domingo, 10 de febrero de 2019


EN LA MIRA




“¿REGRESO A LA INESTABILIDAD?”

La salida de EEUU del Tratado de misiles INF ha desatado éste cuestionamiento el cual sin dudas, es crucial para evitar la proliferación y utilización de armas nucleares tácticas en conflictos convencionales ¿Primara la cordura?



Por Charles H. Slim
En la carrera por la dominación global, el desarrollo de sistemas ofensivos de armas estratégicas siempre ha sido una prioridad para los países enrolados en esa empresa, como apoyo irreductible y estratégico a sus políticas diplomáticas. La era de la llamada “Guerra fría” durante la segunda parte del siglo XX fue la muestra de aquello. Pese a la disolución de la URSS todo aquello parecía acabado incluso se llevaron adelante gestiones y tratados bilaterales para terminar con la carrera armamentista que significaba tratar de estar un paso más adelante del rival.

A pesar del paso del tiempo las cosas no han cambiado e incluso se puede asegurar que han empeorado. La era de las teorizaciones y las ideologías abstractas ha pasado y con los ejemplos más descarnados de la geopolítica internacional contemporánea se puede ver como se ha consagrado el triunfo de la Realpolitik. En resumen: Quien tenga el musculo más grande impone sus decisiones.  Obviamente ello matizado con nuevas y poderosas herramientas de persuasión conducentes a manipular a la opinión pública como paso previo a desplegar cualquier uso masivo y despiadado de la fuerza.

El primer fundamento que vimos a comienzos de los noventas fue “combatir a los dictadores” –los mismos que el departamento de Estado y la CIA apoyaron-, luego vino “implantar la democracia y la libertad” en regiones donde regían otros valores tan respetables como los imponibles por los occidentales, y lo más siniestro fue el presumido combate al “terrorismo” mediante la orquestación de una muy real y cruenta violencia explícita y gratuita.  Esto era imponible a pequeños países o estados poco estables, vulnerables a la influencia de Washington o de sus aliados, pero no lo era para nada con los grandes actores como Rusia y China que trabajan en sus propias agendas geopolíticas en un marco de multipolaridad.

Pese a que el sector del Conglomerado de  medios anglosajón invirtió decena de millones de dólares por tratar de pintar a los estados orientales como los únicos armamentistas y con malas intenciones hacia sus vecinos e incluso, como una amenaza real  para el mundo entero, la realidad se impuso por sí misma y ella dejo bien en claro que los EEUU, Gran Bretaña y otros pequeños aliados eran los verdaderos peligros para la paz.

El reciente abandono por los EEUU del Tratado de misiles de alcance intermedio INF firmado por la administración Reagan con la URSS en 1987, puso blanco sobre negro sobre quienes son realmente un peligro para subsistencia de la paz en el globo y desata a su vez dentro de la misma comunidad política angloestadounidense, un amplio debate sobre el papel que desempeña La Casa Blanca en la nueva carrera armamentística que parece haberse dado inicio con estas señales agresivas hacia Oriente.

Agregado a esto, la situación parece reflejar el ingreso o más bien, el regreso de viejas caras al staff de la administración Trump que pueden verse deambulando por los pasillos del Departamento de Estado y el Pentágono que hoy están impulsando una nueva política exterior que podría desencadenar una oleada armamentística que a su vez puede llevar al mundo a una nueva crisis de alcance global como se ha visto desde la crisis de los misiles en Cuba en el siglo pasado, relacionada con la proliferación de armas de destrucción masiva de alcance intercontinental.

La declinación del acuerdo nuclear entre Washington y Teherán durante la administración Obama, es solo un capítulo más en todo esto. Detrás de ello se encuentra la intensión de multiplicar el desarrollo de misiles de alcance intermedio con la finalidad de que sea posible utilizarlos como elementos tácticos en batallas clave o para ablandar posiciones (incluyendo ciudades) que no puedan ser capturadas con facilidad por las tropas convencionales. Los ensayos de este uso ya vienen siendo llevados a cabo desde hace mucho en escenarios como el polígono israelí en el desierto de Negev, como en teatros reales en Afganistán, Iraq y hoy en Yemen.

No se trata del accionar o la maquinación de un orate como Trump o de sus asesores cercanos. No para nada. Ello es una planificación bien trazada y ensayada por funcionarios de gestiones anteriores en otros escenarios y contextos geopolíticos como fue la era de la Guerra fría. La salida unilateral de EEUU del Tratado de Misiles de Alcance Intermedio, viene acompañado de una constante expansión de la OTAN sobre las fronteras de la Federación rusa cooptando a gobiernos corruptos y de endeble legalidad de países como Polonia, Macedonia y Bulgaria que creen que obtendrán ventajas económicas y comerciales por prestar sus territorios y sus bases militares para albergar bases, equipamientos  y tropas de la Alianza Atlántica.

Este tipo de acciones da razones y muy poderosas para que Rusia fortalezca sus sistemas de defensa misilistica que no hay que olvidar, ha escalado a un nivel de sofisticación y alcance sorprendente, tanto que Washington entró en pánico el año pasado al comprobar que sus multimillonarios sistemas de escudos eran inútiles ante los nuevos vectores rusos.

jueves, 7 de febrero de 2019


EN DEBATE







“LA OTAN Y SUS TRASFONDOS”

Una estructura político militar que sobrevive pese a no tener los objetivos que ya no existen ¿Tiene legitimidad para seguir actuando paralelamente a la ley 

internacional?


Por Charles H. Slim
Ciertas estructuras nacen para atender las necesidades de un tiempo y lugar determinados, y en política ello es tan común como necesario. Ese es el caso de la OTAN, un ente militar que nació al amparo de una amenaza contemporánea a las necesidades de los gobiernos que la conforman, en especial Francia, Alemania y por supuesto, EEUU. La Organización del Tratado del Atlántico Norte fue fundada el 4 de abril de 1949 en el marco de la psicosis sobre el temor a una avalancha soviética proveniente del este que invadiera a la Europa occidental judeo cristiana que había salido apenas un lustro antes de la segunda gran guerra.

Si en aquellos momentos el peligro de una escalada comunista sobre occidente tenía ciertos visos de realidad, especialmente en la era de Stalin y parte del gobierno de Kruschev, ello para finales de los setentas y mediados de los ochentas, ya no tenía sustento.  Y es que a pesar de que la URSS aún estaba entera y el Pacto de Varsovia operaba como la contraparte de la Alianza atlántica, ya se comenzaban a ver serias fisuras dentro del bloque comunista. En la teoría aquella mega estructura militar occidental, se desmantelaría una vez que su contra parte soviética el “Pacto de Varsovia” se hubiera disuelto; pero ello, solo fue una vana esperanza.

Si bien habían varios generales y almirantes en ambas partes que tenían la expectativa de que estas estructuras se desmantelaran inmediatamente al final de la pugna bipolar, la mayoría o más bien, los más influyentes bregaron junto a los sectores políticos neoconservadores dentro del Congreso estadounidense, por bregar para mantener a la OTAN como una organización necesaria para la seguridad nacional. La necesidad arguída en realidad escondía razones económicas convenientes que comenzaron con la lucrativa industria armamentística y de defensa pero que se fueron ampliando con el paso de los años.

A la caída del muro de Berlín en 1989 el objeto de la OTAN entro en crisis y no fueron muchos los que apostaban por su continuidad. Era una cuestión de lógica ya que si un monstruo había desaparecido, era razonable que el otro también lo hiciera. Obviamente ello no fue así y entonces comenzaron las preguntas y los dilemas para tratar de justificar su existencia más allá de las reales necesidades que en algún momento llego a cubrir.

Lo cierto es que desactivar semejante megaestructura militar, conllevaría a desmantelar una vasta red de departamentos, secciones y con ello el cesanteo de miles y miles de puestos administrativos que mueven la burocracia de esta gigantesca organización. En fin. Darle muerte a la OTAN por falta de rival a quien combatir, significaría el final de subvenciones presupuestarias, de millonarios ingresos de cada uno de los gobiernos que cooperan para su sustento y por supuesto, la desarticulación de una formidable estructura militar extra continental que podía ser usada contra cualquier país que no se aviniera a las políticas de un “nuevo orden” como lo anuncio ante el Congreso estadounidense George H. Bush en septiembre de 1991.

En algún momento cuando devino la crisis del Golfo en 1990, algunos cerebros intentaron argumentar un ensamble de la OTAN con el Consejo de Seguridad de la ONU, algo que pese a no haberse oficializado, hoy parece una realidad de facto. Tratando de lavar la cara ante la opinión pública, se hicieron algunas propuestas para que su estructura sirviera para ejecutar resoluciones emitidas por el Consejo.

Y así fue utilizada ni bien se presentó la oportunidad, amparándose en situaciones de conflicto dentro de países estratégicos  que tomaron un cariz internacional a la vera de resoluciones de Naciones Unidas. Así pues, Los Balcanes en la década de los noventa (con especial interés en degradar a Serbia aliado de Rusia), Afganistán 2001; Iraq 2003 y Libia en 2011 fueron los episodios más emblemáticos de su visible intervención en conflictos regionales. Obviamente que también ha actuado y sigue actuando bajo cubierta y con programas secretos en varios conflictos que tiene importancia geopolítica para Washington y Bruselas. En estos últimos no puede dejarse de recordar el golpe de estado de 2014  en Kiev que llevo al desencadenamiento de un conflicto en el este de Ucrania por la región del Dombas y la fallida intento de repetir el mismo libreto en la península de Crimea, abortado por la rapidez en adoptar una decisión política crítica por parte de Vladimir Putin.

Ahora bien. El paso de este tiempo y a la luz de la evolución de todas estas situaciones y de las consecuencias que ellas han reportado a millones de personas, no cabe lugar a dudas del origen y direccionalidad que pretende dársele a la OTAN y a organizaciones similares. Como bien dijimos, el nacimiento de este ente se enmarcaba en una amenaza al mundo occidental “judeo cristiano”, término que hoy por hoy adquiere una vital relevancia para entender el trasfondo de sus políticas y acciones. La llegada de los neoconservadores en 2000 a la Casa Blanca, fue solo la muestra del poder desnudo que operaba en las sombras ya desde décadas anteriores especialmente desde los sectores de lobistas dentro del Congreso  y en especial en la administración Reagan.  La peculiaridad de este sector era –y sigue siendo- la composición de sus miembros en su mayoría judíos o cristianos adherentes al llamado “neosionismo”. De este modo personajes como Wolfowitz; Perle, Cheney, Rumsfeld, Feith, Ledeen, Woolsey, Negroponte en muchos otros funcionarios de la era Bush, agitaron situaciones para concretar planificaciones previamente diseñadas por sus “Think Tanks”.

La predilección por el mundo árabe islámico y en particular contra los países laicos más avanzados de la región, fue notable y su fin se vio a la claras cuando desguazaron Iraq. Destruir las capacidades de estos países para que no rivalicen con Israel era –y sigue siendo- su “leitmotiv”. En ese plan han impulsado todo tipo intrigas y conflictos que han llevado a crear la engañosa necesidad de organizaciones como la OTAN pero adaptadas a la región donde se les requiere. Hoy eso se ve en el Medio Oriente, tras el fracaso de Barack Obama por establecer el plan de un “Medio Oriente Ampliado” sustentado por las monarquías árabes y que trató de engullirse a la República Árabe Siria, cambia de forma mediante el intento de crear una organización de seguridad regional “judeo sunita” que contenga la influencia iraní en la región. Esta inimaginable alianza ya viene siendo una realidad encubierta desde hace varios años y Yemen es su más sufriente ejemplo.

Actualmente el regreso de los neoconservadores con John Bolton a la cabeza, parece potenciarse con la venida de siniestros ingenieros del intervencionismo en épocas de Reagan; nos referimos a Abrams Elliott quien con un largo prontuario a sus espaldas por obrar a espaldas del Congreso estadounidense y tras ser indultado por esos cargos, es acogido por la peculiar administración de Trump quien en realidad poco y nada sabe del pasado de éste nuevo funcionario. Elliott además de ser un sionista militante, es un troskysta que fundo la “Teopolítica”  como línea de fundamento para la toma del poder mundial, demostrando que los integrismos religiosos no solo provenían del mundo Islámico. Estuvo y sigue teniendo estrechos contactos con la inteligencia israelí –colaborando como asesor de Condoleezza Rice en la agresión israelí de 2006 contra el Líbano-  la cual a su vez y por esta relación, tuvieron que ver con terribles masacres en el Salvador, Guatemala y Nicaragua.

Según algunas fuentes, su llegada es el prolegómeno, tras el fracaso del “Estado Islámico” (un embuste planificado por la inteligencia occidental), de la instauración de una nueva planificación para guardar los intereses estadounidenses en el Medio Oriente de cara a reorientar sus fuerzas sobre Venezuela y ello se concretaría con la creación de una OTAN compuesta por elementos israelíes y árabes. Esto se vislumbrará en la Conferencia de Varsovia a desarrollarse el 15 de febrero en la capital polaca y en ella se expondrán las ventajas de poner en marcha una estructura como la comentada.  Ya se ha comprobado por los testimonios de altos mandos militares israelíes el grado de compromiso de Tel Aviv en las acciones violentas contra Siria como una manera de dejar en claro que su participación en esta posible estructura militar y de inteligencia para el Medio Oriente, debe ser más que preponderante y que sin dudas Washington apoyara a toda costa.

miércoles, 6 de febrero de 2019


EN LA MIRA



“INVIABILIDAD ASEGURADA”

La situación interior y exterior de Israel se complica cada día llevando a que se vuelva mucho más inestable su presencia en el Medio Oriente



Por Dany Smith
Mientras los medios globales distraen a la opinión pública con los asuntos internos de Venezuela y toda la parafernalia que ponen en rededor de ella, en el Medio Oriente las cosas nunca dejaron de estar tan calientes como inestables. A la insufrible situación de la población palestina en general y la de Gaza en particular, se han agregado las continuas injerencias agresivas de Tel Aviv contra Siria y contra el Líbano con la advertida intensión de desatar un choque con la resistencia libanesa de “Hizb´allah”. Pero esta idea causa mucho nerviosismo dentro de los círculos militares y de inteligencia israelíes, incluso de los más duros de la extrema derecha que intuyen que un mal cálculo, acabaría con la estabilidad e incluso con la misma existencia de su estado.

Las presiones son más fuertes que lo que los medios convencionales pueden mostrar y ello se siente en el aire, aunque los maquilladores profesionales  de aquellos medios sigan pintando a Israel como un sitio turístico amigable que goza de una tolerancia confesional entre las comunidades religiosas. 
Nada de ello es real. Desde la declaración unilateral de Jerusalén como capital de Israel las fricciones han comenzado a afectar a los cristianos quienes durante años han sido como el jamón del medio en este conflicto, solo que en esta oportunidad, están siendo, junto a los musulmanes,  víctimas de la frenética campaña de judeización de la ciudad santa que busca sin reparos en los medios utilizados para tal fin, por hacerla solo para los judíos.

Netanyahu tiene mucho que perder si no logra distraer a su población y a la comunidad internacional pronto. A los delitos financieros por estafa que lo tienen procesado junto a su mujer Sarah, sumado a la creciente impopularidad por las brutales represiones policiales contra los judíos ortodoxos que reniegan tomar las armas en las FDI, su política racista de expulsión de judíos negros etíopes;  sus más que inhumanas políticas que lleva adelante contra la población palestina (sin discriminar a mujeres, niños y ancianos)  fomentando la inmigración de colonos judíos de otros países para dotarlos de armas del ejército con la finalidad de que usurpen territorios en la Cizjordania y propiedades árabes en Jerusalén, ha hecho que una franja importante del judaísmo mundial, se sienta  abochornado ante esto y las bestialidades que siguen produciéndose en Gaza.

Es este sector el que está rechazando el estado político que durante estas décadas se ha sustentado en la sangre y el dolor y que a la vista de cómo evolucionan los acontecimientos lo lleva, (como lo pronostico Henry Kissinger) a ser a mediano plazo, insostenible.

Y esta conclusión no surge de un deseo o de la postura política contraria al estado israelí. Es el resultado de un largo prontuario de crímenes y violaciones a la Carta de la ONU que se han venido acumulando desde hace décadas. Pero ello no ha sido por la culpa del terrorismo de “Hamas” o de la “Jihad Islámica” como continuamente argumentan los voceros de Tel Aviv.  
Ha sido el mismo Netanyahu quien en los últimos años ha dado una mano importante por complicar la situación política en la que se encuentra Israel y su misión se ha potenciado con el apoyo de Donald Trump, declarando a Jerusalén como capital del estado judío en forma arbitraria e ilegal. Solo los extremistas sionistas festejan esto mientras que los llamados izquierdistas y corrientes religiosas como los judíos jaredíes de “Naturei Karta” apoyan y se solidarizan con la población palestina repudiando la continuidad de este Status Quo racista y bestial.  

Detrás de las políticas de Netanyahu y sus ultraderechistas se encubren multimillonarios negocios inmobiliarios que no solo provienen del robo impune de territorios palestinos para erigir colonias que serán habitadas por militantes ultraderechistas bien pertrechados por el estado, sino también para convertir a vastas extensiones de esos territorios, en plazas de turismo para engrosar las arcas del estado ocupante sin olvidar las importantes ganancias que ingresan por la venta de armamento y equipamiento a varios países.

A ello no hay que perder de vista que Israel usa la mano de obra esclava palestina a la cual puede utilizar y sojuzgar por la situación fáctica de encerrona que mantiene sobre la población. Sin dudas que esto pasara a la historia como el paradigma de la arbitrariedad y el cinismo internacional.

Para tratar de maquillar todo esto, Tel Aviv y sus cerebros de la guerra psicológica han venido implementando junto a sus aliados estadounidenses y árabes del golfo nuevos y más sofisticados programas en este campo destinados principalmente a frenar la difusión de información que afecte a la imagen del estado y complique a sus funcionarios en delitos de lesa humanidad como los tipificados en el Estatuto de Roma que tiene vigencia dentro de la Unión Europea que dicho sea de paso, es una jurisdicción donde operan muchas empresas y organizaciones israelíes. Y si bien a Netanyahu, sus ministros de gabinete y generales poco les ha venido importando el respeto a la ley internacional, en los últimos años los requerimientos  por organismos de derechos humanos ante la justicia de varios países, ha desatado una gran preocupación que es tema recurrente en las reuniones de las organizaciones sionistas internacionales.

De esta manera, asesinar a un palestino o toda una familia con sus bombardeos indiscriminados sobre Gaza hoy no pasa inadvertido como sucedía anteriormente a la aparición de los medios digitales trasmitidos por el internet. A la indignación de la opinión pública,  ha ido creciendo el activismo político por las redes sociales en busca de frenar estas aberraciones criminales que obviamente, no molestan a los ojos del Establishment de Washington pero si les causa problemas de imagen al momento de salir justificar a Israel. La tarea por tratar de ocultar este tipo de crímenes abominables y bloquear los emprendimientos como el BDS se ha vuelto una tarea ingente y difícil de concretar a la vista de la interconexión global existente.

Incluso el montaje de situaciones supuestamente amenazantes y de hostigamiento por supuestas células terroristas en el exterior ya no bastan a la luz de muchos fraudes orquestados por sus propios servicios de inteligencia. De esta manera apelar a la victimización ya no resulta como excusa para acallar las críticas y a su vez tratar de limpiarse la sangre de sus víctimas.  

En el último año Tel Aviv ha metido la pata con sus ataques contra Siria no solo por no haber podido encubrir sus operaciones tras la recurrente marca de la sorpresa, sino porque en algunas de estas operaciones ha matado a ciudadanos no árabes. Así paso con los 15 soldados rusos que se transportaban en un “Iluyin”, fueron usados por los aviones israelíes como escudo contra los misiles tierra-aire sirios. Pese a que los medios obsecuentes a Washington y Tel Aviv buscaron redirigir las responsabilidades a los sirios, Putin que conoce muy bien el tema, responsabilizó a Tel Aviv y  no dudo en enviar un mensaje alto y claro a Netanyahu y sus generales quienes desde ese momento redujeron sus incursiones aéreas directas.

Algo parecido sucede con Hassan Nasrallah, secretario general de Hizb´allah, quien hace poco ha salido en una entrevista advirtiendo a Tel Aviv que modere sus movimientos en torno al Líbano y que no teme en nada las amenazas de Netanyahu. Incluso el líder chiita aseguro que la resistencia libanesa  cuenta en sus arsenales con nuevos misiles de mayor alcance y precisión lo que deja expuestos a sus bases militares y de inteligencia en todo Israel.  Al mismo tiempo el gobierno israelí parece intentar fortificar sus posiciones con mayor inmigración judía y la construcción de más asentamientos ilegales en territorio palestino que puedan servir como barrera humana contra una iniciativa de sus vecinos. Sea como fuere, las terribles políticas de usurpaciones territoriales y desplazamientos de habitantes palestinos  no hace más que demostrar que el único idioma que entiende Tel Aviv es el de la fuerza.

viernes, 1 de febrero de 2019





VETERANOS DE AYER



“AQUELLA GUERRA”

En un nuevo aniversario de la guerra contra Iraq en 1991, reedita el estado de desgano de los partícipes argentinos en la Operación Tormenta del Desierto ¿Qué harán al respecto?



Por Pepe Beru
Ya se cumplen 28 años del estallido de la guerra contra Iraq ocurrida en enero de 1991 y aún pareciera que no ha pasado el tiempo para muchos de sus veteranos. Aunque la mayor parte de los países que apoyaron aquella aventura bélica impulsada por la Casa Blanca han dado reconocimiento a sus efectivos, hay otros casos que no rindieron los mismos honores. Este es el caso de los argentinos quienes tras haber sido parte de las operaciones militares de la Coalición Aliada liderada por los EEUU, aún no han sido reconocidos como veteranos de dichas operaciones.

Se trata de un mal precedente dentro del derecho nacional ya que refleja la parcialidad con que se ha interpretado el reconocimiento de los derechos y garantías de un sector de la población argentina.  Sin dudas lo es para el plexo de derechos que siempre tuvieron y siguen teniendo latentes cada uno de los miembros que participaron en el fragor de las operaciones bélicas que dieron inicio en las primeras horas del 17 de enero y que se extendieron oficialmente hasta el 28 de febrero de 1991.  En ese momento pasaron a ser elementos al servicio de una planificación que excedía las competencias de su propio gobierno y de los intereses de su propia nación. Cuando salieron de sus aguas jurisdiccionales pasaron a ser parte de una fuerza internacional que tenía una planificación, estructura y comando ajeno a sus mandos naturales y lo más importante, a las previsiones e hipótesis que durante años habían estado ensayando e incluso puesto en marcha durante la guerra de las Malvinas en 1982.

Fue por ello que para quienes habían estado en la guerra de Malvinas, todo este despliegue no era más que una rutina ya que el procedimiento para el alistamiento y zarpada era prácticamente el mismo. Pese a ello, hay que señalar que la naturaleza del conflicto y la entidad del mismo no se equiparaban. Pero lo importante para los intereses de cada hombre en aquellas dotaciones, era saber que desde el momento en que salían del puerto Naval de puerto Belgrano, adquirían derechos que se irían repotenciando a medida que avanzara la crisis hasta alcanzar un máximo nivel.

Era por ello que en esas circunstancias tan particulares que se representaron en dicho conflicto, cada hombre a bordo de esos buques seguía manteniendo su individualidad en lo que respecta a los derechos que nacerían de esa traumática experiencia. Así como militares en actividad cumplían con órdenes, obligaciones y directivas operativas de diverso nivel, nacieron a la par los correspondientes derechos por el fiel cumplimento de sus servicios en el marco de un conflicto bélico de características propias.

Para tratar de tapar ese cumulo de derechos, el gobierno siguiendo la retórica de Washington, se escudó detrás de un supuesto mandato de Naciones Unidas que en la realidad jamás existió.  Lo que si existió fue un ultimátum del Consejo de Seguridad, órgano de Naciones Unidas, pero nunca se expidió una orden ejecutiva como la referida orientada a conformar una “fuerza multinacional” bajo la bandera la organización. El detalle no es irrisorio ya que la corroboración de su inexistencia, fortalece aún más los derechos que como combatientes les son asequibles a cada hombre embarcado.

Sin dudas, de que los funcionarios y el área letrada del Ministerio de Defensa, de Relaciones Exteriores y claro, de la Armada, estuvieron al tanto del detalle, pero creyeron que el paso del tiempo lo borraría y jamás sería conocido por sus protagonistas.

Claro que nada de eso se  les dio a conocer a todos aquellos participes de la operación militar ni mucho menos. El entonces gobierno argentino, implementando una política distorsiva y obsecuente hacia los EEUU, participo en la primera operación de intervención militar a gran escala de finales del siglo XX sin haber previsto los pormenores que deberían atenderse a la situación de sus hombres para el regreso o incluso, su no regreso. Los riesgos no solo fueron de carácter físico y material para los efectivos que fueron remitidos a dicha zona de operaciones sino también, fue un alto riesgo de carácter jurídico y político al que se expusieron por una clara falta de planificación, amateurismo y falta de conocimiento de cuál era la situación en la realidad.

Si alguien le hubiera preguntado al  entonces ministro de relaciones exteriores sobre ¿Qué hacer si uno de los buques era hundido o morían marinos en las operaciones de la Tormenta del Desierto”  o,  a cualquiera de sus funcionarios subalternos o incluso más, a cualquier burócrata que archivaba papeles en los estantes del ministerio, ninguno hubiera sabido responder esa pregunta. Mucho menos, lo hubieran explicado los representantes de la Armada. Y como afortunadamente eso no ocurrió, nadie se lo preguntó ni se lo han planteado para posibles intervenciones futuras.

Pero quienes fueron comisionados para embarcar en aquella misión inédita en lo que iba del siglo XX, la oportunidad no solo era única sino también interesante desde el punto de vista geográfico y paisajístico aunque es cierto decirlo, desde el inicio de las operaciones no hubo un solo momento de distracción para a lo menos relajar el ánimo. El peligro latente provenía de varias direcciones y no había seguridad alguna sobre la invulnerabilidad del cerco tendido en rededor de Iraq. Los hechos así lo demostraron cuando se pusieron en marcha las operaciones, aunque nadie de los presentes en aquel momento estaba autorizado –por constituir un secreto militar- a discurrir sobre ese tipo de incidentes.

A pesar de que cada uno de ellos mantenían una clara dependencia institucional de sus respectivos mandos que se circunscribía a su particular situación del estado militar, cada uno de ellos albergaban como ciudadanos y habitantes de la nación, una amplia gama de derechos civiles que la Constitución nacional ya reconocía antes de que se reformara en 1994. 
Como tales mantenían cada uno de ellos su derecho ineludible a reclamar ante las autoridades sus correspondientes derechos y el respeto a las garantías más elementales (Cfr. art. 14 y 18 CN). Como parte de las operaciones militares que se desarrollaron en aquel entonces, adquirieron una calidad especial que no es ni más ni menos que la de “combatiente”,  es decir, “aquel sujeto que, siendo miembro de una Fuerza Armada ha participado directa o indirectamente en el ataque a un adversario”. A partir de allí, la ley internacional reconoce esta calidad a quienes cumpliendo ciertos requisitos, tras el final de la contienda los hace pasibles de ser reconocidos como “veteranos”.  

Igualmente y pese a no ser entendible desde la distancia, en aquellos momentos el ánimo por hacer reclamos en el ámbito castrense nunca fue lo fuerte de los militares argentinos (salvo el caso del Ejército) y mucho menos de los miembros de la Armada. Una mezcla de ignorancia, falta de asesoramiento por parte de los mismos abogados de su institución, conceptos erróneos con la ineludible misión de manipular  los miedos de sus subalternos desde los altos mandos castrenses que respondían consecuentemente a los gobiernos de turno que poco o nada querían saber de esos asuntos, hicieron de ello un candado más que inviolable para los reclamantes.

Ello ha cambiado actualmente y queda más evidente que no habrá ningún tipo de pronunciamiento que reconozca a estas acciones si los actores de aquella guerra no abren la boca.