OPINION
“EL NACIONALISMO
Y MALVINAS”
Por qué Argentina no logra levantarse de su letargo y no deja fluir el nacionalismo que alguna vez la hizo brillar ¿Cómo resolverá el tema de la ocupación de las islas del Atlántico sur?
Sir Charlattam
Cuando todo ha fracasado, cuando no hay más formulas
ni recetas elaboradas por ideas políticas anacrónicas y en parte
descontectualizadas de la realidad de una determinada nación, solo queda su
historia como base donde apoyarse para dar y comenzar de nuevo. Desde la segunda mitad del siglo XX hasta la
primera década de presente siglo, el concepto de nacionalismo político fue
deliberadamente atacado desde los claustros del llamado liberalismo político,
una ideología o más bien una filosofía construida en Europa que se halla
estrecha y funcionalmente ligado al liberalismo económico.
Precisamente, para el liberalismo económico no hay
nada peor que el nacionalismo que –desde
su perspectiva- coarta la iniciativa y los negocios privados poniendo
límites al accionar de sus operaciones, impidiendo que los empresarios (emprendedores)
y las corporaciones privadas puedan usufructuar de áreas estratégicas que solo
deben estar para y por el estado.
La realidad contemporánea y actual ha
demostrado que allí donde no hay estado, gobiernan los que más dinero e
influencias poseen. Es cierto que el dinero es la sabia de la economía per más
cierto es, que alguien debe controlar esa circulación y su redistribución. El
liberalismo no habla de la desregulación total del mercado o la desaparición
del estado, sino aquella que esté en manos de uno que administre los intereses
del país con una orientación del bien público y común. Para los liberales debe
ser el mercado quien deba sentar las bases de la administración y el estado solo
ver pasar sin hacer nada. La experiencia contemporánea vivida tanto en el cono
sur como en el mundo, demuestra que dicha filosofía no solo no se cumple
linealmente sino que, en la parte que lo hace solo beneficia a los más
poderosos.
En sí el nacionalismo como pensamiento político es en
alguna parte superior al liberalismo solo que ha sido exacerbado en sus
aspectos negativos. El llamado “populismo”
es una deformación de aquel ya que se caracteriza por la corrupción estructural,
la ineficacia y la demagogia. El caso argentino con el llamado “Kirchnerismo” ha
sido el paradigma latinoamericano de ello, que dicho sea de paso, no tiene
equiparación con el llamado “Chavismo” venezolano el cual se apoyó en los
valores fundacionales de su prócer Simón Bolivar.
Por otra parte, los británicos hoy se ven en la
misma encrucijada y hastiados de la UE buscan reeditar autonomía imperial
apelando a un nacionalismo proclamado mediante el “Brexit” que dicho sea de
paso, parece ser el comienzo y el fin de la primera ministra Teresa May.
Actualmente podemos ver como grandes ejemplos
globales, a países que salieron de situación catastróficas empujados por la
base de un nacionalismo impulsor, obviamente cada cual con sus propias
características pero de nacionalismo al fin. Rusia tras el final de la URSS en
1991 parecía condenada a convertirse en un basurero y en el reservorio de los
negocios sucios de Wall Street y sus socios (oligarcas) en el extremo oriente.
Fue necesario que pasaran hombres como Mijaíl Gorbachov y Boris Yeltsin para
que la población advirtiera que no estaban yendo a ninguna parte.
La llegada de Vladimir Putin, constituyo en algún
modo la refundación de una nueva Rusia en la cual, se abandonaron muchos de los
anacronismos y se conservaron algunos valores de la era soviética, reviviendo las
raíces eslavas de su pueblo sin olvidar las glorias del pasado contemporáneo
inmediato (Como la II guerra mundial). En sí, se trató de una variante de
nacionalismo ruso sin caer en los extremos del Stalinismo ni en las ineptitudes
del “populismo” argentino.
Al parecer los argentinos estarían en vías de
superar aquel fenómeno aunque, las políticas de los actuales exponentes de la
política gubernamental pueden desembocar en una desilusión que de paso a otra
deformación de un nacionalismo sano. Para los obsecuentes anglófilos que
proclaman ser súbditos de la “democracia”-a
molde de EEUU y la UE-, miran a otra parte cuando se les presenta ante sus
ojos, las vilezas y atrocidades que sus
referentes han cometido y cometen en su nombre.
Usando las tragedias de la II Guerra mundial,
haciendo centro especialmente sobre experiencias particulares como el nacional
socialismo alemán (Nazismo) y el fascismo italiano, la predica del liberalismo
había logrado crear un halo de desconfianza, temor y hasta repudio hacia las visiones del
nacionalismo allí donde se expresare. Igualmente y convenientemente, estos
sectores no se metieron y aún no lo hacen con algunas corrientes del
nacionalismo, que como el judío conocido como “sionismo”, actuó y sigue
actuando con total libertad dando precisamente muestra, de los rasgos más
oscuros y deformados de éste pensamiento.
En el caso de Argentina, pese a su prolífica historia
de pro hombres que se sacrificaron por ir construyendo una identidad nacional
que les hiciera fuertes ante las apetencias de las potencias coloniales de
entonces (Gran Bretaña y Francia), la actualidad muestra un avanzado estado de
descomposición en lo que a ideario nacional se trata. La guerra de Malvinas en 1982 logró lo que
ninguna fuerza política después del peronismo había logrado, aunar en un solo
frente a todos los argentinos, más allá de las clases sociales, las ideas
partidarias e incluso de los credos religiosos. Cualquiera de los líderes
partidarios del país hubiera dado su alma para tratar de acaparar semejante
fervor. Por suerte, ello no fue así.
Hubieron ejemplos destacados de ello. Pilotos de
origen inglés volando aviones de reconocimiento argentino, montoneros como
Máximo Nicoletti dispuestos a llevar adelante junto a la Armada una peligrosa
misión en el peñón de Gibraltar, hasta espías de origen irlandés que con gusto,
sirvieron tras las líneas de los Royal Marines. En este último ejemplo tenemos
la historia de Ronnie Quinn, un argentino nacido de padres irlandeses criado en
Argentina quien por su manejo preciso del idioma inglés, pudo prestar sus
servicios de traducción sin que los mismos ingleses lo notaran.
A pesar de que los británicos –con el apoyo de la OTAN- se impusieron en el campo de batalla, no
lograron abatir el espíritu de la causa.
Incluso más. Pese haber colonizado a los partidos políticos argentinos
(incluido a los radicales con Alfonsín a la cabeza con su continuo repudio por
la gesta), controlado subrepticiamente la operatividad de sus Fuerzas Armadas –Tras los Acuerdos de Madrid de 1990- y a los obsecuentes medios de comunicación –sectores que se empecinaron en tratar de
desmalvinizar- , el ideario sobrevive a pesar de las contrariedades que el
mismo debe afrontar.
Esto fue bien advertido y estudiado en su momento
por los analistas del Foreign Office quienes
ilustrados por sus informantes del MI-6 en Buenos Aires, en particular por los
articulistas del “Buenos Aires Herald”, quienes buscaron de inmediato de
deslegitimar la empresa con las alegorías cancinas de la “dictadura militar”,
la violación a los derechos humanos y las meras intensiones de maquillar una
realidad interna insoportable. A pesar de esto y de los años que han pasado, la
causa continua viva aunque si hay que señalarlo, el actual gobierno ha
traicionado alevosamente una memoria épicas para necesaria para levantar un
nuevo estado.
A ello vemos como aquellos obsecuentes y detractores
anglófilos, hoy muy cómodos con actual marco político oficial, despliegan todo
tipo de argumentaciones y discursos que tratan de menoscabar el interés de la
opinión pública por continuar con las reclamaciones. Algunos periodistas
argentinos son preclaros ejemplos de esto y buscan con sus razonamientos
obtener la persuasión de que, “todo está perdido y no hay más nada que hacer”.
Pese a ello, una pequeña llama de nacionalismo pervive en estas tierras.