lunes, 21 de noviembre de 2022

 

“UNA LUCHA CONTRA LA IMPUNIDAD”

Las investigaciones por el asesinato de la periodista palestino-estadounidense Shireen Abu Akle estuvieron al borde de ser cajoneado producto de la poderosa influencia global que aún siguen desplegando Israel y sus partidarios ¿Es posible romper esta cadena de complicidades?

Por Charles H. Slim

Como se viene viendo desde que se creo Naciones Unidas allá por 1945, el entendimiento y alcance de lo que significa el respeto a los derechos humanos a tomado carriles caprichosos y discrecionales de acuerdo al momento, a los actores y a las situaciones en que ellos se ven involucrados. Si consideramos que todos somos parte de una misma familia (raza humana) no deberían existir estas arbitrarias discriminaciones; pero lamentablemente las hay.

El asesinato a sangre fría de la periodista palestina Shireen Abu Akleh llevado a cabo el 11 de mayo de 2022 en momentos que cubría el asalto de las fuerzas israelíes al campo de refugiados situado al norte de la localidad de Jenin, vino a poner sobre la mesa la persistencia de esta discriminación e impunidad con la que aún se siguen moviendo ciertos actores internacionales. La señal de ello no podría haber quedado más manifiesto si consideramos que Shireen trabajaba para la influyente y controvertida cadena árabe qatarí “Al Jazzera” que (en teoría) debería haberla protegido por no ser parte en el conflicto.

Las circunstancias en las que se cometió el hecho estaban muy claras. Un tirador de las FDI puso en la mira a la periodista y pese a que sabía su condición -además que seguramente ya la tenían identificada-, apretó el gatillo. En realidad, nada nuevo para un estado acostumbrado a la impunidad y prueba de ello son los 33 periodistas y cámaras palestinos asesinados (entre el año 2000 al 2022) por Israel. Incluso, un mes después, el 1º de junio las fuerzas israelíes asesinaron a otra periodista palestino llamada Ghufran Harun Warasneh en momentos que cubría choques en Hebrón dejando en claro que a los personeros israelíes no les preocupa la legalidad.

A pesar de que las víctimas fueron dos mujeres, no se vio la impostada indignación que los medios occidentales han desplegado hechos similares en Irán o incluso dentro de sus propios países. 

A pesar de que el gobierno israelí y la militancia sionista trato de fabricar una versión engañosa sobre la muerte de Shireen, las evidencias eran imposibles de negar. Ni fue asesinada por palestinos armados (pistoleros como suelen llamarlos los medios adeptos a Israel) ni podría haber sido confundida ella con un militante de la resistencia que amenazaba a los militares israelíes. La periodista estaba muy bien identificada con su chaleco y casco blindado color azul con la leyenda bien legible en inglés de “prensa”, idioma que conocen bien ya que gran parte son de origen anglosajón. Incluso el mismo perpetrador, podía leer muy bien esa leyenda, aunque no era necesario el cartel si atendía a la vestimenta y el micrófono que ella llevaba al momento de su ejecución. Ello revela el acendrado odio y desprecio que, producto de una educación racista y bajo el ideario sionista cala en los huesos de muchos israelíes.

En la imagen partida podemos ver a la joven periodista palestina Ghufran Harun Warasneh quien fue asesinada a sangre fría por otro soldado israelí y tras ello su cuerpo quedo tendido en una calle de Hebrón. La justicia internacional aún no se ha expedido sobre este otro caso

Los asesinatos y la arbitrariedad bajo ocupación son para los palestinos el pan de cada día. La obstrucción y la negativa de Israel a cooperar con las investigaciones de estos hechos también es parte de su política. La realidad de un Apartheid es tan evidente que los intelectuales sionistas desperdigados en el continente americano (en especial en Argentina) tienen pocos argumentos para poder contrarestarlo. Es por ello que su acostumbrada táctica para tapar esa aberración de la realidad actual, se remite al silencio, a ignorar los acontecimientos o para el caso de ser imposible de eludir a machacar con el solemne victimismo que les caracteriza justificándose con el antisemitismo y el holocausto. 

Y ciertamente que fue una ejecución a sangre fría ya que, el disparo fue realizado por un francotirador israelí quien a pesar de estar situado a una distancia considerable, tenía (como todos en esa especialidad) una sofisticada mira con la cual, apunto deliberadamente a la cara de la periodista, único sitio descubierto y desprotegido de su cuerpo. La intención de matar queda muy clara.

A pesar de que el hecho fue filmado desde otros ángulos y presentada la denuncia, Tel Aviv y Washington negaron abordar una investigación imparcial y de inmediato, de forma silenciosa comenzaron a boicotear cualquier intento de pesquisar el hecho. A tal punto se llego que se denunció que EEUU había encubierto las responsabilidades de Israel en este hecho tratando de dar por terminadas las investigaciones.

En razón de verdad esto no asombra. Los lazos políticos existentes (en especial en lo militar y de inteligencia) entre Washington y el estado de Israel son tan extensos y comprometedores que este tipo de componendas eran de esperar. Sumado a que existe una estrecha interrelación (más allá de la archi conocida pata político-financiera) socio-cultural que se comprueba con las familias judías estadounidenses que mantienen e intercalan su estancia entre EEUU e Israel cooperando de forma constante con la leva en las FDI, lleva a que exista un grado de lealtad que muchos no quieren traicionar.

Igualmente, un crimen es un crimen y este sin dudas es uno capital. Aquí no se trata de una persecución contra los judíos como siguen tratando de presentarlos los militantes y medios sionistas que muchas veces ni siquiera son judíos. Por el contrario, los judíos que no están insertos en los enjuagues políticos y la tendenciosidad discursiva de ser o no ser mejores que otros, saben muy bien que se ha cometido otro crimen atroz y del cual, no se lo debe ocultar. Como ya hemos dicho antes, hay muchos judíos que reniegan del establecimiento de ese estado y por el cual, sus partidarios, lo presentan como la razón de ser para todos los judíos ¿Por qué deben ser metidos en la misma bolsa?

Ha sido desde su incrustación en Palestina, el motivo y la excusa para apropiarse de forma continua (y por todos los medios) de territorios árabes y a su vez, generar una espiral de odio y desconfianza que les fue funcional para perpetuar esos planes pero que tras volverse contraproducente y descontrolado ven que no se termina.

Ellos pensaron que el asesinato de Shireen Abu Akleh era solo un palestino más que sería olvidado en la extensa lista de crímenes cometidos por el estado. Los sionistas pudieron construir su infraestructura al amparo de esta impunidad y favorecidos por una época en la que los medios eran totalmente manejados por el mundo anglosajón. Tal era el poder que habían alcanzado que podían acallar a judíos que no estaban de acuerdo con sus metodologías y objetivos mesiánicos.

Actualmente se están llevando a cabo audiencias sobre este hecho en el ámbito del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas en Ginebra donde tratan de ser investigadas las raíces del conflicto, pero esta muy claro que es un esfuerzo que no alcanza para atender “todos” los crímenes cometidos y la raíz de sus causas.

El 17 de noviembre pasado el congresista demócrata André Carson presentó ante la Cámara de Representantes un proyecto de ley para impartir justicia por el asesinato de la corresponsal palestina por medio del cual, se investigue de forma completa y sin restricciones todas las circunstancias que rodearon la muerte de Shireen Abu Akleh y eso significa, todo lo previo, lo sucedido en el momento y todo lo posterior al hecho, lo que implicaría las escandalosas obstrucciones, presiones y los ocultamientos para cerrar la causa que develarían una connivencia política entre Washington y Tel Aviv.  

 

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