“CHAVEZ VS FIDEL”
La
necesidad de diferenciar para hacer justicia histórica
Como dice
el dicho “las comparaciones son odiosas”, pero en el caso de estos dos notables
estadistas, esta acción se vuelve necesaria para hacer justicia histórica y
darle a cada uno el lugar preponderante en la historia.
A lo largo de estos años ha sido
muy común escuchar que “Chávez era comunista”, “que Chávez era como Castro”, “que
Venezuela era como Cuba” y un rosario de sandeces más que provenían de sectores
con intensiones aviesas destinadas a desinformar aun mas a la opinión pública
ignorante de política.
Comenzando con el Comandante
Fidel Castro Ruz, abogado que se convirtió en líder de la revolución nacional
en la Cuba de fines de los años cincuentas pero que debió convertirse al
marxismo para poder ser cobijado bajo el ala de la entonces Unión
Soviética, fue un político astuto y
pragmático que demostró que en la construcción de poder no existen ni amigos ni
incondicionales, menos aún los imprescindibles.
Supo jugar muy bien el juego del
gato y el ratón con EEUU aunque, su figura fue eclipsada por el médico
argentino Ernesto “Che” Guevara Lynch quien demostró ser mejor orador que
combatiente. No caben dudas de que Guevara fue el alma y la mística de esta
revolución. Con sus encendidos discursos y su empatía con los hombres y mujeres
del común, le dio la vida que no le daba el frío y calculador Fidel, más
preocupado por cuidar el poder que de la cotidianidad popular. Inquieto y propulsor de la revolución
continua no se quedo en los laureles de la burocracia partidaria que se
estableció en Cuba.
Por el contrario, Fidel fue un
astuto negociador y un temible cerebro político con el cual pudo retener el
poder hasta no hace mucho. Como aliado
de la URSS en la guerra fría, Cuba nunca debió enfrentarse militarmente a los
estadounidenses (salvo el incidente de Bahía de Cochinos, urdido por la CIA),
pero si un embrago económico que sumió a la isla en una situación acuciante por
cincuenta años.
Castro y su revolución fueron la
inspiración revolucionaria para algunos sectores de la izquierda latina y de
otras latitudes. Adornado con elogios épicos que quisieron darle a la
revolución un carácter “romántico”, los
hechos de la realidad demostrarían que eso solo era para el consumo de novelas.
Aunque su comunismo despertó
adhesiones en movimientos de las décadas de los sesenta y setentas, sus
posturas políticas se limitaban a mantenerse dentro de un marco de los
“intereses del Partido” –de la Internacional Comunista- quedando afuera
muchas causas y luchas que no adherían a ninguno de los paradigmas políticos
que conformaban la bipolaridad de la época. La prudencia también fue una
característica de la política revolucionaria castrista por lo cual, en sus
extensos discursos de hasta cinco horas, palabras como “imperialismo”, “yanqui”
y “patria o muerte”, fueron parte de una dogmática semántica e impactante para
los oídos, pero nada más.
Algunos han señalado la
curiosidad de la sobrevivencia del régimen de la Habana. Para los partidarios
del Castrismo, ha sido la virtud de un líder indiscutible; para los fríos
analistas de la política “una conveniencia para Washington”. En los hechos, si
así lo hubiere querido, los estadounidenses hubieran invadido la isla en solo 48
horas y llegado hasta el mismo palacio presidencial para sacar a Fidel Castro
caminando o como dice el dicho, “con los dos pies para adelante”. En los
hechos, Cuba como amenaza militar no existió nunca, salvo que la URSS hubiera
podido emplazar sus misiles intercontinentales.
La explicación para tal
“fenómeno” fue simplemente, la existencia de un fabuloso negocio en el cual, el
presupuesto gubernamental federal destinaba por año miles de millones de
dólares para la vigilancia, inteligencia y maniobras militares fundadas por la supuesta
“amenaza comunista a pocos kilómetros de Florida”. En él entraban, la industria
de armas, subcontratistas para servicios, equipos, compra de aviones, lanchas,
etcetcetc. Para algunos suspicaces, en este negocio participaba Castro y su círculo más cerrado,
mientras el resto de los cubanos debían sobrevivir con comidas racionadas y
zapatos rusos.
Sin lugar a dudas de que Castro
hizo mucho más por el capitalismo que lo que su proyecto denominado la “Gran
Cuba Socialista” pudo lograr en la isla.
En cuanto a las decepciones del
castrismo más conocidas, están el abandono que acusó el MIR (Movimiento
Izquierda Revolucionario) chileno, que había solicitado a Castro el apoyo con
armas para proteger al presidente socialista Salvador Allende, que según
algunos, solo se concreto con el regalo de un fusil AK-47 con una dedicatoria
en un chapa de la culata. Lo mismo de
los “Tupac Amaru” uruguayos o los “ERP” o “Montoneros” en Argentina que encontraron
limitado apoyo de la Habana para sus operaciones insurgentes. Con esto para muchos izquierdistas
desilucionados, Castro dijo mucho pero no hizo nada.
Para la década de los ochentas,
Fidel gozaba de la fama de un histórico revolucionario, algo así como el “León
herbívoro” que junto a su revolución, eran más decorativos que una amenaza real
para la seguridad nacional de EEUU o del continente. Tras la guerra de Malvinas
en 1982, Argentina recibió el apoyo de la mayoría de los países de la región –especialmente
del Perú- y de la Habana su reconocimiento como parte de una lucha
antimperialista.
La década de los noventas signó
definitivamente la debacle del Castrismo, que ya no tenía propósito ante la
caída de la URSS. Malas noticias para los negocios que se hacían con el
presupuesto de defensa en EEUU y para los parásitos que vivían a expensas de
aquel; a partir de ese momento, hacían sus valijas para concentrarse en los
exóticos y realmente peligrosos escenarios del Oriente Medio donde se anclaran
hasta el presente.
Anacrónica y sin alcance, la
revolución de Castro solo se vivía en Cuba. Realmente, la isla pasó a tener más bien un
interés meramente turístico, la verdadera fuente de ingresos para la Cuba revolucionaria que traían los
turistas gringos para los desesperados camaradas cubanos. Desde la caída de la
URSS, para muchos analistas y congresistas norteamericanos el bloqueo a Cuba no
tenía propósito. No se justificaba destinar un presupuesto para gastar en
combustible para vuelos de vigilancia o patrullaje táctico para prevenir la
ridícula idea de “una invasión cubana a los cayos de la Florida”. Tal como lo
señaló un militar retirado, “si las FFAA cubanas no pueden recuperar
Guantánamo, menos podría realizar una invasión de ultramar”.
Muy diferente fue la carrera del
venezolano Hugo César Chávez Frías, quien tras haber sido militar del ejército
de Venezuela, mostró de joven, las inquietudes políticas en medio de una
situación de galopante corrupción de la clase política que mantenía a la
sociedad bajo una situación de miseria e injusticias. Co fundador del
Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200) dio sus primeros pasos en
el campo de la política. A diferencia de la Cuba pre-revolucionaria, en
Venezuela había un sistema de partidos que simulaba representatividad
ciudadana.
Sumida en la partidocracia, la
corruptela y el clientelismo, para fines de la década de los ochentas Venezuela
se hundía en el caos económico y con una
clase gobernante tan o más corrupta que la clase política que jugaba de
opositora, se preocupaba más por lo que los bancos y Washington pensaran que lo
que le ocurría a sus conciudadanos. La
situación era mucho más compleja que la Cuba pre revolucionaria y el desafío
para desatar aquella “trenza” de corruptela partidocratica que gusta tanto
cubrirse con el calificativo “democrático” intentando desarmar las criticas y
las oposiciones.
Fue de ese modo que en la
madrugada de febrero de 1992, un grupo de hombres del ejército liderado por
hasta ese momento desconocido Tte Coronel,
tomaron varias instalaciones gubernamentales en Maracaibo, Caracas,
Valencia y Maracay como forma de protestar por la descarada política de saqueo
y entrega que impulsaba el presidente Carlos Andrés Pérez. Imposibilitado de tomar el Palacio de
Miraflores, toma una decisión crucial que daría inicio a un mito. Ante el
fracaso de aquella jornada, ese flaco oficial con boina roja ordena la entrega
de las armas y acepta las consecuencias que resultan en el encarcelamiento por
dos años, donde elaboro junto a sus camaradas “Cómo salir del Laberinto”, un
programa político para rescatar a Venezuela de su pozo.
Tras su liberación, el ascenso
político fue meteórico y sin pausa. Con un carisma incomparable supo entender y
comprometerse con todas las causas del mundo, allí donde la injusticia y los
atropellos del imperio se cobraban con sangre las pretensiones de dominación. A
diferencia de Fidel, “Hugo” celebró y saludó sin cortapisas ni temores la lucha
de los pueblos que buscaban la libertad y la independencia contra las
brutalidades de Washington y de Tel Aviv. Y no se quedó allí, fue conteste con
sus palabras y sus gestos fueron conocidos por los pueblos árabes e islámicos
que tan acostumbradamente desde esta región, se les miró con desconfianza
producto de años de desinformación y propaganda radiada por los medios
sustentados por los que llevaban la muerte a esas regiones.
Para Chávez, la revolución no
tenía partido, no era una construcción burocrática que buscaba afiliados para
crear esos grandes aparatos burocráticos que se vuelven sectarios y no aceptan
las disidencias. ¿Acaso alguien vio o escucho a Fidel criticar a Israel por sus
crímenes? Por el contrario Chávez, sin rodeos se despacho contra Tel Aviv y
tomo medidas claras por sus violaciones a los derechos humanos. Su discurso rompió
todas las barreras y su potente voz cargada de emoción, encendió las simpatías
de los palestinos que luchaban contra la maquinaría voraz de sionismo israelí,
pasando por los cómodos jeques árabes del Golfo, Siria, Libia, Iraq e Irán, sin
que las barreras del idioma y la idiosincrasia detuvieran su camino.
Fue saludado con entusiasmo y
sincero cariño por los injustamente vituperados pueblos musulmanes,
cruentamente castigados por las armas estadounidenses e israelíes.
Chávez revalido su carisma y su
condición de líder, al sobreponerse al intento de golpe de estado en abril del
2002, cuando un grupo de empresarios, oficiales de las tres fuerzas y dueños de
los medios más importantes del país, habían orquestado con la colaboración de
Washington, un golpe que resulto en un fiasco.
No tuvo empacho en decirle a la
cara al títere iraquí Yalad Talabani, mientras el resto de los presentes
estupefactos escucharon que era una vergüenza que su gobierno se prestara a
colaborar con los invasores estadounidenses.
Su prédica llegó a los gobiernos
más disimiles y se entrevisto con los líderes mundiales más controvertidos sin
que ello fuera un reparo para estrecharles las manos o encontrarles en
fraternales abrazos. Trabó un fuerte
lazo con Vladimir Putin, siendo Venezuela el primer país latinoamericano en
mucho tiempo que establecía tan profundos lazos que dieron la potencia para
fortalecerle ante las amenazas del norte. Llamó y trató como amigos a Mohamar
Al Gadafy, Bashar Al Assad y quien lo recordó con emoción en su partida, el
iraní Mahmud Ahmadinejad quien lo despidió como “a un entrañable amigo”. Con
altura y carácter, llevó la prédica de la revolución bolivariana y saludó con
respeto a los países que realmente resisten al brutal embate imperialista, lo
que le valió el desprecio y el odio del sionismo internacional.
Chávez partió en marzo del 2013;
demasiado rápido y rodeado de demasiadas circunstancias muy sospechosas. El gran
amigo, el líder y el inspirador del multilateralismo en las relaciones entre
los estados que recogió Putin y hoy es una doctrina que se contrapone al
unilateralismo estadounidense que solo ha traído calamidades, son la prueba de
que el “Comandante Hugo César Chávez Frías”
vive y ha dejado mucho más a este
mundo, que lo que han dejado los mezquinos partidismos anquilosados que solo
son piezas de museo.