jueves, 21 de septiembre de 2017

EN LA MIRA



 “GUERRAS AJENAS”


Dos visitas a la Argentina que podrían adelantar un giro brusco de la política exterior que pondría al país en el tablero de la guerra internacional





Por Charles H. Slim
Tras las visitas del vicepresidente norteamericano Mike Pence y casi inmediatamente la llegada del premier israelí Benjamín Netanyahu, han quedado en el aire muchas suspicacias sobre qué fue lo que realmente buscaron ambos representantes con estas visitas. Tomando en cuenta varios aspectos que nunca serían revelados y muchos menos comentados por los medios locales, veremos lo que realmente vinieron a buscar aquellos funcionarios.

Si primero analizamos la visita del vice norteamericano Mike Pence podremos advertir que el momento y las circunstancias que la rodearon, no estuvo planificada al azar. En la Casa Blanca se ha venido viendo como un gran problema la presencia de una base china en la Patagonia  y la posibilidad de cambiar esa situación con el gobierno de Mauricio Macri. Obviamente el gobierno argentino no puede  lanzar a los chinos de su territorio como si se tratara de un simple desalojo, ya que el estado argentino firmo un acuerdo que está vigente entre ambas naciones, pero si, puede permitir a los estadounidenses que maniobren discretamente dentro del territorio para observar sus actividades.

China es un actor gravitante de la geopolítica internacional y un protagonista vital en la actual crisis en la península coreana y Washington tiene motivos para creer que desde esas instalaciones en la “Bajada del Agrio” en Neuquén, se llevan adelante actividades de inteligencia electrónica que comprometería a la seguridad nacional. Para ello, el gobierno argentino puede –o más bien debe- prestar la cooperación necesaria para que EEUU pueda estar sobre aviso en lo referente a las verdaderas implicancias de las actividades chinas en la región.

En el actual contexto Buenos Aires poco o nada puede condicionar las intensiones de Washington por lo cual, guste o no, deberán tolerar la injerencia dentro de su territorio. Pence visito al gobierno argentino tratando de dar la imagen de ser el representante de un país cuyo modelo de democracia liberal, es la guía para la salvación de la humanidad contra una supuesta amenaza islamista –la que supuestamente realizo el 11/S-, olvidando la  prolífica historia negra de aberraciones a los derechos humanos  y violaciones a las soberanías de otros países.

En este sentido ya es una realidad en los papeles, el ingreso al país de tropas de combate estadounidenses a bases militares argentinas, con puntos de establecimiento estratégico ubicados en la Patagonia. Por supuesto y lo sepan o no los funcionarios argentinos, la CIA también se ha instalado a gusto y placer  para establecer bases de operaciones que se proyecten desde el sur hasta el norte. Con esto, el compromiso del gobierno de Macri es peligrosamente riesgoso ante las circunstancias actuales  y antecedentes de la potencia norteamericana que sabe explotar las debilidades de sociedades conflictuadas y que en el caso argentino puede verse en la llamada “grieta”.

Para muestra de ello, no debiera perderse de vista las crasas incongruencias que se han venido exponiendo a lo largo de los últimos 16 años, en referencia a la llamada “lucha contra el terrorismo” que a las mentiras que movilizaron las invasiones contra Afganistán e Iraq, revelaron  en Siria las imperdonables conexiones de la CIA con entes como “Al Qaeda” y el mismo “ISIS”, supuestos enemigos de EEUU que en realidad, fueron creaciones propias a cargo de otroras administraciones. Igualmente, Pence extendió sus ofrecimientos a un estrechamiento en la operatividad interagencias (CIA – AFI) para colaborar en temas de terrorismo internacional, algo que pareciera se hizo oficial al entregársele una serie de documentos de la inteligencia argentina sobre los temas de la “embajada” y “AMIA”.

Para compensar esta cooperación en materia de inteligencia, Pence le ha ofrecido al gobierno argentino la provisión de equipos militares de segunda mano que como lo hemos dicho anteriormente, son completamente ineficaces para contrabalancear las desigualdades con sus vecinos –en especial Chile- y mucho menos en un conflicto contemporáneo. Menos aún, significan una amenaza para Gran Bretaña que sigue siendo, el socio de EEUU para sus aventuras sucias. Por lo pronto, servirá para aliviar las terribles carencias operativas de unas FFAA desguazadas por el anterior gobierno.

Por último no hay que olvidar que Pence es un sionista militante y claramente además de todos estos temas que hemos mencionado,  trajo consigo las sugerencias para el gobierno de Macri de que se alinee por la derecha con la causa pro-israelí receptando sin miramientos, las políticas exteriores de Tel Aviv algo que podría traerle a la Argentina, grandes beneficios económicos por la llegada de negocios que se vinculan con Israel.

En lo que respecta a la visita de Netanyahu, las cuestiones son más complejas y hasta podríamos decir, tenebrosas. La fecha elegida para caer de visita es muy sugestiva (11 de septiembre), ya que cuando sucedió los de las Torres y el Pentágono, el mismo “Bibi” salto de algarabía porque con ello, EEUU entraría definitivamente en el Medio Oriente.  Pero más allá de esto, a las directivas que vino a imponerle al gobierno sobre cómo y hacia dónde deberá enfocarse las pesquisas para inculpar sobre los atentados y la muerte del fiscal Alberto Nisman -a la república Islámica de Irán obviamente-, Netanyahu le ofreció como contraprestación por esta genuflexión política, estrechar aún más los lazos con sus fuerzas de defensa y organismos de inteligencia a los efectos de proveer al país, “especialistas” y sus “asesoramientos” para combatir el crimen.

Sin lugar a dudas que las fuerzas policiales israelíes, se han especializado a costa de la carne palestina, “objetos” de prueba de cada uno de sus programas represivos. Han hecho de sus tácticas y estrategias, un gran negocio para la seguridad en otros países, incluso en los EEUU donde varias policías metropolitanas como la de New York y la distrito de Columbia en Washington DC, son becadas  por organizaciones sionistas como la AIPAC, para concurrir a seminarios en Israel donde reciben el entrenamiento y asesoramiento en materia de contraterrorismo para ser aplicado en la vía pública de una ciudad. 
Y ello ya ha venido mostrando las cruentas consecuencias para los mismos habitantes norteamericanos quienes en vez de ver a fuerzas policiales como una garantía para imponer la seguridad y el orden, comprueban demasiado tarde que más bien están delante de brutales “fuerzas de ocupación”.

El contacto de policías ordinarios con asesores del “Shin Bet”, un organismo que utiliza la tortura, el chantaje y la brutalidad como tácticas para imponer la seguridad no puede traer buenos frutos. 

Ello ha llevado a la militarización policial con las consecuencias que día con día soportan los incautos ciudadanos norteamericanos, lo que ha despertado voces de preocupación entre varios funcionarios gubernamentales por estas inapropiadas tácticas represivas (The Intercept. “Las Fuerzas de seguridad de Israel están entrenando a policías estadounidenses a pesar de la historia de abusos contra los derechos”.  https://theintercept.com/2017/09/15/police-israel-cops-training-adl-human-rights-abuses-dc-washington/)

De este modo podemos advertir que, pese a la poderosa e histórica  influencia del lobbie sionista en el seno del gobierno estadounidense, hay lugar para la disensión en sitiales de la misma administración de justicia que ven con seria preocupación la actividad de estos equipos policiales.

Si el gobierno argentino se deja influir por estas mismas sugerencias, llegará a tener muy pronto mayores casos de arbitrariedad policial de los que se han registrado hasta el momento. El problema es que no hay visos para que los funcionarios argentinos consideren estas cuestiones bajo un criterio propio ya que, se hayan claramente influidos por su ideología pro-israelí y contraria a reconocer los derechos de la población palestina a la cual –y en coincidencia con los funcionarios israelíes- suelen criminalizar públicamente para restarle entidad al problema de fondo de sus reclamos.

Igualmente no había que esperar  a que Netanyahu y sus asesores de inteligencia visitaran al actual gobierno para que éstos programas se hagan aplicables ya que los contactos con Tel Aviv son bastante antiguos. Desde hace tiempo que asesores israelíes preparan a fuerzas policiales argentinas y muchos otros se hayan involucrados en entrenamientos de empresas de seguridad privada, lo que resulta aún mucho más peligroso para la integridad de los ciudadanos argentinos.    

No hay que olvidar cuando Macri siendo el jefe de gobierno de la ciudad capital, dejo estupefactos a los televidentes de su país cuando en vivo en un programa político reconoció que había seleccionado a su jefe de policía por la sugerencia de los jefes de inteligencia en las embajadas de EEUU e Israel.


Tan peligroso como esto, es el hecho de la definitiva cooptación de la inteligencia nacional argentina por el “Mossad” y el “Shin bet”, lo que consolidara no solo las tesis discursivas de Tel Aviv para casos como los atentados y la muerte del fiscal federal, sino también una posición internacional arbitraria y con muy peligrosas chances de verse involucrado en conflictos que están sacudiendo el Medio Oriente.

lunes, 18 de septiembre de 2017

VETERANOS DE AYER



“CHEMICAL WARFARE”

Una de la facetas de la guerra del Golfo Pérsico que EEUU quiere enterrar. Pese al paso de más de 26 años de aquella confrontación las pruebas y los elementos que siguen surgiendo de lo que afecto a las tropas estadounidenses conocido como el “Síndrome del Golfo” puede haber afectado al resto de los contingentes aliados en la región.





Por Dany Smith
Hace ya más de veinte años que los combatientes norteamericanos de la Tormenta del Desierto, a poco que llegaron a sus hogares  comenzaron a denunciar todo tipo de afecciones a su salud y en muchos casos, sus familiares vieron morir de aparentes causas naturales a hombres que hasta su arribo, habían sido vitales y en excelente forma física. A partir de entonces las preguntas de muchos veteranos comenzaron a golpear a las administraciones en Washington, pero ellos no serían los únicos afectados.

Su colegas británicos también han sido protagonistas trágicos del llamado “Síndrome del Golfo”, que encubre una intoxicación venenosa masiva producto de agentes químicos de armamentos empleados durante la guerra, polución de los pozos petroleros en llamas volados en parte por la coalición y la inoculación de medicamentos que supuestamente les debería haber protegido de agentes corrosivos como el “Tabún”, “Sarín” y otros elementos de carácter biológico como muy posiblemente el “Antrax”.

Por impulso de los mismos veteranos quienes se fueron agrupando para constituir sociedades y asociaciones que defendieran sus derechos reconocidos por ley, tal como lo instituyó Abraham Lincoln en 1865 (http://www.bartleby.com/124/pres32.html ), fueron abriéndose paso por una administración gubernamental hostil que poco o nada quería reconocerles las afecciones que venían sufriendo desde aquella guerra.

Todos los que volvieron lo hicieron cambiados y no nos referimos  en sus aspectos exteriores. Habían cambiado en sus comportamientos habituales, demostrando en la mayoría de los casos que ya no eran los mismos confiados y decididos tipos que habían partido con una sonrisa en sus caras.  Habían cambiado o mejor dicho, sus estructuras moleculares fueron alteradas y degeneradas por aquel campo de batalla pestilente y venenoso que sofocaba, aún con las máscaras de gas puestas.

Además del estrés que sin lugar a dudas fue lo primero que te coge en una guerra como la del golfo, hubieron otros factores exógenos que supuestamente no existían según los políticos y los militares en Washington, factores que además de letales para salud eran invisibles.

La descripción de casos de tipos que salieron ilesos de aquel conflicto pero que en pocos meses o años estando en sus trabajos, con sus familias o amigos se descompensaron hasta la muerte, son incontables. De ese modo de casos de tipos que sin antecedentes previos de anomalías psicológicas se volvieron psicópatas que terminaron asesinando a toda su familia hasta sujetos que aunque mentalmente lúcidos, habían desarrollado los más extraños casos de cáncer y leucemias que los postraba hasta una muerte segura.

Algunos más místicos o si se quiere, más supersticiosos apodaron todo esto como “la maldición del golfo”, un argumento que a los políticos norteamericanos les hubiera gustado más que las costosas investigaciones científicas que los veteranos fueron impulsando.

Para 1994 el término era “Síndrome del Golfo” y abarcaba una pléyade de síntomas, dolores y afecciones que sufrían desde efectivos  del ejército, marines hasta algunos pilotos de la Armada.  Cánceres, esclerosis, neumonías atípicas hasta la malformación de los hijos de muchos de los veteranos que lejos de ser relacionados con el llamado “Estrés postraumático”, revelaba que se habían visto expuestos a un ambiente de una verdadera guerra “NBC” que en inglés sirve para denominar “Nuclear, Biological Chemical” es decir, Nuclear, Biológica y Química”.

Más allá de que los informes estadounidenses aseguran de que Iraq no se suicidaría políticamente ante la comunidad internacional usando éste tipo de armas, lo cierto es que miles de efectivos estadounidenses, británicos y quien sabe cuántos otros más que estuvieron en el área de operaciones, presentaron casos relacionados con el síndrome (FAS.org. “Amenazas nucleares en la guerra del golfo”.  https://fas.org/irp/eprint/ds-threats.htm )

El problema de los afectados por el síndrome es tan grande, que el mismo gobierno por intermedio del Comité Asesor de Investigación sobre Enfermedades de los Veteranos del Golfo Pérsico creado en 1998 no pudo ocultar que según las investigaciones encargadas a la Corporación RAND, determinó por el 2002 que el número de afectados por estas patologías alcanzaba unos 250.000 de sus efectivos lo que revela una situación ampliamente peligrosa.

Incluso eso ha llevado a ver, si en realidad los iraquíes no usaron tácticamente ojivas cargadas con elementos químicos ¿De dónde provienen estas afecciones? ¿Acaso fueron originadas por elementos arrojados por las propias fuerzas de la Coalición?  Es allí donde las respuestas se vuelven más molestas y fastidiosas para Washington que no podría explicar el variado arsenal puesto en uso en aquel momento que involucro desde las variadas armas químicas lanzables (con fosforo, Napalm, Uranio empobrecido) pasando por varias fallas en sus equipos de protección personal de trajes hasta errores de detección en las unidades alquiladas a países de la extinguida URSS.

En estas investigaciones, solo contaron como objeto de estudio a los afectados norteamericanos. Los británicos debieron luchar por sus propias investigaciones sin obviamente, la menor colaboración de su gobierno o la del gobierno estadounidense.

El efecto dispersivo de ésta nube tóxica que se diseminó por toda la región, producto de los vientos del noroeste conocidos como “Shamal” y de las lluvias torrenciales que supieron ocurrir en los días que se desarrollaba el conflicto, sin dudas afectaron a los elementos embarcados en las aguas próximas del Golfo sin distinguir entre norteamericanos o de cualquiera de los países que participaron en las operaciones de la Tormenta del Desierto.

Según algunas fuentes que refieren a informes desclasificados de la inteligencia del Mukhabarat de las épocas de Saddam, sus expertos produjeron una serie de documentos en los cuales se graficaron el cálculo y el impacto de los vientos ante la posibilidad de usar armamento químico estratégico.  Los hechos en el conflicto no dejan lugar a dudas de que los iraquíes tenían la capacidad de lanzar un vector como el remodelado “SCUD-B” o el denominado “AL HUSSEIN” a blancos de más de 1.000 kilómetros de distancia.

Ahora la cuestión es ¿Los gobiernos de los grupos de combate aliados involucrados en el área conocida como el TKO, supieron sobre  esto? Y si lo supieron ¿Qué han hecho por controlar y resguardar la salud de sus efectivos? 
Sin lugar a dudas que la respuesta es negativa.

viernes, 15 de septiembre de 2017

EN LA MIRA



“DE BUENOS AIRES A PYONGYANG”

Cuál es la postura de Argentina en la actual crisis en la península coreana ¿Tiene el gobierno actual una visión estratégica sobre ello?



Por Charles H. Slim
La crisis en la península coreana parece algo lejana para el común de los habitantes de éste lado del globo y en especial para los habitantes de Argentina, quienes de continuo se ven sumergidos en compulsas internas de bajo nivel que muy poco pueden ayudar al común de su gente. Pero quienes están mucho más –imperdonablemente- desconectados de la realidad internacional en la que la Argentina se mueve, es su clase gobernante que a su notable falta de vocación, se debe agregar su absoluta dependencia de lo que señalan desde el norte anglosajón.

Los únicos coreanos que los ciudadanos porteños actuales conocen (ya que desde allí se manejan los asuntos del país) son los de las tiendas de ropa para mujeres que se caracterizan por sus inagotables jornadas de trabajo y precios tan llamativos. Sobre qué diferencia hay entre Corea del sur y la Corea del norte, nada de nada.

Pero ello no fue siempre así. Aunque muchos desmemoriados no lo recuerden –o quieran barrerlo bajo la alfombra-, la Argentina de los setentas tuvo un activo papel de contacto diplomático con la entonces China Popular y Corea del norte en momentos que el país formaba parte del grupo de los “países no alineados”. Fue así que el 1º de junio de 1973 Argentina y Corea del Norte (RPDC) establecieron relaciones diplomáticas bilaterales comprometiéndose entre otros temas,  a bregar por la liberación de los pueblos del tercer mundo. 
Para cuando llegó el golpe de 1976, la misión diplomática norcoreana se fugo súbitamente del país y ese particular lazo diplomático se corto.

En épocas que el general Douglas Mc Artur, bajo la engañosa bandera de la ONU dirigió la ofensiva contra los coreanos comunistas que habían proclamado la liberación de la península, el gobierno argentino –como era de esperar- se puso del lado de lo que a Washington le agradaba y así continuó hasta ese breve impasse con  el gobierno peronista de Campora entre 1973 a 1977.

Cuando Néstor Kirchner llega a la presidencia, continuó con aquella política conservadora y previa, establecida por Fondizi  en 1962 en la cual Buenos Aires solo mantendría relaciones bilaterales con una sola Corea, la del sur. 
Curiosamente, cuando la presidente Cristina Fernández llega al poder y pese a su pretendido ideario “revolucionario” que reivindicaba la lucha setentista de signo marxista, nunca llevo adelante ninguna gestión por restablecer aquellas relaciones con Pyongyang, otro dato que revela las falacia de sus discursos.

En las actuales circunstancias políticas y sus complejidades, son demasiado afiebradoras para una clase política más cercana a la distendida vida de la farándula mediática que a los sensibles temas de estado.

Desde hace décadas, la clase política argentina se ha ido perfeccionando en su papel de mero observador, una obsecuente repetidora de lo que Washington o la Unión Europea deciden sobre temas que hacen a la seguridad internacional sin atreverse a tomar una posición auténticamente propia que agregue elementos políticos de discusión ante los foros internacionales.  Sin dudas, el síndrome de aquellas “relaciones carnales” prostibularias permanece en el torrente de ésta clase.

Aquellas jornadas en las que el neoliberalismo tomaba por asalto el poder mundial en 1990 y la refrendaba con el uso descarnado de la fuerza contra Iraq se han ido. En esos momentos, EEUU bajo la administración de George H. Bush las políticas eran previsibles y la agenda era clara; como en la mafia, todos se encolumnaban detrás del “padrino” Bush y nadie discutía nada.

De ese modo se ha venido manejando desde la Casa Blanca la agenda internacional, con matices más o menos oscuros, la política de intervención no ha variado en ningún momento. Para los gobiernos argentinos contemporáneos, las pautas estaban más o menos claras.

Pero actualmente hay un serio problema; Donald Trump. Y no es culpa de éste particular mandatario ya que él es el producto de una nación en crisis que se haya en una lucha intestina en lo más profundo de su estado. La sintomatología de una potencia bélica en decadencia en manos de un sujeto tan impredecible como su peinado, no deja lugar a que las cosas puedan ser tomadas a la ligera. Incluso no olvidemos que antes de que Trump fuera ungido como presidente y cuando todo indicaba que Hillary Clinton sería la sucesora en la Casa Blanca, todo el arco mediático nacional y dirigentes políticos como el actual presidente argentino, sonreían jocosamente ante planteo de que llegara a ser el presidente de EEUU.

Cuando Trump ganó, las muecas de sus caras cambiaron y los comedidos medios de información quedaron absortos ante la realidad.

No solo los políticos son responsables de esta parálisis; la clase del llamado “cuarto poder”, hacen mucho más para distraer al vulgo con noticias intoxicadas o el deliberado ocultamiento de lo que realmente ocurre. Ello se debe a que deben sus salarios a empresas que a su vez pertenecen a empresas que forman parte de conglomerados mediáticos que tienen sus oficinas en EEUU o la UE. Casi en una emulación los periodistas “top” de la pantalla nacional, hacen gala de improperios baratos y descalificaciones para explicar la situación de Corea del norte y su gobierno. Su papel es  tan lastimero y rastrero, que de solo verlos sus emulados colegas anglosajones–de la CNN, NBC, FOX- se sonrojarían de vergüenza ajena.

Para empezar, estos sectores poco o nada saben del origen del conflicto y otros no saben ni siquiera dónde está Pyongyang. Hay en el discurso mediático una clara paráfrasis retorcida de la postura estadounidense que del vamos, quita seriedad al abordaje del tema.

El estado argentino no puede hacerse el desentendido y menos aún alegar que como lo exclamaría sus presidente “no tenemos nada que ver”, ya que dentro de su territorio alberga una base de comunicaciones de la República Popular China, la potencia asiática que tiene una influencia innegable en el actual conflicto.

Como se ha estado viendo, las tensiones siguen escalando tras la impulsión de más sanciones comerciales, que tras algunas reformas a su texto, fueron definitivamente aprobadas por Naciones Unidas este último 12 de septiembre.

Por lo pronto Kim Jon Un ha optado por continuar con sus desarrollos misilisticos como una forma de autopreservación ante la amenaza estadounidense que merodea frente a sus costas y del otro lado del territorio en Corea del sur. Las alegaciones de la representante estadounidense ante la ONU Nikki Hallei son tan estrambóticas como falaces ya que en el pasado, el mundo ha sido testigo de las mentiras de sus predecesores que culminaron con situaciones que actualmente deben seguirse lamentando. Por ello, habría que ver si el actual gobierno argentino sabe de que se trata todo esto o simplemente firmará donde el “Tío Sam” le indique.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

OPINION



“LA MENTIRA SABIDA”

A dieciséis años de los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono, todas las evidencias  apuntan a una gran mentira ¿Habrá una revisión histórico-judicial?



Por Pepe Beru
Han pasado nada menos que 16 años de aquella mañana trágica pero a su vez, siniestra y bien planeada, que dio el argumento preciso para que la administración de George W. Bush y su ala neoconservadora,   pusieran a rodar sus intervenciones armadas en el exterior con especial blanco en los países árabes islámicos.

Pese a la espectacularidad de los hechos del 11 de septiembre del 2001 y de la paranoia que se monto a partir de ese día, muchos estadounidenses no se creyeron la versión oficial de la administración Bush-Cheney y pronto –demasiado para los poderes detrás- comenzaron a cuestionarla con sus propias preguntas e investigaciones.

La mejor forma de instalar una verdad oficial, es ocultar la verdad de los hechos y eso fue lo que claramente la administración de George W. Bush hizo para justificar la suma del poder público que prosiguió a ese presunto ataque terrorista. Para ello y como lo hemos venido viendo a lo largo de todos estos años, la colaboración de los conglomerados de medios y sus obsecuentes repetidoras alrededor del globo, fue un  factor vital para tratar de instaurar no solo a los supuestos responsables de todo ello sino también, los argumentos para lanzarse contra la soberanía de Afganistán e Iraq y perseguir alrededor del mundo, a quienes ellos considerasen una molestia bajo el mote de “terrorista”.

Y bien decimos “trataron” ya que a pesar de toda la espectacularidad montada en rededor de estos hechos y de la mediática victimización difundida alrededor del mundo, muchos advirtieron las notables incongruencias de todo ese relato.  

Recordemos como en forma inmediata, el gobierno señaló con notable precisión al culpable. Desde la Casa Blanca, Bush acusaría a la organización “Al Qaeda” y a su líder “Osama Bin Ladem” de ser los autores de los ataques contra las torres de New York y el Pentágono. En apariencias la infalibilidad de la CIA y el FBI estaban demostradas y como un paquete para regalo, estaba listo para ser entregado. Era demasiado prolijo para ser cierto. Casi de inmediato, esta historia a muchos no les cuadró y comenzaron a investigar la solidez de esta versión.

Aquello significó el comienzo de una era oscura, en la cual encarcelar o asesinar a los disidentes de la “verdad oficial” era legítimo. ¡Como alguien puede atreverse a dudar de su gobierno en momentos que ha sido atacado!...¡Traidores! gritarían muchos estadounidenses enceguecidos por la ira y la búsqueda de venganza.

Pero muchos otros norteamericanos a pesar de sus pérdidas y sus tragedias personales, no se dejaron tomar por esas manipulaciones mediáticas que arengaban las políticas oscurantistas y opresivas de esos sectores conservadores del congreso estadounidense, que pronto se harían públicas y que más tarde avergonzarían al mundo.

Más allá de que este evento fue el argumento por el cual se justificaron las intervenciones contra Afganistán e Iraq, los sectores recalcitrantes del Neocon y los sionistas trataron de crear un relato victimizante que perdurara en la historia por medio del cual, además de justificar sus velado planes de expander sus intervenciones a más países,  se cubrirían sus propios latrocinios e inhumanidades. A la vista de las circunstancias y de las consecuencias  de todo aquello queda claro que fallaron y cada año que pasa, son más los cuestionamientos sobre aquel 11/S.

Con el paso de los años, las incongruencias expuestas por muchos testigos presenciales y por investigadores independientes se han ido multiplicando a punto tal que han ido dejando en claro que todo lo que Bush y su staff habían dicho, era una absoluta mentira. Desde las incongruencias físico-estructurales denunciadas por ingenieros y expertos en estructuras como las que sostenían a las Torres Gemelas, pasando por peritos en explosivos que notaron y denunciaron señales de cortes realizados con “Termita” en los pilares principales de aquellas estructuras, hasta la aparición con vida unos años después de los supuestos suicidas, han servido para hacer temblar toda la estructura de mentiras montada para convencer al público, de que “había que ir por los culpables”.

Uno de estos investigadores, es el profesor canadiense Michel Chossudovsky quien en varios de sus artículos, ha venido pesquisando minuciosamente los entretelones que rodearon la fabricación de aquel evento bisagra en la historia contemporánea. En uno de sus artículos, pone su centro en el personaje Osama Bin Ladem, aparentemente elegido al azar por el entonces gobierno estadounidense y protagonista mediático de lo que se llamaría “la guerra contra el terror”.

Cuando Bush y sus funcionarios como el jefe de la CIA George Tenet y el entonces Secretario de Estado Collin Powell anunciaron que Bin Ladem había sido el responsable sin agregar más detalles, en todo momento y ante los cuestionamientos de los periodistas alegaron que no se sabía dónde se encontraba pero que sospechaban que el “Taliban” lo estaba protegiendo en Afganistán, argumentos que les sirvió para crear aquella escenografía hollywoodense de “el terrorista escondido en una caverna” desde donde digitaba las acciones.

Aunque a la vista ello era muy pintoresco y hasta llamativo, a muchos eso no les convenció.

Tal como lo señalaron varios, la repentina aparición de pruebas vinculándole a los ataques, tenían un olor muy sospechoso. Desde la aparición de un  mensaje islamista en un automóvil aparcado en las cercanías de las torres gemelas, la recopilación de pasaportes sauditas intactos en los escombros con los nombres de los atacantes y la estructura de la organización que Washington acusaba como responsable (AL Qaeda), era demasiado perfecto para ser verdad.
Quizá el dato más sospechoso y que tuvo sus consecuencias, por la inverosímil historia de los pasaportes, que fue inmediatamente desenmascarada sin quererlo por un funcionario gubernamental.

Sobre esto, uno de los testigos peligrosamente privilegiados que corroboró varias de éstas irregularidades en el mismo lugar de los hechos, fue Kurt Sonnenfeld un agente del FEMA que al filmar la zona en la que constató todo aquello y tras advertir que había captado demasiados datos “inconvenientes” para el gobierno, debió huir de los EEUU y abandonar su vida y a toda su familia ante un riesgo muy cierto de muerte. 

El caso del ataque al Pentágono, por el grado de embuste y de inconsistencias que presenta se ha vuelto una de las mayores evidencias de que todo el evento, que además de mendaz, estuvo movido por otros autores muy diferentes a los señalados por el gobierno. Tal como se puedo rescatar de las pocas cámaras activas en las cercanías del Pentágono (y de fotos satelitales), no solo no hubo ningún avión que se estrelló contra sino que incluso, algo mucho más pequeño y rápido impacto contra el edificio.

Este evento al ser rápidamente puesto en evidencia como un embuste y advirtiéndose que lo que realmente golpeo al Pentágono habría sido un misil, surgieron más interrogantes: ¿Por qué no se activó el sistema de defensa aérea que protege al complejo? ¿Alguien lo desactivo? Y si así fue, obviamente conocían la clave para su acceso.

En aquel momento el profesor canadiense fue uno de los primeros valientes investigadores, junto a Therry Meyssan, en sacar artículos críticos analizando sobre lo que había sucedido, algo que al revelarse como comprometedor para la administración estadounidense,  cayó bajo la censura discreta que los buscadores en internet han implementado en cooperación con Washington (http://www.globalresearch.ca/articles/CHO109C.html )

Como se puede leer en aquel artículo, la historia de “Al Qaeda” y la CIA venía desde hacía muchos años y las relaciones entre Osama Bin Ladem con la “agencia” eran más estrechas de lo que EEUU podía reconocer en público.

Chossudovsky viene a confirmar lo que fuentes de inteligencia disidentes habían informado tras aquellos ataques, señalando como primer hecho de que Osama Bin Ladem era un agente (un activo) de la CIA y que su paradero real no era en una cueva e las montañas afganas o coordinando los ataques como tan cinematográficamente habían esbozado los funcionarios norteamericanos y sus medios informativos.  Lejos de ello, Bin Ladem estaba muy grave de salud, por lo cual fue internado en un hospital militar de Pakistán bajo la vigilancia de asesores norteamericanos. 

De este modo, el artículo de investigación del profesor canadiense concluye que Bin Ladem fue simplemente usado como “cabeza de turco”, usado para cubrir esta “operación de Bandera falsa” sino también para justificar todo lo que vendría después (https://www.globalresearch.ca/where-was-osama-bin-laden-on-september-10-2001-one-day-before-911-he-was-in-a-pakistani-military-hospital/5607143 )


No caben dudas de que si investigadores como Chossudovski no hubieran hurgado durante años en la historia detrás de estos eventos y seguir las consecuencias que se desprendieron de ellos, está claro que hoy EEUU habría aplastado a todo el Medio Oriente e incluso, hubiera profundizado su política de censura mediática a niveles inimaginables tal vez, oficializando la cárcel o la muerte como pagaron muchos durante la era “Bush-Cheney” por haber cuestionado todo este embuste.