sábado, 23 de enero de 2021

 

“AMERICA IMPLOSION”

Más allá del espectáculo y de escenificada institucionalidad en la asunción de Biden la frágil estabilidad política interior condicionara toda la política global estadounidense

 

Por Charles H. Slim

Caminando por las calles de Washington (D.C.) en horas previas a la asunción del presidente  Joe Biden, daba la apariencia de estar en una ciudad tomada por un ejército invasor; y no es una exageración ¿Recuerdan Bagdad? Bien algo así. Barricadas con camiones cargados de arena para evitar el paso de carros bomba, retenes policiales y de la Guardia Nacional en los cruces estratégicos de la ciudad y el desfile constante de uniformados dirigiéndose por la Avenida Independencia y Pensilvania pintaban un panorama de contrastes para la tan promocionada “democracia”.

El panorama pretendía mostrar que el enemigo estaba esperando allí afuera, agazapado y listo para “agredir a la democracia”. En realidad eso es una ilusión, un auto engaño que intenta tapar un peligro mucho peor y ese es, que el “enemigo” está entre y dentro de ellos mismos.

Los medios adeptos al globalismo que representa Biden y Harris han elaborado un relato épico tan desopilante como esas películas Hollywoodenses en las que los buenos y los malos se baten en un campo de batalla final y, tras una sufriente trama de suspenso los buenos triunfan sobre los malos. Así es como todo el arco mediático de las Corporaciones en EEUU y ni que decir de sus vasallos sudamericanos quienes parecieran querer demostrar que son más estadounidenses que los mismos estadounidenses, mostraron una asunción como una bisagra histórica. En realidad, una verdadera novela rodeada de boato y escenografía que con mucho esfuerzo imaginativo, pretendía mostrar una normal transición en la Casa Blanca. Con este lente es que hay que analizar este recambio.

Hoy los medios y una buena parte de la élite política estadounidense da por sentado que Donald Trump arruinó el sistema y a la democracia americana pero, muchos de estos mismos actores se han beneficiado durante su periodo gracias a las políticas que implementó el repudiado mandatario. Se habla que apenas asuma Biden firmará más de una docena de decretos presidenciales destinados a deshacer varias de las políticas de la administración saliente ¿Dónde hemos visto esto antes? Ah si, en ese país llamado Argentina donde todo cambia cuando un gobierno se va y donde la seguridad jurídica es un concepto tan abstracto y duradero como el vapor.

Como decía antes, muchos de los que aplauden al mandatario entrante hicieron su agosto con Trump y varios de ellos están vinculados a los intereses que nada tienen que ver con las necesidades del pueblo norteamericano. Uno de los más beneficiados con las políticas de Trump ha sido sin dudas el estado de Israel, sus partidarios lobistas dentro del Congreso (y todos los intereses que ellos representan) e incluso al mismo premier israelí Benjamín Netanyahu que necesitaba tapar sus escandalosos procesos penales con golpes de efecto político.

Para “Bibi” se hacía irremontable su situación personal y la de misma familia involucrada en todo tipo de casos de corrupción que obviamente molesta e indigna solamente a la opinión de los israelíes y de sus acólitos sionistas alrededor del mundo que complicaba sus aspiraciones a permanecer en el poder. Trump –quebrantando todo el derecho internacional- le dio el capital para que literalmente se comprara otra reelección entregándole Jerusalen y reconociendo una soberanía de facto sobre los “Altos del Golán” sirios.

Pero Netanyahu también necesitaba cobertura externa. Mucho peor que la comisión de estos delitos de corrupción que caracteriza a los políticos contemporáneos, están los crímenes de guerra y lesa humanidad que se han cometido y se siguen cometiendo contra la población árabe palestina que –vale aclarar- no discrimina entre musulmanes y cristianos. Tapar esto a la vista de la opinión pública mundial y de las instancias judiciales internacionales se hizo imperioso para Netanyahu y Donald Trump y su administración le dieron una mano impagable que jamás podrán olvidar.

Pero como sucede en ese código entre mafiosos, cuando uno de ellos cae en desgracia, nadie se acercara a tenderte una mano y simplemente diran “no te conozco”. De esa manera fue como Netanyahu le pagó a su colega saliente cuando tras ratificarse su derrota electoral  comenzó a ser vilipendiado por los medios, lo elimino de sus contactos en las redes sociales.

En lo domestico una gran parte de los norteamericanos se resisten abandonar el lema “América primero” que hizo de la política económica, uno de los pilares que llevaron y sostuvieron a Trump. En lo financiero, las políticas de la Casa Blanca buscaron cortar los nexos promiscuos entre la banca privada y la Reserva Federal (que fabrica los billetes) que hizo de la política y sus políticos (especialmente los demócratas) meros clientes al servicio de los intereses de las grandes empresas trasnacionales. El salvamento de los bancos privados impulsado por Barak Obama en febrero de 2009, que serviría para salvar los impuestos de los multimillonarios,  fue una de las medidas que una amplia mayoría de estadounidenses (desilucionados) rechazó y que por los resultados obtenidos a posterior, no se equivocaron en su oposición. Obama no solo demostró ser la continuidad de Bush sino que en lo referente al respeto de los derechos humanos y el intervencionismo evidenció ser tan cuestionable como su predecesor.

Cabe recordar que el enojo en EEUU no comenzó el 6 de enero pasado con la toma del Capitolio. Sus causas se vienen arrastrando desde muy lejos y ellas se fundan –en parte- en un hartazgo al fraude y la corrupción política. Y aunque los medios maquillan la gravedad de la situación interna magnificando supuestos valores éticos como se vio en la ceremonia de transición con discursillos referentes a la “unidad” y un patriotismo que claramente no representan.

Al mismo tiempo  no se debe olvidar que aproximadamente unos 72 millones de ciudadanos estadounidenses  votaron por el mandatario saliente y que un tercio de la ciudadanía hace tiempo viene preparándose para una guerra civil (ejerciendo un derecho previsto en la 2° enmienda), por lo cual aquellos argumentos escenificados de institucionalidad y democracia caen en saco roto.

En lo que se refiere a la hoja de ruta exterior de Biden se espera el regreso de EEUU a organismos internacionales que Trump decidió abandonar en su momento por considerarlos  inútiles y parte de un negocio político que conllevaba para el erario público una pérdida de tiempo y dinero injustificado. Así, EEUU abandono la OMS, el Acuerdo de París y el CMNUCC dependiente de Naciones Unidas sobre el “Cambio climático”.  Pero lo que más le importa al Establishment que la administración Biden representa es el regreso pleno a la OTAN reestableciendo los nexos institucionales y operativos que se vieron interrumpidos con Trump. Dentro de estas intensiones Washington deberá ver como resuelve y articula las relaciones con su socio británico que viene tratando de volver a recuperar su protagonismo geopolítico propio.

Este regreso debe ser pleno y con la intensión de asumir el liderazgo político-militar de la organización. Es imprescindible para el redespliegue de los planes de expansión hegemónica que los “Halcones” partidarios de la doctrina “Rumsfeld/Cebrowski” vieron temporalmente truncada por la administración pasada. Como prefacio de que las cosas no cambiaran en lo referido a la agresiva política exterior el nuevo Secretario de Estado Antony Blinken ha dejado en claro que las cosas “seguirán igual con respecto a algunas naciones”, aludiendo a Irán, Rusia, China y Venezuela. Sobre esto el nuevo funcionario deliberadamente omitió referirse a dos grandes problemas como Afganistán y Yemen donde EEUU es uno de los responsables de una cruenta situación humanitaria.

Otra región que sin dudas experimentara estos cambios será Oriente Medio y en especial Iraq, donde la creciente desobediencia civil al gobierno colaboracionista y el creciente rechazo político y popular a los EEUU podrían dar lugar a la –conveniente- aparición de algún nuevo actor como “Estado Islámico” que vuelva a crear el caos propiciando el regreso masivo de tropas estadounidenses.

Igualmente aunque estos serían los lineamientos de la nueva administración, la situación interna de los EEUU es muy delicada y nadie, incluso los más recalcitrantes pro-estadounidenses niega la existencia de una grieta político-racial que no se saldó con el montaje lacrimógeno de la asunción del 20 de enero.

 

 

 

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