EN DEBATE
“¿FRACASO
ASEGURADO?”
El panorama en Argentina vislumbra un año muy duro para las expectativas de quienes aspiran a la presidencia del país como para los mismos ciudadanos ¿Podrá Macri jalar a tiempo la palanca para remontar vuelo?
Por Charles H. Slim
Algo parece estar cambiando en el extremo sur del
continente americano, comentaba hace unas semanas un amigo que ocasionalmente
estaba de paso en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Las cosas están muy
complicadas para los habitantes del país de las pampas verdes y ello parece ser
solo una consecuencia de una larga historia de ineptitudes y corrupción que
tras décadas de no hacer nada por combatirlas, se ha extendido cual una
gangrena en un órgano del cuerpo llevando a la necesaria y extrema solución de
cortarlo antes de que comprometa la vida misma de la víctima.
Desde las posiciones políticas tanto internas como
externas pasando por las controversias judiciales en las que varios de los
funcionarios del gobierno de Macri se hallan involucrados en complejos asuntos,
hasta la caótica situación económica que está empujando a grandes sectores de
la sociedad a una crisis de la cual no se conoce aún las posibles consecuencias,
hace prever que algo deberá pasar para que se reacomoden las cosas antes del mes
de octubre.
Sea por malicia o incapacidad, Mauricio Macri y su
gabinete trató de cambiar un Status Quo imperante durante décadas y que se
caracterizó por el clientelismo empresarial con el estado, el clientelismo
político que acomoda a sus familiares para vivir a costa del estado y ese
acostumbramiento del electorado a creer en las soluciones mágicas que la
demagogia nacional bautizada como “populismo”, alimento falsamente sus expectativas
durante estas tres décadas de supuesta democracia. Para remate de esto, su
programa económico parece haber fracasado y hoy la moneda nacional, frente a
una escalada suba del dólar, parece
estar al borde de la extinción abriendo la puerta a una crisis mucho más
profunda y nada previsible.
Los habitantes del país han aportado una gran cuota
de pasividad y de pusilanimidad para que esta situación progresara. No se puede
dejar de señalar que históricamente, la población –especialmente la de la capital federal- en su conformación vario
muy poco desde que Juan Domingo Perón llego de su exilio en 1974 y apenas dos
años después en 1976 tras el golpe militar, la inmensa mayoría aplaudió la
medida; o desde allí hasta 1983 cuando de la noche a la mañana todos esos
mismos, incluso quienes felicitaron a la junta militar de Videla, Agosti y
Massera se volvieron “demócratas” sin saber muy bien que significaba eso. Los
mismos que fustigaron una postura y personajes los habían aplaudido.
En lo estrictamente económico y financiero, por
aquellas épocas pocos fueron los argentinos que se sintieron incomodos con la
llamada “bicicleta financiera” que lleno los bolsillos a muchísimas familias –especialmente porteñas- y propicio el
auge de las importaciones de electrodomésticos ingresados por el turismo de
argentinos al exterior. En esos momentos el ministro Martínez de Hoz o incluso
sus continuadores, no fueron fustigados o vilipendiados como mucho más tarde se
hizo escarnio de ellos.
Igualmente esto
solo es prehistoria y no debería de alterar cíclicamente la agenda y la vida política
del país. Si los franceses siguieran empantanados en los recuerdos de la
ocupación nazi facilitada por los colaboracionistas de Vichy o los españoles
siguieran con sus absurdos antagonismos entre “republicanos” y “franquistas”,
no habrían llegado al lugar que llego cada uno de estos países dentro de la Unión
Europea. Ni que decir de Rusia, que de no
haber superado las iniquidades de Stalin y la debacle de la URSS, simplemente
se habría quedado en un mar de lágrimas.
Ello no ha sucedido en Argentina y se hace evidente
que algunos sectores no quieren el avance. Pero, aunque ustedes no lo crean
estas piezas de museo de la política argentina y sus tragedias, son parte de
los negocios que usufructúan sectores de la población haciendo del victimismo
una marca registrada.
Hay un serio problema en la idiosincrasia de esta
gente, que ha llevado a la “viveza criolla” a los niveles de la obscenidad
pretendiendo hacer pasar situaciones inexistentes o reprobables, por causas
nobles o incluso pretendidamente épicas. De este modo encontraremos que desde
las arcas del estado se giran millones de pesos al pago de pensiones a
desaparecidos durante la dictadura militar que en realidad están viviendo en
Europa, el pago de pensiones a guerrilleros setentistas (no se sabe por mérito
de qué), el crecimiento del número de ex combatientes de Malvinas a cifras ridículas
que no son denunciados por los verdaderos combatientes o el pago de subsidios a
agitadores callejeros llamados “piqueteros” para que no compliquen al gobierno
de turno, todo ello a costa de los impuestos –y que no son pocos hay que decirlo- pagan los contribuyentes
argentinos.
Tampoco es necesario aclarar
que esa misma clase política que legisla este tipo de distribuciones nada
productivas, es la misma que al mismo tiempo expolia otro tanto de las arcas
del estado a sus propios bolsillos.
Desde el norte, en especial desde EEUU se observa
con mucha atención la evolución de los eventos sin ser necesario tener que
aclarar que no hace falta operaciones de inteligencia complejos para obtener la
información ya que, la embajada en Buenos Aires tiene a los más variados canales de fuentes locales
que gustosamente –por dinero, obsecuencia
o simpatía- reportan sus datos y conclusiones para que sean analizados por
la “agencia” y el Departamento de Estado.
Desde la UE y en particular desde Londres también se
sigue de cerca éste aletargado final de época, que sin lugar a dudas es el
comienzo del fin para un sistema político que ha sido el medio por el cual la
partidocracia y la corruptela sindical argentina hicieron a costa de un estado
elefanteasico su agosto desde hace décadas. Nadie en éste país puede negar
esto, salvo quienes se hallan inmersos hasta la coronilla en este sistema. Es
así como en los anodinos programas de TV se pueden ver como políticos de todas
las extracciones y economistas de todas las tendencias, juegan a ser los
pronosticadores de una calamidad anunciada, pero nada más. Hay tras esto mucho
más que una “pesada herencia” que el gobierno de Cambiemos dejará a los que vengan; sin dudas, que se ha
comprometido la existencia misma del estado como el representante de una
nación, quien como actor político en el concierto internacional debiera ser
absolutamente soberano.
En la Argentina no queda nada sin haber sido
afectado por la globalización financiera y económica, pero ello ha podido
suceder no a una intervención maliciosa del FMI comandada por Christine Lagarde,
o la invasión armada del “imperio estadounidense” que desembarco a fuego limpio en Buenos Aires para adueñarse de
las cuencas acuíferas del noreste o de los incalculables yacimientos petroleros
de “Vaca muerta” en Neuquén; no nada de eso, han sido los mismos dirigentes
políticos y sus adeptos quienes pensando en la inmediatez de ingresos a cualquier costo y sin miradas estratégicas,
han entregado lo poco que quedaba en la soberanía económico territorial del
país. Sin ello, nadie puede creerse que exista en estas condiciones un futuro
promisorio y mucho menos una soberanía política posible.
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