viernes, 24 de marzo de 2017



EN LA MIRA




“BREXIT, MALVINAS, KELPERS ¿Y ARGENTINA?

Cuál será la política de Buenos Aires sobre Malvinas ante el cambio político británico que preocupa seriamente a los Kelpers?




Por Javier B. Dal
Han pasado 35 años de aquella la llamada “Operación Rosario”, que sirvió para vindicar una centuria y media de ocupación ilegal de suelo insular a manos del imperio británico. Su desarrollo y ejecución fue un éxito táctico inobjetable y con ello la Armada Argentina bautizaba en las postrimerías del siglo XX, su bautismo de fuego nada menos que con un enemigo íntimo y muy peligroso como son los británicos.

La causa Malvinas ha sido el gran elemento aglutinante dentro de una sociedad bipolar y continuamente dividida por los partidismos mezquinos que se arremolinan en torno a las temáticas meramente económicas y contingentes. Carentes de ideas y mucho menos de compromiso político real, los políticos argentinos han rehuido a éste tema central de la geopolítica nacional. El 2 de abril de 1982 fue y sigue siendo una fecha cara para el sentimiento de los bien paridos argentinos y una fecha nefasta para los anglófilos argentinos más británicos que los que viven en Gran Bretaña y que suelen ser los exponentes del llamado “liberalismo” que últimamente se veían identificados por personajes como Hillary Clinton.

Vergonzosamente tapada por los militares de aquel entonces y luego olvidada por los gobiernos civiles que vinieron desde 1983 en adelante, la causa Malvinas sigue siendo un tema gravitante para los intereses de Argentina y mucho más, en momentos que ve tambalearse por la crisis económico-financiera que tiene alcance global. Objeto de prebendas de gobiernos neoliberales y silencios de los comprometidos sectores políticos nacionales, hoy acudimos a nuevos intentos de que vuelva a esconder esta situación bajo la alfombra de la Casa Rosada o más deberíamos decir, “bajo los paraguas” que Menem y Cía acordara con Londres en octubre de 1989 que entre otras consecuencias desataría la reacción –provocada por agencias foráneas- del alzamiento del 3 de diciembre de 1990.

A 35 años de todo aquello, podemos ver que el mundo ha cambiado notablemente y hoy podemos ver como la Unión Europea trata de no desmembrarse ante continuos movimientos intestinos –especialmente instigados por Londres- que han puesto en tela de juicio, la utilidad, la legitimidad y las necesidad de un gobierno europeo que como dijo el representante británico Iván Rogers ante el Parlamento Europeo en Bruselas, “No representa a nadie”. A la par de estos argumentos, Londres aprovecho para separarse de esa unión que, a pesar de mantenerse en aspectos comerciales,  quedó políticamente oficializada el 29 de marzo pasado y que puede llevar a que comiencen a reorganizar los viejos hábitos neocoloniales de Buckinham impulsados por la necesidad de paliar una ralentización de la economía y bajas inversiones.

A la par de esto, se crece el temor de los Kelpers por el desinterés de Londres. Igualmente los ingleses no están en Malvinas por sus colonos sino por tener allí una base que es a su vez uno de los centros de inteligencia electrónica de la OTAN y el gran negocio de la exploración y explotación de petróleo de la plataforma de las islas y el mar circundante.

En ese sentido y al contrario de Buenos Aires, los británicos no han abandonado un solo minuto sus tareas de prospección e inteligencia sobre el estado argentino e incluso sobre las comunicaciones de toda la población. A cargo de estas actividades se halla el denominado GCHQ, que es la versión inglesa de espionaje electrónico ECHELON de la NSA estadounidense que hoy tiene otra denominación. 

Hoy Gran Bretaña se alista a poner velas al viento a su nueva y propia agenda geopolítica internacional en la cual, Malvinas, las aguas adyacentes del Atlántico sur y la Antártida son parte importante en sus objetivos de cara a mantener una supremacía geoestratégica global en la cual, comparten un interés común con los  EEUU.

En este sentido no hay que perder de vista cuales han sido y siguen siendo las herramientas con las cuales Londres y sus colegas “Chauvinistas” de la Francia de Sarkozi y del “socialista” Hollande, tomaron por asalto a los países árabes en el norte de África y el Medio Oriente, tratando de revivir las glorias imperialistas de comienzos del siglo XX.  Y que no queden dudas de que estas empresas están movidas por y solo por un claro interés recaudatorio.

Hoy con el liderazgo de la primer ministro Theresa May, Gran Bretaña ingresa en una nueva etapa con el Brexit y con él, buscará sin dudas hacer sus propias jugadas en el plano internacional sin dejar de apoyarse en los beneficios comerciales que la repudiada Unión europea aún mantiene vigentes. No hay que extrañarse de esto; es una típica costumbre británica que en la política prima la practicidad por sobre los ideales y las abstracciones intelectuales.

Precisamente sobre este regreso a la individualidad estadual de Londres, que representara su discresionalidad en el campo de su política exterior, no verá obstáculos en poder maniobrar con mayor tranquilidad y lejos de cuestionamientos de bloque, para fortalecer sus políticas neocoloniales que tienen por fin retener territorios que se hallan cuestionados ante el foro de Naciones Unidas.

Actualmente las islas Malvinas son una fortificación militar, aunque el Foreing Office no lo reconozca y peor aún; despliega con desparpajo e impunidad sus fuerzas militares por las aguas y el espacio aéreo patagónico sin que Buenos Aires tenga el menor atisbo de hacer algo por impedirlo. A la par, los Kelpers realizan sus propias campañas de relaciones públicas en las que intentan sembrar las discordias en el colectivo argentino especialmente propiciadas, tras la visita de la comitiva encabezada por Pérez Esquivel y la representante de Madres de Plaza de Mayo Nora Cortiñaz quienes trataron de usufructuar con los muertos argentinos en las islas tratando errónea o maliciosamente de calificarlos como NN, en un intento patético de convertirlos en un botín para sus intereses sectoriales.

Para peor, la cancillería argentina dio su apoyo a esta “iniciativa” que pretende darle un sesgo político ciertamente discutible.

Pero en lo estrictamente político ¿qué ha hecho Argentina en todo este tiempo para estudiar la situación británica en las islas y su zona de influencia? Simplemente nada. 

Parece seguir siendo una clara muestra de ignorancia política en la que los políticos argentinos no se den cuenta que la cuestión Malvinas es central para la geopolítica de su país y vital para su desarrollo económico. Tal como lo ha demostrado la historia, la causa fue el aglutinante más poderoso que ha experimentado como nación y ello puede ser explotado para impulsar nuevas políticas que renueven el espectro.


Cuando los sectores políticos argentinos caigan en cuentas de que aquel episodio de masiva unidad y fervor en la que estalló el pueblo argentino en 1982 había causado pavor en los círculos políticos de Londres y reparen en que tienen mucho trabajo aún por realizar para comenzar una nueva etapa de lucha por recuperar sus derechos inalienables que tienen sobre Malvinas, Georgias y Sandwiches del sur a lo que hay que agregar, los mares insulares adyacentes, podrán entender que tan ciegos habían estado al no ver lo que significa un país con su propia agenda geopolítica y estratégica que le dará sus propias ganancias pero sin obviar un oposición tenaz de Gran Bretaña y esos  sectores anglófilos internos que viven para y de las migajas de Londres.    

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