EN DEBATE
“PUTIN, EL HOMBRE DE LA DÉCADA”
Tras una larga carrera en la política rusa, Vladimir Putin ha cosechado tragos amargos pero también brillantes éxitos que lo proyectan más allá de la Federación rusa y sin dudas que la gestión de estos últimos cuatro años ha dejado bien en claro que ha estado por sobre sus adversarios.
Por
Charles H. Slim
Cuando Vladimir
Putin se hizo cargo en 1999 de los restos de lo que fue una Rusia potente y
orgullosa, nadie daba un centavo por ese joven flacucho y sin expresión en el
rostro. Era solo una sombra detrás del
etílico Boris Yeltsin, una decepción política surgida de aquellas jornadas del
derrumbe de la URSS y un notable incompetente para hacerse cargo de los severos
problemas políticos, económicos y sociales que surgieron tras aquel evento
histórico.
Desde
1991 hasta la asunción de Putin el 31 de diciembre de 1999, la Federación Rusa
se fue hundiendo poco a poco en una ciénaga de corrupción de la que nadie y
menos aún, un solo hombre podría haber logrado rescatar.
Mientras
tanto el mundo era testigo de la primera guerra trasmitida en directo –y
prolijamente censurada- como si de un show se tratara y en la que EEUU
inauguró su brutal carrera por insertarse en el Medio Oriente, Moscú era un
caos y las ex repúblicas soviéticas se revolvían en luchas internas que
bregaban por la separación definitiva del control ruso.
Fueron
años oscuros en los que las “inversiones especulativas financieras de
occidente” se hicieron su agosto, en los que las mafias de todo tipo proliferaron
a costa de una galopante corrupción gubernamental y el mercado de la droga
penetró con fuerza en el mismo corazón de Rusia propiciado, por una tóxica
combinación de corrupción policial, mafias del Cáucaso que con conexiones con
agentes de inteligencia occidentales, intentaron crear sus propios negocios de
narcotráfico y armas en medio de la confusión.
Putin y Yeltsin en 1994 |
Fueron
días muy tristes y peligrosos para Rusia. Los profesionales no tenían trabajo y
las maestras llegaron incluso a prostituirse para poder comer. En los cuadros
militares cundió también la avaricia y la corrupción y como una peste, la
insubordinación y la indisciplina se materializaron en todo tipo de formas que
fueron desde los pequeños robos de equipos, prostitución masculina de
conscriptos hasta la venta de armamento pesado en el mercado negro que incluía
la posibilidad de acceder a los depósitos de uranio en los arsenales de misiles
balísticos e incluso de material de sus centrales nucleares de “Kursk” o “Kola”.
La
flota del Mar negro en el puerto de Sebastopol se hallaba irremediablemente
inmovilizada por carencia de repuestos y financiamiento. Peor suerte era para
los submarinos nucleares anclados en “Balaklava”, donde por su abandono
comenzaron a contaminar las aguas con sus reactores nucleares. Los MIG-29 eran
alquilados para vuelos con turistas occidentales que pagaran unos cuantos
dólares por saber que se sentía tripular una nave de combate. Los orgullosos
uniformes del ejército soviético eran vendidos por sus propios dueños como “souvenir”
a los turistas en pleno Moscú.
Y en
medio de este desastre, el fuego de la guerra en Chechenia no se apagaba y el
precio que Rusia había pagado en sus intentos por recuperar el control de ese
bastión musulmán del Cáucaso, habían sido devastadores. A las grandes bajas y
considerables pérdidas materiales había que agregar la caída de la moral en la
población que clamaba por el fin de aquella sangría en la cual y en forma
encubierta venían trabajando las agencias extranjeras como el MI-6 británico
proporcionándoles a los chechenos, armas, equipos e inteligencia para hacer
frente a un ejército ruso muy superior.
La primera guerra de Chechenia |
Igualmente
la estrategia de Putin prevaleció y logró desbandar a los combatientes
chechenos expulsándolos de Grozny y a partir de entonces, pasaron a realizar
acciones insurgentes y ataques terroristas como fue el ataque al Teatro
Duvrobka en Moscú en el 2002. Aquí
también su apoyo a la estrategia para rescatar a los rehenes prevaleció y pese
a las durísimas críticas que recibió por el método y los costos del asalto,
prevaleció en el gobierno. Al mismo tiempo logró estabilizar la economía y a
controlar el mundo del hampa que durante la era Yeltsin se había adueñado de la
vida rusa.
Fue
selectivo y muy preciso al instruir a sus cuerpos de seguridad en cómo combatir
a los “zares de la droga”, los lavadores de dinero y a los mercaderes del tráfico de mujeres y
niños para la prostitución, mercado muy requerido por importantes capitales
occidentales. Desterró con éxito la
corrupción estructural y fue enérgico con aquellos que trataron de seguir con
sus negocios sucios a costa del estado. Curiosamente cuando comenzó a cortar
las rutas de movimiento del tráfico de opio, heroína y cocaína con rumbo a su
país y los nexos financieros que se movían detrás, los problemas parecieron
recrudecer con mayor fuerza para su gobierno y los intentos por difamarlo por
los medio occidentales que hablaban de “brutalidad” se volvieron cotidianos.
Debió
hacer frente a una de las tragedias navales más dolorosas que Rusia recordaba
desde la II guerra como fue el extraño hundimiento del submarino “Kursk” el 12 de agosto del 2000 que además de
evidenciar la crisis material por la que atravesaba la flota rusa, soporto con
paciencia las increpaciones de los familiares de los marinos que lo acusaron de
negligencia y de no haber hecho todo lo posible para rescatarlos.
Luego
en septiembre del 2004 vino aquel extraño ataque contra el colegio de Beslán
que involucró varias manos oscuras y que nada tenían que ver con los musulmanes
chechenos, como lo intentaron aparentar (RED VOLTAIRE.org. http://www.voltairenet.org/article122095.html ) Pero aunque Putin sabía que eso era tal cual, no estaba en
posición de jugar en las grandes ligas de la política internacional, no al
menos, hasta tanto reconstruyera el aparato de inteligencia y militar capaz de
disuadir a este tipo de actividades sucias.
Putin
demostró que podía romper las barreras culturales al estrechar lazos con
Latinoamérica y en especial con la Venezuela “Bolivariana” llegando a trabar
una amistad entrañable con otro líder indiscutido –y muy odiado por
Washington y el sionismo- como lo fue Hugo César Chávez quien tuvo la
visión de estrechar lazos estratégicos a base de un multipolarismo.
Tropas rusas en Osetia del sur 2008 |
Hace
exactamente diez años atrás en un discurso en Munich, Vladimir Putin fue
profético al advertir de los peligros y
las consecuencias de un mundo unipolar como el que Washington y la OTAN
trataban de imponer. Igualmente a esas alturas con un EEUU que estaba
destrozando Afganistán y a Iraq, Rusia debía aún mantenerse al costado sin
poder intervenir con el peso suficiente como para poder contrabalancear estas
situaciones ante el foro de Naciones Unidas.
En
2008 Washington y su aliado Tel Aviv se pusieron en campaña para darle apoyo
militar al gobierno de Georgia que intentó tomar por asalto a Osetia del Sur lo
que termino en una desagradable sorpresa para el gobierno de Saakashvili. Las
fuerzas rusas le cortaron el paso y los georgianos debieron retirarse a
regañadientes ante el abandono político de EEUU lo que terminó con su caída.
Fue sin dudas el primer encuentro directo con los intereses occidentales
tratando de remodelar a su gusto el mapa de la región.
Actualmente
y pese a los intentos solapados de crear controversia, Moscú ha dejado en claro
que el triángulo compuesto por Abjasia, Rusia y Osetia del sur sigue vigente y más vivo que nunca.
En
2010 con la farsa montada en el Norte de África y que los medios occidentales
llamaron Primavera árabe el presidente Medvedev y el primer ministro
Vladimir Putin mantuvieron una aparente apatía por los sucesos que se estaban
registrando que en algún momento, llegaron a afectar intereses de Rusia en la
región. Solo quedo ver como la OTAN despedazó a Libia y cuando eso se quiso
recrear contra Siria, ya con Putin en la presidencia, las cosas cambiaron y a
partir de ese momento comenzó a mostrar que durante todo ese tiempo en el que
se había mantenido al margen de las cuestiones de la geopolítica internacional,
había estado preparando a Rusia y sus frutos se vieron claramente en los éxitos
geopolíticos de Crimea y Siria.