OPINION
“LA MENTIRA SABIDA”
A dieciséis años de los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono, todas las evidencias apuntan a una gran mentira ¿Habrá una revisión histórico-judicial?
Por
Pepe Beru
Han pasado nada
menos que 16 años de aquella mañana trágica pero a su vez, siniestra y bien
planeada, que dio el argumento preciso para que la administración de George W.
Bush y su ala neoconservadora, pusieran
a rodar sus intervenciones armadas en el exterior con especial blanco en los
países árabes islámicos.
Pese
a la espectacularidad de los hechos del 11 de septiembre del 2001 y de la
paranoia que se monto a partir de ese día, muchos estadounidenses no se
creyeron la versión oficial de la administración Bush-Cheney y pronto –demasiado
para los poderes detrás- comenzaron a cuestionarla con sus propias
preguntas e investigaciones.
La
mejor forma de instalar una verdad oficial, es ocultar la verdad de los hechos
y eso fue lo que claramente la administración de George W. Bush hizo para justificar
la suma del poder público que prosiguió a ese presunto ataque terrorista. Para
ello y como lo hemos venido viendo a lo largo de todos estos años, la colaboración
de los conglomerados de medios y sus obsecuentes repetidoras alrededor del
globo, fue un factor vital para tratar
de instaurar no solo a los supuestos responsables de todo ello sino también,
los argumentos para lanzarse contra la soberanía de Afganistán e Iraq y
perseguir alrededor del mundo, a quienes ellos considerasen una molestia bajo
el mote de “terrorista”.
Y
bien decimos “trataron” ya que a pesar de toda la espectacularidad montada en
rededor de estos hechos y de la mediática victimización difundida alrededor del
mundo, muchos advirtieron las notables incongruencias de todo ese relato.
Recordemos
como en forma inmediata, el gobierno señaló con notable precisión al culpable.
Desde la Casa Blanca, Bush acusaría a la organización “Al Qaeda” y a su líder
“Osama Bin Ladem” de ser los autores de los ataques contra las torres de New
York y el Pentágono. En apariencias la infalibilidad de la CIA y el FBI estaban
demostradas y como un paquete para regalo, estaba listo para ser entregado. Era
demasiado prolijo para ser cierto. Casi de inmediato, esta historia a muchos no
les cuadró y comenzaron a investigar la solidez de esta versión.
Aquello
significó el comienzo de una era oscura, en la cual encarcelar o asesinar a los
disidentes de la “verdad oficial” era legítimo. ¡Como alguien puede atreverse a
dudar de su gobierno en momentos que ha sido atacado!...¡Traidores! gritarían
muchos estadounidenses enceguecidos por la ira y la búsqueda de venganza.
Pero
muchos otros norteamericanos a pesar de sus pérdidas y sus tragedias
personales, no se dejaron tomar por esas manipulaciones mediáticas que
arengaban las políticas oscurantistas y opresivas de esos sectores
conservadores del congreso estadounidense, que pronto se harían públicas y que
más tarde avergonzarían al mundo.
Más
allá de que este evento fue el argumento por el cual se justificaron las
intervenciones contra Afganistán e Iraq, los sectores recalcitrantes del Neocon
y los sionistas trataron de crear un relato victimizante que perdurara en la historia
por medio del cual, además de justificar sus velado planes de expander sus
intervenciones a más países, se
cubrirían sus propios latrocinios e inhumanidades. A la vista de las
circunstancias y de las consecuencias de
todo aquello queda claro que fallaron y cada año que pasa, son más los
cuestionamientos sobre aquel 11/S.
Con
el paso de los años, las incongruencias expuestas por muchos testigos
presenciales y por investigadores independientes se han ido multiplicando a
punto tal que han ido dejando en claro que todo lo que Bush y su staff habían
dicho, era una absoluta mentira. Desde las incongruencias físico-estructurales
denunciadas por ingenieros y expertos en estructuras como las que sostenían a
las Torres Gemelas, pasando por peritos en explosivos que notaron y denunciaron
señales de cortes realizados con “Termita” en los pilares principales de
aquellas estructuras, hasta la aparición con vida unos años después de los
supuestos suicidas, han servido para hacer temblar toda la estructura de
mentiras montada para convencer al público, de que “había que ir por los
culpables”.
Uno
de estos investigadores, es el profesor canadiense Michel Chossudovsky quien en
varios de sus artículos, ha venido pesquisando minuciosamente los entretelones
que rodearon la fabricación de aquel evento bisagra en la historia
contemporánea. En uno de sus artículos, pone su centro en el personaje Osama
Bin Ladem, aparentemente elegido al azar por el entonces gobierno
estadounidense y protagonista mediático de lo que se llamaría “la guerra contra
el terror”.
Cuando
Bush y sus funcionarios como el jefe de la CIA George Tenet y el entonces
Secretario de Estado Collin Powell anunciaron que Bin Ladem había sido el
responsable sin agregar más detalles, en todo momento y ante los
cuestionamientos de los periodistas alegaron que no se sabía dónde se
encontraba pero que sospechaban que el “Taliban” lo estaba protegiendo en
Afganistán, argumentos que les sirvió para crear aquella escenografía
hollywoodense de “el terrorista escondido en una caverna” desde donde digitaba
las acciones.
Aunque
a la vista ello era muy pintoresco y hasta llamativo, a muchos eso no les
convenció.
Tal
como lo señalaron varios, la repentina aparición de pruebas vinculándole a los
ataques, tenían un olor muy sospechoso. Desde la aparición de un mensaje islamista en un automóvil aparcado en
las cercanías de las torres gemelas, la recopilación de pasaportes sauditas intactos
en los escombros con los nombres de los atacantes y la estructura de la
organización que Washington acusaba como responsable (AL Qaeda), era demasiado
perfecto para ser verdad.
Quizá
el dato más sospechoso y que tuvo sus consecuencias, por la inverosímil
historia de los pasaportes, que fue inmediatamente desenmascarada sin quererlo
por un funcionario gubernamental.
Sobre
esto, uno de los testigos peligrosamente privilegiados que corroboró varias de
éstas irregularidades en el mismo lugar de los hechos, fue Kurt Sonnenfeld un
agente del FEMA que al filmar la zona en la que constató todo aquello y tras
advertir que había captado demasiados datos “inconvenientes” para el gobierno,
debió huir de los EEUU y abandonar su vida y a toda su familia ante un riesgo
muy cierto de muerte.
El
caso del ataque al Pentágono, por el grado de embuste y de inconsistencias que
presenta se ha vuelto una de las mayores evidencias de que todo el evento, que además
de mendaz, estuvo movido por otros autores muy diferentes a los señalados por
el gobierno. Tal como se puedo rescatar de las pocas cámaras activas en las
cercanías del Pentágono (y de fotos satelitales), no solo no hubo ningún avión que
se estrelló contra sino que incluso, algo mucho más pequeño y rápido impacto
contra el edificio.
Este
evento al ser rápidamente puesto en evidencia como un embuste y advirtiéndose que
lo que realmente golpeo al Pentágono habría sido un misil, surgieron más
interrogantes: ¿Por qué no se activó el sistema de defensa aérea que protege al
complejo? ¿Alguien lo desactivo? Y si así fue, obviamente conocían la clave
para su acceso.
En
aquel momento el profesor canadiense fue uno de los primeros valientes
investigadores, junto a Therry Meyssan, en sacar artículos críticos analizando sobre
lo que había sucedido, algo que al revelarse como comprometedor para la administración
estadounidense, cayó bajo la censura
discreta que los buscadores en internet han implementado en cooperación con Washington
(http://www.globalresearch.ca/articles/CHO109C.html )
Como
se puede leer en aquel artículo, la historia de “Al Qaeda” y la CIA venía desde
hacía muchos años y las relaciones entre Osama Bin Ladem con la “agencia” eran
más estrechas de lo que EEUU podía reconocer en público.
Chossudovsky
viene a confirmar lo que fuentes de inteligencia disidentes habían informado
tras aquellos ataques, señalando como primer hecho de que Osama Bin Ladem era
un agente (un activo) de la CIA y que su paradero real no era en una cueva e
las montañas afganas o coordinando los ataques como tan cinematográficamente habían
esbozado los funcionarios norteamericanos y sus medios informativos. Lejos de ello, Bin Ladem estaba muy grave de
salud, por lo cual fue internado en un hospital militar de Pakistán bajo la
vigilancia de asesores norteamericanos.
De
este modo, el artículo de investigación del profesor canadiense concluye que
Bin Ladem fue simplemente usado como “cabeza de turco”, usado para cubrir esta “operación
de Bandera falsa” sino también para justificar todo lo que vendría después (https://www.globalresearch.ca/where-was-osama-bin-laden-on-september-10-2001-one-day-before-911-he-was-in-a-pakistani-military-hospital/5607143 )
No
caben dudas de que si investigadores como Chossudovski no hubieran hurgado
durante años en la historia detrás de estos eventos y seguir las consecuencias
que se desprendieron de ellos, está claro que hoy EEUU habría aplastado a todo
el Medio Oriente e incluso, hubiera profundizado su política de censura
mediática a niveles inimaginables tal vez, oficializando la cárcel o la muerte
como pagaron muchos durante la era “Bush-Cheney” por haber cuestionado todo
este embuste.