UNA UNION EUROPEA
FRAGMENTADA
El hastío por la
guerra de poderes impulsada por Washington contra la Federación de Rusia en
Ucrania ha desgastado a la UE y ya son varias las voces dentro del bloque que
se rebelan contra los planes de profundizar las hostilidades ¿Primara la
cordura o la locura de los belicistas?
Por Charles H. Slim
La locura no es
cualidad de algunos solamente. Desde que Donald Trump lanzó su guerra
arancelaria a nivel global, las consecuencias sobre la accesibilidad y
transporte de productos de toda clase, esta desatando una serie de efectos
negativos sobre su propia economía y la de otros estados, en especial sobre las
de los que tienen economías emergentes.
Pero China es el
gran cuco para Trump y para el séquito de obtusos que le siguen y fue en ese
plan que puso a rodar toda esta catastrófica política que ante los descalabros
que ya ve, trata de parchar en la marcha. Entre estos están varios de sus
socios europeos, para ser más precisos los más enconados pro-estadounidenses
como son los británicos, franceses y alemanes quienes unidos por su histórica aversión
contra Rusia, siguen proporcionando todo el apoyo posible a los ultranacionalistas
y células neonazi ucranianos a fin de frustrar las negociaciones de paz.
Sumados a estos
conspicuos agitadores se halla la UE y en particular las diatribas belicistas
de Úrsula Von Der Leyen quien mediante varias maniobras está tratando de
condicionar psicológicamente a la población del bloque para que se mantenga
asustada y bajo perspectivas de algo en puerta con el argumento de la “amenaza
rusa”. En resumen de cuentas, ella y los personeros atlantistas que pugnan por
continuar con la guerra tratan de sembrar el miedo y de ser necesario
provocarán un evento que lo justifique.
La historia
contemporánea nos ha mostrado de lo que son capaces cuando buscan cumplir con
alguna meta. Toda argucia o maniobra solapada será utilizada para intentarlo
aún a costa de la vida de sus propios ciudadanos y para llevarlas a la práctica
están sus agencias de inteligencia las cuales son expertas y con mucha
experiencia en el montaje de escenarios mediante sus “operaciones negras” y las
ya conocidas “Banderas falsas”.
Pese a que estos
partidarios de la locura tienen prensa, hay dentro del mismo bloque una
creciente resistencia y oposiciones directas al camino por el cual están
tratando de arrastrar a todos. Y no se tratan de posicionamientos pro-rusos
como simplistamente acusan desde los medios británicos particularmente
rusofobos; hay una amplia gama de argumentos que justifican el llamado a la
cordura.
La administración
Trump ha dejado claro que no va a costear la continuidad de la guerra en
Ucrania. Quien se encargó de formalizar esto fue el secretario de Defensa, Pete
Hegseth al grupo de contacto de defensa de ucrania en la reunión celebrada en Bruselas
el 12 de febrero último, en donde informó que serían los europeos quienes
deberán involucrarse en las acciones del frente con lo cual, todos los gastos
que ello conlleva van por su cuenta. Agregado a esto, les advirtió que a pesar
de la presencia de unos 100.000 hombres de las fuerzas estadounidenses en suelo
europeo, no estaban para garantizar la seguridad de la UE con lo cual ya no
regiría el art. 5º del Tratado de la Organización Atlántica.
En apariencias es
como una declaración de “adiós y buena suerte” pero no hay que ser ingenuos,
hay mucho en juego para tragárselo.
Aunque para algunos en la UE esto fue un anuncio que les helo la sangre, para los belicistas como Keir Starmer, Emanuel Macron y obviamente la inefable Úrsula Von Der Leyen, fue música para sus oídos ya que ello implicará la planificación y construcción de una nueva infraestructura militar netamente europea y -en apariencias- desligada de la OTAN. Ello implicará un rearme que será financiado por Alemania (que al mismo tiempo está rearmando sus propias FFAA) y al cual ya le han dado un nombre denominado “Rearm Europe”. Pero lo que a Von Der Leyen le fascina más es el monto financiero necesario para este proyecto que ascendería a la friolera cifra de 800.000 millones de Euros que redundaría en un fabuloso negocio armamentístico para la industria militar europea y un corte progresivo de la dependencia estadounidense.
Pero si esto es un
sueño hecho realidad para los políticos y los militares europeos (especialmente
para británicos, franceses y los estados bálticos), para los ciudadanos de a
pie será la ampliación de la pesadilla que comenzó con la forzada ayuda al
régimen de Ucrania y todas las consecuencias económicas que ha desatado todo
aquello.
Por otra parte,
ello dará mayores razones a la federación de Rusia y también a China para
mantener la guardia arriba ya que esta nueva infraestructura militar los tiene
como principales hipotesis de conflicto.
Este proyecto
militar no está desligado de un lineamiento político que mantiene, aunque más
discreta, su conexión con EEUU, con lo cual la soberanía y la independencia de
criterio político en los gobiernos europeos seguirán ausente.
Por supuesto que a
estos sectores belicistas y notoriamente rusófobos del bloque europeo no les
importa las consecuencias que ello podría conllevar y mucho menos, los costos
que podrían sumarse a la ya degradada forma de vida de los ciudadanos de a pie.
Incluso estos se dan cuenta de lo que sucedería si estos delirantes planes se
ponen en marcha y que se traducirán en más aumentos en los impuestos, mayores
costos y recortes en energía con los consiguientes aumentos en el área
productiva que ya se ve afectado tanto por las sanciones que desde 2020 se
aplican a Rusia como las medidas arancelarias de La Casa Blanca.
Precisamente en el
otro extremo están quienes no quieren seguir con esto, pero con algunos
matices. El caso de los gobiernos de España, Italia y Eslovaquia son insignes
en sus reparos para ser parte de estos planes belicistas, ello obviamente va de
la mano de un fuerte impacto en la situación económica en cada uno de sus
países afectados por la continua inmigración producto de la guerra. Al mismo
tiempo son conscientes que una escalada bélica (algo que añoran en Londres y
Bruselas) no traerá la victoria para nadie sino más bien, la calamidad para
todos.
El tiempo dirá
como quedará el bloque, pero una cosa es segura: No será la Unión Europea que
hemos conocido.
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