jueves, 26 de enero de 2023

 

“UN GULAG EN EL FIN DEL MUNDO”

El deterioro de la situación en la Argentina no se aplaca y la clase política sigue siendo ajena a las necesidades de sus ciudadanos ¿Cómo puede terminar esto?

 

Por Javier B. Dal

Las cosas están bastante complicadas en la Argentina pero sin dudas se pondrán mucho peor. Esto ya no es el pronóstico de un funcionario especializado en hacer estadísticas y números o el fruto de una advertencia del FMI o de los cleptocratas financieros privados, simplemente es la sensación de alguien que camina por las calles del cono urbano en el Gran Buenos Aires o de una ciudad del interior.

Hace apenas unos días atrás los mismos que implantaron la cultura del “derecho sin obligaciones” y del subsidio interminable, viendo que no es posible sostener las cuentas del estado han comenzado a recortar lo que durante casi dos décadas se encargaron de otorgar no como ayudas transitorias, sino como parte de esa política demagógica donde un subsidio debía ser retribuido con un voto o con la militancia.

La medida anunciada por la titular de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz de recortar unos 160.000 planes sociales para piqueteros ha caído como un balde de agua y para quienes se han sorprendido por esto, esperen a ver lo que se viene. La clase media va desapareciendo gracias al pie impositivo de un estado clientelista que para peor, es deudor. Para estos sectores marginados, los Nacionales y Populares parecen haber dejado de serlo o tal vez, nunca lo fueron ¿A dónde irán a parar estos miles de infortunados que para peor nunca fueron capacitados para las nuevas tecnologías laborales?

Sumado a esto, la invasiva acción tributaria del estado que trata de recaudar por cualquier medio y la caída en el valor agregado en la producción del país, deja expectativas muy magras para el desarrollo.

Pero esa no es la única señal de que la economía se encuentra fuera de control. Como bien sabemos uno de los elementos que hacen a la soberanía de un estado es su moneda y en el caso argentino queda claro que hace tiempo que carece de una. Esto incluso impedirá concretar una moneda común con Brasil, tal como lo anuncian algunos rumores gubernamentales. Como les decía, no hace falta ser un economista, corredor o un especialista en valores de la bolsa, solo hay que ir a un negocio de barrio y ver lo que se puede comprar con el billete de mayor denominación que tiene el país.

En un pequeño experimento sobre esto, fui a un supermercado de esos que abundan en capital y con solo dos mil pesos comprobé lo que podía comprar si quería abastecerme de comida para unos días. Para mi asombro apenas pude comprar un kilo de bananas que costó 500 pesos, un kilo de pan francés otros 500 pesos y medio kilo de carne de falda 900 pesos quedándome en el bolsillo un billete de cien pesos con el cual no podía comprar nada trascendental. Como se puede intuir, el poder adquisitivo de estos billetes es francamente irrisorio y una familia con un ingreso promedio de 70.000 pesos no ve cómo afrontar el alza de precios (en todos los rubros) y los impuestos cada vez más altos y no digamos nada si esa familia tiene que alquilar ¿Cuáles serían las soluciones que el Super ministro Massa sacará de su multifacética manga?

Al parecer la resistida por el gobierno posibilidad de imprimir billetes de mayor denominación sería una realidad en breve, pero eso dejará aún más al desnudo, la galopante inflación que el gobierno trata de maquillar. Según algunas fuentes ya se estaría trabajando en la impresión de billetes de 5.000 y 10.000 pesos con lo cual queda evidente no solo la pérdida de valor de la moneda sino del poder adquisitivo del simple ciudadano de a pie.

A la par de esto, la multiplicidad cambiaria, record en toda la historia de desastres económicos del país, pone a la luz la existencia de una docena de dólares de referencia para tratar de cubrir la depreciación de la moneda nacional con un valor ficcionado del dólar oficial. Esto ha frenado en seco muchas actividades económicas especialmente la inmobiliaria que se visualiza con la variada y abundante oferta de inmuebles que se ven en la ciudad y las magras compras que se realizan. El parche es tan evidente que no asombra a nadie.

A otro nivel, el de los empresarios que negocian fuera del país, las cosas no son mejores.

En lo que hace a los negocios de importación y exportación el dilema es similar y el problema en adquirir dólares para realizar operaciones en esta área y la asfixiante intervención impositiva del gobierno, lleva a que se hallan parado varios rubros del comercio exterior. Sumado a esto, la magra imaginación en explotar otras áreas del comercio exterior en momentos que cunde una guerra de escala global, la falta de previsión de que ello podía suceder y las restricciones que desde 1982 (impuestas por Londres) tiene el país para poder manejarse dejan en evidencia un estado ficticio gobernado por políticos tan falsos y desvalorizados como el cartón corrugado.

Sin dudas, si el gobierno anglófilo de Mauricio Macri fue una porquería el actual de Fernández & Fernández es una calamidad. Unos obsecuentes partidarios del occidente anglosajón y los otros afiebrados setentistas castristas evidencia la ausencia de un sector con alguna concepción independiente y nacional. Los argentinos están como los cobayos de un laboratorio, atrapados sin poder -o sin querer- salirse de la caja en la que están.  Lo peor de esto es que ambos sectores sirven al mismo amo y aunque los medios (grandes embusteros detrás de todo esto) sigan jugando a crear esa falsa grieta ideológica, ninguno de estos se saldría del cuadro que representa el sistema de negocios políticos que se esconde detrás de la tan solemne titulación de “sistema democrático” que está digitado y sostenido por un par de multinacionales sin bandera que se mueven al compás del “orden estadounidense” (que sustenta su hegemonía) y  que hoy se tambalea por la guerra contra Rusia.

Ninguno de estos sectores respeta la democracia. Solo son interpretes de lo que ella convenga en su momento. En ese tren han perdido la autoridad política y moral. y eso se ve en la anomia social imperante. Cada uno en su posición interpreta la Constitución a gusto y placer, atendiendo a sus propios intereses sin darse cuenta que están rompiendo la última valla de contención para el entendimiento pacifico en la vida de los ciudadanos. La Carta magna no es ni peronista, ni radical y mucho menos kirchnerista, pero eso ya no importa dada la compleja circunstancialidad que rodea al país.

El talón de Aquiles de la Argentina es el clasismo y la paulatina desaparición de la clase media, piedra angular de la actual fractura social que supera cualquier ideología y que sin dudas será usado desde el exterior para perpetuar su debilidad como actor internacional.

Como van las cosas, la alternativa para algo nuevo por fuera de esta gran estafa institucional (y que no son los Libertarios) es tan peligrosa como imposible de concretar aunque, si la crisis se profundiza no es raro que renazcan las viejas ideas colectivistas de comunistas trasnochados (que no tendrían lugar ni en Rusia ni China o incluso Corea del Norte) que acojan a los miles de desplazados desesperados que como un alud, se lleven la poca institucionalidad que queda por delante y que la Patagonia se convierta en el Gulag del Cono sur. La pregunta que quedaría por responder es ¿Quiénes serán los guardias armados que custodiaran las puertas de ese Gulag?

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