miércoles, 6 de marzo de 2019


EN LA MIRA




“PASAR AL PLAN B”

El fracaso por derrocar al legitimo gobierno venezolano ha obligado a Washington y sus arietes a pasar a una nueva peligrosa etapa ¿Primara la legalidad internacional?



Por Charles H. Slim
Alguien en el Pentágono en medio de una reunión para tratar el “asunto Venezuela” tras el fracaso del “23F”  murmuró, “debemos pasar al plan B” como un claro indicio que todo está muy bien pensado para desbancar a Nicolás Maduro y disolver definitivamente a la revolución bolivariana. Sus principales mentores de ello son el asesor de seguridad nacional John Bolton y el especialista en operaciones subversivas el sionista Elliott Abrams. Una vez más, la intromisión ilegítima de la política exterior norteamericana se pone en marcha para alterar las realidades de otras soberanías sin considerar los daños que ello conlleva.
Más allá de las repetidas excusas que plantean los partidarios de la política de Washington, entre ellos el gobierno argentino, no parecen advertir que su impulsión, además de no tener nada de democráticas, son llevadas adelante mediante procederes criminales y que –como los hemos visto en Iraq, Libia y Siria- son a expensas de mucho sufrimiento y muerte.

A la par de ello, da pábulo de risas (y de preocupación) los esfuerzos de algunos medios argentinos tratando de presentar a Juan Guaidó –un elemento reclutado por la CIA- como un “presidente” legítimo y hasta diríamos, rodeado de una mística heroica que ni ellos mismos se creen. En su discursiva seudo analítica cargada de propaganda con rumores nunca chequeados, se hallan ausentes los conceptos de la “no injerencia” y el “respeto a la ley internacional”, obviando claro las amenazas del senador estadounidense Marco Rubio y el intento de asesinato perpetrado contra Maduro unos meses antes, siguiendo las mismas tácticas manipuladoras de sus colegas anglosajones.  Hay en estos sectores del periodismo argento, un notorio sesgo neoconservador que se alinea muy bien con el neoconservadurismo estadounidense –aunque ellos se autodenominen como liberales-  que apoya e impulsa, junto al sionismo, la desestabilización y el fraccionamiento de estados soberanos. Todo esto claro, por cuestiones de negocios y nada más. Aquí en Venezuela el botín es el petróleo, el oro y el control geoestratégico de la cuenca del Orinoco.

Afortunadamente durante el transcurso de los últimos 25 años hasta esta parte las cosas han cambiado bastante y ya no se le puede vender a la opinión pública cualquier embuste editorial. Hoy día y en especial los jóvenes vienen con un sentido crítico y agudo que al revisar la historia contemporánea pueden advertir en situaciones como la vista en torno a Venezuela, ya fueron impulsadas con metodologías similares en otras latitudes por los mismos que actualmente fomentan la intervención.

La mecánica es la misma. No hay diferencia en su implementación salvo, por los matices de los países que son objeto de estas “intervenciones democráticas”. Y más allá de los verdaderos objetivos que estas agresiones esconden, es el proceder lo que identifica, la ilegalidad conspirativa de quienes planifican, participan y ejecutan este tipo de situaciones.  

Por estos momentos, oscuros planes se tejen para el país caribeño tras el fracaso de político-mediático del arribista Juan Guaidó, quien se halla de gira en busca de apoyo para dar solidez a lo que ya no puede ocultarse y ello es, una invasión a Venezuela.  Informes de testigos en las zonas fronterizas, especialmente con Colombia dan la pauta de todo esto. Fuerzas especiales estadounidenses  se hallan en plenas operaciones en los bordes del lado colombiano y seguramente también brasilero, sin descartar para nada la participación de fuerzas especiales británicas –y muy probablemente de otros aliados- llegadas secretamente a Guayana.
Bolton & Abrams

Ahora bien. Estos son los directores y coordinadores de las posibles acciones a desplegar sobre Venezuela pero se hace imperioso utilizar un frente armado de origen latino para darle un pretendido aire de legitimidad a la incursión militar que se plantea. En resumidas cuentas, tal como lo hicieron en el norte de África se requiere de “carne de cañón” local  para allanar el camino a los estadounidenses hasta Caracas. En ese plan ya vienen trabajando desde hace años los militares y la inteligencia estadounidense.

Como EEUU no puede arriesgarse a una guerra como la de Iraq, buscara artimañas para crear una situación conflictiva entre Colombia y Venezuela o incluso también con Brasil a los fines de argumentar ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el justificativo de la agresión a los fines de buscar una resolución que les permita encabezar una “Coalición” –como lo confeso el mismo John Bolton- enmarcada en el capítulo VII de la Carta orgánica. En este sentido, algunos en la Casa Rosada estrechamente relacionados con Washington ya especulan que Mauricio Macri participaría con gusto en este plan aportando personal militar del ejército argentino.
Además como lo señalan algunos analistas, una invasión clásica es improbable, por lo cual es seguro de que no se usaran tanques pesados como los “Abrahms” ni vehículos anfibios que desembarquen tropas y vehículos en las playas caribeñas. El riesgo es muy alto para este tipo de despliegue. 
Los movimientos navales que realiza EEUU en el litoral marítimo venezolano y sus ejercicios con aviones embarcados en el portaaviones “USS Abraham Lincoln”  son claramente una maniobra de distracción para mantener la atención fuera de la vista de las verdaderas puertas de ingreso que son nada menos que por la selva. Es en este sentido que los tres peligros para integridad de Venezuela están precisamente en Colombia, Brasil y Guyana.

Sin dudas que el río Orinoco es una ruta (aunque muy intrincada) de acceso estratégico para adentrarse sigilosamente al centro del país y está claro que las fuerzas especiales estadounidenses y de sus colegas encubiertos pueden llegar a usarla para infiltrarse y anular algunos puntos militares estratégicos como ser centrales de energía eléctrica, comunicaciones y en especial, sistemas de defensa antiaérea de origen ruso y chino camuflados entre la selva. Esto a su vez representaría una “bolsa de novedades” o más bien una “caja de sorpresas” que traería a mal traer a los intrusos y es que, las características de la selva amazónica con el aditamento de la presencia de posibles unidades especiales rusas, propicia un escenario muy difícil de sortear.

Es por ello que se requiere de la colaboración de conocedores y lugareños del territorio venezolano para que orienten a las fuerzas especiales y a sus unidades irregulares compuestas por mercenarios y desertores venezolanos –seguramente financiadas con el dinero robado a las cuentas bancarias de Venezuela-, que sin lugar a dudas se vienen adiestrando –mucho antes de que Guaidó saliera a la luz- en campamentos clandestinos en las selvas de Colombia y seguramente en alguno oculto en la espesura selvática del Brasil. Lo llamativo de todo esto había sido la pasividad de la OEA o más bien su notorio silencio ante todas estas maniobras que claramente –como los falsos positivos del 23 de febrero- constituyen preparativos para acciones agresivas (que violan los preceptos de la Carta orgánica de la ONU) que ya han venido llevándose a cabo de forma encubierta por potencias extranjeras bien identificadas y que denunciadas continuamente por Caracas, cayeron en saco roto.

Sin lugar a dudas que el apoyo político y diplomático de Rusia da un marco superlativamente diferente al que debió afrontar Iraq en 2003 y Libia en 2010, estando Moscú actualmente en mejor posición al momento de la agresión contra Siria. En este sentido el Kremlin ha sentado claramente su posición y ha dejado en claro que no tolerara los juegos de cambio de régimen, demostrando en el concierto internacional y ante el foro de Naciones Unidas que no será fácil para EEUU, maniobrar con argucias para obtener resoluciones a gusto de sus pretensiones.

lunes, 4 de marzo de 2019



VETERANOS DE AYER



“SIN MANDATO”

Tres pautas técnico históricas del por qué no hubo un mandato de paz tras la crisis del Golfo Pérsico 1990-1991



Por Charles H. Slim
Hace unas semanas que había recibido la contestación de un mail enviado por finales del año pasado a un abogado que desde hace un tiempo se halla en la investigación de las circunstancias que llevaron a la intervención de la Argentina en la crisis y guerra del Golfo Pérsico desarrolladas entre 1990 y 1991. Según me ha escrito, hoy se halla embarcado en un proceso judicial que ha iniciado a instancias por dilucidar la situación de uno de los por entonces tripulantes del destructor “ARA Alte. Brown”.  Puntualmente su trabajo se centra en determinar cuáles fueron las implicancias de la participación armada de la misión naval argentina destinada el 25 de septiembre de 1990 –apenas comenzada la crisis un mes antes- a la zona de operaciones situada en el Golfo Pérsico.

Según me comenta en un extenso texto plagado de citas legales y documentales de carácter histórico, los argumentos gubernamentales para renegar de la situación de aquella misión son claramente lábiles y es una cuestión de la voluntad de los mismos participes para que ellos (esos argumentos) caigan en favor de sus derechos al debido reconocimiento que han venido según su punto de vista, siendo injustamente negados durante ya casi treinta años.

Según se explaya éste, los antecedentes facticos que describen la ubicación, rutas y tareas de las dotaciones navales en aquellos momentos son contestes a un estado de “pre guerra” –termino muy usado actualmente en el derecho Internacional Público-, incluso en momentos previos a desatarse el conflicto. Estaba claro que la situación se iba deteriorando en forma consecutiva y terminaría en una conflagración armada. Ante esto, el gobierno del entonces presidente Carlos Menem advertidos de esta situación y del vacío legislativo para que dos de sus buques de guerra partieran y permanecieran operando en aguas internacionales en vísperas de un posible estallido armado, creo una serie de discusiones entre sus asesores que a la vista de los hechos y la historia, malinterpretaron el alcance de las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, haciéndoles creer que con ellas bastarían para justificar su presencia.

La primera pauta que nos marca para entender por qué esta participación no fue una “misión de paz”, está dada por el simple motivo de que el Consejo de Seguridad nunca expidió ningún mandato como instrumento jurídico que obligara en el marco de la organización, a que Argentina aportara ayuda para separar a los contendores (que dicho sea de paso, no se habían trabado en lucha hasta el 17 de enero de 1991).  Como acto jurídico, el mandato no surge en forma explícita de la Carta orgánica y más bien subyace del entendimiento que haga el Consejo de Seguridad de cada situación particular que se presente.  En este sentido, las interpretaciones que hacen sus miembros tienen un apoyo en el entendimiento armónico del Capítulo VI (arreglo de controversias), VII (intervención posterior al conflicto)  y VIII (participación de entidades no estatales) del cuerpo orgánico sin dejar de señalar que, sus determinaciones adolecen de un fuerte contenido subjetivo en la articulación de sus decisiones finales.  Teniendo a la vista esta estructura legislativa que sirve para fundamentar  un mandato, queda muy en claro que el gobierno argentino de entonces no recibió de Naciones Unidas la orden de intervenir.  Lo que sí hizo el gobierno de su país fue, ante pedido expreso y por cancillería, de prestar –ante la formal solicitud- su colaboración para ayudar al Reino de Kuwait, en el marco de las resoluciones que se recuerdan, no son vinculantes (no obligatorias).
Lancha argentina de la misión ONUCA

Una de esas resoluciones es la 678 sancionada el 29 de noviembre de 1990 por la cual se “autorizó a los Estados miembros a que utilizaran todos los medios necesarios” para conseguir la “liberación de Kuwait”. Como se lee, una redacción bastante abierta que dejó al antojo de los interpretes  de los gobiernos que protagonizaron la decisión política de intervenir en la crisis, entender lo que más les conviniera y así por ejemplo extendieron su interpretación para más tarde fundar la resolución 1441 para justificar la irreverente invasión del 2003.  Como puede verse, no hubo en esta resolución ni en ninguna de las sancionadas en el período previo a desatarse el conflicto (el 16 de enero de 1991), mandatos o el establecimiento expreso de una misión de paz dado que (por una cuestión lógica), para ello debería primero haberse desatado una guerra y luego allí, remitir un contingente bajo bandera de Naciones Unidas para separar a las partes. En el caso de la crisis que surgió de la entrada de Iraq a territorio kuwaití, no hubo posibilidad de llegar a establecer dicho mecanismo ya que en apenas unas horas, las fuerzas iraquíes tomaron el emirato y simplemente los kuwaitíes habían desaparecido por lo cual, no había a quien separar.

De allí vamos a la segunda pauta. En este sentido el profesional nos recuerda que, desde el momento que la misión naval argentina llego a la zona, paso a ser parte de la primera fase de las operaciones de custodia y defensa del litoral marítimo de Arabia Saudita y de los Emiratos Árabes Unidos denominada “Escudo del Desierto”, enmarcadas en el temor de que Iraq lanzara una ofensiva para extenderse hacia el sur. La misma se desarrolló dentro de un área que se denominó “Teatro de Operaciones” comandada por las Fuerzas Armadas de los EEUU en todo lo que respectaba a las operaciones aéreas y marítimas  y las de Arabia Saudita y otros países árabes e islámicos en lo referente a las operaciones de tierra (esto obviamente hasta el comienzo de la segunda fase). En ningún momento hubo oficiales o representantes u observadores de Naciones Unidas en ese lugar simplemente, porque dicha organización no participaba en las operaciones.

Ahora bien, es aquí donde nos señala tres pautas para determinar cabalmente por qué no existió un mandato. Primero que todo, la zarpada de la misión naval compuesta por un destructor (ARA Ate. Brown) y una corbeta (ARA Spiro) lo hicieron con su equipamiento de guerra completo e incluso, fueron reabastecidos de pertrechos en el camino. En este sentido nos recuerda, que de haber existido un mandato de la ONU –como recurrentemente alegaban desde su gobierno- esos busques no habrían podido salir y participar con esas características operativas sin cumplir con los requisitos básicos que una misión de paz requiere.
Lancha argentina de la misión ONUCA

En la etapa de la crisis del Golfo que temporalmente abarco desde el 2 de agosto de 1990  hasta el 16 de enero de 1991, hubo un estado  “pre-bélico” y el objetivo trazado para las naciones que se unirían a la convocatoria de formar una “Coalición multinacional”, estaba en formar parte de una planificación militar destinada primeramente a  doblegar al adversario que estaba representado en la república árabe de Iraq. En este sentido, durante toda esa etapa y bajo la denominación clave “Operación Escudo del Desierto” se comenzaron a implementar las primeras medidas hostiles que fueron increyendo a medida que iba pasando el tiempo. Una de ellas fue el bloqueo de los puertos y rutas comerciales iraquíes, actividad que la misión argentina cumplió con destacado mérito junto a la armada de otros treinta un países.

En este sentido, indica que según la estrategia trazada por el entonces Comando Central de Operaciones USCENTCOM y sus respectivos comandos NAVCENT y CENTAF encabezado por los EEUU, era –entre una larga lista de objetivos- estrangular la capacidad de abastecimiento y sostén económico comercial de Iraq, objetivo que como se pudo comprobar se cumplió exitosamente.

Como nos señala, en todo este despliegue y de los antecedentes fácticos que se recopilan de aquellas operaciones militares, no se halla un solo rastro de la participación de Naciones Unidas, requisito mínimo para pretender la existencia de un presumido mandato.

Para dejar en claro ello pasa a darnos la tercera pauta, exponiendo un evento que sucedió casi al mismo tiempo de esta crisis y en el cual la Argentina participaba bajo los auspicios de Naciones Unidas en cumplimiento sí, de un mandato de paz que se dio en el Golfo de Fonseca situado en centro América (ONUCA). En este caso, dos lanchas patrulleras argentinas clase “Dabur” (de origen israelí), con una reducida tripulación fueron remitidas entre 1990 a 1992 a la zona de conflicto en misión de mantenimiento de paz con el fin de separar a los contendientes y evitar nuevos choques armados.  
Para llevar adelante esta misión y como requisitos de dicha determinación las lanchas fueron desprovistas de su armamento, pintadas de blanco con la leyenda “Naciones Unidas” en sus cascos  y solo tenían como misión el patrullaje y control visual ante posibles incursiones de las facciones guerrilleras que operaban en la zona.

Otro dato importante que señala es que ambas lanchas enarbolaban en sus operaciones la bandera de Naciones Unidas y sus dotaciones cambiaron sus gorras con insignia de la prefectura naval argentina por las conocidas boinas azules, color representativo de la organización internacional.

Por el contrario en la caso de la “crisis” y posterior “guerra” en el Golfo Pérsico, nada de ello ocurrió. No hubo desarme de los buques, ni retiro de las insignias de guerra, ni cambios en la indumentaria de los tripulantes de ambos navíos, ni la presencia de algún observador de la organización internacional a bordo de alguno de los buques y mucho menos, el arriado de la bandera de guerra nacional por la de Naciones Unidas. Por el contrario, los tripulantes de las naves apenas salieron rumbo al Medio Oriente y durante toda la travesía, se ocuparon en tareas de adiestramiento para el combate, pruebas de tiro y de preparación de los diversos armamentos a bordo.

Estas notables diferencias que resaltan a las claras aún para el lego en el conocimiento de la extensa legislación internacional,  marcan  notables pautas jurídicas que vienen a informar y a identificar con una clara precisión, cuáles fueron las reales incumbencias y proporción de la intervención de la misión naval argentina en aquellas particulares circunstancias que no hay que perder de vista, culminaron con una catastrófica guerra y de la cual ésta misión naval, participó activamente.

domingo, 3 de marzo de 2019


EN DEBATE



“SIN ESTRATEGIA A LA VISTA”

Tras el discurso de apertura de las sesiones legislativas del presidente Mauricio Macri ante la cámara de representantes quedo un claro sabor a nada que también parece reflejarse sobre una  tambaleante agenda exterior



Pepe Beru
Hace tiempo se viene advirtiendo la falta de una visión estratégica de los gobiernos argentinos, especialmente en los últimos 25 años hasta esta parte. Macri no parece ser la excepción aunque si hay señalar que al menos, es coherente con su ideología y se alinea sin tapujos con los países que tienen una clara agenda geopolítica unilateral para el mundo.

Cuando el viernes 1° de marzo inauguró las sesiones ordinarias del Congreso, los argentinos solo esperaban alguna buena nueva para su angustiosa y cada vez más precaria situación económica, pero nada más. 
Como siempre, hay una premura por los asuntos inmediatos y contingentes como son el bolsillo propio y las ventajas que pueden obtener de prebendas electoralistas que pueda darles el candidato de oportunidad. Este mismo pueblo parece haber perdido el discernimiento, cualquier ánimo de lucha y solo espera las dádivas de quien en las próximas elecciones se encarame –como sea- en la cumbre del poder. Todo ello y al mismo tiempo que su gobierno, obsecuente colaborador de la agenda exterior de Washington,  que creyendo que obtendrá beneficios para su país, mete las manos en situaciones calientes que traerán consecuencias a mediano plazo. Al parecer los políticos argentos no han aprendido lo que sucedió en la era de Menem.

En ese sentido, las alegorías anti iraníes que reflejan un claro sentir islamofobo,  que buscan sembrar en el colectivo nacional la idea de que la República Islámica de Irán fue el autor de aquellos atentados en Buenos Aires, que sin pruebas ciertas que las avalen –siguiendo la misma argucia contra Iraq-, representan una obsecuencia maliciosa hacia la dirigencia política de la comunidad judía local (y por ende a la embajada de Israel) y a la vez una afrenta que solo tiene sustento en los argumentos fabricados por las agencias de inteligencia estadounidenses e israelíes.

Sin lugar a dudas de que este discurso, ciertamente encendido (por una claro estado de impotencia) en medio de un recinto hostil, no dejo de ser el vehículo para sostener su compromiso con los intereses de Washington y Tel Aviv tendientes a seguir con los intentos de inculpar a Irán por los atentados de 1992 y 1994, algo que, como lo hemos dicho antes, una parte de la misma comunidad judía local no se cree.

Sin dudas que cuando se conocieron los fallos por el juicio de encubrimiento del atentado de la AMIA donde se sobreseyeron a personajes como el presidente Carlos Saúl Menem y al ex dirigente de la DAIA Rubén Beraja, a muchos argentinos –incluidos a familiares de víctimas del atentado- les devino una gran decepción y renovado descreimiento por la labor de una justicia que con los últimos acontecimientos había venido revelando el estado de podredumbre en que se encuentra.

Cuando hace poco alguien dijo “algo huele horrible en Comodoro Py” (sede de la justicia federal), no solo lo decía por el nauseabundo hedor del rebalse de las cámaras sépticas del subsuelo del edificio sino también, por la insostenible y vomitiva realidad de arreglos y contubernios políticos que allí se tejen.

Y motivos no les falta a los argentinos para tener esa percepción. Con la archimanoseada causa de los atentados tratando se incrustar un conveniente culpable a gusto de los intereses geopolíticos de administraciones foráneas, hasta las arbitrarias detenciones de dos chicos musulmanes por el solo motivo de tener raíces árabes ( El caso de los hermanos Salomon), demuestra el grado de tendenciosidad y prejuicio que infecta las instituciones. 

Continuando con esto vemos como desde la opereta de Nisman (supuestamente asesinado) pasando por el hundimiento del submarino “ARA San Juan” (cubierto de un sospechoso secretismo),  los escándalos sobre aprietes y coimas que involucran a un agente del Departamento de Estado norteamericano llamado Marcelo D´Alesio (que arrastra consigo a una larga lista de periodistas del medio) y al fiscal Stornelli que investiga la causa “Cuadernos” que gracias a este desliz puede llegar a desmoronar todo lo actuado, al ver el sobreseimiento de aquellos personeros oscuros de los noventas, nadie puede creer que haya algo serio en todo esto.
Pese a lo escandaloso que aquellos casos y personas revela al conocimiento público, los habitantes argentinos siguen con su apatía y pendientes de quien puede llegar a mejorarles la cuota del día.

Para peor, ello ha servido a los propósitos electoralistas de la ex presidente CFK quien subiéndose convenientemente a este oportuno tren, y a un pedestal autogenerado, aprovecho estas inconsecuencias políticas para nutrir su gastado discurso populista. Igualmente esto es solo una máscara y nada más. No olvidemos que esta misma presidenta mantuvo un estado de letargo y ambigüedades el tema de los ataques terroristas caracterizadas por no hacer nada para esclarecer los hechos y ni hablar sobre cortar con las injerencias de las embajadas de EEUU e Israel dentro de éstas causas. 
Quedaba claro que solo era una impostación “seudo revolucionaria”, una actuación para la “gilada” –como se dice por estos lugares-  y nada más. Haberse puesto en la tarea real y comprometida de hacer valer la soberanía nacional en todos los aspectos de la vida política, hubiera implicado riesgos demasiado altos para su egoísta agenda política de saqueo personal.

La corrupción que destaco su gestión es proporcional a su mediocridad en política exterior solo basada en discursos ampulosos pero sin hechos concretos tendientes a crear una realidad política alternativa como la bolivariana en Venezuela o sí se quiere más pretensiosa, como la rusa.  Si verdaderamente hubiera pensado en posicionar a la Argentina en otro carril dentro del concierto internacional, estructurándola como una potencia emergente o al menos con intensión de proponérselo ¿Por qué no ahondo relaciones con Rusia y China? ¿Quiénes marcan los límites reales de la Casa Rosada?

En la vereda de enfrente vemos a Mauricio Macri y sus seguidores. Tras su ponencia ante el Congreso, Macri sin haber escarmentado tras el fracaso intento de golpe de estado del 23 de febrero recibió al político golpista Juan Guaidó en su residencia de Olivos lo que dejo en claro cuales el alineamiento de la Casa Rosada con el tema de Venezuela. Cuando se observa la composición política del gobierno de Cambiemos pero en particular del PRO, cualquiera cae en cuentas de que hay una clara línea ideológica que, pasando por la embajada en Buenos Aires, conduce directamente a Tel Aviv que explica con señera claridad del “por qué” muchas situaciones son muy bien calladas a la opinión pública local que, aunque costumbristamente abúlica y conformista, no debe tener jamás un profundo conocimiento.

Un caso de aquello es la incursión de grupos de israelíes que exploran la Patagonia y que ya ha dejado de ser el mito que los medios y sus periodistas a sueldo habían desdeñado con tajante incredulidad. Crease que de haber merodeando “mochileros iraníes” o con apariencia y rasgos árabes (semíticos), todos estos sectores crearían un revuelo mediático ensordecedor, alertando a la opinión pública de un peligro inminente y pondrían todos sus esfuerzos por determinar cuáles son sus propósitos. En fin, para quienes creían que verían algún cambio en la ruta estratégica de este gobierno, relájense, nada ha cambiado y todo seguirá igual.