martes, 28 de septiembre de 2021

 

“UNA PROYECCION PARA EL CAOS”

¿Por qué AUKUS puede crear la inestabilidad regional con el riesgo de desatar un conflicto nuclear?

 

Por Charles H. Slim

Mas allá de las discrepancias entre París, Washington y la UE por la conformación de AUKUS, lo que realmente importa es la finalidad que cumplirá esta unidad estratégica entre EEUU, Gran Bretaña y Australia.  Quizá usted este aburrido de escuchar siempre la misma excusa para que EEUU se entrometa en otras jurisdicciones soberanas apelando a la “Seguridad Nacional” de su nación, pero ¿Qué amenaza representa China en su propio continente y en sus propias aguas territoriales?

Y es que debemos entenderlo bien. Las experiencias pasadas en las que Washington apelando a esta consabida argumentación solo han traído conflictos, desgracias y la miseria para millones de personas. Se requiere de una mirada crítica y frontal contra el permanente cinismo con que los “Think Tanks” y su conglomerado de medios disfrazan y manipulan el lenguaje para enmascarar las intenciones políticas y los movimientos norteamericanos en el exterior.

A pesar de las palabras ampulosas en el discurso de Biden ante la Asamblea General de Naciones Unidas, la tan mencionada “democracia” solo es una mera alegoría dialéctica (y muy trillada por cierto) para tratar de ocultar los nuevos despliegues armados más allá de sus fronteras. Para ir justificando las consecuencias que estos despliegues pueden traer algunos “Think Tanks” enmarcan el discurso de la Casa Blanca en el pragmatismo, determinismo y realismo como forma de ir preparando a su propia opinión pública por las consecuencias que podrían devenir ¿Cuál podría ser una de ellas? Una crisis que desemboque en una guerra nuclear que tendría consecuencias inmediatas sobre toda la península coreana y Japón.

En realidad, este riesgo viene estando presente desde hace tiempo, máxime desde que Pionyang obtuvo su propio desarrollo de armas nucleares y los vectores para lanzarlas. No hay que olvidar como Donald Trump trató infructuosamente de amedrentar a los coreanos para que desmantelaran estos progresos a riesgo de iniciar una guerra en la península. Kim Yong Hun lejos estuvo de amilanarse y Trump no le quedo otra opción que morderse la lengua y dar un paso atrás.   

Ahora la mira de Washington apunta al indo-pacífico y tal vez más allá del paralelo 40, atendiendo a como sea equipada la Armada australiana y demuestre su desempeño en las tareas que se le asignaran en la nueva criatura denominada AUKUS. Los almirantes australianos y los políticos derechistas y conservadores de Canberra podrán estar exultantes por este “honor” pero, quienes tienen más consciencia crítica sobre los alcances que puede tener aceptar involucrarse en esta nueva planificación angloestadounidense, saben que podrían llegar a pagar (a las consecuencias de una escalaba bélica) como nación, un alto precio político, moral y ético si es que ello vale de algo por estos días.

China y Corea del Norte, países que se ven amenazados por estos planes estratégicos del trío angloestadounidense y australiano, saben con quién están tratando y es por ello que nunca han detenido sus esfuerzos por mejorar sus campos científicos e industriales no solo para el desarrollo civil sino también del campo de la defensa tanto convencional como la más compleja y estratégica como las de las comunicaciones cuánticas y el desarrollo de misiles más rápidos (hipersónicos), de mayor alcance y más precisos. Desde esta perspectiva, el acechador occidental está allí merodeando sus aguas apenas unas millas de sus costas y no se van a quedar de brazos cruzados viendo como en el día menos pensado, lancen un zarpazo.

En ambas naciones asiáticas (y obviamente en Rusia también) existe una clara consciencia a no permitirse ser débiles. Ellos saben que si sus naciones se dejan arrastrar por la retórica engañosa y fútil de argumentos trillados por los medios occidentales que son financiados (y vaya si lo son) por gobiernos y la mafia financiera de Wall Street y la City Londinense, caerán en sus juegos psicológicos que tienden a debilitarles. Hoy vemos como al cuento de la democracia y las libertades civiles, Biden y sus globalistas (que incluyen a neoconservadores y sionistas) impulsan como caballo de Troya la promoción de la diversidad sexual y el transhumanismo que promete en nombre de un falso igualitarismo, una degeneración general de las sociedades en beneficio de una elite que seguirá manteniendo (a costa de los idiotas, viciosos y castrados mentales) sus clásicas y tradicionales familias heterosexuales.    

Pero como en Washington y Londres saben que es muy difícil penetrar una sociedad con una cultura milenaria, orgullosa y convencida de sus costumbres y que ha sufrido en el pasado los embates del colonialismo británico, la opción militar siempre será la más factible para intentar imponerse. El problema es que hoy por hoy China y Corea del Norte son dos actores regionales e internacionales con desarrollos políticos propios y constantes, guste a quien le guste. En lo particular China, su constante progreso tiende a extenderse comercialmente sobre occidente algo que EEUU y los británicos tratarán de frenar con los australianos.  

Pero AUKUS no es un monolito. Hay intereses propios y mezquinos en cada uno de sus miembros que podrían llevar a una fractura temprana. Ya lo vimos con la traición a Francia. No se olvide usted que Gran Bretaña está liderada por un sosia de Donald Trump que fue repetidamente vilipendiado y menospreciado por la elite en Washington y su aparato de propaganda. Pero aunque con estas caricaturas tratan de restarle peso a la participación británica en este despliegue en el indo-pacifico, las ambiciones británicas de reconquistar las viejas glorias imperiales del dominio de los mares es una idea que Boris Johnson tiene bien metida en su cabeza y que los conservadores añoran revivir y que esta asociación le ayudara a poner en marcha estas intenciones.

 

 

 

 

domingo, 26 de septiembre de 2021

 

“CIRCULO SANGRIENTO”

El duro golpe asestado por el eje de la resistencia islámica contra EEUU e Israel en el Kurdistán iraquí ¿Podría traer una extensión de la guerra clandestina entre agencias de inteligencia?


Por Ali Al Najafi

Fue ese viernes 3 de enero de 2020 cuando en horas de la madrugada arribó al Aeropuerto Internacional de Bagdad un avión desde Teherán que traía al general Qassem Soleimani jefe de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán quien tras liderar exitosamente la lucha terrestre contra ISIS se había convertido en un sujeto muy popular entre los sirios y mucho más entre los chiitas iraquíes, algo que molestaba por igual tanto a los colaboracionistas en Bagdad como a los burócratas en Washington. 

Una comitiva que lo aguardaba con entusiasmo en la terminal, esperaba que se abriera la puertilla para recibirlo. La misma estaba compuesta por el Comandante de las Milicias Populares de Iraq (Hashab Al Shaa´bi) Abu Mahdi Al Muhandis y otros importantes miembros escoltados por un pequeño grupo de hombres armados. Sin saberlo, estaban siendo monitoreados desde el aire por Drones y por informantes tanto en Bagdad como en Teherán, los cuales iban trasmitiendo a un comando encubierto como se desarrollaba la travesía e informando con precisión la hora de arribo del objetivo.

Los perpetradores sin dudas contaban con todas las ventajas posibles. Además de la ausencia de una vigilancia aérea iraquí y de una inteligencia propia, contaron con la venia del ministro Mustafa Al Khadimi de quien se sabe de su estrecha relación con la CIA en los esfuerzos por derrocar a Saddam Hussein y tras la invasión, “desbaatizar” a Iraq.

Arribado Soleimani y tras ser recibido por sus camaradas iraquíes abordan los vehículos para salir de la terminal y allí cuando se disponían a enfilar al centro de Bagdad, su vehículo y el contiguo  vuelan por los aires causando la muerte instantánea de Soleimani, Muhandis y unos seis hombres más causando heridos y daños en los otros vehículos que lo escoltaban. El acto había sido perpetrado por Drones armados con misiles guiados en una operación combinada entre la CIA y el Mossad israelí que en teoría habría sido autorizada por el presidente Donald Trump.

Los argumentos para justificar esta acción se centraron en supuestos planes impulsados por Soleimani para atacar blancos estadounidenses en toda la región. Pero ¿Dónde estaban las pruebas de estas acusaciones? Nunca fueron expuestas al público ni por el vocero de la Casa Blanca, ni por el Secretario de Estado ni claro, por el Pentágono. Asimismo, La Casa Blanca se justificaba haciendo responsable a Teherán por los ataques con cohetes contra las instalaciones norteamericanas en Iraq y en especial contra la “Zona Verde” que no hacía mucho había sido asaltada por una multitudinaria manifestación liderada por el clérigo chiita Moqtadar Al Sadr que pedía el fin del gobierno corrupto y la salida de los estadounidenses del país, esto último es un reclamo que se ha generalizado incluso entre los partidarios del Dawa.

En aquel momento Irán hizo valer su represalia contra objetivos estadounidenses pero los iraquíes de las milicias chiitas “Hashab Al Shaa´bi” y de la legendaria agrupación “Kataib Hesbollah” no. El gobierno colaboracionista no cuenta en este panorama simplemente por su alineamiento con Washington.

Muchos dan diversas tesis sobre el por qué de este ataque y a quiénes realmente beneficiaba estas muertes. Trump fue uno de los más (exageradamente) entusiastas aliados de los planes de Israel y en esa línea es posible que haya autorizado esta operación por una influencia directa de Benjamín Netanyahu a través de su yerno, Jared Kushner. Pero también es posible que pese a haber sido informado del ataque, no halla sido el autor intelectual, entonces ¿Quiénes fueron sus verdaderos autores intelectuales? y ¿Cuál fue la finalidad? La respuesta para ambas preguntas se resume en una sola: Deshacer cualquier intento por regresar al acuerdo nuclear firmado por Obama que tanto desagradaba a Tel Aviv y que Donald Trump abandono de forma unilateral. Y es que, al creciente descontento doméstico contra la figura de Trump, las críticas y las presiones de los demócratas en el Congreso para regresar a la mesa de negociaciones con Teherán, quitaba el sueño a la elite sionista.

Ciertamente que no hay nada nuevo sobre la injerencia de Israel en este tipo de atentados. Su accionar se enmarca en un claro ejemplo del “Terrorismo de estado” que ha hecho extensivo en otras latitudes mediante sus equipos de asesinos del Mossad. En Iraq durante la ocupación y hasta hace poco y bajo el argumento de la “defensa preventiva”, ha incursionado causando cientos de muertos y miles de heridos. Lo mismo ha realizado en Siria incluso matando a soldados rusos. Pese a ello y con la complicidad de EEUU, Tel Aviv siempre se ha escurrido de los reproches de Naciones Unidas y del alcance de la ley internacional quedando sus crímenes impunes.

Esto además de desesperanzador es muy peligroso para la paz regional y mundial. Es por ello que desde la Cancillería iraní y más allá de las reservas a ejercer una represalia militar, se había expresado el compromiso legal de llevar este tipo de actos ante las instancias internacionales, aun conociendo todos los obstáculos políticos y diplomáticos que ello conlleva. Si no se aplica la ley en igualdad de condiciones viene el descrédito y la desconfianza hacía los funcionarios de aquellos.

Pero en el caso de Israel e Irán hay existe una guerra subterránea que se viene desarrollando desde hace décadas y que en los últimos tiempos ha escalado de forma descontrolada y preocupante. Hasta el asesinato de Soleimani Teherán se reservó el derecho a una respuesta oficial, que ejecuto con dureza sobre los enclaves norteamericanos en Iraq.

Pero Israel quien además de participar en aquella faena criminal, en noviembre 2020 llevo adelante el asesinato del científico nuclear Mohsen Fakhrizadeh y ataques cibernéticos contra sus instalaciones de Natanz, hizo que Teherán adoptara un giro pro activo en su política defensiva ante estos ataques. La aplicación de esta política se habría llevado a cabo tal como surge de la publicación de unos informes que evidenciarían que la inteligencia iraní habría cumplido con su promesa de retaliación golpeando de forma puntual y precisa sobre los autores materiales de aquel magnicidio.

Se sabe bien que en el Kurdistán iraquí las agencias de inteligencia estadounidenses e israelíes tienen bases y cobertura desde donde llevan adelante acciones como la ejecutada contra Soleimani en Iraq y las instalaciones nucleares de Irán. Obviamente cada una de estas acciones fueron llevadas adelante con el conocimiento y la colaboración (directa e indirecta) del Clan Barzani (viejos socios del Mossad) algo que es conocido tanto por los árabes sirios, iraquíes como los persas iraníes (para dejar en claro que no se trata de una cuestión religiosa).

Allí fue como la inteligencia iraní y sobre la base de fuentes de contrainteligencia de la resistencia islámica iraquí pudieron determinar la identidad y la ubicación de dos altos oficiales responsables en el asesinato perpetrado el 2 de enero 2020. La información llevaba al Kurdistán iraquí en donde los enemigos del eje de la resistencia islámica operan con total libertad. De este modo y tras pesquisar donde se hallaban, pudieron identificarlos como el Teniente Coronel estadounidense James C. Willis y el Coronel israelí de la Brigada “Nahal” Sharon Asman que se hallaban en la ciudad de Irbil donde fueron ejecutados.

Ambos hechos fueron enfáticamente negados tanto por las autoridades kurdas, como los estadounidenses y sus homólogos israelíes dando cada uno de ellos una historia para argumentar las muertes de sus oficiales. Pero pese a los esfuerzos por dar una explicación oficial, es muy sugestivo que ambos altos oficiales habían muerto (aunque por diversas causas) de forma contemporánea.

Al parecer Teherán ha cambiado su política de retaliación contra las acciones de Israel devolviendo los golpes y ello puede terminar siendo muy costoso no solo para las aspiraciones israelíes sino también para sus socios árabes de las monarquías del golfo quienes se verán utilizados por Tel Aviv como el parachoques y un escudo en el fuego cruzado de esta confrontación.

 

 

 

 

domingo, 19 de septiembre de 2021

 

“GEOPOLITICA Y TRAICION”

El anuncio del 15 de septiembre pasado referente a la conformación de una alianza de seguridad entre EEUU, Gran Bretaña y Australia (AUKUS) nació mal y es posible que traiga más disgustos en el futuro


Por Charles H. Slim

Si usted sigue creyéndose el discurso de asunción de Biden que aparentaba el final de la guerra de conquista y de la diseminación del caos controlado sobre regiones del globo, deje de hacerlo ya que con lo sucedido en Afganistán en agosto último y lo que está desplegando en estas horas sobre el Sudeste Asiático queda muy claro que los demócratas nunca pensaron en abandonar el hegemonismo ni mucho menos el lucrativo negocio de la guerra.

Que la retirada de Afganistán no les engañe. No hay garantías de que EEUU no intente reingresar bajo nuevos pretextos. Para nosotros se trata de un cambio de estrategia, pero nada más. Los esfuerzos clandestinos por reagrupar a las milicias tayikas (que hablan persa) para conformar un frente contra el Talibán, la insistencia por los medios anglosajones con la mitología discursiva de una supuesta compulsa entre de dos espantajos de la CIA como “Al Qaeda” e  “ISIS” para disputarle el poder al Talibán y el incremento de la operatividad de la farsa del “ISIS-Khorasan” (conformada por mercenarios transportados secretamente desde Libia y Siria) son señales que nos advierten de ello.

Para la Casa Blanca los negocios de la guerra disfrazados de “Seguridad” siguen siendo parte de la agenda nacional que no puede postergarse ya que, los negocios son los negocios y el monstruo de la industria armamentística necesita saciarse.

Así Joe Biden ha lanzado lo que podemos llamar “una nueva guerra fría” con centro en China y Rusia y para ello ha remodelado las alianzas geopolíticas y militares para esta nueva empresa que en realidad no lo es ya que solo se trata de una continuación de las políticas de Donald Trump. La conformación de una alianza estratégica entre EEUU, Gran Bretaña y Australia (AUKUS) no solo ha causado controversias en cuanto a sus confesados objetivos en Asia y el indo-pacifico sino también con el desplante a uno de sus viejos aliados, Francia que estafado por una jugarreta de Washington y en la que participó Australia ha decidido romper sus relaciones con EEUU.

Y es que los motivos para el enfado del gobierno francés están muy bien fundados. Francia había cerrado con Australia en 2016 un contrato de 56.000 millones de euros para la construcción de doce submarinos a propulsión diesel que de la noche a la mañana y por la impertinente intervención de Washington quedó truncado. Esto levanto las airadas protestas del gobierno de Macron pero, aunque el primer ministro australiano Scott Morrison y su gabinete salieron a ofrecer sus disculpas, eso no les devolverá a los franceses el negocio que los angloestadounidenses le arrebataron. Para el gobierno ruso esto significó una especie de justicia poética ya que no olvidemos como Francia en 2015 (y enmarcado por las presiones de Washington y Londres por su intervención en Siria) canceló súbitamente el contrato que había celebrado con Rusia para entregar dos portahelicópteros “Mistral”. Como dice otro viejo refrán “el que ríe último ríe mejor”.

De esta manera y de forma abrupta e inaceptable, Washington y Londres (a espaldas de París) le ofrecieron a Canberra un mejor paquete compuesto de ocho submarinos nucleares de ataque de nueva generación (Clase Los ángeles) con el adicional de darle participación en sus nuevos planes para operar en todo el espacio marítimo del sudeste asiático y en un marco más amplio abarcando el indo-pacifico.

Este evento debería ser motivo de un análisis serio y el punto de partida para considerar la conformación de una alianza militar propiamente europea que deje de depender de la OTAN que más allá de que su sede se halla en Bruselas, está controlada por EEUU. Mientras continúe este Status Quo (remanente de la Guerra fría) seguirán pasando estas cosas.

Australia es un viejo aliado de los movimientos angloestadounidenses de los últimos treinta años hasta esta parte. Desde la guerra del golfo de 1991 ha participado de forma entusiasta en cada una de las aventuras militares norteamericanas desplegadas en el Oriente Medio y Asia Central donde sus tropas (al igual que las angloestadounidenses) se han visto implicadas en todo tipo de violaciones a los derechos humanos.

Hoy la gran isla es un actor central y necesario para los planes de Washington que parecen orientarse a una “política de contención”, que se enmarca en una desesperada estrategia de reinicio global. Para ello necesita de un aliado naval consistente y de la mayor confianza para poder operar contra China y proyectarse más allá de este objetivo.

Su posición geográfica hace que sea de importancia estratégica para su inclusión en la nueva sociedad.

Otra consideración que Washington tuvo al momento de captar al gobierno australiano fue su participación dentro de la organización dedicada a interceptar y recopilar información estratégica (que espía incluso a sus aliados) denominada “Five Eyes” en la cual Francia no participa. Su participación en esta estructura de inteligencia le otorga una alta calificación en el manejo del área de Ciberseguridad y comunicaciones Cuánticas, fundamental dentro del nuevo paradigma de la guerra que se planifica contra el gigante asiático. Bajo estas consideraciones fue que Washington puso por encima sus planes geopolíticos a la lealtad con socios como son los franceses.

El objetivo de estos planes, buscan continuar con la injerencia occidental con EEUU a la cabeza en la región y en particular, seguir con sus operaciones de penetración en los países vecinos a China con la finalidad de articular alguna alianza militar más comprometida con EEUU que ayude a tratar de quitar protagonismo a la presencia de la Armada china en las aguas del Mar Meridional y el Mar Amarillo.

La conformación de esta alianza naval sin dudas tendrá injerencia en todo el hemisferio sur, en especial en las aguas del atlántico sur donde la OTAN mantiene a través de los británicos una base de inteligencia electrónica (parte del “Five Eyes”) en las “Islas Falklands” que además de interceptar y monitorear todas las comunicaciones del continente -en especial de Argentina y el Brasil-, controla de hecho el corredor marítimo de acceso a la Antártida.  

Más allá del peligro que representa para los estados rivereños como Argentina (sin poder marítimo alguno), la operatividad de esta alianza implicara el tránsito y pasos incontrolados por Buenos Aires de submarinos nucleares (SSN) que tienen mayor capacidad de autonomía para mantenerse operando bajo las aguas y obviamente, disponibilidad de misiles de alcance intercontinental con ojivas nucleares que podrían tener objetivos prioritariamente estratégicos en el hemisferio. Precisamente en el territorio de la Patagonia argentina existe una base militar china que sin dudas cumple con fines estratégicos y de inteligencia para la república popular pero de los cuales la Argentina están al margen de ellos.

Con esto en consideración, vemos que Biden demuestra la impotencia por no poder controlar política y diplomáticamente los foros regionales como la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y es por ello que apuesta por abrir una nueva era de desconfianza basada en la presión militar que potenciara una nueva carrera armamentística regional que podría llevar a consecuencias inesperadas.

 

 

 

miércoles, 15 de septiembre de 2021

 

 

“CONTRATERRORISMO TERRORISTA”

El fracaso de una política sucia que se sustentó en una falsa narrativa ¿Habrá las investigaciones judiciales correspondientes?

 

Por Dany Smith y Yossi Tevi

Una de las palabras más antisonantes y recurrentes que se han escuchado desde Washington en estos últimos 20 años ha sido la de “contraterrorismo” que en teoría describe una política de estado para combatir al terror. Desde el 11  de Septiembre de 2001 ésta política fue globalizada pero, a la luz de los acontecimientos de estos años, de las inconsecuencias que han ido saliendo a la luz y de un larguisimo historial de arbitrariedades ejecutadas por el estado norteamericano contra la libertad, la dignidad y la vida misma de millones de seres humanos, hace necesario que tratemos de responder a una simple pregunta ¿Puede combatirse al terror con más terror?

Pero no solo en esta pregunta radica la contradicción del discurso de la administración de Bush-Cheney. La apelación a la supuesta búsqueda de promover la democracia en todo el mundo mientras sus fuerzas militares y de inteligencia practicaban (o por intermedio de terceros) la tortura y el asesinato de forma sistemática e incontrolada dejaba al discurso “democrático” vacío de credibilidad.

Cuando George Bush y sus lugartenientes entre ellos el jefe de la CIA Richard Tennet y el entonces Secretario de Defensa Donald Rumsfeld lanzaron la cacería contra los supuestos responsables del 11/S (supuestos ya que los supuestos 19 terroristas de origen saudita que habrían secuestrado y se habrían inmolado abordo de los aviones estaban vivos), aprovecharon la agitación emotiva y el desconcierto que reinaba entre la ciudadanía que, azuzada desde los medios, solo pedía venganza sin detenerse a reflexionar que ello, sin las pruebas certeras de esas acusaciones y del daño que se causaría sería un salto al vacío para toda la Unión. Y así fue. El velado contubernio entre la CIA con el Talibán y “Al Qaeda” (que al mismo tiempo implicaba a Arabia Saudita) y las reveladas mentiras sobre las excusas alegadas por Bush (en falsos informes del MI-6 y la CIA) para invadir Iraq sentenciaron a muerte la credibilidad de todo esto.

Cuando EEUU en noviembre de 2001 invade Afganistán lo primero que hace a su llegada es comenzar a desplegar equipos especiales que se encargaran de capturar e “interrogar” a los prisioneros sin importar un comino si eran hombres, mujeres o niños y mucho menos respetar sus derechos ni su humanidad. Lo mismo se hizo cuando se invadió Iraq en 2003 y fue allí donde estas prácticas se hicieron tan comunes, variadas y extensas que a pesar de que se filtraron muchos documentos que pusieron en evidencia estas aberraciones, aún no se conoce el verdadero alcance de todo aquello. Es innegable que existe mucha más información comprometedora (en especial de sesiones grabadas en video) que está sepultada en lo más profundo de los archivos de la CIA y del Pentágono y que el Establishment no permitirá que vea la luz del día.

Pero esta argumentada “lucha contra el terror” no solo abarcó estos escenarios. La prédica mesiánica de George W. Bush (apoyada por los Evangelistas neosionistas y los rabinos sionistas) se extendió a todo el mundo y para ello los equipos de la CIA no tuvieron límite alguno para concretar acciones delictivas que como tales, se llevaron bajo cubierta y con la cooperación de las agencias de inteligencia de los mismos países donde las realizarían.  Fue así como se desplegaría esta “lucha contra el terrorismo”, aplicando terror sobre los que en muchos casos no existía comprobación alguna de su participación en actividades semejantes o incluso, participación en actividades políticas que los implicara ideológicamente. Esto dejó entrever que los prejuicios y la tendenciosidad fueron los rectores de esta cacería.

¿Existía alguna orden judicial? Para nada. Y si la hubiera habido ningún juez norteamericano habría tenido competencia, la legalidad ni la legitimidad para ordenar semejantes operativos violatorios de los derechos humanos.

Desde Canadá hasta Australia (estrechos y viejos aliados en esta oscura cruzada), pasando por países árabes como Jordania y Libia y de allí hasta ciertos países del este de Europa, la cooperación de sus agencias de inteligencia en estos secuestros, práctica de torturas y el aporte de sus territorios para albergar “cárceles secretas” de la CIA, marca la magnitud de esta infraestructura siniestra. No olvidemos que en muchos de estos países en donde se llevaban adelante todo tipo de aberraciones, torturas físicas y psicológicas contra los sospechados, las autoridades políticas mantuvieron absoluto silencio cuando se reportaban la desaparición de alguna persona que en realidad había sido abducida por la CIA.

En una gran parte de estos casos los sujetos marcados para estas faenas sucias dignas de la Gestapo Nazi y de la antigua KGB estalinista, los criterios de sospecha pasaban por un solo elemento en común: Todos eran musulmanes.

En este período ser musulmán y ser pillado hablando contra EEUU o poniendo en dudas sus acciones era el pasaporte a ser chupado por un equipo de la CIA sin importar donde estuviera. El terror estaba ahí donde existieran ansias por agradar a EEUU. Si un clérigo islámico criticaba desde el púlpito las acciones de EEUU en Iraq y Afganistán podía ser candidato a un viaje gratis a Guantánamo o peor aún, a una de esas “cárceles secretas” en lugares tan ignotos y contradictoriamente lejanos como podrían ser Azerbaiyán, Tailandia (donde presto servicios la joven agente Gina Haspel) o Polonia. En muchos otros casos, su mezquita sería volada por los aires por supuestos extremistas que en realidad eran, equipos de asesinos y mercenarios disfrazados alquilados por la inteligencia militar angloestadounidense y sus colegas de las agencias civiles de inteligencia.

Como vemos, el terror fue la consigna y la práctica para “luchar” contra el terror. La aplicación extendida de la tortura, las humillaciones y violaciones contra miles de iraquíes y ciudadanos musulmanes de otras latitudes no podía sino generar más odio. Muchos de esos eventos en los que se documentaron esas sesiones de “interrogación” visualizaban atroces prácticas en hombres, mujeres y adolescentes -por lo aberrante que se veía- habrían sido destruidos por orden del presidente Barak Obama. Combatir el terror aplicando la misma receta era como querer apagar un incendio con fuego.

Muchos sheiks e imanes (sunitas y chiitas) no advertían (o quizá no les importaba) que entre los concurrentes a su Mezquita, si era dentro de los EEUU había infiltrados del FBI, si era en la Unión Europea sus homónimos del MI-6, la DGSE o la BND y si era en otro país árabe o de otros países los alcahuetes de la CIA que por simpatía política, islamofobia o una remuneración de nómina lo entregarían sin chistar.

En Iraq esta táctica sucia fue ampliamente usada por la inteligencia militar, sus colegas de la CIA y sus socios israelíes quienes (encubiertos entre los contingentes norteamericanos operando en centros de detención) encontraron la oportunidad de oro para sacar información de oficiales del Baath y a su vez desquitarse por la décadas de haber frenado las ambiciones regionales de Israel. Además, los israelíes venían con una amplia experiencia medico científica en el diseño y práctica de métodos sádicos para infringir dolor físico y psíquico que venían experimentando durante mucho tiempo con los palestinos.  Fue así como muchos clérigos sunitas iraquíes en Bagdad fueron arrestados, otros asesinados y otros desaparecidos por llamar a resistir a los invasores.

La Shin Bet que es la policía secreta israelí al igual que su homónima externa Mossad, posee entre su personal especializado para torturar a médicos, psicólogos y psiquiatras que han diseñado ingeniosos sistemas de torturas y abusos que buscan destruir la pisque y la personalidad de los detenidos dejándolos como muertos vivos.

Así conocimos en 2004 las aberraciones que se cometían en “Abu Graib” que solo fue una muestra de una amplia infraestructura y un elaborado plan sistemático para limpiar a la oposición iraquí que tras un maquillaje mediático de cadenas como CNN y FOX NEWS, se trató de minimizar estas aberraciones de cara a la opinión pública. Al mismo tiempo y a puertas cerradas, el escándalo amenazaba con hundir a la administración Bush-Cheney llevo a que los datos de la cadena de mando militar implicada fuera censurada de los documentos (encubrimiento) por el gobierno estadounidense. Esta filtración que se sospecha fue realizada por una agencia de inteligencia aliada (respondiendo a los intereses de su estado), profundizó la brecha en la ya cuestionada imagen de un EEUU que se auto percibía como un líder en el respeto a los derechos humanos y las libertades.

Sin dudas que esta imagen terminó por venirse abajo tras el impulso de la agresión en 2011 contra Siria y el clandestino involucramiento de las agencias norteamericanas en la aparición de la farsa de ISIS en 2014 que recordemos, estaba comandada por un personaje ficticio creado por la CIA (y con el cual en 2013 se había reunido el senador John Mc Cain en Siria) y que tras un acuerdo secreto con la agrupación iraquí del Ejército Naqshaianbandi (liderado por Ibrahim Izzat Al Duri), el MIT turco y el Clan Kurdo de los Barzani, movilizaron sus esfuerzos para establecer en Iraq una zona libre para que grupos apoyados por EEUU y la UE pudieran operar libremente contra Damasco y al mismo tiempo deshacerse del inconveniente régimen de Nouri Al Maliki.  

Como puede advertirse, la denominada “lucha contra el terrorismo” era una cortina de humo que tapaba otros objetivos geopolíticos. Fue así que tras cambiar las prioridades de Washington en 2018 el por entonces Secretario de Defensa de Trump, el general James “Mad Dog” Mattis determinó que esa lucha había culminado. Del título de aquel eslogan surge su inconsistencia dado que, el terrorismo como tal no es una ideología ni tampoco parte de una religión (como se trata de ligar con el Islam), es una táctica de guerra que se ha usado desde tiempos inmemoriales y que desde hace tiempo quienes dicen combatirla también la utilizan.