VETERANOS
DE AYER
“CUESTIONES SEMÁNTICAS”
Según un análisis desde el punto de vista jurídico sobre la
participación argentina en la guerra del Golfo no deja lugar a dudas sobre la
naturaleza de su misión
Por
Charles H. Slim
USS Wisconsin 1991 |
En realidad
nadie puede decir lo que allí sucedió sino solo quienes fueron protagonistas
directos de la guerra. Esto ante las continuas manipulaciones e inexactas
informaciones que dan cuenta de las acciones que llevaron a cabo las dos naves
de la fuerza de tareas T.88.0 compuesta por el destructor “ARA Alte Brown” y la
corbeta “ARA Spiro”, actores principales y testigos directos de lo que fue
aquella guerra a miles de kilómetros de su patria que muchos continúan erróneamente
denominando “operaciones de paz”.
Contextualicemos
la intervención de esta “fuerza de combate”. Primeramente veremos que lo que
desató la crisis en el golfo fue la invasión de Iraq sobre el vecino Kuwait,
cuestión que no nos avocaremos a analizar como lo hemos hecho anteriormente. En
ese mismo instante el mundo estaba cambiando. El equilibrio geoestratégico de
la bipolaridad existente entre EEUU y la Europa de oeste y la URSS se había
roto con la disgregación de éste último.
El
gobierno argentino al tener conocimiento de dicho evento, no tardo en expresar
su apoyo irrestricto a Washington y recién después adherir a los supuestos
mandatos de Naciones Unidas. En ese sentido el gobierno de Carlos Saúl Menem
vio la oportunidad de colgarse de uno de los episodios con trascendencia
internacional que catapultaría a su gobierno a los altos niveles de la política
internacional y que a su vez, lo pondría a la vista de la Casa Blanca.
De
este modo podemos ver como los acontecimientos se desarrollaban por dos
carriles políticos diferentes. Uno iba por la preocupación de la ONU expresada
con la resolución 660 del 2 de agosto de 1990, mediante la cual condena a Iraq por
la invasión y ocupación de Kuwait y unos días después, el 6 de agosto la
resolución 661 que estableció un embargo económico sobre la república árabe de
Iraq siendo para la Casa Rosada, motivos suficientes para argumentar su
intervención. El otro carril iba por la vía de los preparativos netamente
militares y los cuales estaban liderados por los EEUU, preparativos que no
estuvieron exentos de ciertas curiosidades que los historiadores militares –especialmente
norteamericanos- tratan de obviar.
Alouette III embarcado en el Golfo, 1991 |
Desde
el punto de vista jurídico, las resoluciones de Naciones Unidas no son
vinculantes por lo cual, no tenían fuerza para “obligar” a la Argentina a
intervenir. Por otra parte y como veremos, nunca hubo un mandato para el establecimiento
de paz.
Sin
meternos en asuntos políticos y centrándonos en la mera cuestión operativa de
las unidades argentinas, vamos a esclarecer algunos puntos oscuros que han sido
aprovechados para confundir a los legos en la materia y en especial con lo que
tiene que ver con el derecho internacional.
Mucho
antes de que Naciones Unidas tratara en profundidad lo que había desatado la
crisis en el Golfo Pérsico, Washington ya había desplegado una fuerza militar a
Arabia Saudita y gestionaba tratativas con Ankara para utilizar su país para
desplegar tropas norteamericanas en la frontera norte de Iraq. La familia real saudita llamó a Washington
urgente notificando lo que pasaba y como respuesta el mismo presidente
estadounidense George H. Bush y su general del estado mayor Collin Powell
fueron transportados inmediatamente a Arabia Saudita en las horas posteriores
al 2 de agosto.
En
ese mismo momento, en Washington (el 2
de agosto de 1990) se hallaba una comitiva del Ministerio de defensa encabezada
por Humberto Antonio Romero quienes por estos motivos, no pudieron ser recibidos
por el mismo presidente Bush debiendo contentarse con el recibimiento del vice
Dan Quayle quien estaba a cargo del Consejo Nacional de Seguridad. Igualmente
el momento fue oportuno para que –consultas telefónicas mediante- se le
expresara a Washington que “la Argentina colaboraría con lo indispensable en
esta crisis”, recibiendo el agradecimiento de Quayle y que luego serían
reforzadas con misivas personales del mismo Menem dirigidas a su par George H.
Bush.
A
partir de ese momento y sin que Naciones Unidas ni el Consejo de Seguridad se
expidieran sobre algún “mandato” de cómo se procedería en este caso, el
gobierno argentino se puso a la par de los procedimientos que Washington estaba
impulsando por su propio carril sin interesarle si aquellos órganos internacionales
se expedirían por legalizar una intervención bajo la bandera de Naciones
Unidas. Recordemos que George H. Bush utilizó el incidente para justificar una
escalada alegando que “Iraq había agredido a un país vecino”, “que había
violentado la ley internacional” y una serie de argumentos que le sirvieron
para ordenar la creación de una Coalición militar sin el aval de Naciones
Unidas.
Consecuencias de la guerra |
Importante
también tener en cuenta, que los comandantes a cargo de la “Coalición” y del
Comando de operaciones que se monto en la capital saudita y en Darham estuvo
compuesto por oficiales de alta graduación dirigidos por una plana de generales
y almirantes norteamericanos quienes a su vez estaban liderados por el general
del ejército de los EEUU Norman Schwarzkcopf; comando al que se subordinaría luego
el grupo de tareas “ALFIL I”.
Al
mismo tiempo y calcando la posición norteamericana, el 16 de septiembre Menem
alega que “Argentina enviará tropas al golfo sin ningún tipo de consulta” y agregó que sus decisión estaba justificada “si
el objetivo perseguido es consolidar la paz”.
El 18 de septiembre tras haber comprometido su colaboración a
Washington, alego públicamente que se enviaría una fuerza “para restablecer la
paz y evitar una tragedia de imprevisibles consecuencias en la zona del
conflicto”. Un día después el mismo Menem reconoce que el gobierno kuwaití le
requirió unilateralmente –y obviamente por consejo de Washington- colaboración,
asimilando el pedido como si “la misma ONU lo hubiera hecho”. Pero una de las cerezas que decoran este
pastel, es que el 24 de septiembre se reunieron en Buenos Aires, el Subjefe del
estado Mayor Conjunto de los EEUU el Almirante Jeremiah y el embajador
norteamericano en Buenos Aires Terence Todman con el ministro de defensa Humberto
Romero y con el Jefe del Estado Mayor de la Armada el Vice Almirante Emilio
Osses en donde se ultimaron los detalles técnicos y se concluyó con la
participación argentina en la “Coalición”.
Un
día después, el 25 de septiembre y tras
agotar todos los repuestos de los pañoles de Puerto Belgrano, zarpan con sus
bodegas de armas y municiones completas
las dos naves argentinas rumbo al Golfo Pérsico.
No
olvidemos que a esa fecha en Naciones Unidas no se había expedido sobre la “autorización
para el uso de la fuerza y ultimátum” para que Iraq se retirara de Kuwait (Res.
670/678) y menos aún, esbozó el proyecto de un “mandato” para sí, evitar la
guerra y hacer prevalecer la paz.
Precisamente
sobre el tema de un “mandato”, sin más rodeos hay que dejar en claro que
Naciones Unidas jamás otorgó entre agosto de 1990 y marzo de 1991 mandato
alguno para involucrarse como organismo en la conformación de una “fuerza de
paz”, dando un paso al costado y dejando a que fuera EEUU y sus aliados quienes
conformaran una fuerza en forma de Coalición que tuvo su Comando de operaciones
en Riad, Arabia Saudita.
El
último argumento esgrimido por el presidente argentino fue expuesto el 19 de
septiembre cuando afirmo que “Argentina
no puede darse el lujo, en este momento que estamos emergiendo de una crisis,
de quedar aislados del resto del mundo”, culminando con la aseveración de que
“no son tropas intervencionistas sino para consolidar la paz, para evitar
consecuencias de un enfrentamiento”, había señalado con énfasis, quedando en
claro que esto último nunca se cumplió y que ante el inevitable involucramiento
en las hostilidades, el Congreso sanciono a las apuradas en enero de 1991 la
ley 23904 autorizando a la fuerza T.88 a responder el fuego.
La ruta de la muerte. Miles de iraquies asesinados en su retirada |
Antes
de seguir hay que dejar en claro que Argentina al apoyarse en la res. 661 que
impuso un embargo a Iraq, puso en marcha la primera medida políticamente hostil
contra otra nación soberana que luego ampliara con su participación activa en
su aplicación mediante el bloqueo marítimo (Acto hostil).
Como
vemos al no haber habido un “mandato” no hubo representación ni menos aún
involucramiento operativo de Naciones Unidas en esta Coalición armada. Lo que
si existió fue una “autorización” (Cf. Art. 42 Carta de N.U.) del Consejo de
seguridad para el uso de la fuerza, que fue el desencadenante de la guerra –y
no de operaciones de paz- que se abrió a las 00hs del 16 de enero de 1991 y
que recién culminó con terribles consecuencias para la población civil el 27 de
febrero del mismo año.
Las
naves argentinas no se interpusieron en el medio de los contendientes (Como
hubiera supuesto un mandato de mantenimiento de paz) ni menos aún enarbolaron
la bandera de Naciones Unidas; por el contrario fueron parte del bando aliado
contra Iraq.
En
conclusión, con estos antecedentes que están muy bien documentados y conjugados
con la normativa del derecho internacional aplicable a la participación naval
argentina, en especial a la referente al “Derecho de la guerra Marítima” que se
elaboro a partir de las Conferencias de la Haya y de las previsiones de la
“CONVEMAR 1982”, las dotaciones argentinas participaron en acciones bélicas y
no en operaciones de mantenimiento de la paz.