VETERANOS DE AYER
“EL ROL DEL OP.
ALFIL EN
LA INTELIGENCIA DE LA GUERRA DEL GOLFO”
Aspectos operacionales llevados adelante por la flota aliada y su papel en las tareas de inteligencia en la Crisis y guerra del golfo
Por Charles H. Slim
Continuando con la extensa casuística de hechos que
formaron parte de la llamada “Guerra del Golfo” de 1991, vamos a repasar
algunos aspectos muy poco conocidos por la opinión pública en general pero de
la argentina en particular ya que como hemos venido estudiando, no existe aún
una conciencia clara de cuales fueron los alcances y las incumbencias a las que
se vieron sometidos los efectivos de la Armada Argentina en el Teatro de
operaciones bélico de aquel entonces.
Los eventos que se desataron desde aquella misma
madrugada del 2 de agosto de 1990 cuando los iraquíes cruzaron la frontera
kuwaití ya estaban previstos por el Pentágono. Desde meses antes los aviones “E-3
Sentry” AWACS (Airborne Warning and Control Systems) y el comando satelital
NORAD (North American Aerospace Defense Command) venían monitoreando los
movimientos del ejército iraquí sin que en esos momentos ello hubiera
causado inquietudes en la Casa Blanca. Bush, Powell y obviamente el
entonces secretario de estado James Baker conocían esto. A la distancia a nadie
le queda dudas de ello, salvo el caso de algunos aliados de entonces –caso del gobierno de Argentina- que ni
siquiera se informaron y evaluaron como evolucionarían los eventos. Hussein no se
salió con la suya (como arguyeron varios personeros en esos momentos), fue
Washington quien usándolo para sus propósitos, lograron lo que necesitaban: La
excusa perfecta para entrar a la región.
En ese sentido el rol de Naciones Unidas y su
función de mantenedor de la paz fue claramente un fracaso. No solo no hubo paz
sino que incluso se le relego de las actividades que se designan en el capítulo
VI y VII de la Carta que habría dado la legitimidad para que se conformara una
fuerza militar bajo los auspicios y el control operacional de la organización. Como
es sabido, nunca hubieron cascos azules en las operaciones que se desarrollaron
en el TOK[1],
sino fue mucho más tarde, una vez finalizada la guerra con la firma de la
rendición en la base iraquí de “Safwan” en marzo de 1991, y fue allí cuando
se conformó una fuerza de paz y de observadores
el 9 de abril de ese mismo año (UNIKOM).
Regresando a las incidencias que ocurrieron antes y
durante las acciones bélicas, debemos tener en cuenta que en esos momentos, los
movimientos de tropas, carros y suministros iraquíes eran perfectamente
monitoreados por los satélites de vigilancia estadounidenses aunque, cierto es
de señalar, que los iraquíes en cierta medida estaban conscientes de estas
capacidades de sus anteriores amigos y fue por ello que tomaron varias medidas
exitosas para confundir a los agresores.
Pero veamos uno de los aspectos pocos conocidos de
aquella guerra y de la cual, todos los partícipes –incluyendo a la Argentina- ejecutaron bajo la dirección de los
comandos de operaciones liderados por los EEUU, actividades preparativas y
encubiertas antes y en pleno de las hostilidades.
Nos referimos a las
operaciones de inteligencia y contrainteligencia, las cuales fueron clave para
el desarrollo de las acciones militares contra los objetivos iraquíes en Kuwait
e Iraq. Uno de los documentos más destacados denominado Excutive Summary elaborado en julio de 1991 (Clasificado por
CINCCENT y desclasificado unos años más tarde por la OADR), determina con
precisión el alcance de las misiones y sus partícipes durante las operaciones
“Escudo del desierto” y “Tormenta del Desierto”. Allí se detalla la importancia
central en recopilar y producir información capaz de lidiar con un “enemigo
íntimo” y altamente preparado para combatir en un terreno con el cual estaban
familiarizados.
Sobre aquello, no hay que olvidar que Washington
conocía al milímetro las existencias del número y clase de armamento en los
búnkeres y bases de las Fuerzas Armadas iraquíes, gracias a la estrecha
colaboración forjada años antes en el marco de la guerra impulsada contra
Irán. Pese a ello, se supo que Saddam
Hussein nunca confío en sus socios americanos y fue por ello que ordenó el
traslado continuo de varias instalaciones estratégicas conllevando a que muchos
de los objetivos que fueron bombardeados durante la guerra estuvieran vacíos.
El capítulo que inaugura este documento se refiere a
la decisiva importancia que fue el sostenimiento de los requerimientos
logísticos que sostuvieron las operaciones militares de la primera línea. El
caso del “Op. Alfil” compuesto por una corbeta y un destructor de la Armada
Argentina, (según documentos reservados) su actuación dentro del Teatro de
Operaciones gravito entre la segunda y tercera línea (comprendiendo un total de
tres en grado concéntrico) algo de lo cual, constituyo un importante
antecedente del alcance de las operaciones que se realizaron tanto en la faz
previa como en el pleno de las hostilidades. El operativo argentino compartió
actividades y con similares tareas junto a la misión canadiense (Operación
Fricción), habiéndose –según evaluaciones
del Pentágono- complementado altamente eficiente.
vecinos iraquies contemplando los efectos de las bombas en sus casas |
Estos grupos de tareas conformados por cada país que
se alió a la Coalición angloestadounidense y que en la faz naval se subordinó a
las órdenes del Almirante Stanley R. Arthur, no solo llevo a cabo las tareas
operacionales de interceptación e interdicción para ejecutar el embargo que
autorizó Naciones Unidas sino que en pleno de la “Operación escudo del
Desierto”, previa a las hostilidades, jugaron un papel crucial para mantener
controlada la actividad marítima en el Golfo y para ello, sirvieron
indirectamente a las tareas encubiertas de la inteligencia electrónica (SIGINT)
trasmitiendo y retrasmitiendo señales dentro del Teatro de Operaciones con el
objetivo de despistar a las fuerzas iraquíes (Niebla). Esto tuvo vital importancia
al momento de lanzar el ataque en las primeras horas tras vencer el ultimátum
ya que, con ello se interfirieron las comunicaciones y los sistemas antiaéreos
de origen soviético que poseían los iraquíes tanto en Kuwait como en Iraq.
En aquel sentido, cada grupo de tareas en el mar
eran los ojos del CENTCOM de cara no solo para evitar ataques iraquíes sino
también de posibles acciones desde Irán. Para ello, la instalación de sistemas
de guerra electrónica (entre ellos el GPS) y antenas en las unidades
navales, sirvió para establecer en el
mapa de operaciones, un posicionamiento en tiempo real de las actividades de los
grupos de tareas.
Durante años, esta gravitación parece haberse
mantenido en el más estricto secreto, al menos en lo que respecta a lo que la
Armada Argentina se refiere ya que, según fuentes confiables dentro del
Ministerio de Defensa de épocas del gobierno de Fernando De La Rúa (comienzos
del 2000), no existían antecedentes oficiales o informes disponibles en sus
archivos para la consulta referidos a las acciones de los buques que habían
conformado aquel grupo naval que –como
señala aquel informe- fue parte de
los 800.000 hombres y mujeres que conformaron la “Coalición aliada” contra Iraq
y que se reporta en el informe como de gran mérito.
La participación naval argentina fue decidida a
partir de lo determinado en la cumbre llevada adelante tras la el acuerdo
arribado en la “Conferencia de Planeamiento Naval” realizada el 9 de septiembre de 1990 en
Bahrein (influenciado por Londres) bajo los auspicios de EEUU. Es a partir de
estas conversaciones donde varios países –entre
ellos la Argentina- aceptan ser parte de una coalición con miras a
presionar a Iraq. Recuerden que inmediatamente de concluida esta conferencia el
presidente Menem ordena a su Estado Mayor Conjunto alistar las unidades que se
encontraran en condiciones para una larga travesía y obviamente, para afrontar
un escenario complicado.
Fue así que el 25 de septiembre zarparon bajo el
código “GT.88”, el destructor “ARA Brown” y la corbeta “ARA Spiro”. Producto de
esta conferencia se logró presionar a Naciones Unidas para que elaborase las
resoluciones 666 y la 669, como base legal para imponer un embargo marítimo
contra Iraq, no tanto para hacer valer la ley internacional sino más bien como
un factor de presión más, una táctica claramente hostil orientada a minar
políticamente al liderazgo iraquí ante su pueblo y obviamente también para debilitar
las defensas iraquíes ante una ya advertida e indetenible campaña bélica.
También se deja constancia del éxito de las
operaciones de intercepción e interdicción marítima ejecutada por la flota
aliada en la cual participaron unidades navales argentinas (Conf. Res. Consejo
de Seguridad 665), señalando en este informe, que dichas acciones degradaron en
grado sumo las condiciones comerciales y de la infraestructura económica del
país árabe, aunque ello –a la vista de
los analistas en Washington- no bastaba para cumplir con la misión central;
con lo cual y pese a ello, había que proseguir con una operación militar a gran
escala.
Como parte de las tareas de la flota aliada estaba
la custodia de la ruta de abastecimiento por la cual, según este informe, se
transportaron 1.7 billones de galones de combustible sin el cual no se habría
movido la maquinaria que se desplego en Arabia Saudita.
Allí también se detalla como los informes previos a
esta guerra, ya determinaba como contener o mejor dicho, como resolver el
asunto de un Iraq potencia con aspiraciones regionales, dejando entrever cual
fue la verdadera naturaleza de la intervención estadounidense. También se lee
como el Comando regional USCINCCENT a cargo de monitorear las posibles
penetraciones de la Unión Soviética en el Suroeste de Asia hasta finales de la
guerra fría ya delegaba gran parte de sus tareas al USCENTCOM que había sido
creado para ejercer jurisdicción de control y vigilancia electrónica más
específica en el Medio Oriente teniendo como principal aliado a Arabia Saudita.
En esta estructura de exhaustiva planificación y de
muy bien previstas acciones fue que ingreso la Argentina sin haber tenido, para
contener sus efectos, una propia agenda de contingencias que estudiara los
pormenores de una situación a la cual no se habían entrenado en específico. Sin
dudas que el factor improvisación les jugo a favor pero no puede esperarse que
ello se mantenga en una forma constante y para siempre. Pese a ello, las tareas
encomendadas fueron acometidas con éxito y profesionalismo, incluso en aquellas
de inteligencia de las que nunca supieron que estaban llevando a cabo.
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