lunes, 17 de diciembre de 2018


EN LA MIRA




MARASMO GEOPOLÍTICO”

La actual situación de convulsión mundial refleja el fracaso de doctrinas y movimientos políticos que infiltrados por corporaciones privadas  tienen alcance global ¿Alguno de ellos son la solución o son la misma cosa?



Por Dany Smith
Actualmente el mundo se halla inmerso en un supuesto conflicto entre el “Globalismo” y los “populismos” que tiene como su máxima expresión en discordias como las hay entre la Unión Europea y la administración de Donald Trump para citar un ejemplo. Igualmente nosotros creemos que en realidad existe una pulseada entre el unilateralismo y el multilateralismo  que fastidia la agenda norteamericana.

Pero recapitulando, en aquella primera concepción nacida del proceso de globalización  iniciado en los setentas y que tuvo su gran empuje a comienzos de la década de los noventas (especialmente económico) y que se vio influenciado por el desarrollo por parte de EEUU en el impulso de políticas agresivas de cara a imponer su hegemonía político, económico y militar a nivel global, fue evolucionando con el paso de los años hasta convertirse en algo que supera todas las definiciones que se quieran darle.

Por otra parte, el llamado “populismo” pese a que no es una novedad política (ya que no es en sí una ideología), ha sido en la última década un muerto resucitado, que volvió a ser reflotado por los desgastados partidos políticos en regiones como Sud América como la fórmula base para conquistar el poder gubernamental. Como término, poco informa por su carácter ambiguo. Más bien se trata de una filosofía que puede estar posicionada tanto a la derecha como a la izquierda de las corrientes políticas.  Precisamente como filosofía, ello no significa que quienes la pregonan cumplan con ella. Solo es un mascarón para disfrazar viejas fórmulas y autócratas de partidos caducos. Así podemos ver como ejemplos de los “populismos de izquierda” como se supone sería el caso de la actual Venezuela liderada por Nicolás Maduro y “populismos de derecha” como lo representaría la administración de Donald Trump en EEUU de Teresa May en Gran Bretaña.

Aunque esto pretenda presentarse como una novedad en la que se enfrentan los buenos y los malos, quienes realmente quieren al pueblo y quienes solo lo engañan, ello no es realmente así. Ante todo, detengamos la vista un instante y recapitulemos sobre cuáles son los intereses políticos y financieros que hay detrás de estos supuestos y espontáneos movimientos “globales”. Para ello debemos revisar los hechos más transcendentes que se han venido desarrollando en los últimos veinticinco años que sustentaron el desarrollo de uno y otro de estos movimientos.

En lo que hace al “Globalismo” o mejor dicho globalización, veremos que para finales de la década de los ochentas y comienzos de los noventas, se daba pie a la entrada por asalto en la escena política  a los intereses financieros y económicos privados, participando en áreas que anteriormente estaban en mano exclusiva de lo público y bajo el celo de los estados. La libertad de mercado y la desregulación de las economías que proponía el neoliberalismo de Wall Street, necesitaba de estados no intervencionistas y débiles; en resumen lo que se busca es crear, estados clientes y para lograrlo se fueron ensayando diversos recursos que incluyeron las negociaciones abusivas, las alianzas económicas desventajosas, los préstamos usurarios y claro, la guerra. Wall Street pasó a ser la sede central de las influencias para  la toma de decisiones políticas en el Congreso y la Casa Blanca.

Insignes precursores de esta corriente fueron sin dudas Ronald Reagan en EEUU y Margaret Thatcher en Gran Bretaña quienes curiosamente –a la postre de su impopularidad interna- echaron mano a la guerra para revitalizar sus economías y mejorar transitoriamente su imagen interior. Fue en este contexto que actores privados comenzaron a participar en el ámbito público prestando servicios y tercerizando tareas. Las relaciones entre corporaciones privadas y el estado tuvieron en los EEUU su mejor desarrollo y fue desde allí que trataron de exportar dicho esquema a todos los países del globo (Caso Argentina con las privatizaciones). El contexto para ello no podía ser mejor. Con la caída de la URSS y sin contendiente que pusiera límites a las ambiciones geoestratégicas de Washington y de la OTAN, los intereses privados que comenzaban a desplegar sus más variados servicios subcontratados por el gobierno, comenzaron, a través de los llamados Lobbies,  a ganar influencia dentro de las decisiones estaduales más delicadas (Política exterior por ej.).

Pero esto no hubiera pasado sin el consentimiento del poder político –entiéndase elite- en Washington que ya se hallaba embarcado en lograr la hegemonía absoluta sobre el globo (tras la declaración del Nuevo Orden Mundial). La guerra contra Iraq de 1991 fue el puntapié inicial para ello aunque también –junto a otros actores regionales- se perseguían otros objetivos propios. El acceso a la región, tuvo como claro objeto dar el zarpazo trece años después (2003) apoderándose del petróleo iraquí algo que beneficio al mercado de Wall Street y a las corporaciones privadas que –entre muchas de sus inversiones-  hacían negocios con la guerra y sus consecuencias.

Sin dudas que destruir a otros países –además de un fabuloso negocio-, es parte de esa estrategia por establecer el unilateralismo político y económico que jamás trajo beneficios al país intervenido. Los ejemplos huelga mencionarlos. Y es que en realidad, este tipo de políticas no buscan beneficiar a nadie sino solo a las corporaciones, empresas y al establishment neoconservador enquistado en Washington.  Mientras para mediados del 2000 EEUU se atragantaba con estos planes, la Federación  rusa y China crecían silenciosamente sin que las advertencias de algunos analistas dentro de Washington fueran oídas por nadie.

En ese sentido no hay que olvidar que Hugo César Chávez fue un visionario en su constante predica por trabajar mancomunadamente con otros países para estructurar un mundo multipolar,  que hiciera frente a la  voracidad del unilateralismo norteamericano que sostenía –y aún lo sigue haciendo- su progreso a costa de crear conflictos e intervenciones militares. Y su influencia fue innegable ya este multilateralismo como concepto sería tomado como herramienta de la política exterior de Rusia.

Llegada la crisis financiera del 2008 y el ascenso de Obama a la Casa Blanca (una gran decepción para el electorado), dio paso a una era de mayor inestabilidad global pero a su vez, de mayor concientización de cuáles eran las consecuencias y los costos de las políticas exteriores norteamericanas. 
Los muertos por los bombardeos con Drones en Afganistán, Pakistán, Yemen y Dios sabe dónde más, ya no podían esconderse bajo la alfombra pero, los dólares para seguir financiando esto seguían manando, Aleluya!! 

Quedo claro que EEUU no conduce a nadie y menos aún puede arrogarse el papel de “policía moral” para determinar quién si y quién no es el malo en el concierto internacional. Su reputación le precede y son incontables las cuestiones por Derecho Humanos de las cuales debería de responder (incluyendo hoy el caso Jamal Khashoggi). Es más, sus negativas a responder a requerimientos de la Corte Penal Internacional y de administraciones de justicia de naciones independientes por crímenes de guerra y otros cargos criminales imputados a sus militares y agentes de inteligencia, además que ha sido reeditado por la actual administración Trump con amenazas incluidas, revela que no es el faro de la libertad ni la justicia y menos aún de esa palabra tan enlodada llamada “democracia”.

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