jueves, 24 de abril de 2025

 

UN SABOREADO DIA DE LA VICTORIA

¿Por qué el desfile del 9 de mayo próximo en La Plaza Roja de Moscú es una lección para quienes han tratado de deformar la historia?

 

Por Charles H. Slim

El 16 de abril de 1945 cuando los mariscales soviéticos Iván Konév y Georgy Zhúkov ordenaron el inicio del asalto a Berlín fue el comienzo del fin para el Tercer Reich y de una guerra que había acabado con millones de vidas y una buena parte de ellas rusas. Aunque desde el occidente anglosajón se ha tratado de remodelar la historia tratando de borrar la importancia de ese sacrificio, el mundo conoce de sobra la verdad. Como en toda guerra es la fuerza la que habla y establece la razón y eso es lo que vimos con la guerra de poderes que EEUU y la OTAN abrieron en Ucrania contra la Federación de Rusia. 

Sin dudas que los autores intelectuales de esta progresiva agresión creyeron que tal como lo hicieron con otros países, Rusia colapsaría por impulso de sus acciones encubiertas, revoluciones de color y sus planificados cambios de régimen en Kiev. Esa progresión que tiene la misma antigüedad que la del día de la victoria contra el nazismo llego al sumun con la intervención militar especial rusa en Ucrania.   

Pero a pesar de todos los esfuerzos y los embustes usados en estos tres años para tratar de derruir a la Federación de Rusia y en especial contra la persona del presidente Vladimir Putin, el estado ruso celebrará otra conmemoración del final de la Gran Guerra Patria que si dudas tendrá un doble propósito de regocijo para los rusos y de los pueblos que aún siguen libres de los tentáculos atlantistas.

Como en aquel desfile del 9 de mayo de 1945 en el cual Stalin y sus maríscales observaban desde su palco el desfile de un contingente de prisioneros alemanes y sus estandartes arrojados al piso como símbolo de derrota, hoy Vladimir Putin, un estadista de mérito propio y comprobada capacidad de liderazgo, logró sostener la estabilidad de su país sometido a una lluvia de medidas agresivas que fueron desde sanciones financieras (confiscaciones de fondos, bloqueo comercial y sabotajes varios) hasta el accionar terrorista de células neonazis del SBU financiado y apoyado desde occidente. En este último caso agreguemos las falsas banderas como táctica sucia para intentar incriminar a Rusia en hechos criminales fabricados y ejecutados por los banderistas bajo la dirección de los expertos del MI6 británico y la CIA, asociados de costumbre en esta clase de acciones.  Farsas siniestras semejantes vimos en los montajes de Bucha, el ataque con misiles “Toucha-U” en Kramatorsk, Konstantinovka y otros que no se han hecho público por el simple hecho de que no les sirve a los medios occidentales. 

Y precisamente, el uso y abuso de esas tácticas sucias no han prosperado gracias a firmeza política de Putin pero también por la solidez de sus fuerzas militares en el frente y mucho más destacable, por la perspicacia incisiva de su inteligencia que a lo largo de estos tres años pudo desarticular muchos intentos de crear escenarios grotescos para luego la BBC y el resto del amarillismo británico creara relatos de película para retratar a los “malvados rusos”.

Durante estos tres años las tropas del ejército ruso han luchado contra las fuerzas armadas ucranianas y grupos de mercenarios provistos y apoyados por la OTAN dejando a las claras, el grado de desproporción al cual aún se enfrentan. Pese a ello, más allá de los yerros militares y contratiempos que surgen del hacer, las fuerzas armadas rusas han demostrado una solidez y eficacia en sus operaciones que tanto el Pentágono como Bruselas no lo quieren reconocer.

La conformación de un bloque militar “europeo” liderado por Lóndres y París que intentaría reemplazar a la OTAN sin el comando y participación estadounidense, aunque en los hechos no representa una amenaza, no hay dudas que sirve para interferir en cualquier intento serio de frenar la guerra. A la par de esto, la misma UE (hoy refugio de los partidarios de la guerra) que ha impulsado con entusiasmo la guerra contra Rusia se ve ahorcada por la guerra arancelaria lanzada por Trump que se agrega -entre otras desagradables consecuencias para los consumidores- a los abusivos precios del GNL estadounidense y dentro del bloque crece la presión por retomar el abastecimiento del suministro de gas ruso.

Siguiendo con lo político-militar y más allá de las apariencias, Trump puede seguir diciendo que trata de llegar a un alto al fuego mientras por debajo de la mesa sigue autorizando al Pentágono y la CIA a seguir apoyando discreta y secretamente al régimen neonazi.

Ciertamente que no es necesario advertir al gobierno ruso y mucho menos a Vladimir Putin sobre estas astucias. Igualmente Donald Trump y su administración están acumulando tantos problemas (tanto internos como externos) que no sería muy inteligente crearse más y peores. Ya todos están al tanto que EEUU está dentro de un huracán económico-financiero que su propio presidente ha creado con la velada intensión de devastar al resto del globo pero con el devenir de las semanas se dado cuenta que es imposible de controlar y se le está volviendo en su contra.

Por lo pronto, el presidente Putin con la parsimonia que le caracteriza y detrás de la cual se hallan sus habilidades de un estadista destacado, se prepara para la parada militar de un nuevo aniversario de la gran guerra patria en la cual la entonces URSS liderada desde Moscú, freno y acabo con el nazismo del Tercer Reich justamente en momentos en los cuales, una vez más y como en aquellas jornadas, las tropas rusas realizando un gran sacrificio incansable están repitiendo aquella gesta solo que esta vez, contra un minúsculo “Führer” ucraniano quien alimentado y protegido por el “occidente democrático” ha tratado de hacer el trabajo sucio que le encargo la OTAN.

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