¿CESE AL FUEGO
O FUEGO INCESANTE?
¿Qué expectativas creíbles de paz duradera pueden albergarse con un
bando que no respeta lo que acuerda?
Por
Charles H. Slim
El acuerdo llegado en Doha de un alto a las
hostilidades entre Tel Aviv y Hamas suponía eso, no más ataques. Pero horas
después del anuncio las FDI seguían atacando campos de refugiados y sectores
donde se concentran civiles. El 16 de enero de manera cobarde y criminal la
aviación israelí bombardeó campamentos de refugiados en la franja matando a más
de 25 mujeres y al menos 21 niños según reportaron algunos medios de la región[1].
Este hecho no asombra tras meses de masacres continuas y solo repite lo que
sucede en el Líbano desde un mes y medio antes donde pese a llegarse a un alto
al fuego bajo condiciones preestablecidas, Israel ha seguido atacando y
destruyendo la infraestructura civil.
Esta guerra no tiene ganadores, aun cuando cada lado reivindique
beneficios políticos o geopolíticos para adelante. El daño humano es
incalculable y las responsabilidades que han quedado a la vista de la opinión
pública no pueden (aunque así les gustaría) obviarse. Las masacres que los
israelíes han cometido inmediatamente después del anuncio del acuerdo revelan
un problema que involucra a toda la “comunidad internacional”. Seguramente
veremos esfuerzos titánicos de las organizaciones sionistas en occidente como AIPAC
y la EFI (solo para hablar de las más influyentes) por tapar las
investigaciones de un cúmulo de crímenes tan atroces como repetidos, tal como el
asesinato de 205 periodistas entre los últimos el de la joven periodista Ahlam
Al Nafed[2].
Sumado a ellos, los abusos y las violaciones de mujeres y niñas cometidas por
bandas de judíos en el Hospital Kamal Adwan que fue dejado fuera de servicio
por los daños causados a sus instalaciones[3].
Solamente los palestinos y quienes han estado asistiendo a la población
en toda la franja conocen de primera mano a la muerte.
Pero este tuerto cese al fuego ¿Revivirá a los miles de palestinos
(especialmente a los niños) asesinados, a los miles de encarcelados y
torturados, a las familias desplazadas de Cizjordania para que sus propiedades
sean demolidas para ser ocupadas por asentamientos para colonos judíos?
La algarabía de los palestinos celebrando en las calles rodeadas de
escombros y siluetas de edificios destruidos por los obuses israelíes es
entendible ¿Quiénes sino los palestinos pueden dar testimonio de lo que
significa la tortura generacional de vivir bajo la amenaza incesante de las
bombas, las embestidas de los tanques y el fuego de sus obuses y del miedo a
morir horriblemente bajo los escombros?
Igualmente y pese al anuncio de este alto al fuego, los aviones
israelíes atacaron varios puntos en la franja causando nuevas masacres de civiles
inocentes. Incluso al mismo tiempo y junto a EEUU bombardearon una plaza en la
capital yemení Saná donde se convocaba una multitud en apoyo de Palestina. Ante
este repetido comportamiento criminal (que va contra toda la legislación
internacional) y que se sigue viendo en el Líbano con la deliberada y
sistemática destrucción de las aldeas chiitas del sur ¿Se puede creer en lo que
diga Tel Aviv y mucho más, en la palabra de señores como Netanyahu y Smotrich?
Remarquemos esto una vez más, Israel no es la primera vez que hace
estas cosas. Si hoy se advierten con tanta continuidad es gracias a la
tecnología, la velocidad del internet y al valor de algunos periodistas que
escapando de las balas de francotiradores y de los bombardeos exponen documentos
gráficos y detallados de esos crímenes.
No hay dudas que en las altas esferas de ambos bandos estos episodios
pasarán inadvertidos ya que y más allá de los intereses políticos que les
mueven a cada uno de ellos, hay un odio que es imposible de obviar.
Tampoco dejemos de lado que lo ocurrido el 7 de octubre del 2023 no fue
incausado o por mera maldad de los palestinos y mucho menos, desconocido por
las cloacas del poder en Tel Aviv. Detrás hay 76 años de un Status Quo de
ocupación impuesto a fuego y que en lo que respecta a la situación de la franja
de Gaza, la agresión se viene viviendo desde 2006 cuando el Movimiento de
Resistencia “Hamas” se impuso en las elecciones sobre el nada representativo y
corrupto “Fatah” liderado por el viejo Mahmmud Abbas.
Otro gran responsable de que ese día se convirtiera en la peor
pesadilla del estado ocupante fue sin dudas, el propio Netanyahu. Las
contradicciones, las ya conocidas connivencias de la inteligencia con Hamas (y
su involucramiento en la creación de la “Jihad Islamica”) y las extrañas
situaciones que se vieron en aquella mañana siguen siendo motivos de pedidos de
una investigación interna apoyada por una parte de los familiares de los
rehenes y de la ciudadanía israelí.
Pero si hay alguien que ha empeorado toda esta situación (a costa de
quebrar al estado de la Unión) es la saliente administración demócrata
estadounidense, siendo el senil Joe Biden su principal responsable. No solo por
haber drenado todo el apoyo financiero y militar para sustentar las
subsiguientes acciones militares de Israel sino por haber sido cómplice y en
algunos aspectos partícipe en el genocidio sistemático que el liderazgo
extremista judío en Tel Aviv, trato de ejecutar para exterminar a todos los
árabes palestinos de la franja.
Con Biden y su administración EEUU ratificó su parcialidad en el
conflicto y ahondó aún más el descredito internacional de un país que llega al
2025 en medio de severas crisis políticas tanto internas como externas y que
solo hay que esperar ver como las abordará la llegada de la administración de
Trump.