EN DEBATE
“MIRANDO AL ASIA”
Mientras EEUU apuesta por continuar con el caos en el Medio Oriente para recrear sus multiples objetivos geopolíticos en la región, trata de entrar a hurtadillas por la puerta trasera de China ¿Podrá lograrlo?
Por
Dany Smith
Qué le quedaría
a los EEUU por intervenir en Asia? Me pregunto un viejo amigo mío mientras tomábamos
un “Kahua” (café al estilo egipcio) a orillas del Nilo en un café del Cairo. Sin
pensarlo mucho le señale, parte del extremo oriente especialmente en países
como Myanmar y las poblaciones en la región periférica del sur de China
continental y tal vez por qué no, Pakistán y más tarde la India. Obviamente que
aquí Washington maneja otras estrategias para apoderarse de estas plazas.
Imitando a sus mentores británicos, los norteamericanos tratan de influir
cultural y comercialmente en estas zonas paupérrimas convenciéndolas de que su
interferencia les traerá beneficios a largo plazo.
Sin
dudas que las balas y las bombas no son la única vía para controlar a un país,
como lo han venido haciendo en el norte de África y el Medio Oriente; no claro
que no.
Las misiones civiles enmascaradas como ONG humanitarias y el
intercambio de estudiantes pasantes siguen siendo el caballo de Troya del
Pentágono y sus colegas de la CIA que buscan por todos los medios, penetrar en
estas sociedades para contra restar la influencia china y de ese modo redirigir
las opiniones del público de sus naciones que luego guiarán las políticas de
gobiernos débiles y poco estables.
La
llamada “Birmania” hoy más conocida como Myanmar siempre fue un país pobre y
que desde 1988, propiciado por los desmanejos financieros internos y las
intromisiones de los organismos como el FMI y el Banco Mundial, terminaron con
la estabilidad del país conllevando a la intervención del poder por las fuerzas
armadas.
Myanmar
estuvo durante años bajo la dirección de una dictadura militar que había
tratado de ser aislada por las sanciones de Naciones Unidas encontrando en
Pekín, la única mano tendida para que el país no quebrase. Eso es lo que había
venido preocupando a Washington y no la existencia de un régimen represivo con
el cual trataría en las sombras. Mientras que por una parte fomentaban el
movimiento de “monjes budistas” contra el gobierno militar, las agencias de
inteligencia tejían relaciones con sus colegas birmanos para tejer redes de
cooperación contra la amenaza comunista. Como siempre, los norteamericanos
buscaron las vías para filtrase en la sociedad regional para “promover la
democracia” y apoyar a los políticos que bregaban por dicho sistema.
Como
es su estilo, Washington se para del lado que calienta el sol y cuando los
militares birmanos se volvieron impopulares, les comenzaron a socavar su poder.
Este
enfrentamiento político interno, fue aprovechado por Washington y con
argumentos como los derechos humanos y el medio ambiente penetró en Myanmar.
Para
estos propósitos Myanmar es un campo fértil para operar. En el país existe una
clara fragmentación étnica y religiosa que facilita el actuar
estadounidense. La pobreza es tan amplia
y la corrupción tan galopante, que no hay forma de que EEUU no pueda justificar
sus operaciones de mascarada y menos aún, infiltrarse con la connivencia de
funcionarios corruptos. Pero lo que realmente importa al Departamento de Estado
y a sus agencias es la situación estratégica donde se enclava el país asiático.
Con una amplia costa al Golfo de Bengala, Myanmar tiene frontera con China y a
su vez con otras plazas de interés como son Bangladesh, Bután y Nepal, éstos
también con extensas fronteras con el sur de China.
Para
Washington generar una estrategia de contención comercial contra China, sería
una variante para detener su influencia sobre estos estados pobres ya que la
opción militar es muy peligrosa. Pero ésta estrategia basada en el dinero y la
promoción de una contra cultura china no
estaría dando los resultados esperados.
Y la
desesperación de Washington por tratar de frenar estas influencias de Pekín, ha
llegado a puntos que no podrían tener retorno. Se sabe que EEUU mantiene
merodeando en el Mar Meridional de la China a una flota de ataque que la ONU
jamás parece haber advertido. Sus tareas parecen muy claras y lejos están de
promover alguna ayuda humanitaria o enseñanza sobre “democracia” y
“libertades”.
La
presencia estadounidense ha creado varios incidentes con los chinos y eso no ha
sido pasado por alto por Pekín. A las actividades de espionaje electrónico con
aviones y drones hasta la operatividad clandestina de agentes dentro de la
región, debe agregarse la notoria casualidad en la multiplicación de células
del “ISIS” en Filipinas, por donde los norteamericanos también se hallan
operando.
Si
se observa un mapa del sur de Asia y vemos en perspectiva el real interés de
EEUU en Myanmar, no quedan dudas de que, detrás de todos sus argumentos en
pro-de la democracia y el desarrollo económico del país asiático solo le
interesa obtener el control de ese importante sector, caracterizados por las
extensas costas del Golfo de Bengala, que constituyen una entrada marítima
directa sobre China. En ese sentido y por lo riesgoso de lo buscado, Washington
prefiere actuar con guante de seda y tratar de comprarse a los paupérrimos
pobladores (y por supuesto a sus corruptos funcionarios) de esa región y como ha sido su estilo,
asegurada una clase de dirigentes plenamente adictos a su política y
obviamente, bien remunerados por su gentileza, poder construir una
infraestructura en la cual, la presencia estadounidense será ineludible y muy
seguramente materializada con una base militar en la misma puerta de servicio
de China.