sábado, 23 de enero de 2021

 

“AMERICA IMPLOSION”

Más allá del espectáculo y de escenificada institucionalidad en la asunción de Biden la frágil estabilidad política interior condicionara toda la política global estadounidense

 

Por Charles H. Slim

Caminando por las calles de Washington (D.C.) en horas previas a la asunción del presidente  Joe Biden, daba la apariencia de estar en una ciudad tomada por un ejército invasor; y no es una exageración ¿Recuerdan Bagdad? Bien algo así. Barricadas con camiones cargados de arena para evitar el paso de carros bomba, retenes policiales y de la Guardia Nacional en los cruces estratégicos de la ciudad y el desfile constante de uniformados dirigiéndose por la Avenida Independencia y Pensilvania pintaban un panorama de contrastes para la tan promocionada “democracia”.

El panorama pretendía mostrar que el enemigo estaba esperando allí afuera, agazapado y listo para “agredir a la democracia”. En realidad eso es una ilusión, un auto engaño que intenta tapar un peligro mucho peor y ese es, que el “enemigo” está entre y dentro de ellos mismos.

Los medios adeptos al globalismo que representa Biden y Harris han elaborado un relato épico tan desopilante como esas películas Hollywoodenses en las que los buenos y los malos se baten en un campo de batalla final y, tras una sufriente trama de suspenso los buenos triunfan sobre los malos. Así es como todo el arco mediático de las Corporaciones en EEUU y ni que decir de sus vasallos sudamericanos quienes parecieran querer demostrar que son más estadounidenses que los mismos estadounidenses, mostraron una asunción como una bisagra histórica. En realidad, una verdadera novela rodeada de boato y escenografía que con mucho esfuerzo imaginativo, pretendía mostrar una normal transición en la Casa Blanca. Con este lente es que hay que analizar este recambio.

Hoy los medios y una buena parte de la élite política estadounidense da por sentado que Donald Trump arruinó el sistema y a la democracia americana pero, muchos de estos mismos actores se han beneficiado durante su periodo gracias a las políticas que implementó el repudiado mandatario. Se habla que apenas asuma Biden firmará más de una docena de decretos presidenciales destinados a deshacer varias de las políticas de la administración saliente ¿Dónde hemos visto esto antes? Ah si, en ese país llamado Argentina donde todo cambia cuando un gobierno se va y donde la seguridad jurídica es un concepto tan abstracto y duradero como el vapor.

Como decía antes, muchos de los que aplauden al mandatario entrante hicieron su agosto con Trump y varios de ellos están vinculados a los intereses que nada tienen que ver con las necesidades del pueblo norteamericano. Uno de los más beneficiados con las políticas de Trump ha sido sin dudas el estado de Israel, sus partidarios lobistas dentro del Congreso (y todos los intereses que ellos representan) e incluso al mismo premier israelí Benjamín Netanyahu que necesitaba tapar sus escandalosos procesos penales con golpes de efecto político.

Para “Bibi” se hacía irremontable su situación personal y la de misma familia involucrada en todo tipo de casos de corrupción que obviamente molesta e indigna solamente a la opinión de los israelíes y de sus acólitos sionistas alrededor del mundo que complicaba sus aspiraciones a permanecer en el poder. Trump –quebrantando todo el derecho internacional- le dio el capital para que literalmente se comprara otra reelección entregándole Jerusalen y reconociendo una soberanía de facto sobre los “Altos del Golán” sirios.

Pero Netanyahu también necesitaba cobertura externa. Mucho peor que la comisión de estos delitos de corrupción que caracteriza a los políticos contemporáneos, están los crímenes de guerra y lesa humanidad que se han cometido y se siguen cometiendo contra la población árabe palestina que –vale aclarar- no discrimina entre musulmanes y cristianos. Tapar esto a la vista de la opinión pública mundial y de las instancias judiciales internacionales se hizo imperioso para Netanyahu y Donald Trump y su administración le dieron una mano impagable que jamás podrán olvidar.

Pero como sucede en ese código entre mafiosos, cuando uno de ellos cae en desgracia, nadie se acercara a tenderte una mano y simplemente diran “no te conozco”. De esa manera fue como Netanyahu le pagó a su colega saliente cuando tras ratificarse su derrota electoral  comenzó a ser vilipendiado por los medios, lo elimino de sus contactos en las redes sociales.

En lo domestico una gran parte de los norteamericanos se resisten abandonar el lema “América primero” que hizo de la política económica, uno de los pilares que llevaron y sostuvieron a Trump. En lo financiero, las políticas de la Casa Blanca buscaron cortar los nexos promiscuos entre la banca privada y la Reserva Federal (que fabrica los billetes) que hizo de la política y sus políticos (especialmente los demócratas) meros clientes al servicio de los intereses de las grandes empresas trasnacionales. El salvamento de los bancos privados impulsado por Barak Obama en febrero de 2009, que serviría para salvar los impuestos de los multimillonarios,  fue una de las medidas que una amplia mayoría de estadounidenses (desilucionados) rechazó y que por los resultados obtenidos a posterior, no se equivocaron en su oposición. Obama no solo demostró ser la continuidad de Bush sino que en lo referente al respeto de los derechos humanos y el intervencionismo evidenció ser tan cuestionable como su predecesor.

Cabe recordar que el enojo en EEUU no comenzó el 6 de enero pasado con la toma del Capitolio. Sus causas se vienen arrastrando desde muy lejos y ellas se fundan –en parte- en un hartazgo al fraude y la corrupción política. Y aunque los medios maquillan la gravedad de la situación interna magnificando supuestos valores éticos como se vio en la ceremonia de transición con discursillos referentes a la “unidad” y un patriotismo que claramente no representan.

Al mismo tiempo  no se debe olvidar que aproximadamente unos 72 millones de ciudadanos estadounidenses  votaron por el mandatario saliente y que un tercio de la ciudadanía hace tiempo viene preparándose para una guerra civil (ejerciendo un derecho previsto en la 2° enmienda), por lo cual aquellos argumentos escenificados de institucionalidad y democracia caen en saco roto.

En lo que se refiere a la hoja de ruta exterior de Biden se espera el regreso de EEUU a organismos internacionales que Trump decidió abandonar en su momento por considerarlos  inútiles y parte de un negocio político que conllevaba para el erario público una pérdida de tiempo y dinero injustificado. Así, EEUU abandono la OMS, el Acuerdo de París y el CMNUCC dependiente de Naciones Unidas sobre el “Cambio climático”.  Pero lo que más le importa al Establishment que la administración Biden representa es el regreso pleno a la OTAN reestableciendo los nexos institucionales y operativos que se vieron interrumpidos con Trump. Dentro de estas intensiones Washington deberá ver como resuelve y articula las relaciones con su socio británico que viene tratando de volver a recuperar su protagonismo geopolítico propio.

Este regreso debe ser pleno y con la intensión de asumir el liderazgo político-militar de la organización. Es imprescindible para el redespliegue de los planes de expansión hegemónica que los “Halcones” partidarios de la doctrina “Rumsfeld/Cebrowski” vieron temporalmente truncada por la administración pasada. Como prefacio de que las cosas no cambiaran en lo referido a la agresiva política exterior el nuevo Secretario de Estado Antony Blinken ha dejado en claro que las cosas “seguirán igual con respecto a algunas naciones”, aludiendo a Irán, Rusia, China y Venezuela. Sobre esto el nuevo funcionario deliberadamente omitió referirse a dos grandes problemas como Afganistán y Yemen donde EEUU es uno de los responsables de una cruenta situación humanitaria.

Otra región que sin dudas experimentara estos cambios será Oriente Medio y en especial Iraq, donde la creciente desobediencia civil al gobierno colaboracionista y el creciente rechazo político y popular a los EEUU podrían dar lugar a la –conveniente- aparición de algún nuevo actor como “Estado Islámico” que vuelva a crear el caos propiciando el regreso masivo de tropas estadounidenses.

Igualmente aunque estos serían los lineamientos de la nueva administración, la situación interna de los EEUU es muy delicada y nadie, incluso los más recalcitrantes pro-estadounidenses niega la existencia de una grieta político-racial que no se saldó con el montaje lacrimógeno de la asunción del 20 de enero.

 

 

 

martes, 19 de enero de 2021

 

“THE HUMANITY OF YEMEN”

How Washington and its allies seek to cover up their interference and responsibilities in the humanitarian crisis in Yemen by twisting the meaning of words and deeds

 

By Ali Al Najafi

For too long, attempts have been made to disguise the reality of certain situations through contrived and deliberate descriptions with clearly biased purposes. We saw it with Iraq between 1990 to 2003 with the victimization of the Shiites to justify a military intervention against the Sunni government of Saddam, or the hateful generalization that since 2001 extended to all Muslims in the world when they were associated with "Islamic terrorism" thereby justifying the interventions, torture and murders. That was a historical scoundrel that tried to hide the sinister intelligence devices that we would see with the farces of “Al Qaeda” with Sunni confessional orientation (Takfirism and Wahhabism exported by Saudi Arabia) that ended up being consecrated with the final hoax of the "Islamic State".

In 2010 and after months of a preliminary process of preparation, NATO (like Washington's mask) together with its Arab allies of the petromonarchies (Saudi Arabia and Qatar), carried out a vast operation of agitation and creation of chaos over the entire world. North Africa and that they wanted to recreate in Syria with a version that the western media showed as “popular uprisings” and that they euphemistically christened the “Arab Spring”. Although they still insist on that prefabricated story, it was very clear that this was not such a thing and proof of this is the current situation in Libya.

When Saudi Arabia launched its aggression on Yemen in February 2015 neither Washington nor the UN made any recrimination for this clearly illegal action that violates the sovereignty of a member state provided for in Chapter VII of the United Nations Charter. This silence? The clear existing interest in this catastrophe being carried out but (as has been the custom) hidden under the veils of political ambiguity and informational deception. There is undoubtedly a Manichean vision of what is happening there and even worse, in the case of the US, it is known that it has gradually taken part in these actions that since then have caused the death and misfortune of thousands of Yemenis.

As part of that intervention, Washington secretly deployed its “proxies” resources made up of groups of mercenaries and elements of ISIS trying to establish a counter-insurgency (dirty war) dynamic against the Yemeni resistance that has been a failure.

The arguments to allow this true violation of international law and especially of international humanitarian law are varied, but they focus especially on the supposed influence of Iran on the Shiite Houthis and on the political position of open resistance that they have adopted against the attempts of Saudi invasion and its coalition of mercenaries backed by the USA and Israel. As you can see, when it served to show the Shiites as oppressed they demonized the Sunnis and in Yemen this is seen in reverse.

Despite the military superiority and strategic collaboration that CENTCOM lends to the Saudi initiative, the resistance presented by the Yemenis (especially the Houthis) has been such that their efforts are currently stalled in a disastrous impasse. In an attempt to weaken this resistance, the attackers reiterate the use of the same stealthy and inhumane tactics that focus on collective punishment to generate despair and chaos that by degrading the quality of life of civilians weakens the will of the combatants.

The aberrations that have been seen in this aggression are countless and inconceivable. As in Iraq, Afghanistan and Syria, there is not the slightest respect for the lives of civilians who are often the target of Saudi air strikes and the Emiratis who have used bombs with depleted Uranium and nuclear tactical devices on Sana'a provided by those actors. (Although they have tried to deny it)

But to the destruction by bombs and weapons is added the misery that has been silently being created and exacerbated by the inhumane blockades of food, basic necessities and medicines promoted by political pressure from Washington and its Western allies that are (in addition to instigated by Zionist pressure groups) shamefully supported by Riyadh and its Gulf allies. The situation to which the Arab country is being subjected is so inhumane that to the thousands of displaced already existing is added a situation of famine in process that has already caused the death of thousands of children and that cannot be hidden from world opinion and all this, due to a trade blockade promoted from Washington and supported by the financial sectors that control the market. As Ayman Gharaibeh, UNHCR Representative said “The world cannot let Yemen fall into an abyss.”

This has been one of the weapons that Washington has used in the past to subdue the countries that resisted its intervention. The thirteen-year embargo against Iraq, in addition to the plundering of financial resources (by freezing bank accounts abroad) caused such a state of misery that it pushed back the life expectancy of its inhabitants to bygone times. A specific example was seen in the invasion of 2003 when the British frustrated by not being able to take the southern city of Basra due to the bitter resistance, bombed food stores and cut off drinking water to create despair in the population that made the task of defenders. As Kissinger put it “Control the oil and you control nations. Control the food and you control the towns”.

In Afghanistan it was not possible to use the same strategy as there the armed resistance is more organized and complex, fostered by a multi-ethnic human composition spread over a wide and irregular terrain. This did not prevent the CIA and its colleagues from deploying the “ISIS” ruse to try to counter the influence of the Taliban. In Syria we are seeing how the USA, in addition to its illegal intervention on the ground, tries to strangle its economy through trade sanctions and product blockades that seek the same purpose as in Yemen.

Washington has justified the implementation of these inhumane measures by accusing the Houthi resistance of being a terrorist organization linked to Iran, a terminology used over the years in a partial and tendentious way that led to the aberrations of Guantánamo and hundreds of concentration camps of the CIA around the world.

And this was propitiated throughout the Trump administration, an isolationist who cut off several of the businesses linked to the internationalists who, through military intervention, seek to create zones of perpetual chaos that justify the armed presence of the United States. The exception is understood as a part of its pro-Israeli policy of strengthening the defense of the state by degrading its most bitter enemies in the region. For now, the arrival of Biden and his corresponding advisers for the Middle East does not mean that it stops this policy of humanitarian extortion.

So dire is the situation among the civilian population that the same United Nations representative Martin Griffiths called on the US to review its determination to label the Houthi resistance as “terrorists.” A similar appeal was made by the Director of the World Food Program David Beasley, focusing on the suffering caused by these policies on the mass of the population aimed at obtaining a clearly extortionate consent.

Undoubtedly, beyond the domestic demonstrations of the structural problems that infect American democracy and that affect the lives, liberties and equal treatment of all its citizens, there is in the aspect of how its political and military representatives see the rest of the world, the explanation of a notable disregard for the human life of others based on a supposed belief of moral and political superiority that authorizes them to unleash wars and create chaos in the name of a democracy that they themselves do not practice; without a doubt, it is the irreverent behavior of a criminal elite of global reach.

 

 

 

viernes, 15 de enero de 2021

 

“OPERATION KICK ASS”

Las acusaciones de intento de Golpe de Estado contra Donald Trump no solo son increíbles sino buscan otra finalidad

Por Charles H. Slim

En enero pasado, cuando Donald Trump se dejo convencer por sus consejeros de la inteligencia sobre las bondades de asesinar al General iraní Qassem Soleimani y a sus socios iraquíes de las Milicias Populares “Hashd Al Shaabi” que combaten en Siria, seguramente se sintió en la cima del mundo al ver que estos personajes del bajo mundo de la inteligencia se congraciaban con su “magnanimidad y valor” para advertir a la República Islámica de Irán de que abandonara sus expectativas geopolíticas en la región (que incluyen su desarrollo nuclear).

Benjamin Netanyahu y la ultraderecha israelí también aplaudieron ese magnicidio[1] ya que en cierta medida, beneficiaría a los intereses israelíes.

Pero cuando las consecuencias de ese hecho fueron demasiado costosas para los EEUU y ello se volvió un urticante tema de discusión pública, esos consejeros se desentendieron de sus consejos y sus opositores que se habían replegado, se reorganizaron y volvieron a la carga. Lo mismo con el apoyo del Lobbie pro-israelí que había entrado en una fractura interna por las contrariedades que desataba Trump ante ciertos temas que pese beneficiar a Israel (Como fue la contradictoria e ilegal declaración oficial de Jerusalen Capital del estado judío), no les dejaba bien parados ante el público norteamericano.

A un año exactamente de aquellas jornadas, muchos de esos personajes parecen haberle dado la espalda e incluso podrían estar trabajando con las huestes de Biden para una salida oprobiosa de la Casa Blanca. Las manifestaciones que culminaron con la toma del Capitolio y la muerte de cuatro de esos ciudadanos el 6 de enero pasado, están siendo editadas a modo de un relato que salve la imagen del “Sistema” y justifique un “impeachment express” que destituya a Donald Trump de forma inmediata. Pero a pesar de que la prensa del Establishment trata de argumentar que “Trump ha destruido la democracia” o exageraciones semejantes, cierto es también que sus predecesores –en especial George W. Bush en 2000[2]- también llegaron al poder en circunstancias harto discutibles y que estos mismos medios han optado por olvidar.

El sistema electoral norteamericano está diseñado para el fraude y ello se advierte en que un candidato pese a obtener la mayoría de votos, ellos no serán quienes determinen su elección. Sin dudas esto no puede ser más que la demostración cabal de una democracia poco democrática.

Pero lo que estamos viendo ahora, es el intento despiadado de ajustar cuentas con ese despreciable Outsider de la política estadounidense que -según su razonamiento- les ha robado cuatro valiosos años y con ellos, el retraso de los planes por persistir en sus intentos por penetrar en Eurasia, similar política en el Mar Meridional de la China y en consolidar la hegemonía norteamericana en Oriente Medio mediante la propagación del caos y la inestabilidad en el mundo árabe-islámico.

Al frente de la cruzada están los medios conservadores y el amplio espectro de las Corporaciones de Medios quienes no escatiman en epítetos y argumentos que pinten a Donald Trump como un lunático que los EEUU han debido soportar. Esta imagen no se limita a los medios estadounidenses y de sus repetidoras en todo el continente. En países aliados al proyecto de la hegemonía militar, también se han puesto manos a la obra para sumar argumentos que centren las culpas de todos los males de América a una sola persona[3]. Los planteos y acusaciones que se ponen de manifiesto en estos medios son tan fantásticos que son dignos de convertir a Trump en un nuevo villano de los Comics de Marvel. Pero, no aclaran que éste mandatario no llegó por la ventana o por la gracia de los viejos políticos que se enquistan en Washington. Tampoco por la supuesta manipulación informática de los rusos que Hillary Clinton y su gente acusaron en su momento. Su gestión surgió de un hartazgo y la indignación de una buena parte de la población estadounidense ante los manejos y desmanejos de la crema político-financiera (indistintamente republicanos y demócratas) que enquistada en Washington, había convertido a EEUU en un ente vaciado de sus valores patrióticos originales al servicio de intereses ajenos a ellos.

Tras aquella violenta jornada del 6 de enero, el FBI ha comenzado una investigación para determinar las implicancias  de toda índole en estas manifestaciones y para prevenir la producción de nuevos posibles eventos de violencia que los grupos supremacistas blancos y los círculos de la ultra derecha estarían preparando para boicotear la asunción de Biden-Harris. Según un informe del FBI de 2006 ya advertía la “infiltración” de miembros de las agrupaciones supremacistas en cuerpos policiales y agencias gubernamentales que exponen la vulnerabilidad al sabotaje y a episodios de abusos con vinculaciones raciales. Esto último surge muy conveniente a los fines de tratar de deslindar las responsabilidades y limpiar la imagen político institucional de los EEUU por oprobiosos casos como el de George Floyd y de muchos otros ciudadanos que por ser de un color diferente, fueron asesinados en la vía pública. Muchos se preguntan ¿Cuántos otros ciudadanos habrían sido asesinados por fuerzas gubernamentales en recintos cerrados?  Estos casos de flagrantes violaciones a los derechos humanos no comenzaron con Donald Trump, solo basta señalar como horrorosos antecedentes la deleznable infraestructura del terror montada por George W. Bush y Dick Cheney para “combatir el terrorismo” que cierto vale aclarar, nunca apunto a combatir estos grupos extremistas domésticos (DVE)[4].

Por lo pronto el Establishment comenzó por silenciar al “molesto mandatario” quitándole el derecho a usar el Twitter y cualquier otra red social, una medida que vuelve a demostrar que significado y alcance tiene la democracia para Washington.

Al mismo tiempo organismos y asociaciones de derechos civiles han comenzado a pedir informes sobre lo que habría ocurrido previo y a posterior a darse comienzo con estas revueltas en el Capitolio en algunos casos, tratando de determinar la complicidad o la incitación del presidente en el desarrollo del asalto al Capitolio.

El caso de la La Ley de Libertad de Información (FOIA)[5] es uno de ellos por medio del cual se pretende determinar mediante un registro documental de lo que el gobierno sabía y no sabía u ocultaba de lo que estaba por ocurrir. Como lo señalan varias fuentes que se fundan en  publicaciones  de medios como The Washington post, Trump habría incitado a los “mafiosos” a que se dirigieran al Capitolio para que lo tomaran por asalto, aunque otras fuentes aseguran que ello no es cierto y que se adulteraron los dichos del mandatario. Según algunas fuentes ya se han redactado más de 75 solicitudes FOIA para requerir informes a varias Agencias Federales del gobierno. Entre algunas de las informaciones que se estarían requiriendo está cuál fue la determinación y quiénes la impartieron para que tardíamente interviniera la Guardia Nacional en torno al Capitolio. Ello demostraría que se le permitió a la “turba” que pudiera pasar sin obstáculos hacía el edificio cuando el cordón policial no tenía la capacidad de contenerlos.

Se ha criticado de forma continua que durante la gestión de Trump se habían restringido varias fuentes de información que debían estar a disposición de cualquier ciudadano que quisiera conocer. Para los defensores de FOIA Trump arengó y permitió que esta turba tomara el Capitolio algo que es secundado por la línea editorial de los medios pero, en realidad el problema interno de los EEUU es mucho más profundo y estructural que este episodio.

Sin dudas se montará un gran circo que disfrazará lo ocurrido y la justicia caerá con todo su peso contra los manifestantes de aquel día pero una pregunta quedará sin responder ¿Hasta cuándo se esconderán los reales problemas que movilizaron a estos manifestantes? Y otra sería ¿Acaso el Sistema cree que son los únicos manifestantes que están en desacuerdo con el Status Quo que Biden intentará revitalizar?

 

 

 



[2] Se dio cuando la Suprema Corte de los EEUU se negó a intervenir en el pedido un nuevo conteo de votos en el Estado de Florida gobernado por Jeff Bush quien consagró como ganador al candidato republicano, su hermano George W. Bush.

[3] Esto es lo que se vió en publicaciones australianas como en el “The West Australian” que llegó al paroxismo de comparar a Trump con Hitler.

[4] Terminología que significa aparece en el Informe del FBI

[5] Ley de Libertad de Información que permite a los ciudadanos solicitar por medio de formularios preestablecidos, información sobre actos llevados adelante por agencias federales y del poder ejecutivo.

lunes, 11 de enero de 2021

 

“REGIÓN LIBERADA”

Qué antecedentes y significancia tiene la penetración de la OTAN en America Latina y su desembarco en Colombia ¿Peligra la soberanía de los estados?

Por Charles H. Slim

Los últimos acontecimientos que se han registrado en el centro del poder imperial (El Capitolio de los EEUU), demuestran que la lucha por el poder está atomizada a tal punto, que podría dar lugar a nuevos e imprevistos escenarios que debilitarán o al menos retrasaran los planes globalistas de la administración demócrata Biden-Harris.  

Dentro de esos lineamientos internacionalistas se halla el definitivo control del Caribe y Sudamérica con especial objetivo a Venezuela, algo que se comprueba con aquel acuerdo firmado en 2013 por el entonces presidente colombiano Juan Manuel Santos que se concretó con el efectivo desembarco de la OTAN a mediados de 2018 y que trajo como inmediatas consecuencias los intentos fallidos por derribar al gobierno de Nicolás Maduro Moros.

Más allá de las increíbles justificaciones del gobierno de Santos para permitir ingresar a la organización atlántica (“como compartir información sobre el crimen organizado y el narcotráfico”), su presencia tiene la finalidad de absorber a la región para evitar que los estados caribeños establezcan relaciones multilaterales libres y amplias con Rusia y China. Y aunque Santos solo obró como la máscara de Washington y sus aliados, la decisión de ingresar a Colombia como un “colaborador” de segunda de la OTAN, se fundó en las determinantes políticas de acercamiento y cooperación entre Caracas y Moscú que fueron impulsadas por el entonces presidente Hugo César Chavez a comienzos del 2000.

Pero la presencia de la OTAN no es nueva en el continente. Desde mediados de 1982 se dieron dos eventos que vislumbrarían el momento oportuno para entrar al continente. En marzo de ese año se llevaron a cabo las primeras maniobras navales de la OTAN en aguas del Golfo de México denominadas Safe Pass 82 bajo la excusa del peligro del “intervencionismo” soviético materializdo en la Cuba Castrista. El segundo evento se dio cuando la Argentina perdió la guerra por recuperar las islas Malvinas, Sandwiches y Georgias del sur, Londres vio abierto el camino para fortificar las islas y establecer allí instalaciones con propósitos que excedían la supuesta contención de alguna amenaza de la Argentina. Incluso cabe recordarlo, durante la guerra la OTAN colaboro de forma discreta (proporcionando inteligencia satelital) con Londres para que pudiera sobreponerse a un colapso de su Task Force ante los intrépidos pilotos argentinos.

Sabido es que Gran Bretaña es uno de los miembros de la OTAN y tras el final de aquella guerra tuvo la excusa y oportunidad de ampliar el mapa de influencia y el control estratégico del Atlántico sur. Fue de ese modo que la organización instaló una de sus bases estratégicas de inteligencia hemisférica sita en la base aérea de Mount Pleasant. Allí donde funciona la Unidad Conjunta de Comunicaciones -Joint Communications Unit (JCU)-  se instaló una antena del Sistema Automatizado de espionaje de alcance global ECHELON que se intercomunica con una red de inteligencia electrónica de la denominada agrupación “Cinco ojos” (compuesta por los servicios de inteligencia de Australia, Canadá, New Zeland, Reino Unido y los EEUU) que cubre todo el hemisferio.

Como antecedente del alcance y misión de este sistema de espionaje electrónico masivo fue el escándalo que se registro por finales de la década de los ochentas (1988) cuando se reveló por un artículo publicado por el investigador Duncan Campbell, que los gobiernos anglosajones espiaban de forma indiscriminada y sin objetivos clarosa todos sus ciudadanos sin permiso alguno. Aquello causó una oleada de indignación popular en la Unión Europea que fue convenientemente morigerada por los medios estadounidenses. 

A cargo de estas actividades invasivas estaban (y siguen estando) la inteligencia electrónica de Government Communications Headquarters (GCHQ) británico y sus colegas estadounidenses de la National Security Agency (NSA) quienes mantienen junto a las Malvinas un estratégico eje de redes de escucha con bases en las islas de Ascensión en el Atlántico y Diego García en el Indico que entre otras funcionalidades tuvo la de ser parte en las operaciones para la invasión de Afganistán en noviembre de 2001 de Iraq en marzo de 2003.

Durante años las actividades de la organización se vieron encubiertas por la desinformación y la ridiculización que impulsaban desde Londres y que los medios acataban al pie de la letra. Las informaciones oficiales y los trascendidos era que solo había un destacamento militar británico para garantizar la seguridad de las islas ante otro posible intento argentino. En tanto, desde las instalaciones de Mount Pleasant y en coordinación de la Navy Intelligence Division (NID) se llevaron adelante operaciones de interceptación y escucha de las comunicaciones del continente sin que las autoridades civiles y militares argentinas se dieran cuenta de ello.

Cuando el gobierno de Carlos Menem decidió en 1990 alinearse a la aventura en el Golfo Pérsico que desemboco en la calamitosa guerra contra Iraq, se suponía que la Argentina pasaría a ser considerada como un socio extra OTAN, algo que jamás ocurrió. Tal como lo fueron los argumentos para involucrar a su país en aquella contienda, las expectativas de Buenos Aires de convertirse en parte de la Alianza atlántica por esta participación dejo entrever la candidez política y credulidad de aquel gobierno. Incluso esa pretensión no era posible de concretarse en la realidad dado que el país no se hallaba ni se halla aún al presente, en las condiciones de poder aspirar a un posicionamiento (aunque segundón) de esa clase.

Sumado a ello, los gobiernos argentinos y mucho menos sus ciudadanos sabían que los británicos y la OTAN estaban usando su espacio para lanzar operaciones de inteligencia, contrainteligencia  y ataque contra objetivos en terceros países calificados de “terroristas” enmarcados en las actividades de la “Homelad Security”, un oscuro departamento de la inteligencia creado por Washington y costeado por insondables presupuestos tras el 11 de Septiembre de 2001.

A partir de aquel entonces y bajo aquel argumento, el rastreo, escucha y grabación de las comunicaciones telefónicas, electrónicas y digitales por el internet fue el inicio de una realidad encubierta a costa del derecho a la intimidad y la confidencialidad de los actos del gobierno argentino y de todos sus ciudadanos implicando sin dudas a todo el continente. La silenciosa guerra cibernética de satélites, Drones espía y salas comando desde donde se monitorean las redes de internet de un país, es una realidad a la cual la Argentina se halla inmersa pero que –por acuerdos secretos- se encuentra lejos de poder contrarestar.

Actualmente Argentina no es un objetivo a considerar ya que no representa una amenaza a las políticas de la Organización atlántica y mucho menos a los despliegues militares de Londres en la región. Si es una plataforma geográfica de colaboración estratégica para las agencias gubernamentales anglosajonas que encuentran muy fácil operar en un país donde reina el caos político, la nulidad institucional y una corrupción administrativa que no tiene limites.

En lo que respecta a la relación de Buenos Aires con la OTAN es inexistente e innecesaria ya que –a diferencia de Colombia- para los cerebros en Bruselas, Argentina no posee una infraestructura militar propia de sofisticación útil y menos aún, un peso geopolítico propio que pueda aportar una colaboración cualificada para los objetivos que se buscan en el Atlántico sur. Si necesitan de esa colaboración tienen a los británicos en Mount Pleasant y a los chilenos de la FACH en Punta Arenas.

Caso diferente es el Caribe y Venezuela en particular, donde existe un proceso político que además de oponerse a la hegemonía político-comercial y militar anglosajona, se ha convertido en una opción política –que además de desplazar a las ambiciones de Cuba- es digna de emular sin por supuesto, correr los riesgos de ser blanco de agresiones solapadas desde Washington.  Este mismo proceso además, ha demostrado tener una trascendencia hemisférica de peso que lo ha llevado a establecer nexos de cooperación con la Federación rusa, China e Irán que preocupan de sobremanera a los intereses occidentales.

Es por ello y más allá de las complicaciones del gobierno de Maduro en política domestica, el sostenimiento y profundización de una geopolítica audaz que se apoya en una estrategia de contrapeso para limitar las acciones intervencionistas de Washington y la OTAN, le dará chances a que el proceso Bolivariano pueda sobrevivir  e ir progresando con el tiempo. Además, tras la clara exposición de la profunda crisis política que transita los EEUU, la región y en especial Venezuela tienen la oportunidad de ir aflojando las cadenas que desde el norte y con la ayuda de sus socios de la OTAN han tendido en rededor de toda la región.