EN LA MIRA
“MARASMO GEOPOLÍTICO”
La actual situación de convulsión mundial refleja el fracaso de doctrinas y movimientos políticos que infiltrados por corporaciones privadas tienen alcance global ¿Alguno de ellos son la solución o son la misma cosa?
Por
Dany Smith
Actualmente
el mundo se halla inmerso en un supuesto conflicto entre el “Globalismo” y los
“populismos” que tiene como su máxima expresión en discordias como las hay
entre la Unión Europea y la administración de Donald Trump para citar un
ejemplo. Igualmente nosotros creemos que en realidad existe una pulseada entre
el unilateralismo y el multilateralismo que
fastidia la agenda norteamericana.
Pero
recapitulando, en aquella primera concepción nacida del proceso de
globalización iniciado en los setentas y
que tuvo su gran empuje a comienzos de la década de los noventas (especialmente
económico) y que se vio influenciado por el desarrollo por parte de EEUU en el
impulso de políticas agresivas de cara a imponer su hegemonía político,
económico y militar a nivel global, fue evolucionando con el paso de los años
hasta convertirse en algo que supera todas las definiciones que se quieran
darle.
Por otra
parte, el llamado “populismo” pese a que no es una novedad política (ya que no
es en sí una ideología), ha sido en la última década un muerto resucitado, que
volvió a ser reflotado por los desgastados partidos políticos en regiones como
Sud América como la fórmula base para conquistar el poder gubernamental. Como
término, poco informa por su carácter ambiguo. Más bien se trata de una
filosofía que puede estar posicionada tanto a la derecha como a la izquierda de
las corrientes políticas. Precisamente
como filosofía, ello no significa que quienes la pregonan cumplan con ella. Solo
es un mascarón para disfrazar viejas fórmulas y autócratas de partidos caducos.
Así podemos ver como ejemplos de los “populismos de izquierda” como se supone
sería el caso de la actual Venezuela liderada por Nicolás Maduro y “populismos
de derecha” como lo representaría la administración de Donald Trump en EEUU de
Teresa May en Gran Bretaña.
Aunque
esto pretenda presentarse como una novedad en la que se enfrentan los buenos y
los malos, quienes realmente quieren al pueblo y quienes solo lo engañan, ello
no es realmente así. Ante todo, detengamos la vista un instante y recapitulemos
sobre cuáles son los intereses políticos y financieros que hay detrás de estos
supuestos y espontáneos movimientos “globales”. Para ello debemos revisar los
hechos más transcendentes que se han venido desarrollando en los últimos
veinticinco años que sustentaron el desarrollo de uno y otro de estos
movimientos.
En lo que
hace al “Globalismo” o mejor dicho globalización, veremos que para finales de
la década de los ochentas y comienzos de los noventas, se daba pie a la entrada
por asalto en la escena política a los
intereses financieros y económicos privados, participando en áreas que
anteriormente estaban en mano exclusiva de lo público y bajo el celo de los
estados. La libertad de mercado y la desregulación de las economías que
proponía el neoliberalismo de Wall Street, necesitaba de estados no
intervencionistas y débiles; en resumen lo que se busca es crear, estados
clientes y para lograrlo se fueron ensayando diversos recursos que incluyeron
las negociaciones abusivas, las alianzas económicas desventajosas, los
préstamos usurarios y claro, la guerra. Wall Street pasó a ser la sede central
de las influencias para la toma de
decisiones políticas en el Congreso y la Casa Blanca.
Insignes
precursores de esta corriente fueron sin dudas Ronald Reagan en EEUU y Margaret
Thatcher en Gran Bretaña quienes curiosamente –a la postre de su impopularidad interna- echaron mano a la guerra
para revitalizar sus economías y mejorar transitoriamente su imagen interior. Fue
en este contexto que actores privados comenzaron a participar en el ámbito
público prestando servicios y tercerizando tareas. Las relaciones entre
corporaciones privadas y el estado tuvieron en los EEUU su mejor desarrollo y
fue desde allí que trataron de exportar dicho esquema a todos los países del
globo (Caso Argentina con las privatizaciones). El contexto para ello no podía
ser mejor. Con la caída de la URSS y sin contendiente que pusiera límites a las
ambiciones geoestratégicas de Washington y de la OTAN, los intereses privados
que comenzaban a desplegar sus más variados servicios subcontratados por el
gobierno, comenzaron, a través de los llamados Lobbies, a ganar influencia dentro de las decisiones
estaduales más delicadas (Política exterior por ej.).
Pero esto
no hubiera pasado sin el consentimiento del poder político –entiéndase elite- en Washington que ya se
hallaba embarcado en lograr la hegemonía absoluta sobre el globo (tras la
declaración del Nuevo Orden Mundial). La guerra contra Iraq de 1991 fue el
puntapié inicial para ello aunque también –junto
a otros actores regionales- se perseguían otros objetivos propios. El
acceso a la región, tuvo como claro objeto dar el zarpazo trece años después
(2003) apoderándose del petróleo iraquí algo que beneficio al mercado de Wall
Street y a las corporaciones privadas que –entre
muchas de sus inversiones- hacían
negocios con la guerra y sus consecuencias.
Sin dudas
que destruir a otros países –además de un
fabuloso negocio-, es parte de esa estrategia por establecer el
unilateralismo político y económico que jamás trajo beneficios al país
intervenido. Los ejemplos huelga mencionarlos. Y es que en realidad, este tipo
de políticas no buscan beneficiar a nadie sino solo a las corporaciones,
empresas y al establishment neoconservador enquistado en Washington. Mientras para mediados del 2000 EEUU se
atragantaba con estos planes, la Federación
rusa y China crecían silenciosamente sin que las advertencias de algunos
analistas dentro de Washington fueran oídas por nadie.
En ese
sentido no hay que olvidar que Hugo César Chávez fue un visionario en su
constante predica por trabajar mancomunadamente con otros países para
estructurar un mundo multipolar, que
hiciera frente a la voracidad del
unilateralismo norteamericano que sostenía –y
aún lo sigue haciendo- su progreso a costa de crear conflictos e
intervenciones militares. Y su
influencia fue innegable ya este multilateralismo como concepto sería tomado
como herramienta de la política exterior de Rusia.
Llegada la
crisis financiera del 2008 y el ascenso de Obama a la Casa Blanca (una gran
decepción para el electorado), dio paso a una era de mayor inestabilidad global
pero a su vez, de mayor concientización de cuáles eran las consecuencias y los
costos de las políticas exteriores norteamericanas.
Los muertos por los
bombardeos con Drones en Afganistán, Pakistán, Yemen y Dios sabe dónde más, ya
no podían esconderse bajo la alfombra pero, los dólares para seguir financiando
esto seguían manando, Aleluya!!
Quedo
claro que EEUU no conduce a nadie y menos aún puede arrogarse el papel de
“policía moral” para determinar quién si y quién no es el malo en el concierto
internacional. Su reputación le precede y son incontables las cuestiones por
Derecho Humanos de las cuales debería de responder (incluyendo hoy el caso
Jamal Khashoggi). Es más, sus negativas a responder a requerimientos de la
Corte Penal Internacional y de administraciones de justicia de naciones
independientes por crímenes de guerra y otros cargos criminales imputados a sus
militares y agentes de inteligencia, además que ha sido reeditado por la actual
administración Trump con amenazas incluidas, revela que no es el faro de la
libertad ni la justicia y menos aún de esa palabra tan enlodada llamada
“democracia”.
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