“UNA LUCHA CONTRA LA IMPUNIDAD”
Las investigaciones por el asesinato de la periodista
palestino-estadounidense Shireen Abu Akle estuvieron al borde de ser cajoneado
producto de la poderosa influencia global que aún siguen desplegando Israel y
sus partidarios ¿Es posible romper esta cadena de complicidades?
Por Charles
H. Slim
Como se viene viendo desde que se creo Naciones
Unidas allá por 1945, el entendimiento y alcance de lo que significa el respeto
a los derechos humanos a tomado carriles caprichosos y discrecionales de
acuerdo al momento, a los actores y a las situaciones en que ellos se ven
involucrados. Si consideramos que todos somos parte de una misma familia (raza
humana) no deberían existir estas arbitrarias discriminaciones; pero
lamentablemente las hay.
El asesinato a sangre
fría de la periodista palestina Shireen Abu Akleh llevado a cabo el 11 de mayo
de 2022 en momentos que cubría el asalto de las fuerzas israelíes al campo de
refugiados situado al norte de la localidad de Jenin, vino a poner sobre la
mesa la persistencia de esta discriminación e impunidad con la que aún se
siguen moviendo ciertos actores internacionales. La señal de ello no podría
haber quedado más manifiesto si consideramos que Shireen trabajaba para la
influyente y controvertida cadena árabe qatarí “Al Jazzera” que (en teoría)
debería haberla protegido por no ser parte en el conflicto.
Las circunstancias en
las que se cometió el hecho estaban muy claras. Un tirador de las FDI puso en
la mira a la periodista y pese a que sabía su condición -además que
seguramente ya la tenían identificada-, apretó el gatillo. En realidad, nada
nuevo para un estado acostumbrado a la impunidad y prueba de ello son los 33
periodistas y cámaras palestinos asesinados (entre el año 2000 al 2022) por
Israel. Incluso, un mes después, el 1º de junio las fuerzas israelíes
asesinaron a otra periodista palestino llamada Ghufran
Harun Warasneh en momentos que cubría choques en Hebrón dejando en claro
que a los personeros israelíes no les preocupa la legalidad.
A pesar de que las
víctimas fueron dos mujeres, no se vio la impostada indignación que los medios
occidentales han desplegado hechos similares en Irán o incluso dentro de sus
propios países.
A pesar de que el
gobierno israelí y la militancia sionista trato de fabricar una versión
engañosa sobre la muerte de Shireen, las evidencias eran imposibles de negar.
Ni fue asesinada por palestinos armados (pistoleros como suelen llamarlos los
medios adeptos a Israel) ni podría haber sido confundida ella con un militante
de la resistencia que amenazaba a los militares israelíes. La periodista estaba
muy bien identificada con su chaleco y casco blindado color azul con la leyenda
bien legible en inglés de “prensa”, idioma que conocen bien ya que gran parte
son de origen anglosajón. Incluso el mismo perpetrador, podía leer muy bien esa
leyenda, aunque no era necesario el cartel si atendía a la vestimenta y el
micrófono que ella llevaba al momento de su ejecución. Ello revela el acendrado
odio y desprecio que, producto de una educación racista y bajo el ideario
sionista cala en los huesos de muchos israelíes.
En la imagen partida podemos ver a la joven periodista palestina Ghufran Harun Warasneh quien fue asesinada a sangre fría por otro soldado israelí y tras ello su cuerpo quedo tendido en una calle de Hebrón. La justicia internacional aún no se ha expedido sobre este otro caso
Los asesinatos y la
arbitrariedad bajo ocupación son para los palestinos el pan de cada día. La
obstrucción y la negativa de Israel a cooperar con las investigaciones de estos
hechos también es parte de su política. La realidad de un Apartheid es tan
evidente que los intelectuales sionistas desperdigados en el continente
americano (en especial en Argentina) tienen pocos argumentos para poder
contrarestarlo. Es por ello que su acostumbrada táctica para tapar esa
aberración de la realidad actual, se remite al silencio, a ignorar los
acontecimientos o para el caso de ser imposible de eludir a machacar con el
solemne victimismo que les caracteriza justificándose con el antisemitismo y el
holocausto.
Y ciertamente que fue
una ejecución a sangre fría ya que, el disparo fue realizado por un
francotirador israelí quien a pesar de estar situado a una distancia
considerable, tenía (como todos en esa especialidad) una sofisticada mira con
la cual, apunto deliberadamente a la cara de la periodista, único sitio
descubierto y desprotegido de su cuerpo. La intención de matar queda muy clara.
A pesar de que el hecho
fue filmado desde otros ángulos y presentada la denuncia, Tel Aviv y Washington
negaron abordar una investigación imparcial y de inmediato, de forma silenciosa
comenzaron a boicotear cualquier intento de pesquisar el hecho. A tal punto se
llego que se denunció que EEUU había encubierto las responsabilidades de Israel
en este hecho tratando de dar por terminadas las investigaciones.
En razón de verdad esto
no asombra. Los lazos políticos existentes (en especial en lo militar y de
inteligencia) entre Washington y el estado de Israel son tan extensos y
comprometedores que este tipo de componendas eran de esperar. Sumado a que
existe una estrecha interrelación (más allá de la archi conocida pata político-financiera)
socio-cultural que se comprueba con las familias judías estadounidenses que
mantienen e intercalan su estancia entre EEUU e Israel cooperando de forma constante
con la leva en las FDI, lleva a que exista un grado de lealtad que muchos no
quieren traicionar.
Igualmente, un crimen
es un crimen y este sin dudas es uno capital. Aquí no se trata de una
persecución contra los judíos como siguen tratando de presentarlos los
militantes y medios sionistas que muchas veces ni siquiera son judíos. Por el
contrario, los judíos que no están insertos en los enjuagues políticos y la
tendenciosidad discursiva de ser o no ser mejores que otros, saben muy bien que
se ha cometido otro crimen atroz y del cual, no se lo debe ocultar. Como ya
hemos dicho antes, hay muchos judíos que reniegan del establecimiento de ese
estado y por el cual, sus partidarios, lo presentan como la razón de ser para
todos los judíos ¿Por qué deben ser metidos en la misma bolsa?
Ha sido desde su
incrustación en Palestina, el motivo y la excusa para apropiarse de forma
continua (y por todos los medios) de territorios árabes y a su vez, generar una
espiral de odio y desconfianza que les fue funcional para perpetuar esos planes
pero que tras volverse contraproducente y descontrolado ven que no se termina.
Ellos pensaron que el
asesinato de Shireen Abu Akleh era solo un palestino más que sería olvidado en
la extensa lista de crímenes cometidos por el estado. Los sionistas pudieron
construir su infraestructura al amparo de esta impunidad y favorecidos por una
época en la que los medios eran totalmente manejados por el mundo anglosajón.
Tal era el poder que habían alcanzado que podían acallar a judíos que no
estaban de acuerdo con sus metodologías y objetivos mesiánicos.
Actualmente se están
llevando a cabo audiencias sobre este hecho en el ámbito del Consejo de
Derechos Humanos de Naciones Unidas en Ginebra donde tratan de ser investigadas
las raíces del conflicto, pero esta muy claro que es un esfuerzo que no alcanza
para atender “todos” los crímenes cometidos y la raíz de sus causas.
El 17 de noviembre
pasado el congresista demócrata André Carson presentó ante la Cámara de
Representantes un proyecto de ley para impartir justicia por el asesinato de la
corresponsal palestina por medio del cual, se investigue de forma completa y
sin restricciones todas las circunstancias que rodearon la muerte de Shireen
Abu Akleh y eso significa, todo lo previo, lo sucedido en el momento y todo lo
posterior al hecho, lo que implicaría las escandalosas obstrucciones, presiones
y los ocultamientos para cerrar la causa que develarían una connivencia
política entre Washington y Tel Aviv.