miércoles, 15 de septiembre de 2021

 

 

“CONTRATERRORISMO TERRORISTA”

El fracaso de una política sucia que se sustentó en una falsa narrativa ¿Habrá las investigaciones judiciales correspondientes?

 

Por Dany Smith y Yossi Tevi

Una de las palabras más antisonantes y recurrentes que se han escuchado desde Washington en estos últimos 20 años ha sido la de “contraterrorismo” que en teoría describe una política de estado para combatir al terror. Desde el 11  de Septiembre de 2001 ésta política fue globalizada pero, a la luz de los acontecimientos de estos años, de las inconsecuencias que han ido saliendo a la luz y de un larguisimo historial de arbitrariedades ejecutadas por el estado norteamericano contra la libertad, la dignidad y la vida misma de millones de seres humanos, hace necesario que tratemos de responder a una simple pregunta ¿Puede combatirse al terror con más terror?

Pero no solo en esta pregunta radica la contradicción del discurso de la administración de Bush-Cheney. La apelación a la supuesta búsqueda de promover la democracia en todo el mundo mientras sus fuerzas militares y de inteligencia practicaban (o por intermedio de terceros) la tortura y el asesinato de forma sistemática e incontrolada dejaba al discurso “democrático” vacío de credibilidad.

Cuando George Bush y sus lugartenientes entre ellos el jefe de la CIA Richard Tennet y el entonces Secretario de Defensa Donald Rumsfeld lanzaron la cacería contra los supuestos responsables del 11/S (supuestos ya que los supuestos 19 terroristas de origen saudita que habrían secuestrado y se habrían inmolado abordo de los aviones estaban vivos), aprovecharon la agitación emotiva y el desconcierto que reinaba entre la ciudadanía que, azuzada desde los medios, solo pedía venganza sin detenerse a reflexionar que ello, sin las pruebas certeras de esas acusaciones y del daño que se causaría sería un salto al vacío para toda la Unión. Y así fue. El velado contubernio entre la CIA con el Talibán y “Al Qaeda” (que al mismo tiempo implicaba a Arabia Saudita) y las reveladas mentiras sobre las excusas alegadas por Bush (en falsos informes del MI-6 y la CIA) para invadir Iraq sentenciaron a muerte la credibilidad de todo esto.

Cuando EEUU en noviembre de 2001 invade Afganistán lo primero que hace a su llegada es comenzar a desplegar equipos especiales que se encargaran de capturar e “interrogar” a los prisioneros sin importar un comino si eran hombres, mujeres o niños y mucho menos respetar sus derechos ni su humanidad. Lo mismo se hizo cuando se invadió Iraq en 2003 y fue allí donde estas prácticas se hicieron tan comunes, variadas y extensas que a pesar de que se filtraron muchos documentos que pusieron en evidencia estas aberraciones, aún no se conoce el verdadero alcance de todo aquello. Es innegable que existe mucha más información comprometedora (en especial de sesiones grabadas en video) que está sepultada en lo más profundo de los archivos de la CIA y del Pentágono y que el Establishment no permitirá que vea la luz del día.

Pero esta argumentada “lucha contra el terror” no solo abarcó estos escenarios. La prédica mesiánica de George W. Bush (apoyada por los Evangelistas neosionistas y los rabinos sionistas) se extendió a todo el mundo y para ello los equipos de la CIA no tuvieron límite alguno para concretar acciones delictivas que como tales, se llevaron bajo cubierta y con la cooperación de las agencias de inteligencia de los mismos países donde las realizarían.  Fue así como se desplegaría esta “lucha contra el terrorismo”, aplicando terror sobre los que en muchos casos no existía comprobación alguna de su participación en actividades semejantes o incluso, participación en actividades políticas que los implicara ideológicamente. Esto dejó entrever que los prejuicios y la tendenciosidad fueron los rectores de esta cacería.

¿Existía alguna orden judicial? Para nada. Y si la hubiera habido ningún juez norteamericano habría tenido competencia, la legalidad ni la legitimidad para ordenar semejantes operativos violatorios de los derechos humanos.

Desde Canadá hasta Australia (estrechos y viejos aliados en esta oscura cruzada), pasando por países árabes como Jordania y Libia y de allí hasta ciertos países del este de Europa, la cooperación de sus agencias de inteligencia en estos secuestros, práctica de torturas y el aporte de sus territorios para albergar “cárceles secretas” de la CIA, marca la magnitud de esta infraestructura siniestra. No olvidemos que en muchos de estos países en donde se llevaban adelante todo tipo de aberraciones, torturas físicas y psicológicas contra los sospechados, las autoridades políticas mantuvieron absoluto silencio cuando se reportaban la desaparición de alguna persona que en realidad había sido abducida por la CIA.

En una gran parte de estos casos los sujetos marcados para estas faenas sucias dignas de la Gestapo Nazi y de la antigua KGB estalinista, los criterios de sospecha pasaban por un solo elemento en común: Todos eran musulmanes.

En este período ser musulmán y ser pillado hablando contra EEUU o poniendo en dudas sus acciones era el pasaporte a ser chupado por un equipo de la CIA sin importar donde estuviera. El terror estaba ahí donde existieran ansias por agradar a EEUU. Si un clérigo islámico criticaba desde el púlpito las acciones de EEUU en Iraq y Afganistán podía ser candidato a un viaje gratis a Guantánamo o peor aún, a una de esas “cárceles secretas” en lugares tan ignotos y contradictoriamente lejanos como podrían ser Azerbaiyán, Tailandia (donde presto servicios la joven agente Gina Haspel) o Polonia. En muchos otros casos, su mezquita sería volada por los aires por supuestos extremistas que en realidad eran, equipos de asesinos y mercenarios disfrazados alquilados por la inteligencia militar angloestadounidense y sus colegas de las agencias civiles de inteligencia.

Como vemos, el terror fue la consigna y la práctica para “luchar” contra el terror. La aplicación extendida de la tortura, las humillaciones y violaciones contra miles de iraquíes y ciudadanos musulmanes de otras latitudes no podía sino generar más odio. Muchos de esos eventos en los que se documentaron esas sesiones de “interrogación” visualizaban atroces prácticas en hombres, mujeres y adolescentes -por lo aberrante que se veía- habrían sido destruidos por orden del presidente Barak Obama. Combatir el terror aplicando la misma receta era como querer apagar un incendio con fuego.

Muchos sheiks e imanes (sunitas y chiitas) no advertían (o quizá no les importaba) que entre los concurrentes a su Mezquita, si era dentro de los EEUU había infiltrados del FBI, si era en la Unión Europea sus homónimos del MI-6, la DGSE o la BND y si era en otro país árabe o de otros países los alcahuetes de la CIA que por simpatía política, islamofobia o una remuneración de nómina lo entregarían sin chistar.

En Iraq esta táctica sucia fue ampliamente usada por la inteligencia militar, sus colegas de la CIA y sus socios israelíes quienes (encubiertos entre los contingentes norteamericanos operando en centros de detención) encontraron la oportunidad de oro para sacar información de oficiales del Baath y a su vez desquitarse por la décadas de haber frenado las ambiciones regionales de Israel. Además, los israelíes venían con una amplia experiencia medico científica en el diseño y práctica de métodos sádicos para infringir dolor físico y psíquico que venían experimentando durante mucho tiempo con los palestinos.  Fue así como muchos clérigos sunitas iraquíes en Bagdad fueron arrestados, otros asesinados y otros desaparecidos por llamar a resistir a los invasores.

La Shin Bet que es la policía secreta israelí al igual que su homónima externa Mossad, posee entre su personal especializado para torturar a médicos, psicólogos y psiquiatras que han diseñado ingeniosos sistemas de torturas y abusos que buscan destruir la pisque y la personalidad de los detenidos dejándolos como muertos vivos.

Así conocimos en 2004 las aberraciones que se cometían en “Abu Graib” que solo fue una muestra de una amplia infraestructura y un elaborado plan sistemático para limpiar a la oposición iraquí que tras un maquillaje mediático de cadenas como CNN y FOX NEWS, se trató de minimizar estas aberraciones de cara a la opinión pública. Al mismo tiempo y a puertas cerradas, el escándalo amenazaba con hundir a la administración Bush-Cheney llevo a que los datos de la cadena de mando militar implicada fuera censurada de los documentos (encubrimiento) por el gobierno estadounidense. Esta filtración que se sospecha fue realizada por una agencia de inteligencia aliada (respondiendo a los intereses de su estado), profundizó la brecha en la ya cuestionada imagen de un EEUU que se auto percibía como un líder en el respeto a los derechos humanos y las libertades.

Sin dudas que esta imagen terminó por venirse abajo tras el impulso de la agresión en 2011 contra Siria y el clandestino involucramiento de las agencias norteamericanas en la aparición de la farsa de ISIS en 2014 que recordemos, estaba comandada por un personaje ficticio creado por la CIA (y con el cual en 2013 se había reunido el senador John Mc Cain en Siria) y que tras un acuerdo secreto con la agrupación iraquí del Ejército Naqshaianbandi (liderado por Ibrahim Izzat Al Duri), el MIT turco y el Clan Kurdo de los Barzani, movilizaron sus esfuerzos para establecer en Iraq una zona libre para que grupos apoyados por EEUU y la UE pudieran operar libremente contra Damasco y al mismo tiempo deshacerse del inconveniente régimen de Nouri Al Maliki.  

Como puede advertirse, la denominada “lucha contra el terrorismo” era una cortina de humo que tapaba otros objetivos geopolíticos. Fue así que tras cambiar las prioridades de Washington en 2018 el por entonces Secretario de Defensa de Trump, el general James “Mad Dog” Mattis determinó que esa lucha había culminado. Del título de aquel eslogan surge su inconsistencia dado que, el terrorismo como tal no es una ideología ni tampoco parte de una religión (como se trata de ligar con el Islam), es una táctica de guerra que se ha usado desde tiempos inmemoriales y que desde hace tiempo quienes dicen combatirla también la utilizan.

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