EN DEBATE
“LENGUAJE ESTRATEGICO”
Qué puede interpretarse del viaje de Macri a Sudáfrica?
Por Javier B. Dal
El lenguaje es
la forma en que nos comunicamos. Decirlo parecer una obviedad, pero es que en
el mundo de la política y máxime de la internacional, sus formas pueden decir
mucho dependiendo de cómo se lo exprese. Sabemos que puede hablado, con señas,
con la forma de vestir o de comportarnos en ciertos momentos se trasmiten
mensajes que pueden llegar a ser confusos. El viaje realizado por Macri a la
cumbre BRICS es una señal que expresa un lenguaje para sus interlocutores de
este bloque pero también, para la administración aislacionista de Washington de
la cual parece querer tomar distancia.
En lo que va del año se puede decir que ha ocurrido mucho en lo que
hace a los asuntos geopolíticos. Los continuos cambios en las relaciones
internacionales y las constantes fluctuaciones de poder que se registran entre
los grandes actores han llevado a una mayor interrelación política, acercando
como nunca a los supuestos bandos antagónicos. En este contexto vemos a la Argentina
como el paradigma de una reconfiguración de su estructura como país que para
algunos es la consecuencia de una profunda modernización de cara a relacionarse
más abiertamente con los polos de poder, mientras que para otros es el prefacio
de la definitiva desintegración de su soberanía.
La Argentina venía en bajada desde mucho antes de que Macri se
hiciera con el gobierno en 2015, incluso desde antes de los doce años del falso
progresismo nacional del gobierno del FPV. No se puede tapar el sol con el dedo
y pretender explicar la actual situación sin tener una visión completa del
panorama para responder a la pregunta ¿Por qué el país sudamericano llego a tan
bajo?
Visto desde la superficie todo esto ocurre por una cuestión de
choque de intereses en una Argentina fuertemente corporativa que se acostumbro
durante décadas a sacarle algo al estado. Recordemos sino lo que significo para
la corporación de abogados los juicios de millones de pesos contra
Ferrocarriles Argentinos (empresa del estado) allá por la década de los
ochentas, las precauciones legislativas para que reformas al código civil no
invirtieran la carga de la prueba en los casos de mala praxis médica; los
maestros y sus chantajes para aumentar sus salarios; el gremio piquetero como
fuerza de choque alquilable para protestas sociales y así podríamos seguir horas.
El descalabro interior del país radica en su progresiva anomia
política social y económica, puesta a rodar por la misma clase política que se
enquista y aún subsiste en las viejas y anquilosadas estructuras partidarias
que defintivamente carecen de ideologías y no representan a nadie. Esta
situación se traslada y refleja en sus relaciones con otros estados. Tras
décadas de una desintegración progresiva de la vida política doméstica, Argentina
no pudo articular mejores esfuerzos para llevar adelante políticas regionales
de bloque como ser el caso del MERCOSUR, que hoy por hoy es una entelequia que
ha quedado más bien en los deseos de buena voluntad que en algún grado de
operatividad real.
En las épocas de Menem pedir mayores retos o ideas imaginativas
para insertar al país en el concierto mundial más allá de lo permitido por
Washington y Londres, habría sido motivo de risas y nada más. La prostibularia
relación carnal establecida con Washington además de humillante resulto ser nada
lucrativa para el país. Por aquel entonces la sola idea de establecer puentes
diplomáticos para trabajar una cooperación comercial, político y cultural con
Asia habría encontrado reparos surgidos de argumentos rancios devenidos de una
idiosincrasia europeísta y sajona que infectaba (y aun se mantiene) a los círculos
de funcionarios de carrera de aquel entonces.
Mucho menos se le ocurriera a alguien plantear un acercamiento a China y
a Rusia si no quería ser vilipendiado y tildado de “comunista”.
Ni hablemos de establecer relaciones fluidas y de intercambio con el
mundo árabe islámico, al cual siempre se lo mantuvo como un actor sospechoso y
hasta peligroso gracias a las influencias que embajadas y sectores políticos de
comunidades locales que han ayudado a establecer con la cooperación de los
medios, una imagen negativa. Como se puede ver la estupidez y la obsecuencia
han regido por mucho tiempo en las cabezas de quienes deberían haber conducido
al país a objetivos beneficiosos.
La corrupción llevó a la ineficacia y todo ello termino agrietando
las bases y puntos estratégicos del estado para que allí se enquistaran mafias
fuera de la ley que solo responden al dinero sin importar la bandera de donde
provenga. Lejos de hacer algo, la
partidocracia miro para otro lado. El fruto de ello puede verse trágicamente en
las más catastróficas situaciones que sufrió el país producto de esta
improvisación y obsecuencia manifiesta. Desde el golpe de 1976 instigado por
Washington y bendecido por la clase política argentina, pasando por el
alineamiento automático de Menem con EEUU en 1990 (Guerra del Golfo), los irresueltos
atentados en Buenos Aires, el atentado de Río Tercero en 1995, la corrupción
inmanente que se multiplico durante doce años K en todos los estamentos del
estado, no son buenos precedentes que indiquen una buena salud republicana.
Llegado el nuevo milenio, los cambios fueron más bien cosméticos y
los gobiernos que se sucedieron en solo tres años, poco o nada demostraron su
voluntad por establecer cambios profundos en la visión del mundo, en las políticas
de estado dentro del revulsionado contexto regional e internacional que estaba
dando comienzo. El gobierno de Néstor Kirchner no paso del panfleto y la arenga
populista que se desteñía inmediatamente cuando seguía oficialmente, cada punto
y señalamiento de Washington y Londres. Cuando su esposa Cristina Fernández
llego al poder el circo continuó solo que mayor color y más estridencia, pero
nada más. Pese a que pretendía a jugar de “revolucionaria” no hizo ningún
cambio de ese carácter cuando pudo bien haber gestionado acercamientos
inteligentes con Rusia y China llevando a que Argentina –entre algunos de
tantas áreas- ingresara al BRICS. Igual que su anterior jefe político
Carlos Menem y su marido, se mantuvo caminando derecho y sin salirse de la
línea que se trazaba desde Washington.
Con todo esto, pedirle a Macri no reincidir en semejantes errores
es pedirle peras al olmo, mucho más cuando a éste gobierno le fascina interrelacionarse
con EEUU en algunas de sus políticas, aunque las mismas hundan al país en una
ciénaga sin fondo[1].
Igualmente hay que rescatar ciertos aspectos de su política que últimamente parecen haberse reconducido y alejándose del
modelo neoliberal obsecuente de Menem y Cia de los noventas, pareciera
demostrar un pragmatismo más inteligente al momento de evaluar los continuos
cambios en las relaciones internacionales. El viaje a Sudáfrica del presidente
argentino para reunirse con los miembros del BRICS, en especial con Vladimir
Putin, Xi Jinping y Narenda Modi pareciera dar muestra de ello ¿Cómo será
interpretada esta señal por los miembros del grupo?
[1] SPUTNIK. “La mexicanización de la lucha
contra la delincuencia: a Argentina le espera un baño de sangre”. América
Latina. Publicado el 29 de julio de 2018. https://mundo.sputniknews.com/americalatina/201807291080769635-lucha-contra-delincuencia-mexicanizacion-argentina-ffaa/
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