lunes, 17 de diciembre de 2018


EN LA MIRA




MARASMO GEOPOLÍTICO”

La actual situación de convulsión mundial refleja el fracaso de doctrinas y movimientos políticos que infiltrados por corporaciones privadas  tienen alcance global ¿Alguno de ellos son la solución o son la misma cosa?



Por Dany Smith
Actualmente el mundo se halla inmerso en un supuesto conflicto entre el “Globalismo” y los “populismos” que tiene como su máxima expresión en discordias como las hay entre la Unión Europea y la administración de Donald Trump para citar un ejemplo. Igualmente nosotros creemos que en realidad existe una pulseada entre el unilateralismo y el multilateralismo  que fastidia la agenda norteamericana.

Pero recapitulando, en aquella primera concepción nacida del proceso de globalización  iniciado en los setentas y que tuvo su gran empuje a comienzos de la década de los noventas (especialmente económico) y que se vio influenciado por el desarrollo por parte de EEUU en el impulso de políticas agresivas de cara a imponer su hegemonía político, económico y militar a nivel global, fue evolucionando con el paso de los años hasta convertirse en algo que supera todas las definiciones que se quieran darle.

Por otra parte, el llamado “populismo” pese a que no es una novedad política (ya que no es en sí una ideología), ha sido en la última década un muerto resucitado, que volvió a ser reflotado por los desgastados partidos políticos en regiones como Sud América como la fórmula base para conquistar el poder gubernamental. Como término, poco informa por su carácter ambiguo. Más bien se trata de una filosofía que puede estar posicionada tanto a la derecha como a la izquierda de las corrientes políticas.  Precisamente como filosofía, ello no significa que quienes la pregonan cumplan con ella. Solo es un mascarón para disfrazar viejas fórmulas y autócratas de partidos caducos. Así podemos ver como ejemplos de los “populismos de izquierda” como se supone sería el caso de la actual Venezuela liderada por Nicolás Maduro y “populismos de derecha” como lo representaría la administración de Donald Trump en EEUU de Teresa May en Gran Bretaña.

Aunque esto pretenda presentarse como una novedad en la que se enfrentan los buenos y los malos, quienes realmente quieren al pueblo y quienes solo lo engañan, ello no es realmente así. Ante todo, detengamos la vista un instante y recapitulemos sobre cuáles son los intereses políticos y financieros que hay detrás de estos supuestos y espontáneos movimientos “globales”. Para ello debemos revisar los hechos más transcendentes que se han venido desarrollando en los últimos veinticinco años que sustentaron el desarrollo de uno y otro de estos movimientos.

En lo que hace al “Globalismo” o mejor dicho globalización, veremos que para finales de la década de los ochentas y comienzos de los noventas, se daba pie a la entrada por asalto en la escena política  a los intereses financieros y económicos privados, participando en áreas que anteriormente estaban en mano exclusiva de lo público y bajo el celo de los estados. La libertad de mercado y la desregulación de las economías que proponía el neoliberalismo de Wall Street, necesitaba de estados no intervencionistas y débiles; en resumen lo que se busca es crear, estados clientes y para lograrlo se fueron ensayando diversos recursos que incluyeron las negociaciones abusivas, las alianzas económicas desventajosas, los préstamos usurarios y claro, la guerra. Wall Street pasó a ser la sede central de las influencias para  la toma de decisiones políticas en el Congreso y la Casa Blanca.

Insignes precursores de esta corriente fueron sin dudas Ronald Reagan en EEUU y Margaret Thatcher en Gran Bretaña quienes curiosamente –a la postre de su impopularidad interna- echaron mano a la guerra para revitalizar sus economías y mejorar transitoriamente su imagen interior. Fue en este contexto que actores privados comenzaron a participar en el ámbito público prestando servicios y tercerizando tareas. Las relaciones entre corporaciones privadas y el estado tuvieron en los EEUU su mejor desarrollo y fue desde allí que trataron de exportar dicho esquema a todos los países del globo (Caso Argentina con las privatizaciones). El contexto para ello no podía ser mejor. Con la caída de la URSS y sin contendiente que pusiera límites a las ambiciones geoestratégicas de Washington y de la OTAN, los intereses privados que comenzaban a desplegar sus más variados servicios subcontratados por el gobierno, comenzaron, a través de los llamados Lobbies,  a ganar influencia dentro de las decisiones estaduales más delicadas (Política exterior por ej.).

Pero esto no hubiera pasado sin el consentimiento del poder político –entiéndase elite- en Washington que ya se hallaba embarcado en lograr la hegemonía absoluta sobre el globo (tras la declaración del Nuevo Orden Mundial). La guerra contra Iraq de 1991 fue el puntapié inicial para ello aunque también –junto a otros actores regionales- se perseguían otros objetivos propios. El acceso a la región, tuvo como claro objeto dar el zarpazo trece años después (2003) apoderándose del petróleo iraquí algo que beneficio al mercado de Wall Street y a las corporaciones privadas que –entre muchas de sus inversiones-  hacían negocios con la guerra y sus consecuencias.

Sin dudas que destruir a otros países –además de un fabuloso negocio-, es parte de esa estrategia por establecer el unilateralismo político y económico que jamás trajo beneficios al país intervenido. Los ejemplos huelga mencionarlos. Y es que en realidad, este tipo de políticas no buscan beneficiar a nadie sino solo a las corporaciones, empresas y al establishment neoconservador enquistado en Washington.  Mientras para mediados del 2000 EEUU se atragantaba con estos planes, la Federación  rusa y China crecían silenciosamente sin que las advertencias de algunos analistas dentro de Washington fueran oídas por nadie.

En ese sentido no hay que olvidar que Hugo César Chávez fue un visionario en su constante predica por trabajar mancomunadamente con otros países para estructurar un mundo multipolar,  que hiciera frente a la  voracidad del unilateralismo norteamericano que sostenía –y aún lo sigue haciendo- su progreso a costa de crear conflictos e intervenciones militares. Y su influencia fue innegable ya este multilateralismo como concepto sería tomado como herramienta de la política exterior de Rusia.

Llegada la crisis financiera del 2008 y el ascenso de Obama a la Casa Blanca (una gran decepción para el electorado), dio paso a una era de mayor inestabilidad global pero a su vez, de mayor concientización de cuáles eran las consecuencias y los costos de las políticas exteriores norteamericanas. 
Los muertos por los bombardeos con Drones en Afganistán, Pakistán, Yemen y Dios sabe dónde más, ya no podían esconderse bajo la alfombra pero, los dólares para seguir financiando esto seguían manando, Aleluya!! 

Quedo claro que EEUU no conduce a nadie y menos aún puede arrogarse el papel de “policía moral” para determinar quién si y quién no es el malo en el concierto internacional. Su reputación le precede y son incontables las cuestiones por Derecho Humanos de las cuales debería de responder (incluyendo hoy el caso Jamal Khashoggi). Es más, sus negativas a responder a requerimientos de la Corte Penal Internacional y de administraciones de justicia de naciones independientes por crímenes de guerra y otros cargos criminales imputados a sus militares y agentes de inteligencia, además que ha sido reeditado por la actual administración Trump con amenazas incluidas, revela que no es el faro de la libertad ni la justicia y menos aún de esa palabra tan enlodada llamada “democracia”.

sábado, 15 de diciembre de 2018


a

VETERANOS DE AYER 


“KHAFJI”

La batalla terrestre que pudo cambiar el resultado de la guerra del Golfo en 1991


Por Charles H. Slim
Corría la primera semana del mes de enero de 1991 y el mundo se hallaba en vilo por la crisis que se había desatado  en el Golfo Pérsico y que estaba convocando a la fuerza militar más grande de la historia después de la II Guerra mundial. Los estadounidenses junto a los británicos y franceses acumulaban en el territorio de Arabia Saudita, tropas y maquinaria bélica en un número sin precedentes. Saddam Hussein tenía con que afrontar esa amenaza aunque estaba claro que sus fuerzas eran superadas cinco a uno pero, el factor político estaba del lado de Iraq que pese a la traición de los gobiernos árabes de la región (salvo Yemen y la OLP) encontró el apoyo leal e inquebrantable de los pueblos de cada uno de aquellos.

Igualmente en occidente se hizo prevalecer la propaganda de la Casa Blanca insistentemente difundida por la CNN pero controlada de cerca y en forma minuciosa por el Pentágono y las agencias de inteligencia. La verdad estadounidense no debía mostrar muertos, sangre ni imágenes que pudieran afectar la moral del público que miraba la guerra por TV.

Al mismo tiempo en Washington se ultimaban los argumentos para justificar la guerra esperada. Nada se hizo por buscar la paz y el papel de la ONU fue simplemente deplorable. Las propuestas diplomáticas de Bagdad y Moscú para un retiro inmediato fueron deliberadamente desoídas ya que Washington buscaba el desenlace bélico.  Los estadounidenses junto a sus aliados (quienes no habían cruzado el océano en vano)  lanzaron el ataque inicial a las 00:00hs del 17 de enero y a partir de entonces, la mayor parte de las operaciones fueron aéreas sin mover a sus unidades terrestres, obviamente por el temor a tener que enfrentar cara a cara a las tropas iraquíes que eran mucho más veteranas en el combate en un terreno que los aliados no estaban acostumbrados.  Desgastar a las fuerzas iraquíes era la estrategia del Pentágono y recién allí hacerles frente.

Los comandantes iraquíes aconsejaron a Saddam contratacar y poner en jaque a Arabia Saudita y la mejor entrada para ganar terreno era por la frontera sureste, sobre la costa.  La inteligencia iraquí que operaba tras las líneas enemigas dentro del mismo terreno saudita e incluso en el mismo centro de comando ubicado en Darham, enviaba periódicamente informes precisos sobre los movimientos de la Coalición, sus rutas de abastecimiento, armamento y el despliegue naval que respaldaba las operaciones de los estadounidenses.  Sobre la base de estos reportes, el Centro de comando en Bagdad ordenó al Tercer Cuerpo del ejército iraquí que se hallaba ubicado en el sur  a que lanzara una contraofensiva para dar aire a los defensores en Kuwait.

Desde tres direcciones y a lo largo de la frontera, se lanzaron las divisiones blindadas iraquíes con la finalidad de capturar la localidad saudita de Khafji, punto de importancia estratégica y económica. Pese a que los historiadores occidentales y sus homólogos sauditas obviaron mencionarlo, las tropas iraquíes estaban muy motivadas y pese al duro castigo aéreo de los estadounidenses y sus aliados lanzaron sobre el avance de las unidades iraquíes,  aquellos pudieron pasar y capturar la localidad causando un duro revés a los batallones sauditas, kuwaitíes y de algunos grupos  norteamericanos que se hallaban fortificados en “Al Zabr”.  Así lo relata un veterano iraquí protagonista de aquella batalla quien revestía por entonces como artillero en la Guardia Republicana.

“En aquellos momentos me encontraba en “Al Wafrah” (Kuwait) junto a mis compañeros arriba de mi T-72 en la agrupación mecanizada cuyo nombre clave era “Al Sahawi”, desplegada al suroeste con la frontera de Arabia Saudita. Según nuestro comandante la situación en Khafji era relativamente calma aunque se hallaba defendida por varios batallones de infantería y blindados ligeros sauditas, kuwaitíes y con algunas unidades norteamericanas desplegadas en la ciudad”, comenta mientras caminamos por el malecón del puerto sureño de Basora.  “El movimiento allí era constante y veíamos como los aviones “Harrier” británicos hacían patrullas de reconocimiento por nuestro borde fronterizo, sin acercarse demasiado por temor a nuestras baterías antiaéreas”. Tras un breve silencio repone; “cuando los americanos lanzan su agresión en la madrugada del 17 de enero estuvimos alerta e intercambiamos ocasionalmente fuego de artillería con las posiciones enemigas hasta que el 29 de enero a la noche se nos ordena movilizarnos hacia adelante, pese a la amenaza de los aviones que estaban machacando día y noche a Kuwait y a nuestro país”.

“Lo que menos vimos en nuestra embestida fueron estadounidenses”, comenta con una sonrisa el rostro; “los jeeps, las armas y equipos eran estadounidenses, pero no quienes lo usaban” aclaro con énfasis gesticulando con sus manos. Y continuó con su relato diciendo: “Cruzamos la frontera hacia el desierto y no encontramos resistencia sino hasta llegar a la ruta 5 que bordea la costa y accede a Khafji. Allí nos topamos con unos ocho carros “V-150” con los sables cruzados pintados en su carrocería y los barrimos en apenas una hora. Incluso descendí del T-72 para echar una mirada a los restos de aquellos y no había un solo maldito americano”. Esto fue intrigante y le conmine a que continuara con su relato para lo cual continuo diciendo: “mientras nuestros camaradas penetraban por el oeste donde no habían demarcaciones, nosotros nos colábamos por la ruta costera sin encontrar más oposición que la de tanquetas pesimamente apostadas  y dos helicópteros “Apache” que nos lanzaban cohetes desde el horizonte”. 
Según sus dichos, en solo unas horas aplastaron a la defensa saudita  y vieron correr una vez más a las tanquetas kuwaitíes que les apoyaban.  Y agrego “para peor de aquellos perros, sus amigos –las fuerzas de la Coalición- desde el cielo destruyeron con sus misiles “Maverik” varios de sus carros que se batían en retirada, causando un verdadero pandemónium. Ahí nos  dimos cuenta que los americanos no eran tan precisos y de cuanto valoraban a sus aliados”, repuso con una mirada en sorna.

“Para cuando nos adentramos en la localidad, algunos sectores ya habían sido tomados por nuestros comandos que se habían infiltrado mucho antes. 
De los sauditas solo quedaban sus muertos, sus V-150 y algunos carros LAV-25 que aún tenían inscripción del Cuerpo de Marines estadounidense, quemándose a los rayos del sol”. Cuando llegamos a la confluencia de la ruta 5 por un acceso al oeste de la localidad nos topamos con una brigada de viejos tanques “AMX-30”  que no fueron rivales para nuestros tanques que los abatieron en menos de media hora. Lo que si es cierto que pronto aparecieron los aviones enemigos “A-10” y causaron varios daños entre nuestras unidades pero jamás perdimos la iniciativa de avanzar. Es más recuerdo muy bien como nuestros misiles antiaéreos derribaron dos de estos monstruos”, recuerda entusiastamente.

“Para cuando cruzamos la localidad y nos abrimos paso hasta el canal que separa la ciudad de área de almacenamiento y refinerías de crudo de ARAMCO OIL, nos detuvimos para escuchar el mensaje de arenga que trasmitió por radio Saddam Hussein en persona a todas las tropas en acción; allí el fervor se redoblo y  a pesar de que estábamos cansados por la trajín y habíamos perdido a varios de nuestros camaradas por el camino, logramos que los sauditas y kuwaitíes que quedaban, huyeran despavoridos hasta que más tarde volvieron con apoyo norteamericano”.  

“Aunque se ha dicho que nos rendimos en Khafji, ello no fue realmente así. 
Lo cierto fue que mientras algunas fracciones se repartieron por la ciudad para cubrir la salida nocturna del grueso de las tropas que habíamos quedado dentro, más tarde supimos que quienes se rindieron fueron nuestros soldados más jóvenes quienes habían sido apabullados por los bombardeos de la Coalición. En lo que respecta a mí y a nuestro grupo de combate, pudimos regresar a salvo a “Al Wafrah” donde seguiríamos hasta nuestra retirada a Iraq.

La conclusión a que arribo este protagonista de aquella crucial batalla fue que, sin el poder aéreo desplegado en aquella oportunidad, los sauditas, los qataríes y kuwaitíes tenían la suerte echada, incluso con el apoyo terrestre estadounidense. “Sin aviones y su alta tecnología, aquella Coalición no habría sido nada”.

jueves, 13 de diciembre de 2018


EN LA MIRA




LA COMPLEJA GEOPOLITICA DE WASHINGTON”

Demasiados y complejos problemas complican a las aspiraciones estadounidenses de mantener su esquema de dominación global ¿Cuál será el próximo paso de Trump?


Por Charles H. Slim
Estamos a punto de culminar una nueva década de lo que va del nuevo siglo y el mundo como lo conocíamos apenas veinte años atrás ha cambiado en forma estremecedora. Sin lugar a dudas que parte de ese cambio ha sido motorizado por las discutibles políticas estadounidenses y de sus aliados, en particular a las que se refieren a sus relaciones exteriores las cuales marcaron a fuego el destino (y no positivamente) de varias regiones del planeta.

La patriótica marcha “barras y estrellas” ya no resuena en los corazones estadounidenses quienes solo escuchan el eco constante de todas partes del mundo de los escándalos infames y de los vergonzantes crímenes en los que sus administraciones en Washington ha sumido a toda la nación. Agregado a ello, la propia injustica y las arbitrariedades fronteras adentro son demasiado para volver a creer que en realidad exista algún “sueño americano”. La imagen de la Unión está muy sucia y no hay con que para limpiarla; han sido demasiados los atropellos en nombre de los valores democráticos y la libertad para que alguien sienta orgullo de ser estadounidense. Aunque demócratas y republicanos alternadamente hayan usado artificiosamente los derechos humanos para fines geoestratégicos y blandido la Carta de Naciones Unidas como argumento para justificar invasiones y ataques contra naciones, el resultado final de esas acciones  terminaría demostrando todo lo contrario. Muerte, corrupción  y miseria son el tangible resultado a la vista. Gracias a toda esa política de guerras preventivas, terrorismo de laboratorio,  juegos sucios y dobles raseros, el mundo se ha vuelto en un lugar mucho, pero mucho más inseguro y las relaciones entre los países se ha vuelto más desconfiada.

La llegada de Trump no cambio nada de ello. Quien refiera al “Populismo” como el responsable de éstas execrables políticas norteamericanas está mintiendo y trata de tapar con el dedo el tortuoso y oscuro pasado inaugurado en 2001. Actualmente EEUU está viendo los frutos de su cosecha y pese a que los mismos son agrios y enferman aún más la ya apesadumbrada realidad estadounidense, en Washington sus burócratas no parecen dispuestos a cambiar sus hábitos para mejorarla.

Como es sabido, las relaciones hostiles ya no se centran en pantomimas como “ejes del mal” o fabuladas entidades amenazantes (como AL Qaeda e ISIS)  creadas por los departamentos de guerra psicológica de sus innumerables agencias de inteligencia. Es por ello que las tácticas implementadas para continuar con estas políticas cruentas, solo han mutado los medios y se han refinado a otros procederes mucho más subrepticios pero igualmente violatorios de los derechos humanos como ser, el espionaje y asesinato selectivo con “Drones” y la vigilancia constante de las comunicaciones –telefonía y medios digitales- con el fin de controlar el flujo informativo y las opiniones en red en todo el globo.

Pero en lo que hace al estricto campo comercial, la Casa Blanca no repara en medios al momento de tratar de apartar a la competencia. Hoy los improperios, las amenazas y las acciones dañinas son también para los socios y aliados históricos. Trump no ha dejado a nadie sin su correspondiente improperio y como lo demostró en la última cumbre del G-20, poco le importa respetar a sus propios colegas y mucho menos cuando pertenecen a países subdesarrollados.

Ni hablemos de las sanciones comerciales y políticas que la Unión viene impulsando desde hace rato contra Rusia y que han sido continuadas por Trump; ni de las políticas arancelarias que ha puesto en marcha no solo contra la expansiva economía China sino que se han extendido a sus acostumbrados “trapos de pisos” como son los franceses, los alemanes o incluso a toda la Unión Europea, obsecuentes socios estelares en cruentas aventuras militares en el norte de África y el Medio Oriente.  Estos últimos se han visto tan sorprendidos como enojados con la actitud de Trump y del Establishment que lo apoya; porque sepan bien, que no es el presidente de los EEUU quien moviliza estas políticas, detrás de él hay una megaestructura política, militar y financiera que se pone en marcha para que ello se haga realidad.

Con el actual gabinete norteamericano remozado con personajes tales como Mike Pence, John Bolton, Mike Pompeo y Niki Haley (para citar los más emblemáticos) Trump ha potenciado sus políticas agresivas hacia el mundo ya que, como hemos visto, EEUU no tiene contemplaciones al momento de desplegar sus corrosivas planificaciones estratégicas, salvo con sus aliados estratégicos como Israel y Arabia Saudita, actores imprescindibles para mantener su presencia e influencia en la región.  Referido a estos dos actores regionales, no cabe lugar a dudas que han sido y siguen siendo los arietes fijos para la implementación de las políticas desintegrativas y de caos que Washington (Un Medio Oriente fragmentado)  ha venido tratando de implantar en todo el Medio Oriente.

Más adentro del continente Asiático, EEUU viene perdiendo terreno en Afganistán (plataforma estratégica para agredir a Irán con miras de acercarse a China y Rusia), pese a las intrigas que ha tratado de sembrar mediante tácticas sucias tendidas por la CIA, destinadas a crear la confusión, actos de terror tendientes a crear la desconfianza hacia el Talibán y otros grupos de la resistencia, no ha logrado causar los efectos que logró en parte en Iraq con el embuste de ISIS y su “Califato”. Contrario a dicha experiencia, los intentos de implantar un “programa de operaciones” de la CIA adaptado a la versión afgana (como fue el grupo Khorasan) o el apoyo a grupos que trafican la amapola y la Heroína que parte rumbo a Europa han caído en fracaso tras fracaso empoderando aún más al Talibán. 

Su política en el extremo oriente no ha sido mejor. Desde sus roces calientes con Pyongyang que culminó en una victoria política para Corea del Norte hasta los incidentes en el Mar de la China entre la Armada estadounidense y la Armada china, ha degastado a la Casa Blanca y culminó como fruta del postre cundo salió muy mala parada tras el acuerdo entre ambas Coreas. 
Esto solo ha servido para potenciar y demostrar la impotencia de EEUU que se vio mucho más evidente cuando el vicepresidente norteamericano Mike Pence en un discurso dado en el “Hudson Institute” en el mes de octubre de éste mismo año, lanzo todo tipo de acusaciones sin fundamentos  contra Pekín desde donde inmediatamente se desmintió al vice y se le dejó entrever la falsedad de sus acusaciones desatando un airado conflicto diplomático que perdura hasta nuestros días. Solo hay que razonar lo siguiente y preguntarse ¿Qué habría pasado si el oponente no hubiera sido China?  Pues sin lugar a dudas, que Washington habría anunciado a bombo y platillo alguna nueva batería de sanciones incluyendo seguramente –de tratarse de un pequeño país- una retaliación militar.

Los resquemores de Washington hacia China pasan por todos los niveles aunque sin lugar a dudas, el comercial y el militar son los más preocupantes para los norteamericanos. Incluso se puede asegurar que es mucho más peligrosa la influencia de China en el Medio Oriente (con su base en Yibuty, por donde controla el paso de la navegación petrolera del Mar Rojo) y en África que la que están logrando los rusos con su exitosa campaña de apoyo a Siria para librarse de la agresión sucia disfrazada de “terrorismo jihadista”.

Igualmente Washington sabe que aunque este un paso adelante en fuerza militar (con un gasto militar anual que alcanza los 600 mil millones de dólares), no se arriesgara a un choque directo con la China Popular que pese a su falta de modernización en las FFAA y en especial en sus programas de misiles intercontinentales,  tiene una nada despreciable  capacidad de infringir mucho daño y mucho más, si existe un vecino con reveladas capacidades misilisticas estratégicas como son las de Rusia que mediante el misil “Avangard” podría en un par de minutos, sortear todas los escudos defensivos (navales y continentales) sin ser detectados en absoluto y borrar en unos segundos sus principales ciudades ¿Qué es lo que EEUU podría hacer ante esto? Eso para Donald Trump sería un pésimo negocio ¿No?

martes, 11 de diciembre de 2018


EN DEBATE



“TAPADERA OFFSHORE”

Tras el hallazgo del submarino “ARA San Juan” a varias millas fuera de su ruta programada las preguntas sobre las causas de su hundimiento se multiplican y las comparaciones con situaciones similares preocupan al gobierno argentino ¿Por qué?



Por Dany Smith

Develada la suerte del submarino argentino  “ARA San Juan” se ha dado comienzo a una nueva lucha por parte de los familiares y de una parte de la sociedad argentina que silenciosamente los acompaña por dilucidar las reales causas del hecho. La excusa de no poder hallarlo o incluso aquellas que versaban sobre hipótesis de su desintegración por efecto de una imaginaria implosión o su inalcanzabilidad por haberse ido a pique en una fosa abisal ya no tienen lugar para impedir llevar adelante una investigación meticulosa y pormenorizada del momento en que ocurrió el hecho.

Ahora una parte de los familiares quieren que se explore el interior del submarino y recuperen los restos de los tripulantes, mientras el gobierno y algunos expertos cierran esa posibilidad bajo argumentos poco creíbles ¿Qué es lo no quieren mostrar?

Para entender ello no dejemos de lado por favor y tengan bien en cuenta señores lectores, los antecedentes previos y concomitantes a este suceso y que se vinculan inescindiblemente de la presencia británica en las aguas jurisdiccionales argentinas del Atlántico sur y de algunos de sus aliados como son Chile y los EEUU, maniobrando en esos momentos en la zona[1]. En este sentido se podrá advertir que la situación en dichas aguas era (y sigue siendo) anormal e ilegal.

Pero, desde los altos niveles de la política y de la diplomacia argentina, no hay esta misma linealidad y mucho menos el interés en que se dilucide lo que realmente ha sucedido con el aparato y con sus cuarenta y cuatro tripulantes ¿Por qué? Simplemente no conviene. Esta intensión se vio desde el primer momento desde el gobierno argentino y cuando la Armada no logro cumplir con ese cometido, llegaron las fuerzas extranjeras (en particular los británicos desde Malvinas) prestos para involucrarse en la “búsqueda”. Todo tenía un olor muy raro pero, aunque los medios hacían su parte de tratar de manipular los sentimientos de la opinión pública para crear esa sensación de “fraternidad”, otros observábamos impávidos y escépticos como estos supuestos y preocupados “camaradas anglosajones del mar”, tomaban el control de la situación, fácil de hacer con una Armada Argentina desprovista de materiales a tal punto incluso para cuidarse a sí misma.

El abanico de causalidades es amplio y los posibles responsables del siniestro también aunque, para cada uno de estos existen una consecuencia diferente. Como en estos casos lo importante es determinar la VERDAD MATERIAL del hecho, cualquier argumento meramente formalista y redundante a la política partidaria no sirve para excusar al responsable por un daño como el causado. Si la Armada encontró al submarino tan solo unos días después del reporte de su desaparición y lo mantuvo en silencio, es seguro que el gobierno supo de todos los entretelones de ese suceso máxime, si tal como lo señalaron fuentes de inteligencia,  unos días después del suceso Rusia entrego a Buenos Aires un informe de inteligencia sobre las causas reales del incidente.

Pese a que semejante ayuda pudo haber sido explotada inteligentemente por el gobierno argentino, prefirió mantenerse en la raya conservadora y rechazó utilizarla como elemento probatorio de las posibles responsabilidades de buques foráneos operando en aguas territoriales ¿A quién creen que Macri y su gobierno querían preservar? Claro. A los británicos y estadounidenses.  Y ello no es poca cosa ya que en el campo de la geopolítica esto puede significar la estabilidad del país o misma de toda una región.

Cuando se comenzó a razonar sobre las posibles causas de su desaparición, siempre se buscó sacar del análisis cualquier involucramiento externo y mucho menos, acudir a casos análogos que informaran sobre las posibilidades de ello. El más cercano y ajustado a la situación sin dudas es el hundimiento del submarino ruso “Kursk” en el Mar de Barents.

Aunque las autoridades y los medios argentinos han tratado de relegar el antecedente de la tragedia del submarino ruso “Kursk” ocurrido en agosto del año 2000, la situación con el “ARA San Juan” muestran particularidades y algunas similitudes que no pueden obviarse. Detrás de la tragedia y el obvio impacto que ello causo sobre las familias de los tripulantes rusos, el gobierno del entonces flamante presidente Vladimir Putin mantuvo un cerrado hermetismo sobre las verdaderas causas del siniestro demostrando que más allá de las especulaciones mediáticas vertidas desde occidente sobre un “accidente” con uno de sus torpedos, habían indicios muy certeros que apuntaban a la participación de dos submarinos estadounidenses (el USS Memphis y el USS Toledo) en el hundimiento del gigantesco submarino ruso.

En aquel entonces se criticó a Putin por su hermetismo y se le llego a acusar a su  gobierno de continuar con las viejas políticas de censura de la era soviética. Como parte de ese proceder entre otras cosas Putin negó la ayuda propuesta por Gran Bretaña y la de los estadounidenses, algo que fue muy criticado por sus connacionales. Incluso, ante la revelación de importantes datos provenientes de investigaciones de periodistas y medios independientes, el Kremlin ordenó a la FSB (Agencia de Inteligencia rusa) que se intervinieran y censuraran la difusión de esas informaciones que involucraban la confirmación de la participación de dos naves estadounidenses.

Pero ello no detuvo al gobierno ruso –aunque si puertas adentro-  de proseguir con sus tareas investigativas y mucho menos, establecer la verdad de lo que había ocurrido no solo para dar una respuesta a las familias que habían sufrido por el calvario de saber que sus familiares pudieron haber sido salvados con mayor rapidez, sino para evitar que ello se repitiera.
Moscú acepto la pérdida pero no se contentó con asimilarla, simplemente porque sabía que no se había tratado de un hecho fortuito o de un accidente de la navegación. Las circunstancias y las evidencias recopiladas en el lugar del hecho hablaron de esto.

El análisis de las imágenes y fotos que se le sacaron al “Kursk” en su búsqueda y rescate fueron trascendentes para arribar a la conclusión de que había sido un ataque externo la causa de su hundimiento.  Las marcas de rasgaduras en el casco y el análisis de las explosiones en su proa revelaron lo evidente pero, en ese momento el Kremlin debió mantener un perfil bajo y arreglar en una cumbre secreta con Washington, una solución pacífica a este incidente. Una de las causas para guardar silencio fue el hecho de que en dicho submarino habían oficiales chinos monitoreando las pruebas de un nuevo misil que desbalancearía la situación regional  y otra y fundamental era el estado de las FFAA que venían en proceso de reestructuración tras la debacle de la URSS, las cuales no estaban aún preparadas para un conflicto directo con la OTAN. Aun así las fuerzas armadas rusas procedieron inmediatamente a pesquisar lo que había sucedido, obteniendo resultados casi inmediatos. 

Tal como lo habían publicado periodistas investigadores rusos y noruegos, basados en fotos satelitales (de la inteligencia naval rusa), un submarino estadounidense que seguía los movimientos del Kursk había escapado con daños de la escena del hecho. Se trataba de nada menos  que del submarino estadounidense  “USS Memphis”, que tras ser detectado por la fuerza aeronaval rusa fue seguido y fotografiado atracando en el puerto noruego de Bergen en un muelle de reparación. Estaba claro que había sufrido daños por efectos de alguna colisión y tal como surgió de los informes de inteligencia, sin dudas había estado involucrado con lo ocurrido al submarino.  Sobre la suerte el “USS Toledo” no se supo más nada y siempre se negó que haya sido quien embistió al Kursk.

Ante aquellas circunstancias la prudencia de Putin fue providencial y dio sus frutos. El tiempo vindico al mandatario ruso y logro volver a colocar a sus Fuerzas Amadas como la herramienta ineludible de la defensa y la geopolítica de la Federación rusa. Por el contrario de Macri no puede decirse lo mismo (ya que no se trata de prudencia).  y lamentablemente su postura ante la tragedia del submarino “ARA San Juan” no tiene el objetivo de reestructurar nada, ni mucho menos ambiciona una geopolítica propia destinada a recobrar el protagonismo y control sobre su propia soberanía, con lo cual nos aventuramos a decir, que  esta política también traerá frutos, pero sin dudas que estos serán amargos para la Argentina.  





[1] HISPANTV.com. “Macri promueve el ingreso de tropas estadounidenses en Patagonia”. Publicado el 17 de octubre de 2017; EL INTRANSIGENTE.com. “Submarino ARA San Juan: ¿Qué es el programa Cormorán? Publicado el 23 de noviembre de 2017. https://www.elintransigente.com/politica/2017/11/23/submarino-juan-que-programa-cormoran-468006.html

viernes, 7 de diciembre de 2018


VETERANOS DE AYER





QUILOMBOS AJENOS”

Cuál era el marco geopolítico del Medio Oriente cuando el gobierno de Carlos Saúl Menem y Cia decidió participar en la guerra contra Iraq de 1991 ¿Estaban en conocimiento y a la altura de aquellas circunstancias?




Por Charles H. Slim
Cuando el gobierno de la Argentina se involucró en la guerra contra Iraq en 1991, no tenían ni idea en la que se estaban metiendo; esto obviamente está referido a los gobernantes y mandos militares de ese entonces que no midieron en ningún momento las consecuencias de aventurarse en un conflicto como el que se desato en aquel momento y huelga decirlo, no ha terminado.

La ausencia de estudios e informes concienzudos sobre las raíces del conflicto, las posiciones  y los argumentos políticos e históricos de las partes involucradas, demostraría ese aventurerismo improvisado del cual se destacaba –y aún continua destacándose- la planificación de los sucedáneos gobiernos argentinos. Así como un sector del peronismo nacional mantenía una prosapia y encendida simpatía por las causas árabes y algunos de sus más destacados líderes, estaban (y continúan) los antagonistas situados en la vereda del frente alineados a Israel y su relato victimizante.

Tanto unos como otros, carecían de conocimiento acabado de las causas que decían apoyar  y fuere por ignorancia o por interés, recortaban a gusto las partes de la historia que mejor se acomodara a sus discursos. De esta manera, aquellos que reivindicaban al egipcio Abdel Gamal Al Nasser, al líder palestino Yasser Arafat o al libio Gadafy poco o nada conocían de las diferencias y las particularidades existentes entre los gobiernos y sociedades árabes más allá de las generalizaciones tan comunes entre los argentinos.

Lo mismo se aplica a los activistas y simpatizantes de Israel, quienes cerrándose en un discurso mesiánico y engañoso tratando de ocultar sus propias miserias, pretendían acusar de todo lo malo a los vecinos del estado implantado. En este grupo se hallaban los pro estadounidenses o quienes se autodenominan como “liberales”, un término que adorna muy bien pero que en realidad no dice nada.

Como ha quedado bien en claro por esta época, es que nada de lo que se decía era tan cierto como se suponía y existían aberraciones políticas en la región creadas deliberadamente por la interferencia de Washington, que jamás fueron conocidas y estudiadas por los responsables del área de exteriores y menos aún de la defensa argentina. A la complejidad de las relaciones sociales dentro del mundo árabe islámico se agregaba las inextricables  ambigüedades e inconfesables conexiones políticas dentro de este mundo que en apariencias mostraban o decían una cosa pero en la realidad representaban otras. Allí de que, ni todos los árabes son musulmanes ni todos los gobiernos de dicha región, tenían un compromiso firme con la resistencia “árabe-islámica” nacida del llamado “conflicto palestino-israelí”. Es más, varios de esos gobiernos trabajaban clandestina (y hoy quedaron expuestos) y activamente contra los intereses de aquel compromiso a tal punto de traicionar a sus propios hermanos.

La política es el arte de hacer las cosas posible podría decirse, y aquí en el Medio Oriente ese dicho se lleva a los extremos. Para ese entonces, la política exterior de los EEUU y de sus aliados europeos dentro de la región era en apariencias, moderada y de tratar solamente con los “árabes buenos” (como solían distinguir algunos en Washington) encarnados en las petromonarquías del Golfo Pérsico, la ambivalente monarquía del Rey Hussein de Jordania y los gobiernos laicos como el entonces Iraq, Yemen y Egipto.

Este solo es un somero bosquejo de las relaciones existentes allá desde la década de los setentas hasta entrado finales del siglo XX. Dentro de este, existía un entramado de relaciones secretas y subterráneas que se mantenían absolutamente fuera del alcance de la opinión pública y aún más lejos de los medios informativos que quisieran husmear en este campo. Y es que por aquel entonces y con el trasfondo de la “guerra fría” y el cuco del “comunismo”, haber sacado a la luz infidencias que hubieran complicado los objetivos estratégicos de Washington en la región, sin dudas habría sido pagado con la vida o la cárcel demostrando hasta donde llegaba la paranoia del autoproclamado “mundo libre”.

Aquella propaganda que incluso fue explotada hasta el cansancio por las peliculejas de Hollywood  en la que se veían a los árabes (sin distinción de nacionalidades) poniendo bombas a los pobres occidentales o a los atormentados judíos de Israel, enmascaraba una realidad tan contradictoria como siniestra en la que las lealtades solo pasaban por el dinero, los negocios sucios y claro, el poder. ¿Quién hubiera podido creer en los años setentas o incluso en los ochentas que los sauditas mantenían contacto con los supuestos enemigos israelíes? O incluso ¿Quién habría podido entender que la CIA trabajaba codo a codo con algunas agencias de inteligencia árabes quienes a su vez, tenían contacto con el odiado Mossad israelí?

Mucho menos existía en la forma como lo pintaban en occidente, esa “lealtad religiosa” que separaba con tanta claridad a los pueblos árabes islámicos de una cultura occidental encarnada en los valores “democráticos” de los EEUU y la entonces llamada “Europa libre”. Más allá de que caudillos árabes como Nasser, Arafat y Gadafy instauraron gobiernos nacionalistas abiertamente antiimperialistas, existían zonas grises por donde se movían los intereses inconfesables que traicionaban a sus bases ideológicas que terminaban traicionando a sus propios hermanos. Esto se vio con mayor profundidad con Arabia Saudita, un ente monárquico creado por Gran Bretaña en el periodo de entreguerras y que en la década de los setentas fue “él” aliado árabe contra el comunismo y el nacionalismo árabe. 
El caso de Kuwait no difiere mucho de su vecino ya que nació en 1960 tras haberse descubierto los riquísimos yacimientos petrolíferos del sur de Iraq para lo cual –y estafa mediante- se creó una secesión territorial con una población nómada que respondía a la corona británica.
Tras la segunda guerra mundial, EEUU hereda estos amigos con los cuales desplegaría sus diversos planes en la región. Acuerdos espurios, alianzas imposibles de creer y encargos sangrientos marcaron las relaciones de Washington con todos los actores de esta región (incluyendo a Israel por supuesto), como una forma de mantener a la URSS fuera del escenario.

Con el paso del tiempo muchas cosas fueron transparentándose y aquel halo de misterio que muchos investigadores e historiadores  supieron rodear a sucesos impactantes de la época, tenían en el fondo una explicación tan simple como humana. El caso del bombardeo israelí al reactor nuclear iraquí de “Osirak” en 1981, supuso una acción brillante de las FDI israelíes que –que desde la versión fantástica para consumo público- logro burlar las defensas aéreas de Jordania y Arabia Saudita, gracias en parte, a la pericia de los pilotos hebreos. Pero en realidad, aquello pudo ser realizado gracias a la colaboración de la monarquía hachemita que, trabajando en secreto con Washington, apago los sistemas de radar y dejo pasar impunes a los aviones israelíes. De ese modo los aviones F-16 A Netz y sus escoltas, pasaron sin problemas ida y vuelta sobre el desierto saudita.

A pesar de que la Casa real de Fahd se mostraba al mundo como el mediador en el conflicto árabe-israelí y mantenía buenas relaciones con el Iraq de Saddam Hussein, su servicio de inteligencia o mukhabarat colaboraba en el más absoluto secreto con la CIA y éste a su vez interactuaba al mismo tiempo con el Mossad israelí y con el “Iraqi Intelligence Service” (IIS) iraquí. A la palestra y por aquellas fechas, el Departamento de Estado, el Pentágono y por supuesto la CIA, empujaban al partido Baas iraquí para poner a raya a la revolución islámica de Khomeini en Irán no porque representara una amenaza ideológica para la geopolítica de EEUU y los árabes sunitas del golfo, sino por la amenaza económica que representaba la capacidad de producción petrolera iraní a los negocios de las compañías petroleras norteamericanas y británicas asociados –casualmente- los corruptos jeques de la península arábiga y también, para garantizar la estabilidad política de Israel.  

Todo era muy difícil de explicar y nadie podría haberlo creído en esos momentos. Recuerden que mientras Tel Aviv cancelaba el progreso nuclear iraquí, Washington estrechaba lazos con Bagdad de cara a encargarle el tema iraní. Incluso para cuando Israel invade el Líbano en junio de 1982 (días antes de que Argentina se rindiera en Malvinas),  el Consejo del 
Comando Revolucionario de Iraq presentó a Teherán una propuesta de alto al fuego para retirar sus tropas y dirigir los esfuerzos contra la agresión sionista. En ese momento en Washington creyeron que sus planes se vendrían abajo y buscaron la manera de mantener a Iraq en el frente de batalla contra Irán a como fuera y como primera medida lo sacaron de la lista negra de los países que apoyaban al terrorismo permitiendo que Bagdad obtuviera un crédito por 300 millones de dólares de la Commodity Credit Corporation (CCC) de la Secretaría de Agricultura de los EEUU, con el cual compraría granos y en caso de que Bagdad no pagase sus deudas por la compras, Washington respondería.

En tanto, las relaciones entre la CIA y la IIS de Saddam eran inmejorables, pero ello no era obstáculo para que al mismo tiempo aquella agencia no cortara sus lazos con los israelíes y los mukhabarat de las monarquías del golfo (en especial con Arabia Saudita) que en esos momentos apoyaban entusiastamente a Iraq. Para 1984 las relaciones con Iraq eran tan estrechas y positivas que la CIA obtenía valiosa información del armamento soviético que nutría los arsenales iraquíes e incluso cooperaban con el entrenamiento de células terroristas (con la cooperación saudita y paquistaní) que luego operaban en Afganistán, Irán y el Líbano.

Como contraprestación, Washington además de catalogar a Iraq como “aliado regional”, facilito a través de la CIA el acceso a las armas de destrucción masiva, entre las cuales se hallaban los agentes químicos “Sarín”, “Tabún” y “Cloro” que (además de usarlas contra los kurdos) servirían para frenar a los iraníes y que luego quince años después George W. Bush bajo falsos argumentos esgrimiría como justificación para invadir Iraq en 2003.

A todo ello y mientras la opinión pública se comía el relato oficial que los medios le vendía una lucha de los “buenos árabes” contra los “malos chiitas iraníes”, los israelíes metían la uña llevando adelante operaciones multimillonarias en contrabando de armas tanto para Iraq como para Irán. 
Además de obtener muy buenas ganancias, Tel Aviv se quería asegurar que ambas partes extendieran la contienda y se dañaran mutuamente. En el mismo plan estaba la CIA y fue en esas circunstancias que en 1985 se produjo el escándalo “Irán-Contras” que revelo el doble rasero de la política exterior norteamericana que involucró al Cnel Oliver North, dejando expuesto a la opinión pública, el involucramiento de oficiales militares y de inteligencia estadounidenses en la venta de armas a nada menos que a Irán.

Cuando se desato la crisis entre Iraq y Kuwait en agosto de 1990, EEUU estaba tanto del lado iraquí como de los kuwaitíes; incluso estuvo atento y manipulo el conflicto existente entre las partes por los campos petroleros de Rumaillah. Mientras a Saddam le susurraban al oído que los desagradecidos  kuwaitíes le estaban robando el petróleo del sur, otra delegación de la agencia le mostraba al jeque Al Sabah supuestas fotos aéreas que mostraban actividades iraquíes en su territorio. Como se ve, Washington jugo con ambas partes y se encargó de que las tratativas de Jeddah fracasaran propiciando la crisis que se desataría el 2 de agosto de 1990. Ahora bien ¿Acaso alguien en Buenos Aires y más precisamente dentro de la Casa Rosada conocía algo de todo esto por aquel entonces?