LAISSEZ FAIRE
¿Por qué el peligro de una escalada nuclear de alcance global se vuelve
más real?
Por
Charles H. Slim
Si bien esta expresión en francés se aplica a la economía de libre mercado, la misma es perfecta para describir el lamentable y opaco papel de las organizaciones internacionales como Naciones Unidas y la AIEA en la escalada paulatina que por impulso de la OTAN se esta produciendo en Eurasia.
La Federación de Rusia ha probado con creces la participación de la
OTAN en el conflicto e incluso hace poco hizo una exposición en el Parque de la
Victoria en Moscú, de una variedad de vehículos y material bélico de diferentes
países atlantistas capturado a los ucranianos ¿Acaso llegaron sin el permiso de
Washington?, Se suponía que estaban al margen ¿Qué pasó con el artículo 4º del
Tratado de la OTAN? Los continuos atentados contra las instalaciones nucleares
de Zaporiya y los ataques con Drones lanzados sobre Moscú semanas pasadas, han
pasado sin penas ni gloria para estas organizaciones. Hasta donde sabemos, ni
el insulso director de la AIEA, ni el secretario general o el Consejo de
seguridad de Naciones Unidas han dicho algo al respecto.
Sobre esto no hay dudas de que cada uno de estos episodios se tratan de
claros casos de agresión contra la soberanía de otro estado y en el actual
escenario, una profundización del peligro para la paz global, entonces ¿Acaso
la Carta de Naciones Unidas no prevé en su famoso artículo 51 del Capítulo VII
el caso de agresión? O tal vez, ¿No hay valor para aplicarlo sobre Washington?
No nos asombra la opacidad de Naciones Unidas. Su historial de
inconsecuencias habla por si mismo poniendo de manifiesto que este capítulo
solo se aplica a pequeños países sin chances de oponerse o adversarios geopolíticos
de los intereses de…EEUU e Israel ¿Casualidad?
Con ello, el descredito por el funcionamiento de este organismo no puede
ser una sorpresa.
Esta situación hoy se magnifica con las acciones terroristas que el
régimen de Kiev está llevando a cabo contra las poblaciones rusas y que
amenazan con llevar el conflicto a otro nivel.
“Dejar hacer, dejar pasar” es la mejor manera de describir la
inmovilidad o tal vez más bien la impotencia de las organizaciones
internacionales como Naciones Unidas por poner límites al empleo del terrorismo
ucraniano. Pero no sería posible este despliegue impune de terror sin los
medios y la permisión para ello. El armamento de largo alcance que occidente le
proporciona a Kiev esta siendo utilizado no para propósitos estrictamente
militares sino, para generar terror entre la población rusa y en Washington son
conscientes de ello.
Este arbitrario relativismo en la aplicación de la Carta orgánica y de
la ley internacional en general es ciertamente insultante para la inteligencia
de todos los que habitamos el globo. Ya hemos sido testigos de la muy discutida
actuación de la Corte Penal Internacional y del Tribunal de la Haya por los
crímenes de lesa humanidad en Palestina.
Si permitimos que estas cosas sigan ocurriendo tal vez debamos
preguntarnos ¿Hay un terrorismo bueno y un terrorismo malo?
Si vemos los hechos pareciera que existe esta sesgada disquisición y en
ese sentido, EEUU y los atlantistas proporcionan los medios para ese
“terrorismo bueno”.
A estas alturas y con la casuística acumulada de dos años de guerra, es
innegable el patrocinio y apoyo de la OTAN a estas tácticas criminales. Los
últimos ataques terroristas con misiles de largo alcance y cohetes del sistema “Vampiro”
sobre Belgorod son una prueba más de ello.
Esto vuelve a poner en evidencia la desesperación que existe en
Washington DC por tratar de remontar una guerra que pagan con su sangre y
bienes los ucranianos y que Biden y su camada demócrata tratan de revertir para
usarla como un trofeo para beneficiar a Kamala Harris en las elecciones de
noviembre. Pese a ello, la realidad se impone y de persistir en buscar la
escalada, deberían saber que el mundo es mucho más pequeño de lo que estos
burócratas creen.
Desde el inicio de la Operación Militar Especial en febrero de 2022, la
OTAN ha venido actuando tras bambalinas y en tal sentido, ha ido aumentando su
injerencia en las acciones sobre el terreno. Pero esta política no es meramente
voluntarista, se halla sujeta a la dirección de las decisiones que se toman en
Washington DC y que son parte de un extenso y antiguo plan por extender la hegemonía
total sobre Eurasia y más allá.
Ya lo advirtió el martes 27 de agosto el ministro de relaciones
exteriores ruso Serguei Lavrov diciendo que si la guerra escala no se limitara
a Europa, dejándole en claro al Establecimiento norteamericano que por estar
del otro lado del atlántico no van a estar a salvo de sus consecuencias. Las
palabras de Lavrov no son una fanfarronada. La Federación de Rusia cuenta con
los medios para hacer realidad esta advertencia y en Washington DC lo saben.
En Moscú ya se han hartado de los discursos cínicos y las jugarretas de
La Casa Blanca, en especial las que se grafican con ese dicho que tienen los
políticos norteamericanos que reza “lo que hace la mano izquierda no lo sabe la
derecha”. Así mientras el Secretario de Prensa del Departamento de Defensa John
Kirby expone en rueda de prensa su actuada “preocupación” por los peligros de
una escalada, por detrás del decorado le entregan a Kiev misiles crucero de
largo alcance, asesoramiento y la autorización a usarlos contra territorio ruso
con eminentes fines de aterrorizar a la población rusa.
Igualmente y pese a las advertencias de Lavrov, hay entre la propia
población rusa y también la global un conocimiento bastante amplio de cómo
opera EEUU y sus socios de la OTAN en torno a Ucrania con lo cual, hay una
diferencia sustancial con otras épocas en las que los medios masivos
occidentales podían ocultar descaradamente o simplemente deformar la realidad
de los hechos. Desde la aparición de los medios digitales y la multiplicación
de las plataformas de redes sociales para conocer en tiempo real lo que sucede,
aquella manipulación ha quedado diluida.
“Dejar hacer dejar pasar” no parece la mejor opción para aplicarla a
política y mucho menos para la geopolítica.