OPINION
“DESDE EL
KURDISTÁN HASTA LA PATAGONIA”
El fenómeno del separatismo que parece asolar los cuatro rincones del planeta no es tan espontaneo como se lo quiere presentar. Hoy los kurdos iraquíes han proclamado su separación de Iraq y ello gracias a décadas de infiltración y sabotajes planificadas desde Tel Aviv y Londres. Ahora la Patagonia se ve revolucionada por una serie de hechos que han salido a la luz por la desaparición del joven Santiago Maldonado ¿Se trata de la misma dinámica?
Por
Javier B. Dal
Se suele decir
que las comparaciones son odiosas, pero esa regla no se aplica cuando se dan en
situaciones y sujetos que tienen un conjunto de características que los
asemejan. Para quienes han venido estudiando conflictos regionales y en
especial, los separatismos que se volvieron un fenómeno endémico desde la caída
de la Unión soviética en 1991, el descalabro de naciones que hoy ya no existen,
tuvieron como foco de inicio, las reivindicaciones de grupos étnicos que por su
historia, no reconocían la pertenencia a una nación en común.
Pero no todos los casos respondieron ni responden a la misma
casuística. Cuando nos referimos a la desintegración de la URSS, el fenómeno
más bien respondió a un anhelo de muchos países que durante setenta años habían
sido absorbidos por la fuerza del entonces poder soviético con su centro de
poder político y burocrático en Moscú. El caso de los checos, los búlgaros, los
moldavos e incluso los mismos ucranianos es un ejemplo de aquello.
Otros casos fueron instigados. Chechenia fue el ejemplo más cabal
del ensayo para elaborar e impulsar fuerzas centrifugas (generadas desde fuera)
que desafiaran a un estado ruso endeble y mal conducido.
Chechenia, una nación musulmana ubicada en las montañas del Cáucaso
que mantiene una larga historia conflictiva con la Rusia desde épocas
medievales, no dudó en reclamar su independencia ni bien colapso la Unión de
repúblicas en 1991 sabiendo que Moscú no aceptaría semejante pretensión. El problema es que esa pequeña república
tiene bajo su suelo riquísimos yacimientos petroleros y de gas, que representan
para el estado ruso, uno de los capitales activos más importantes para sus
negocios geoestratégicos con la Unión Europea. Permitir que ese pequeño
territorio rico fuese independiente y administrado por una población tribal
islámica, era perder un capital invaluable en recursos energéticos que Rusia no iba a permitir.
Igualmente el entonces ex general de la Fuerza Aérea soviética
Dzhojar Dudayev, en 1994 fue proclamado presidente de la república Islámica de
Chechenia desatando la primera guerra con Rusia. Tras ésta lucha, los servicios
británicos del MI-6 proporcionaron apoyo en armas y equipos que se iría
incrementando con el paso de los años. El
objetivo era que lograran separarse y de lograrlo, Londres lo reconocería como
un estado independiente.
La ex Yugoslavia fue otro teatro para el ensayo. A la muerte del
mariscal “Tito” las tres comunidades que antes fueron unidas terminaron en una
guerra que no estuvo exenta de las injerencias del MI-6, interesados en alejar
la influencia de Rusia y ampliar la jurisdicción de la OTAN. De esa manera, los
británicos estaban al mismo tiempo asesorando a grupos armados en Zagrev y
Sarajevo, mientras espiaba al gobierno serbio en Belgrado.
El Medio Oriente, es otro laboratorio de experimentos de de las
agencias de inteligencia occidentales que cuentan con un valioso y estratégico
colaborador como es Israel. Precisamente, Tel Aviv fue el primero en poner su
vista en las minorías dentro de sus vecinos árabes y explotar sus ansiedades a
favor de sus intereses. Uno de sus mejores logros fue sin dudas los kurdos
iraquíes, a quienes desde los años cincuentas comenzaron acercamientos
encubiertos mediante agentes del Mossad para luego recibir incluso, la visita
de militares israelíes de alto rango como fue Moshe Dayan.
Los kurdos eran perfectos para Tel Aviv. Una minoría sin país pero
con una cultura y etnia propias dentro de los países árabes islámicos, fue el
material necesario para ahondar más esas diferencias y consolidar la
desconfianza mutua. A base de negocios como el tráfico de armas, drogas y
mercancías en negro, el Mossad y el clan Barzani retroalimentaron sus
ambiciones y establecieron una amistad que se volvió una sociedad política. Con
ello, Tel Aviv persigue extender sus ambiciones mesiánicas haciéndose con
territorios árabes del norte lo que a la palestra representaran magníficos
negocios inmobiliarios.
Entre 1974 y 1975 EEUU se acercó a los kurdos iraquíes con claras intensiones de establecer una base
en esa estratégica región. Cuando el presidente iraquí Hassan Al Bakr comenzó a
reprimirlos Washington opto por volcarse a favor de éste último, abandonando a
los kurdos. Ese apoyo a Bagdad continuaría durante toda la guerra contra Irán,
sin que ello ruborizara al Departamento de Estado.
En 1990 en medio de la crisis del Golfo, mientras las fuerzas de la
Coalición se agrupaban en Arabia Saudita, la CIA y el MI-6 británico trabajaban
encubiertamente con la Peshmerga del clan kurdo de Barzani con la
intensión de dar un golpe interno contra Bagdad. Apenas dos años antes, el
ejército iraquí había lanzado armas químicas en Halabja que fueron provistas
por EEUU y sus aliados europeos. Eso no le intereso a Barzani y su gente que buscaba
la independencia, sin interesarle si ello era a cualquier costa, pactando incluso
con el mismo diablo.
Mientras esto se urdía en las sombras, la propaganda mediática de
la CNN y la BBC vendía la historia del “pueblo perseguido por Saddam” por ser
una minoría indeseable y dejaba muy lejos de sus comentarios, los entretelones
de quienes fueron los que le proporcionaron las armas y la venia política para
combatir las reivindicaciones kurdas. Aquellas mismas agencias que trabajaron
codo a codo con la inteligencia iraquí hasta 1990, eran ahora las que
proporcionaron a los kurdos una ayuda ingente para subvertir el orden legal en
Iraq.
Al mismo tiempo y algo similar se hizo con los chiitas iraquíes, a
quienes esta misma corporación mediática, presentaba como un sector oprimido
por Saddam y su régimen. Igual que con
los kurdos, la CIA y el MI-6 establecieron contactos con la oposición política
chiita iraquí que curiosamente, mantenía sus bases operativas en Londres y
Teherán. Pero a pesar de los esfuerzos por tratar de unir a los kurdos en el
mismo plan (derrocar a Saddam Hussein), no todos los chiitas iraquíes estaban
de acuerdo con esos planes y mucho menos, confiaban en los kurdos (por su
conocida sociedad con Israel). Como siempre, pequeñas facciones extremistas
como el partido “Dawa” y algunas falanges armadas leales al clérigo Mohammd
Baqir Al Sadr se prestaron a la intentona, tratando de reclutar disidentes
dentro de las fuerzas armadas, pero fracasaron.
Fue imposible manipular a ambas partes para que trabajasen
coordinadamente y ello se reflejaría en el fallido alzamiento contra Bagdad en
abril de 1991.
En ese entonces, Washington y Londres no buscaban desmembrar Iraq y
ante la necesidad de mantener buenas relaciones con su aliado estratégico
Turquía que mantiene un histórico conflicto político-territorial con los kurdos
y ante el fracaso del intento de derrocamiento que habían instigado, la CIA y
sus aliados –entre ellos Israel- salieron de escena, abandonando el
grueso de las ayudas que habían estado proveyendo a los grupos kurdos. Una vez
más, de la noche a la mañana “los pobres kurdos” pasaron al ostracismo forzado y
sus reivindicaciones cayeron en la nada; habían sido vilmente usados y
arrojados al bote de la basura. Pero no sería por mucho tiempo. Cuando EEUU
impuso una zona de exclusión aérea sobre el norte, no fue para proteger a los
kurdos de ataques aéreos del “régimen de Saddam”, sino para posibilitar el ingreso
de vuelos desde Turquía con cargamentos de armas, equipos y mercancías que
proporcionarían más poder al clan de Massud Barzani.
A partir de allí hasta la implementación del plan “Daesh” en junio
de 2014 –de cual participaron los servicios de EEUU, Reino Unido, Turquía,
Arabia Saudita e Israel- y que fue filtrado por el diario turco “Ozgur
Gundem” y que sería ratificado por el mismo secretario de estado John Kerry en una
conversación con la oposición siria en septiembre de 2016, los kurdos
coordinados con el “Daesh” y grupos de la resistencia iraquí (Ejército
Nakshaiabandi) tomaron el control de Kirkuk y Mosul al mismo tiempo. Gracias a
esta maniobra, el Clan Barzani extendió en un 40 % el territorio kurdo y ello
fue gracias al apoyo del “Daesh”. Es evidente que el llamado “Estado Islámico”
fue una farsa destinada (además de destituir a Nouri Al Maliki y
consecutivamente a Bashar Al Assad) a cumplir con el plan de desmembrar tanto
a Siria como a Iraq trazado por la
administración de Barak Obama (Red Voltaire. Org. “El regreso del plan yanqui
de rediseño del Medio Oriente ampliado”. http://www.voltairenet.org/article185356.html#nb1 ) que como una consecuencia colateral les daría a los kurdos su
propio dominio territorial que hace unos días, los kurdos iraquíes ratificaron
con un referéndum que solo apoyo Tel
Aviv.
En todo esto, el MI-6 (junto a sus socios franceses, turcos e
israelíes) ha sido prolífico en dar apoyo a los grupos anti-gubernamentales de
Iraq y Siria y las historias de que no calcularon bien la amenaza terrorista,
es un gran embuste.
Por el contrario en Siria el plan de realizar la misma
maniobra en clara violación al proyecto de la Conferencia de Sevres de 1920 y
de los acuerdos entre Hafez Al Assad y el PKK en décadas pasadas y tras haberse vendido sus líderes –principalmente
Saleh Muslim- a los intereses mencionados, la realidad en el terreno parece
demostrar un fracaso y es por ello que los norteamericanos están dejando a los
YPG y SDF por su cuenta.
Con todo esto, si vemos lo que se viene fomentando con los
“Mapuches” en la Patagonia y las vinculaciones de elementos británicos en la
organización de la facción R.A.M. (Mapuche-Nation.org. http://www.mapuche-nation.org/english/html/news/pr-118.html), llama a que el gobierno argentino no tropiece con la misma
piedra, máxime cuando hay razones –cuestión Malvinas- para ello. Aunque
el grado de virulencia hasta el momento es menor, la táctica es la misma:
Fomentar las ideas de “minorías oprimidas” y el separatismo. Similar a lo que
se trabajo en el Kurdistán, británicos e israelíes incursionando bajo
apariencias de benéficas ONGs y haciendo en el terreno un persistente trabajo
“hormiga” (que se combina con maniobras políticas y mediáticas desde altas
esferas), parecen haber unido esfuerzos
por buscar la empatía entre los pobladores de la región para crear nexos con
sus gobiernos, usando el tema de las reivindicaciones aborígenes como una
fachada para sus reales propósitos enfocados en el control y acceso a los
vastos territorios patagónicos, contrariando así los intereses soberanos de la
nación argentina.