se ve con esa mezcla de simpatías políticas sionistas expresadas por el mandatario entrante que se mezclan con su religiosidad adoptada, quien recordemos está en pleno proceso de conversión al judaísmo conllevando con ello, una confusión identitaria que no agrada a muchos judíos ya que sionismo como ideología política (partidarios del estado de Israel) no significa ser judío étnico.

Pero las preferencias internas de una persona no deberían influir en decisiones gubernamentales.

Esta particularidad nos recuerda mucho a otro mandatario. Carlos Menem era de familia siria y credo musulmán, pero para llegar a la presidencia en momentos que constitucionalmente se requería la pertenencia al catolicismo, no tuvo el menor escrúpulo en convertirse y poner al país bajo la égida de Washington. Tal como lo plantea hoy Milei, Menem se subordinó de forma incondicional a las políticas de La Casa Blanca y el país termino pagando por ello.

Javier Milei pareciera redoblar esa posición obsecuente y tal como Menem, no solo se alineará automáticamente a Washington, sino que incluso -bajo su máscara de converso al judaísmo- estaría determinado a respaldar sin condiciones las cruentas políticas y acciones de Israel contra la población palestina. En este último punto, la intensión de trasladar la embajada argentina a Jerusalem es una señal política provocativa y contraria al status internacional que tiene dicha ciudad que demuestra un reduccionismo simplista y una ominosa parcialidad sobre la naturaleza del conflicto.

Al mismo tiempo y en concordancia con sus aliados de “Juntos por el Cambio”, el mandatario tiene intenciones de poner a la Argentina dentro de los planes estratégicos de la OTAN en momentos que las tensiones con Rusia y China van en ascenso. Precisamente, la comunicación que tuvo Volodymyr Zelensky con Milei para felicitarlo por su triunfo, plantea una señal altamente preocupante y a la vez, una innecesaria provocación para la Federación de Rusia ya que, esta postura revela un alineamiento con las agresivas políticas atlantistas que dicho sea de paso, sabe que el régimen de Zelensky tiene los días contados.

Una de las promesas del libertario y sus aliados de JXC es sacar a la Argentina del BRICS que recordemos, llevo adelante una cumbre extraordinaria por el genocidio que se lleva a cabo en la Franja de Gaza en la cual se oficializó la denuncia de Sudáfrica contra las FDI israelíes ante la Corte Penal Internacional.

Así una vez más, podemos ver esa pendularidad en la política argentina que no se produce por el cambio de sectores ideológicamente antagónicos y/o verdaderamente convencidos de las posturas que asumen. Somos testigos de la misma y cancina maniobra oportunista y simplona que todos los gobiernos -civiles y militares- que han venido pasando desde la mitad del siglo XX hasta el presente creyendo que recostándose sobre EEUU se hallaran las soluciones para sus problemas domésticos. La última experiencia en ese sentido la vimos con Menem en los noventas cuando tratando de agradar a La Casa Blanca para resolver los crónicos problemas económicos del país, ofreció su ayuda en la crisis entre Iraq y Kuwait que terminó en la guerra de 1991 sin obtener al final ninguna ganancia geopolítica o económica sustancial.

Milei y quienes lo secundan no innovan en ello y al parecer, estarían dispuestos a saltar al barro geopolítico con las mismas esperanzas. Como sucedió con todos sus antecesores, ponen por delante sus preferencias y convicciones personales por encima de cualquier planificación de largo aliento que tenga en cuenta la situación geopolítica real del estado argentino y de las circunstancias globales, considerando el contexto regional donde se ubica y de allí considerar las posibilidades de conectarse con el mundo. Tirar por la borda las relaciones con China, provocar a la Federación de Rusia con posicionamientos basados en sus simpatías personales y que no hacen a la histórica geopolítica del país y alinearse a un estado como el de Israel que (desde hace 75 años) viene violando además de las resoluciones de Naciones Unidas, los derechos humanos de la población árabe-palestina no puede considerarse como muy auspiciosa, salvo claro, para la elite local que tiene intereses estrechos con ellos.

Aún no ha asumido el cargo y el tiempo dirá cómo evolucionará su gobierno rabiosamente atlantista.

 

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