martes, 29 de septiembre de 2015

“CHAVEZ VS FIDEL”

La necesidad de diferenciar para hacer justicia histórica


Como dice el dicho “las comparaciones son odiosas”, pero en el caso de estos dos notables estadistas, esta acción se vuelve necesaria para hacer justicia histórica y darle a cada uno el lugar preponderante en la historia.

A lo largo de estos años ha sido muy común escuchar que “Chávez era comunista”, “que Chávez era como Castro”, “que Venezuela era como Cuba” y un rosario de sandeces más que provenían de sectores con intensiones aviesas destinadas a desinformar aun mas a la opinión pública ignorante de política.

Comenzando con el Comandante Fidel Castro Ruz, abogado que se convirtió en líder de la revolución nacional en la Cuba de fines de los años cincuentas pero que debió convertirse al marxismo para poder ser cobijado bajo el ala de la entonces Unión Soviética,  fue un político astuto y pragmático que demostró que en la construcción de poder no existen ni amigos ni incondicionales, menos aún los imprescindibles.

Supo jugar muy bien el juego del gato y el ratón con EEUU aunque, su figura fue eclipsada por el médico argentino Ernesto “Che” Guevara Lynch quien demostró ser mejor orador que combatiente. No caben dudas de que Guevara fue el alma y la mística de esta revolución. Con sus encendidos discursos y su empatía con los hombres y mujeres del común, le dio la vida que no le daba el frío y calculador Fidel, más preocupado por cuidar el poder que de la cotidianidad popular.  Inquieto y propulsor de la revolución continua no se quedo en los laureles de la burocracia partidaria que se estableció en Cuba.

Por el contrario, Fidel fue un astuto negociador y un temible cerebro político con el cual pudo retener el poder hasta no hace mucho.  Como aliado de la URSS en la guerra fría, Cuba nunca debió enfrentarse militarmente a los estadounidenses (salvo el incidente de Bahía de Cochinos, urdido por la CIA), pero si un embrago económico que sumió a la isla en una situación acuciante por cincuenta años.

Castro y su revolución fueron la inspiración revolucionaria para algunos sectores de la izquierda latina y de otras latitudes. Adornado con elogios épicos que quisieron darle a la revolución un carácter “romántico”,  los hechos de la realidad demostrarían que eso solo era para el consumo de novelas.

Aunque su comunismo despertó adhesiones en movimientos de las décadas de los sesenta y setentas, sus posturas políticas se limitaban a mantenerse dentro de un marco de los “intereses del Partido” –de la Internacional Comunista- quedando afuera muchas causas y luchas que no adherían a ninguno de los paradigmas políticos que conformaban la bipolaridad de la época. La prudencia también fue una característica de la política revolucionaria castrista por lo cual, en sus extensos discursos de hasta cinco horas, palabras como “imperialismo”, “yanqui” y “patria o muerte”, fueron parte de una dogmática semántica e impactante para los  oídos, pero nada más.

Algunos han señalado la curiosidad de la sobrevivencia del régimen de la Habana. Para los partidarios del Castrismo, ha sido la virtud de un líder indiscutible; para los fríos analistas de la política “una conveniencia para Washington”. En los hechos, si así lo hubiere querido, los estadounidenses hubieran invadido la isla en solo 48 horas y llegado hasta el mismo palacio presidencial para sacar a Fidel Castro caminando o como dice el dicho, “con los dos pies para adelante”. En los hechos, Cuba como amenaza militar no existió nunca, salvo que la URSS hubiera podido emplazar sus misiles intercontinentales.

La explicación para tal “fenómeno” fue simplemente, la existencia de un fabuloso negocio en el cual, el presupuesto gubernamental federal destinaba por año miles de millones de dólares para la vigilancia, inteligencia y maniobras militares fundadas por la supuesta “amenaza comunista a pocos kilómetros de Florida”. En él entraban, la industria de armas, subcontratistas para servicios, equipos, compra de aviones, lanchas, etcetcetc. Para algunos suspicaces, en este negocio  participaba Castro y su círculo más cerrado, mientras el resto de los cubanos debían sobrevivir con comidas racionadas y zapatos rusos.

Sin lugar a dudas de que Castro hizo mucho más por el capitalismo que lo que su proyecto denominado la “Gran Cuba Socialista” pudo lograr en la isla.

En cuanto a las decepciones del castrismo más conocidas, están el abandono que acusó el MIR (Movimiento Izquierda Revolucionario) chileno, que había solicitado a Castro el apoyo con armas para proteger al presidente socialista Salvador Allende, que según algunos, solo se concreto con el regalo de un fusil AK-47 con una dedicatoria en un chapa de la culata.  Lo mismo de los “Tupac Amaru” uruguayos o los “ERP” o “Montoneros” en Argentina que encontraron limitado apoyo de la Habana para sus operaciones insurgentes.  Con esto para muchos izquierdistas desilucionados, Castro dijo mucho pero no hizo nada.

Para la década de los ochentas, Fidel gozaba de la fama de un histórico revolucionario, algo así como el “León herbívoro” que junto a su revolución, eran más decorativos que una amenaza real para la seguridad nacional de EEUU o del continente. Tras la guerra de Malvinas en 1982, Argentina recibió el apoyo de la mayoría de los países de la región –especialmente del Perú- y de la Habana su reconocimiento como parte de una lucha antimperialista.

La década de los noventas signó definitivamente la debacle del Castrismo, que ya no tenía propósito ante la caída de la URSS. Malas noticias para los negocios que se hacían con el presupuesto de defensa en EEUU y para los parásitos que vivían a expensas de aquel; a partir de ese momento, hacían sus valijas para concentrarse en los exóticos y realmente peligrosos escenarios del Oriente Medio donde se anclaran hasta el presente.

Anacrónica y sin alcance, la revolución de Castro solo se vivía en Cuba.  Realmente, la isla pasó a tener más bien un interés meramente turístico, la verdadera fuente de ingresos  para la Cuba revolucionaria que traían los turistas gringos para los desesperados camaradas cubanos. Desde la caída de la URSS, para muchos analistas y congresistas norteamericanos el bloqueo a Cuba no tenía propósito. No se justificaba destinar un presupuesto para gastar en combustible para vuelos de vigilancia o patrullaje táctico para prevenir la ridícula idea de “una invasión cubana a los cayos de la Florida”. Tal como lo señaló un militar retirado, “si las FFAA cubanas no pueden recuperar Guantánamo, menos podría realizar una invasión de ultramar”.

Muy diferente fue la carrera del venezolano Hugo César Chávez Frías, quien tras haber sido militar del ejército de Venezuela, mostró de joven, las inquietudes políticas en medio de una situación de galopante corrupción de la clase política que mantenía a la sociedad bajo una situación de miseria e injusticias. Co fundador del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200) dio sus primeros pasos en el campo de la política. A diferencia de la Cuba pre-revolucionaria, en Venezuela había un sistema de partidos que simulaba representatividad ciudadana.

Sumida en la partidocracia, la corruptela y el clientelismo, para fines de la década de los ochentas Venezuela se hundía en el caos económico  y con una clase gobernante tan o más corrupta que la clase política que jugaba de opositora, se preocupaba más por lo que los bancos y Washington pensaran que lo que le ocurría a sus conciudadanos.  La situación era mucho más compleja que la Cuba pre revolucionaria y el desafío para desatar aquella “trenza” de corruptela partidocratica que gusta tanto cubrirse con el calificativo “democrático” intentando desarmar las criticas y las oposiciones.

Fue de ese modo que en la madrugada de febrero de 1992, un grupo de hombres del ejército liderado por hasta ese momento desconocido Tte Coronel,  tomaron varias instalaciones gubernamentales en Maracaibo, Caracas, Valencia y Maracay como forma de protestar por la descarada política de saqueo y entrega que impulsaba el presidente Carlos Andrés Pérez.  Imposibilitado de tomar el Palacio de Miraflores, toma una decisión crucial que daría inicio a un mito. Ante el fracaso de aquella jornada, ese flaco oficial con boina roja ordena la entrega de las armas y acepta las consecuencias que resultan en el encarcelamiento por dos años, donde elaboro junto a sus camaradas “Cómo salir del Laberinto”, un programa político para rescatar a Venezuela de su pozo.

Tras su liberación, el ascenso político fue meteórico y sin pausa. Con un carisma incomparable supo entender y comprometerse con todas las causas del mundo, allí donde la injusticia y los atropellos del imperio se cobraban con sangre las pretensiones de dominación. A diferencia de Fidel, “Hugo” celebró y saludó sin cortapisas ni temores la lucha de los pueblos que buscaban la libertad y la independencia contra las brutalidades de Washington y de Tel Aviv. Y no se quedó allí, fue conteste con sus palabras y sus gestos fueron conocidos por los pueblos árabes e islámicos que tan acostumbradamente desde esta región, se les miró con desconfianza producto de años de desinformación y propaganda radiada por los medios sustentados por los que llevaban la muerte a esas regiones.

Para Chávez, la revolución no tenía partido, no era una construcción burocrática que buscaba afiliados para crear esos grandes aparatos burocráticos que se vuelven sectarios y no aceptan las disidencias. ¿Acaso alguien vio o escucho a Fidel criticar a Israel por sus crímenes? Por el contrario Chávez, sin rodeos se despacho contra Tel Aviv y tomo medidas claras por sus violaciones a los derechos humanos. Su discurso rompió todas las barreras y su potente voz cargada de emoción, encendió las simpatías de los palestinos que luchaban contra la maquinaría voraz de sionismo israelí, pasando por los cómodos jeques árabes del Golfo, Siria, Libia, Iraq e Irán, sin que las barreras del idioma y la idiosincrasia detuvieran su camino.

Fue saludado con entusiasmo y sincero cariño por los injustamente vituperados pueblos musulmanes, cruentamente castigados por las armas estadounidenses e israelíes.

Chávez revalido su carisma y su condición de líder, al sobreponerse al intento de golpe de estado en abril del 2002, cuando un grupo de empresarios, oficiales de las tres fuerzas y dueños de los medios más importantes del país, habían orquestado con la colaboración de Washington, un golpe que resulto en un fiasco.

No tuvo empacho en decirle a la cara al títere iraquí Yalad Talabani, mientras el resto de los presentes estupefactos escucharon que era una vergüenza que su gobierno se prestara a colaborar con los invasores estadounidenses.

Su prédica llegó a los gobiernos más disimiles y se entrevisto con los líderes mundiales más controvertidos sin que ello fuera un reparo para estrecharles las manos o encontrarles en fraternales abrazos.  Trabó un fuerte lazo con Vladimir Putin, siendo Venezuela el primer país latinoamericano en mucho tiempo que establecía tan profundos lazos que dieron la potencia para fortalecerle ante las amenazas del norte. Llamó y trató como amigos a Mohamar Al Gadafy, Bashar Al Assad y quien lo recordó con emoción en su partida, el iraní Mahmud Ahmadinejad quien lo despidió como “a un entrañable amigo”. Con altura y carácter, llevó la prédica de la revolución bolivariana y saludó con respeto a los países que realmente resisten al brutal embate imperialista, lo que le valió el desprecio y el odio del sionismo internacional.


Chávez partió en marzo del 2013; demasiado rápido y rodeado de demasiadas circunstancias muy sospechosas. El gran amigo, el líder y el inspirador del multilateralismo en las relaciones entre los estados que recogió Putin y hoy es una doctrina que se contrapone al unilateralismo estadounidense que solo ha traído calamidades, son la prueba de que el “Comandante Hugo César Chávez Frías”  vive  y ha dejado mucho más a este mundo, que lo que han dejado los mezquinos partidismos anquilosados que solo son piezas de museo.

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