EN
LA MIRA
“TRIUNFO NO TAN TRIUNFAL”
A 35 años de la recuperación de las islas del Atlántico sur por
parte de Argentina, siguen las controversias sobre lo que significo para
Londres aquel episodio
Por
Charles H. Slim
La guerra de
Malvinas de 1982 dejó un claro saldo de muerte y destrucción que es inherente a
toda guerra pero, a pesar de que Gran Bretaña pudo prevalecer gracias al apoyo
inestimable de la OTAN y de Washington, no fue una victoria que pudo saborear
como lo esperaban sus propios políticos y militares. Los argentinos le dieron
batalla y si hubieran pasado otras 24 horas de presión como la imprimida por
las fuerzas argentinas antes de la capitulación la realidad hubiera sido otra.
Fuera
de toda previsión, los comandantes británicos que fueron sorpresivamente comisionados
a embarcarse rumbo a las aguas insulares del atlántico sur, no esperaban más
que un acto de presencia o a lo sumo un despliegue de fuerzas para que los “argies”
se vieran impresionados y como monos, salieran huyendo al continente. Nada de
eso paso y para peor, muchas cosas salieron mal antes del desenlace.
Pero
como reza el dicho “la historia la escriben los vencedores”, la guerra de
Malvinas es una de las últimas guerras del siglo pasado que no puede cerrarse
con dicho adagio.
Demasiadas cosas sin explicar y mucha información ocultada de
lo que ocurrió realmente en esa guerra ha desatado la curiosidad de muchos de
los que se han interesado en buscar las reales causas de aquella conflagración
y de los verdaderos alcances que tuvo para el Reino Unido.
Ante
todo, no hay que olvidar que el Reino Unido es una potencia ocupante y miembro
de la OTAN en plena época de la guerra fría. A pesar de ello, Argentina había
suscripto con los EEUU un tratado de asistencia reciproca que causal e
irónicamente obligaba a una asistencia continental cuando un país del
continente americano sufriera una agresión militar de otra potencia externa. El
TIAR fue sin dudas, el embuste jurídico político más evidente para la Casa
Rosada en ese momento y pese a que no parece haberse considerado por los
cerebros en Relaciones exteriores que Washington no dejaría de lado su
histórica alianza con Londres, los argentinos estuvieron seguros de que a pesar
de todo, el derecho les asistía.
Para
ir directamente a los hechos de la guerra, todavía no hay precisiones sobre
cuáles fueron y de que intensidad fueron las batallas que se desataron cuando
los comandos argentinos llegaron a las islas. Todos conocen la historia oficial
de los buzos tácticos argentinos llevando con las manos en alto a los marines
británicos pero, al parecer hubieron replicas mucho más duras y con severas
pérdidas para los británicos que jamás sacaron a la luz, pese a que oficiales
argentinos fueron protagonistas y testigos en esos hechos. Tal vez y como se
los sugirió Washington, “había que realizar una acción sin bajas” y si las
había, ocultarlas.
Para
esa época, el arma de contrainteligencia y desinformación era una especialidad
que manejaban al dedillo los británicos y no cabían dudas de que usarían todos
sus recursos no solo contra los argentinos sino también, para tapar sus propias
desgracias y desaciertos. En ese sentido,
la versión que refiere a que el gobierno argentino había tomado esta decisión
por la orden de un “general alcoholizado” ya no puede convencer a nadie o,
aquella que reza que fue el producto de las “necesidades internas para
perpetuar a la junta en el poder”, a la vista del tiempo transcurrido, queda
claro que estos cuentos son un insulto a la inteligencia.
Buenos
Aires cayó en una celada que Londres venía preparando junto a sus aliados de la
OTAN en Bruselas, Bélgica con al menos un año de antelación. Para el Foreing
Office y obviamente el circulo político en Westminster nada de lo que
estaba por ocurrir sería una sorpresa y para asegurarse que esas tratativas
queden sepultadas en el más estricto secreto, las mismas no podrán ser
desclasificadas hasta el 2072 cuando ya no quede un solo testigo de lo que
ocurrió. Incluso habría sido posible que la misma Margaret Thatcher no hubiera
estado al tanto de estos planes.
Washington
hizo su parte y por medio de tratativas secretas del Secretario de Estado
Alexander Haig convenció al gobierno de Buenos Aires de que la movida, ayudaría
a que Londres aceptara sentarse a negociar en una cumbre que se desarrollaría bajo
sus auspicios en New York. Esto fue un embuste que tenía el propósito de que
además que los argentinos creyeran en ese cuento, al verse traicionados –como
lo fueron- Washington alegaría que lo que había hecho el gobierno de
Galtieri había sido una locura.
Eso
en lo político. Pero en los campos de batalla de ambas islas, también hubieron
extrañas situaciones y curiosidades que ambos bandos expresaron en forma escueta y dispersa. Del
lado británico, los soldados y paracaidistas llegaron a denunciar el fusilamiento
arbitrario de soldados que creyendo que eran argentinos, pudieron corroborar que eran “mercenarios” de
origen estadounidenses algo que no debería extrañar a nadie ya que, el que
fueran mercenarios no significaba que pertenecían a las tropas regulares
estadounidenses. Incluso esto quedo ratificado cuando los oficiales británicos
se cercioraron de su origen y lo consultaron con el alto mando, rápidamente los
apartaron de los prisioneros argentinos y los ejecutaron de un disparo en la
nuca.
Sin
rastros de esos mercenarios y enterrados en fosas comunes, las cosas seguirían
bien entre Washington y Londres; después de todo ¿Quién preguntaría por un
puñado de mercenarios estadounidenses en el fin del mundo?
A la
par de ello, los británicos fueron conociendo del carácter y voluntad de los
soldados argentinos a quienes les apodaban “argies” y sin dudas al ver lo que
podían hacer, dejaron de lado sus preconceptos que tan erradamente les habían
metido los políticos y las misma “Maggie” en Londres antes de zarpar. Precisamente uno de los comentarios que
realizó Thatcher tras hablar al pueblo británico fue que, “cuando los
argentinos vean sus barcos hundirse, volverán a sus casas”, dando por sentado
que Argentina era algo así como una banda de bandoleros que habían tomado por
asalto una casa. Tal como lo dijo un sargento del 3º Batallón de paracaidistas
que estuvo en Monte London, tras ver la dureza de sus oponentes exclamó “paseo por la campiña… mi trasero!”, en clara
alusión a lo que los soldados argentinos les hicieron pasar hasta que pudieron
tomar esa cima.
Desde
el mar hasta las operaciones en tierra, los ingleses fueron protagonistas de
situaciones que debían quedar ocultas al conocimiento del público. Duros
reveces en operaciones especiales como fue la fracasada “Operación Mikado”
hasta las contingencias por falta de equipamiento y preparación que sufrieron
secciones como la Guardia Galesa, son solo algunas de las dificultades que
Londres barrió bajo la alfombra. Recuerdan
el incidente del “HMS Brillant” en el cual, el capitán John Francis Coward
atacados de pánico por el supuesto acecho de los submarinos argentinos, terminó
asesinando a dos ballenas y con ello, revelando su posición a la aviación de la
Fuerza Aérea Argentina. O el “HMS Argonaut” (F56) que tras ser atacada por los aviones
navales argentinos, recibió serias averías que lo inutilizo en sus operaciones
de apoyo en San Carlos. Qué decir de la Fragata “HMS Antrim” que tras operar en
la Bahía de San Carlos y pese a que lanzaron sus misiles de última generación
“Sea Cat” además de ver cómo eran evadidos por los asombrosos pilotos
argentinos, fue alcanzada por una bomba de 1000kg lanzada por un A-4Q argentino
que tras atravesar todos los niveles del buque lo dejó fuera de combate.
Como
se podrá ver, no hemos mencionado a las bajas infringidas y que son muy
conocidas por la historia oficial de ambos países. Un último punto que también
fue motivo de especulaciones y de muchas controversias fue, si realmente todos
los combatientes enviados por Gran Bretaña eran mayoritariamente británicos.
Todos conocen que entre la tropa inglesa, se desplegaron batallones y secciones
de mercenarios nepaleses “Gurkas” pero lo que nunca se dijo fue, cuál fue el
número de sus efectivos y menos aún, el número de bajas que recibieron. Tampoco
se ha dicho, quienes eran los tripulantes de varios de los buques logísticos
que fueron severamente dañados o hundidos en aquellas jornadas.
Algunas
fuentes han revelado que Londres envío miles de “Gurkas” a Malvinas y unos miles
más de ellos quedaron enterrados en fosas comunes tras fracasados intentos de
tomar posiciones argentinas inexpugnables. Recién ablandadas las posiciones
argentinas por falta de municiones, entraban en acción los “paras” británicos
quienes recibieron igualmente lo suyo. En
lo referente a las tripulaciones de varios buques despachados al TOAS, fuentes
de inteligencia de esa época revelaron que muchos de los heridos sacados de
unidades navales averiadas eran “chinos” (o tal vez nepaleses?)
Por
lo pronto como lo hemos señalado, esto quedara en la nebulosa hasta que Londres
desclasifique sus archivos que tienen como fecha de clausura hasta el 2072.