VETERANOS DE AYER
“CUESTIÓN
ESTRATEGICA”
28 años después de la campaña Tormenta del Desierto sigue demostrando la importancia central de una buena planificación logística para el éxito de las operaciones militares
Por Charles H. Slim
Cuando la administra- ción de George H. Bush decidió
que la situación entre Iraq y Kuwait pasaba por una cuestión estricta- mente militar,
inmedia- tamente llamo a sus asesores para que le dieran un informe pormenorizado
sobre cuáles eran las opciones para lanzar una operación rápida y devastadora
que obligara a los iraquíes a volverse a sus posiciones de origen.
Solo nos referiremos a los aspectos militares del
desarrollo de las operaciones Escudo y Tormenta del Desierto sin considerar en
esta ocasión las razones y motivos de fondo que movieron a Washington para esta
intervención. La intención es esclarecer términos y precisiones sobre lo que
significó dicha campaña bélica y como pudo llevarse a cabo.
Ante todo, cuando Bush y Collin Powell viajaron a
Riad para supervisar la inmediata llegada de la 82° Brigada Aerotransportada a
la base de Dahran que se desplegó para proteger al reino de una posible
arremetida iraquí, se preguntaron ¿y ahora qué? Hay que partir de la idea que
en ese mismo instante Bush y sus generales ya preveían una acción militar pero
el problema que representaba la empresa era, una cuestión estrictamente
logística y se resumía en la siguiente cuestión ¿Cómo hacer para traer todo lo
necesario a un escenario tan inhóspito y alejado de los principales puntos de
abastecimiento?
El tema de la logística siempre ha sido relegado a
aspectos secundarios de una campaña bélica pero ello ha sido una injusticia
histórica. Se trata de una materia tan antigua como la guerra misma solo que no
goza del glamour de la adrenalina de las acciones directas de un frente de
batalla. Su importancia es tan capital,
que cada país y organización militar cuenta con un área específica que atiende
esta materia. En este sentido la OTAN define a la Logística “la ordenación y
empleo de los recursos económicos de las
naciones, para el apoyo de operaciones militares”. Su entidad y complejidad
variara conforme a los desafíos que la empresa bélica deba desarrollar.
Sin lugar a dudas que los generales con Schwarzcopf
a la cabeza se preguntaron ¿y cómo lo haremos? Y es que cuando tomaron un mapa
de la región del Golfo Pérsico no pudieron obviar el gran dilema para cualquier
operación bélica que fuese factible y sostenible en el tiempo. A pesar de que
EEUU estaba comenzando a beneficiarse de su hegemonía como la única
superpotencia en pie tras la caída del Muro de Berlín un año antes, una
decisión semejante no podía ejecutarse sin prever como llevarla a cabo.
No solo era un problema la posición geográfica y
política, era un dilema para el trazado de rutas de abastecimiento y cobertura
de las líneas del frente que en esta ocasión abarcarían la tierra, el aire y el
mar. En conclusión, las Fuerzas armadas estadounidenses por sí solas no podían
con la empresa e incluso no les bastaría con el apoyo de sus aliados europeos
ya que, además de geopolíticamente compleja era una aventura muy riesgosa.
En las maratónicas reuniones de trabajo en el
Pentágono se discutía cómo hacer que los aviones, los tanques y las tropas una
vez allí, estuvieran asistidas en forma ininterrumpida y no detener las
operaciones por contratiempos como podía ser la falta de combustible,
municiones, repuestos o los sofisticados sistemas de armas que necesariamente
debían llegar embalados con meticulosos protocolos de seguridad. La vía aérea para ello era insuficiente,
costosa y muy riesgosa. La vía terrestre a través de Turquía era limitada y
contaba con los mismos riesgos que la otra alternativa. Solo quedaba la
marítima y fue así que consultaron al entonces General William Gus Pagonis, una
autoridad en el campo logístico quien
luego reflejaría sus experiencias en la guerra del Golfo en el libro US Leadership in Wartime:
Clashes,Controversy, and Compromise del 2009 donde detalla la importancia que tuvo
el diseño de una logística por vía marítima y los costes que insumiría para el
éxito de la campaña.
Zona de operaciones del grupo canadiense |
Estaba más que claro que sin resolver la cuestión
logística, no se podía hablar de poner en marcha ninguna operación. Había que
garantizar los medios y no solo que llegaran a tiempo sino también la seguridad
de la ruta por donde llegarían. La situación que se le presentaba a Pagonis y
sus ayudantes era según sus propias palabras “una pesadilla”. No solo por lo
extenso del tramo que había que recorrer sino también por los potenciales
peligros que existían en las aguas del Golfo. Era necesario anular la capacidad
naval iraquí mediante la implementación de cerrojos a sus puertos y establecer
zonas marítimas seguras para el tránsito de los convoyes de suministros que se
dirigían al frente. Pero eso no era todo.
Hacía poco que la guerra entre Iraq e
Irán había culminado pero como recuerdo quedaban flotando una buena cantidad de
minas magnéticas desperdigadas por sus aguas. A ello, la extensa costa iraní
podía representar un complejo problema si Teherán entraba en la lucha a favor
de Bagdad.
Fue así que nació la idea de formar una “Coalición
internacional” de armadas para –bajo la
pantalla del cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas- establecer
una ruta naval protegida por grupos de tareas de varios países que se
encargaran de garantizar la circulación de los buques de transporte que
entraban por el estrecho de Ormuz hasta los puertos sauditas y más tarde en las
costas de Kuwait.
La medida no era caprichosa. Desde el punto de vista
estratégico la protección de las líneas de abastecimiento eran tan o más
importantes que ganar una batalla. Sabían que una vez abiertas las hostilidades
la ruta de abastecimiento se convertiría en un blanco legítimo de las fuerzas
iraquíes. EEUU no podía distraer a su flota en tareas secundarias de servicio
como las que debían prestar los buques que operaban en la retaguardia los
cuales al mismo tiempo les cuidaban las espaldas. Pero además el despliegue de estos buques
tuvo otro propósito muy poco comentado en los hechos de esta guerra y ese fue, en
medio de un sofisticado despliegue de tecnología bélica, el de garantizar un
flujo de inteligencia electrónica en tiempo real que cubriera todo el espacio
acuático del Golfo. Fue por ello que a todos los buques participantes de la
Coalición se les instalaron un software y antenas para coordinar la situación de
cada buque en las operaciones dentro de sus respectivos sectores y también para replicar las señales de
interferencia de las comunicaciones que se lanzaban sobre Kuwait e Iraq.
Fue por ello que pese a la relativa independencia
operacional de los grupos de tareas asignados dentro del teatro, siempre
estuvieron en última instancia bajo la atenta vigilancia y coordinación central
del USCENTCOM. En ese sentido, tras cumplirse la fecha límite del ultimátum
para la retirada de las fuerzas iraquíes, cualquier grupo de tareas que a
último momento hubiera pretendido abandonar las operaciones, le hubiera sido
imposible hacerlo. Y es que había mucho en juego para tolerar comportamientos
veleidosos o poco profesionales.
La titánica tarea de proveer los medios con los
cuales las líneas del frente pudieran operar con la fluidez necesaria, quedo
reflejada en las cifras que algunos investigadores han expuesto en
publicaciones especializadas. La comida y el agua mineral para más de 670.000
hombres, 150.000 vehículos terrestres de todo tipo, 40.000 conteiners, 2000
helicópteros de toda clase y 2000 vehículos blindados llegaron por la ruta
marítima durante un lapso de seis meses y todo ello, porque hubo una muy buena
planificación que logro cumplir con el objetivo central de que en ningún
momento las tropas de la coalición carecieran de los medios necesarios para el
combate.