“UN GULAG EN EL FIN DEL MUNDO”
El deterioro de la situación en la Argentina no se aplaca y la clase
política sigue siendo ajena a las necesidades de sus ciudadanos ¿Cómo puede
terminar esto?
Por
Javier B. Dal
Las cosas están bastante complicadas en la Argentina pero sin dudas se
pondrán mucho peor. Esto ya no es el pronóstico de un funcionario especializado
en hacer estadísticas y números o el fruto de una advertencia del FMI o de los
cleptocratas financieros privados, simplemente es la sensación de alguien que
camina por las calles del cono urbano en el Gran Buenos Aires o de una ciudad
del interior.
Hace apenas
unos días atrás los mismos que implantaron la cultura del “derecho sin
obligaciones” y del subsidio interminable, viendo que no es posible sostener
las cuentas del estado han comenzado a recortar lo que durante casi dos décadas
se encargaron de otorgar no como ayudas transitorias, sino como parte de esa
política demagógica donde un subsidio debía ser retribuido con un voto o con la
militancia.
La medida
anunciada por la titular de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz de recortar
unos 160.000 planes sociales para piqueteros ha caído como un balde de agua y
para quienes se han sorprendido por esto, esperen a ver lo que se viene. La
clase media va desapareciendo gracias al pie impositivo de un estado clientelista
que para peor, es deudor. Para estos sectores marginados, los Nacionales y
Populares parecen haber dejado de serlo o tal vez, nunca lo fueron ¿A dónde
irán a parar estos miles de infortunados que para peor nunca fueron capacitados
para las nuevas tecnologías laborales?
Sumado a
esto, la invasiva acción tributaria del estado que trata de recaudar por
cualquier medio y la caída en el valor agregado en la producción del país, deja
expectativas muy magras para el desarrollo.
Pero esa no
es la única señal de que la economía se encuentra fuera de control. Como bien
sabemos uno de los elementos que hacen a la soberanía de un estado es su moneda
y en el caso argentino queda claro que hace tiempo que carece de una. Esto
incluso impedirá concretar una moneda común con Brasil, tal como lo anuncian
algunos rumores gubernamentales. Como les decía, no hace falta ser un
economista, corredor o un especialista en valores de la bolsa, solo hay que ir
a un negocio de barrio y ver lo que se puede comprar con el billete de mayor
denominación que tiene el país.
En un
pequeño experimento sobre esto, fui a un supermercado de esos que abundan en
capital y con solo dos mil pesos comprobé lo que podía comprar si quería
abastecerme de comida para unos días. Para mi asombro apenas pude comprar un
kilo de bananas que costó 500 pesos, un kilo de pan francés otros 500 pesos y
medio kilo de carne de falda 900 pesos quedándome en el bolsillo un billete de
cien pesos con el cual no podía comprar nada trascendental. Como se puede
intuir, el poder adquisitivo de estos billetes es francamente irrisorio y una
familia con un ingreso promedio de 70.000 pesos no ve cómo afrontar el alza de
precios (en todos los rubros) y los impuestos cada vez más altos y no digamos
nada si esa familia tiene que alquilar ¿Cuáles serían las soluciones que el
Super ministro Massa sacará de su multifacética manga?
Al parecer
la resistida por el gobierno posibilidad de imprimir billetes de mayor
denominación sería una realidad en breve, pero eso dejará aún más al desnudo,
la galopante inflación que el gobierno trata de maquillar. Según algunas
fuentes ya se estaría trabajando en la impresión de billetes de 5.000 y 10.000 pesos
con lo cual queda evidente no solo la pérdida de valor de la moneda sino del
poder adquisitivo del simple ciudadano de a pie.
A la par de
esto, la multiplicidad cambiaria, record en toda la historia de desastres
económicos del país, pone a la luz la existencia de una docena de dólares de
referencia para tratar de cubrir la depreciación de la moneda nacional con un
valor ficcionado del dólar oficial. Esto ha frenado en seco muchas actividades
económicas especialmente la inmobiliaria que se visualiza con la variada y
abundante oferta de inmuebles que se ven en la ciudad y las magras compras que
se realizan. El parche es tan evidente que no asombra a nadie.
A otro
nivel, el de los empresarios que negocian fuera del país, las cosas no son
mejores.
En lo que
hace a los negocios de importación y exportación el dilema es similar y el
problema en adquirir dólares para realizar operaciones en esta área y la
asfixiante intervención impositiva del gobierno, lleva a que se hallan parado
varios rubros del comercio exterior. Sumado a esto, la magra imaginación en
explotar otras áreas del comercio exterior en momentos que cunde una guerra de
escala global, la falta de previsión de que ello podía suceder y las
restricciones que desde 1982 (impuestas por Londres) tiene el país para poder
manejarse dejan en evidencia un estado ficticio gobernado por políticos tan
falsos y desvalorizados como el cartón corrugado.
Sin dudas,
si el gobierno anglófilo de Mauricio Macri fue una porquería el actual de
Fernández & Fernández es una calamidad. Unos obsecuentes partidarios del
occidente anglosajón y los otros afiebrados setentistas castristas evidencia la
ausencia de un sector con alguna concepción independiente y nacional. Los
argentinos están como los cobayos de un laboratorio, atrapados sin poder -o
sin querer- salirse de la caja en la que están. Lo peor de esto es que ambos sectores sirven
al mismo amo y aunque los medios (grandes embusteros detrás de todo esto) sigan
jugando a crear esa falsa grieta ideológica, ninguno de estos se saldría del
cuadro que representa el sistema de negocios políticos que se esconde detrás de
la tan solemne titulación de “sistema democrático” que está digitado y
sostenido por un par de multinacionales sin bandera que se mueven al compás del
“orden estadounidense” (que sustenta su hegemonía) y que hoy se tambalea por la guerra contra Rusia.
Ninguno de
estos sectores respeta la democracia. Solo son interpretes de lo que ella
convenga en su momento. En ese tren han perdido la autoridad política y moral. y
eso se ve en la anomia social imperante. Cada uno en su posición interpreta la
Constitución a gusto y placer, atendiendo a sus propios intereses sin darse
cuenta que están rompiendo la última valla de contención para el entendimiento pacifico
en la vida de los ciudadanos. La Carta magna no es ni peronista, ni radical y mucho
menos kirchnerista, pero eso ya no importa dada la compleja circunstancialidad
que rodea al país.
El talón de
Aquiles de la Argentina es el clasismo y la paulatina desaparición de la clase
media, piedra angular de la actual fractura social que supera cualquier
ideología y que sin dudas será usado desde el exterior para perpetuar su
debilidad como actor internacional.
Como van
las cosas, la alternativa para algo nuevo por fuera de esta gran estafa institucional
(y que no son los Libertarios) es tan peligrosa como imposible de concretar
aunque, si la crisis se profundiza no es raro que renazcan las viejas ideas
colectivistas de comunistas trasnochados (que no tendrían lugar ni en Rusia ni
China o incluso Corea del Norte) que acojan a los miles de desplazados desesperados
que como un alud, se lleven la poca institucionalidad que queda por delante y
que la Patagonia se convierta en el Gulag del Cono sur. La pregunta que
quedaría por responder es ¿Quiénes serán los guardias armados que custodiaran
las puertas de ese Gulag?