jueves, 2 de marzo de 2017

EN DEBATE




“PUTIN, EL HOMBRE DE LA DÉCADA”

Tras una larga carrera en la política rusa, Vladimir Putin ha cosechado tragos amargos pero también brillantes éxitos que lo proyectan más allá de la Federación rusa y sin dudas que la gestión de estos últimos cuatro años ha dejado bien en claro que ha estado por sobre sus adversarios.




Por Charles H. Slim
Cuando Vladimir Putin se hizo cargo en 1999 de los restos de lo que fue una Rusia potente y orgullosa, nadie daba un centavo por ese joven flacucho y sin expresión en el rostro.  Era solo una sombra detrás del etílico Boris Yeltsin, una decepción política surgida de aquellas jornadas del derrumbe de la URSS y un notable incompetente para hacerse cargo de los severos problemas políticos, económicos y sociales que surgieron tras aquel evento histórico.

Desde 1991 hasta la asunción de Putin el 31 de diciembre de 1999, la Federación Rusa se fue hundiendo poco a poco en una ciénaga de corrupción de la que nadie y menos aún, un solo hombre podría haber logrado rescatar.

Mientras tanto el mundo era testigo de la primera guerra trasmitida en directo –y prolijamente censurada- como si de un show se tratara y en la que EEUU inauguró su brutal carrera por insertarse en el Medio Oriente, Moscú era un caos y las ex repúblicas soviéticas se revolvían en luchas internas que bregaban por la separación definitiva del control ruso.

Fueron años oscuros en los que las “inversiones especulativas financieras de occidente” se hicieron su agosto, en los que las mafias de todo tipo proliferaron a costa de una galopante corrupción gubernamental y el mercado de la droga penetró con fuerza en el mismo corazón de Rusia propiciado, por una tóxica combinación de corrupción policial, mafias del Cáucaso que con conexiones con agentes de inteligencia occidentales, intentaron crear sus propios negocios de narcotráfico y armas en medio de la confusión.
Putin y Yeltsin en 1994

Fueron días muy tristes y peligrosos para Rusia. Los profesionales no tenían trabajo y las maestras llegaron incluso a prostituirse para poder comer. En los cuadros militares cundió también la avaricia y la corrupción y como una peste, la insubordinación y la indisciplina se materializaron en todo tipo de formas que fueron desde los pequeños robos de equipos, prostitución masculina de conscriptos hasta la venta de armamento pesado en el mercado negro que incluía la posibilidad de acceder a los depósitos de uranio en los arsenales de misiles balísticos e incluso de material de sus centrales nucleares de “Kursk” o “Kola”.

La flota del Mar negro en el puerto de Sebastopol se hallaba irremediablemente inmovilizada por carencia de repuestos y financiamiento. Peor suerte era para los submarinos nucleares anclados en “Balaklava”, donde por su abandono comenzaron a contaminar las aguas con sus reactores nucleares. Los MIG-29 eran alquilados para vuelos con turistas occidentales que pagaran unos cuantos dólares por saber que se sentía tripular una nave de combate. Los orgullosos uniformes del ejército soviético eran vendidos por sus propios dueños como “souvenir” a los turistas en pleno Moscú.

Y en medio de este desastre, el fuego de la guerra en Chechenia no se apagaba y el precio que Rusia había pagado en sus intentos por recuperar el control de ese bastión musulmán del Cáucaso, habían sido devastadores. A las grandes bajas y considerables pérdidas materiales había que agregar la caída de la moral en la población que clamaba por el fin de aquella sangría en la cual y en forma encubierta venían trabajando las agencias extranjeras como el MI-6 británico proporcionándoles a los chechenos, armas, equipos e inteligencia para hacer frente a un ejército ruso muy superior.
La primera guerra de Chechenia

Igualmente la estrategia de Putin prevaleció y logró desbandar a los combatientes chechenos expulsándolos de Grozny y a partir de entonces, pasaron a realizar acciones insurgentes y ataques terroristas como fue el ataque al Teatro Duvrobka en Moscú en el 2002.  Aquí también su apoyo a la estrategia para rescatar a los rehenes prevaleció y pese a las durísimas críticas que recibió por el método y los costos del asalto, prevaleció en el gobierno. Al mismo tiempo logró estabilizar la economía y a controlar el mundo del hampa que durante la era Yeltsin se había adueñado de la vida rusa.

Fue selectivo y muy preciso al instruir a sus cuerpos de seguridad en cómo combatir a los “zares de la droga”, los lavadores de dinero  y a los mercaderes del tráfico de mujeres y niños para la prostitución, mercado muy requerido por importantes capitales occidentales.  Desterró con éxito la corrupción estructural y fue enérgico con aquellos que trataron de seguir con sus negocios sucios a costa del estado. Curiosamente cuando comenzó a cortar las rutas de movimiento del tráfico de opio, heroína y cocaína con rumbo a su país y los nexos financieros que se movían detrás, los problemas parecieron recrudecer con mayor fuerza para su gobierno y los intentos por difamarlo por los medio occidentales que hablaban de “brutalidad”  se volvieron cotidianos.

Debió hacer frente a una de las tragedias navales más dolorosas que Rusia recordaba desde la II guerra como fue el extraño hundimiento del submarino  “Kursk” el 12 de agosto del 2000 que además de evidenciar la crisis material por la que atravesaba la flota rusa, soporto con paciencia las increpaciones de los familiares de los marinos que lo acusaron de negligencia y de no haber hecho todo lo posible para rescatarlos.

Luego en septiembre del 2004 vino aquel extraño ataque contra el colegio de Beslán que involucró varias manos oscuras y que nada tenían que ver con los musulmanes chechenos, como lo intentaron aparentar (RED VOLTAIRE.org. http://www.voltairenet.org/article122095.html ) Pero aunque Putin sabía que eso era tal cual, no estaba en posición de jugar en las grandes ligas de la política internacional, no al menos, hasta tanto reconstruyera el aparato de inteligencia y militar capaz de disuadir a este tipo de actividades sucias.

Putin demostró que podía romper las barreras culturales al estrechar lazos con Latinoamérica y en especial con la Venezuela “Bolivariana” llegando a trabar una amistad entrañable con otro líder indiscutido –y muy odiado por Washington y el sionismo- como lo fue Hugo César Chávez quien tuvo la visión de estrechar lazos estratégicos a base de un multipolarismo.
Tropas rusas en Osetia del sur 2008

Hace exactamente diez años atrás en un discurso en Munich, Vladimir Putin fue profético al advertir de los  peligros y las consecuencias de un mundo unipolar como el que Washington y la OTAN trataban de imponer. Igualmente a esas alturas con un EEUU que estaba destrozando Afganistán y a Iraq, Rusia debía aún mantenerse al costado sin poder intervenir con el peso suficiente como para poder contrabalancear estas situaciones ante el foro de Naciones Unidas.

En 2008 Washington y su aliado Tel Aviv se pusieron en campaña para darle apoyo militar al gobierno de Georgia que intentó tomar por asalto a Osetia del Sur lo que termino en una desagradable sorpresa para el gobierno de Saakashvili. Las fuerzas rusas le cortaron el paso y los georgianos debieron retirarse a regañadientes ante el abandono político de EEUU lo que terminó con su caída. Fue sin dudas el primer encuentro directo con los intereses occidentales tratando de remodelar a su gusto el mapa de la región.

Actualmente y pese a los intentos solapados de crear controversia, Moscú ha dejado en claro que el triángulo compuesto por Abjasia, Rusia y Osetia del sur  sigue vigente y más vivo que nunca.


En 2010 con la farsa montada en el Norte de África y que los medios occidentales llamaron Primavera árabe el presidente Medvedev y el primer ministro Vladimir Putin mantuvieron una aparente apatía por los sucesos que se estaban registrando que en algún momento, llegaron a afectar intereses de Rusia en la región. Solo quedo ver como la OTAN despedazó a Libia y cuando eso se quiso recrear contra Siria, ya con Putin en la presidencia, las cosas cambiaron y a partir de ese momento comenzó a mostrar que durante todo ese tiempo en el que se había mantenido al margen de las cuestiones de la geopolítica internacional, había estado preparando a Rusia y sus frutos se vieron claramente en los éxitos geopolíticos de Crimea y Siria.

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