“CONTRATERRORISMO
TERRORISTA”
El
fracaso de una política sucia que se sustentó en una falsa narrativa ¿Habrá las
investigaciones judiciales correspondientes?
Por Dany Smith y Yossi Tevi
Una
de las palabras más antisonantes y recurrentes que se han escuchado desde
Washington en estos últimos 20 años ha sido la de “contraterrorismo” que en
teoría describe una política de estado para combatir al terror. Desde el
11 de Septiembre de 2001 ésta política fue
globalizada pero, a la luz de los acontecimientos de estos años, de las
inconsecuencias que han ido saliendo a la luz y de un larguisimo historial de
arbitrariedades ejecutadas por el estado norteamericano contra la libertad, la
dignidad y la vida misma de millones de seres humanos, hace necesario que
tratemos de responder a una simple pregunta ¿Puede combatirse al terror con más
terror?
Pero no solo en esta pregunta radica la contradicción
del discurso de la administración de Bush-Cheney. La apelación a la supuesta
búsqueda de promover la democracia en todo el mundo mientras sus fuerzas
militares y de inteligencia practicaban (o por intermedio de terceros) la
tortura y el asesinato de forma sistemática e incontrolada dejaba al discurso
“democrático” vacío de credibilidad.
Cuando George Bush y sus lugartenientes entre ellos el
jefe de la CIA Richard Tennet y el entonces Secretario de Defensa Donald
Rumsfeld lanzaron la cacería contra los supuestos responsables del 11/S
(supuestos ya que los supuestos 19 terroristas de origen saudita que habrían
secuestrado y se habrían inmolado abordo de los aviones estaban vivos),
aprovecharon la agitación emotiva y el desconcierto que reinaba entre la
ciudadanía que, azuzada desde los medios, solo pedía venganza sin detenerse a
reflexionar que ello, sin las pruebas certeras de esas acusaciones y del daño
que se causaría sería un salto al vacío para toda la Unión. Y así fue. El
velado contubernio entre la CIA con el Talibán y “Al Qaeda” (que al mismo
tiempo implicaba a Arabia Saudita) y las reveladas mentiras sobre las excusas alegadas
por Bush (en falsos informes del MI-6 y la CIA) para invadir Iraq sentenciaron
a muerte la credibilidad de todo esto.
Cuando EEUU en noviembre de 2001 invade Afganistán lo
primero que hace a su llegada es comenzar a desplegar equipos especiales que se
encargaran de capturar e “interrogar” a los prisioneros sin importar un comino si
eran hombres, mujeres o niños y mucho menos respetar sus derechos ni su
humanidad. Lo mismo se hizo cuando se invadió Iraq en 2003 y fue allí donde
estas prácticas se hicieron tan comunes, variadas y extensas que a pesar de que
se filtraron muchos documentos que pusieron en evidencia estas aberraciones,
aún no se conoce el verdadero alcance de todo aquello. Es innegable que existe
mucha más información comprometedora (en especial de sesiones grabadas en video)
que está sepultada en lo más profundo de los archivos de la CIA y del Pentágono
y que el Establishment no permitirá que vea la luz del día.
¿Existía alguna orden judicial? Para nada. Y si la
hubiera habido ningún juez norteamericano habría tenido competencia, la
legalidad ni la legitimidad para ordenar semejantes operativos violatorios de
los derechos humanos.
Desde Canadá hasta Australia (estrechos y viejos aliados
en esta oscura cruzada), pasando por países árabes como Jordania y Libia y de
allí hasta ciertos países del este de Europa, la cooperación de sus agencias de
inteligencia en estos secuestros, práctica de torturas y el aporte de sus
territorios para albergar “cárceles secretas” de la CIA, marca la magnitud de
esta infraestructura siniestra. No olvidemos que en muchos de estos países en
donde se llevaban adelante todo tipo de aberraciones, torturas físicas y
psicológicas contra los sospechados, las autoridades políticas mantuvieron
absoluto silencio cuando se reportaban la desaparición de alguna persona que en
realidad había sido abducida por la CIA.
En una gran parte de estos casos los sujetos marcados
para estas faenas sucias dignas de la Gestapo Nazi y de la antigua KGB
estalinista, los criterios de sospecha pasaban por un solo elemento en común:
Todos eran musulmanes.
En este período ser musulmán y ser pillado hablando
contra EEUU o poniendo en dudas sus acciones era el pasaporte a ser chupado por
un equipo de la CIA sin importar donde estuviera. El terror estaba ahí donde
existieran ansias por agradar a EEUU. Si un clérigo islámico criticaba desde el
púlpito las acciones de EEUU en Iraq y Afganistán podía ser candidato a un
viaje gratis a Guantánamo o peor aún, a una de esas “cárceles secretas” en
lugares tan ignotos y contradictoriamente lejanos como podrían ser Azerbaiyán,
Tailandia (donde presto servicios la joven agente Gina Haspel) o Polonia. En
muchos otros casos, su mezquita sería volada por los aires por supuestos
extremistas que en realidad eran, equipos de asesinos y mercenarios disfrazados
alquilados por la inteligencia militar angloestadounidense y sus colegas de las
agencias civiles de inteligencia.
Como vemos, el terror fue la consigna y la práctica
para “luchar” contra el terror. La aplicación extendida de la tortura, las
humillaciones y violaciones contra miles de iraquíes y ciudadanos musulmanes de
otras latitudes no podía sino generar más odio. Muchos de esos eventos en los
que se documentaron esas sesiones de “interrogación” visualizaban atroces
prácticas en hombres, mujeres y adolescentes -por lo aberrante que se veía- habrían
sido destruidos por orden del presidente Barak Obama. Combatir el terror
aplicando la misma receta era como querer apagar un incendio con fuego.
Muchos sheiks e imanes (sunitas y chiitas) no
advertían (o quizá no les importaba) que entre los concurrentes a su Mezquita,
si era dentro de los EEUU había infiltrados del FBI, si era en la Unión Europea
sus homónimos del MI-6, la DGSE o la BND y si era en otro país árabe o de otros
países los alcahuetes de la CIA que por simpatía política, islamofobia o una
remuneración de nómina lo entregarían sin chistar.
En Iraq esta táctica sucia fue ampliamente usada por
la inteligencia militar, sus colegas de la CIA y sus socios israelíes quienes (encubiertos
entre los contingentes norteamericanos operando en centros de detención) encontraron
la oportunidad de oro para sacar información de oficiales del Baath y a su vez
desquitarse por la décadas de haber frenado las ambiciones regionales de
Israel. Además, los israelíes venían con una amplia experiencia medico
científica en el diseño y práctica de métodos sádicos para infringir dolor
físico y psíquico que venían experimentando durante mucho tiempo con los
palestinos. Fue así como muchos clérigos
sunitas iraquíes en Bagdad fueron arrestados, otros asesinados y otros
desaparecidos por llamar a resistir a los invasores.
La Shin Bet que es la policía secreta
israelí al igual que su homónima externa Mossad, posee entre su personal
especializado para torturar a médicos, psicólogos y psiquiatras que han diseñado
ingeniosos sistemas de torturas y abusos que buscan destruir la pisque y la
personalidad de los detenidos dejándolos como muertos vivos.
Así conocimos en 2004 las aberraciones que se cometían
en “Abu Graib” que solo fue una muestra de una amplia infraestructura y un
elaborado plan sistemático para limpiar a la oposición iraquí que tras un
maquillaje mediático de cadenas como CNN y FOX NEWS, se trató de minimizar estas
aberraciones de cara a la opinión pública. Al mismo tiempo y a puertas
cerradas, el escándalo amenazaba con hundir a la administración Bush-Cheney
llevo a que los datos de la cadena de mando militar implicada fuera censurada de
los documentos (encubrimiento) por el gobierno estadounidense. Esta filtración
que se sospecha fue realizada por una agencia de inteligencia aliada
(respondiendo a los intereses de su estado), profundizó la brecha en la ya
cuestionada imagen de un EEUU que se auto percibía como un líder en el respeto
a los derechos humanos y las libertades.
Sin dudas que esta imagen terminó por venirse abajo
tras el impulso de la agresión en 2011 contra Siria y el clandestino
involucramiento de las agencias norteamericanas en la aparición de la farsa de
ISIS en 2014 que recordemos, estaba comandada por un personaje ficticio creado
por la CIA (y con el cual en 2013 se había reunido el senador John Mc Cain en
Siria) y que tras un acuerdo secreto con la agrupación iraquí del Ejército
Naqshaianbandi (liderado por Ibrahim Izzat Al Duri), el MIT turco y el Clan
Kurdo de los Barzani, movilizaron sus esfuerzos para establecer en Iraq una
zona libre para que grupos apoyados por EEUU y la UE pudieran operar libremente
contra Damasco y al mismo tiempo deshacerse del inconveniente régimen de Nouri Al
Maliki.
Como puede advertirse, la denominada “lucha contra el
terrorismo” era una cortina de humo que tapaba otros objetivos geopolíticos.
Fue así que tras cambiar las prioridades de Washington en 2018 el por entonces
Secretario de Defensa de Trump, el general James “Mad Dog” Mattis determinó que
esa lucha había culminado. Del título de aquel eslogan surge su inconsistencia
dado que, el terrorismo como tal no es una ideología ni tampoco parte de una
religión (como se trata de ligar con el Islam), es una táctica de guerra que se
ha usado desde tiempos inmemoriales y que desde hace tiempo quienes dicen
combatirla también la utilizan.
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