viernes, 16 de septiembre de 2022

 

“CONSECUENCIAS DE MALAS DECISIONES”

La falta de energía y su encarecimiento en Europa y la escases de cereales para sensibles regiones del planeta es una oportunidad que la Argentina no podrá explotar ¿Por qué?

Por Charles H. Slim

Una de las acostumbradas postales de Argentina es ver como los políticos, indistintamente del partido al que pertenezcan, critican a sus predecesores sin más argumentos que llorar sobre la leche derramada. La imprevisibilidad se ha convertido en una ley no escrita para los argentinos y es por ello que el país sufre un estado de cosas producto de una constante falta de acción coherente y planificada. 

Para estos políticos la democracia es un decorado que tapa un estado desvencijado que solo sirve como una bolsa de empleo para ellos sus familiares y amigos. Es un buen negocio que en épocas de elecciones es solventado por el dinero de los impuestos. Actualmente y en un cálculo conservador la carrera electoral le cuesta a las arcas públicas unos 110 millones de dólares tan solo para financiar campañas electorales huecas y sin contenidos que postulan a los mismos charlatanes de siempre. Así ha sido desde 1983 cuando gracias a anuencia de Washington (que ya no necesitaba de las dictaduras para contener a la URSS) y tras la derrota de la guerra en Malvinas, los políticos argentinos quienes habían confraternizado con el anterior Status Quo, tuvieron Carta blanca para reestablecer el negocio de la democracia.

A los continuos desmanejos en materia económica, los manejos presupuestarios atendiendo a los intereses de los partidos de gobierno dejando de lado los intereses estratégicos del estado fueron llevando a la desinversión en áreas vitales del estado para el desarrollo en horas tempranas de la globalización que ya predecía la necesidad de planificar amplias conexiones con el mundo.

Hace tiempo que se advierte esta falencia estratégica pero que siempre ha sido ignorada por los gobiernos de turno. La llegada de la pandemia de Covid 19 en 2020 puso en evidencia esto. Cuando se comenzó a prever la necesidad de conseguir implementos médicos en cantidad (como los respiradores y barbijos) e incluso, transportar medicinas y vacunas que requerían cadenas de frío desde lugares remotos como la Federación rusa y China, la Argentina cayó en cuentas que no tenía aviones de transporte óptimos y a la medida de esas necesidades y en tales particulares circunstancias. El uso de los aviones de pasajeros de “Aerolíneas Argentinas” (no preparados ni acondicionados para estas tareas) fue el único y último recurso con el cual se pudieron salvar estas necesidades.

La actual crisis mundial existente en la cual la demanda de energía para Europa y de materias primas para sitios acuciados por imperiosas necesidades (como los fertilizantes y granos para África) se ven limitadas por falta o altísimos costos de servicios logísticos para concretar estos transportes, es otra oportunidad histórica que la Argentina deja pasar producto de la desidia y la corrupción estructural que se halla consolidada a nivel gubernamental y que por décadas se ha comido gran parte de los bienes del estado. Y sino ¿Por qué la Argentina no vuelve a repetir aquel papel de proveedor de granos y carnes que supo tener en épocas de la segunda guerra mundial?

Primero, ya no cuenta con la infraestructura naviera que le proporcione la capacidad de transporte que en algún momento llego a tener. Segundo y en lo que hace a las materias que podría abastecer a estos escenarios y en las actuales circunstancias, como efecto de lo primero no tiene como trasladarlos, eso sin contar con las limitaciones de explotación de recursos (como el gas de Vaca Muerta), las tributarias y trabas políticas que EEUU y Gran Bretaña le pondrían si Buenos Aires quisiera intervenir en negocios como el abastecimiento de gas y petróleo a la UE.  

Consecuencia de los desmanejos y la corrupción se fue desmontando con el paso de los años toda la infraestructura logística estatal como la que poseía la Empresa Líneas Marítimas Argentinas ELMA (cerrada en 1996) que junto a otras empresas privadas llegó a tener una de las flotas fluviales mercantes más importantes de Sudamérica extendiendo su prestigio alrededor del mundo. Incluso, se sumaban a esta potencialidad las flotas de transporte de carburantes de YPF y de la YPC que cubrían todas las rutas de cabotaje y ultramar.  Las pésimas políticas privatizadoras de los noventas (en las cuales participo el actual presidente), los cambios en el negocio del transporte con prácticas como el “Shipping” y la total falta de visión de los gobiernos para tomar enserio este sector, llevo al cierre de las actividades y el paulatino desguace de toda esa área y por consiguiente a la situación actual de una completa ausencia del estado. Hoy hablar de una flota de ultramar es casi una cuestión de ciencia ficción.

Con esto en consideración se ve muy claro que el país no solo no tiene como generar ingresos genuinos mediante la exportación y la importación sino que, por esta falta de visión estratégica y voluntad política, el gobierno no prevé que una política de planificación y reactivación de la industria naviera no solo resolvería este problema estratégico sino que reabriría una plaza laboral que requiere de miles de puestos de trabajo que irían desde la mano de obra especializada (soldadores, electricistas, montadores etcetc) en los astilleros y los puertos hasta el personal destinado a la administración. Sumado a esto y algo muy importante, es la modernización de la infraestructura portuaria para poder cubrir las necesidades de cargas y buques cada vez más sofisticados que llegan al país. Queda claro y para no volver a repetir los errores del pasado, quienes deberán ocuparse de esta área debe ser gente idónea, con experiencia en la materia y lo más importante, honesta y sin contaminación partidocratica para administrarla que lleve al continuo corsi et ricorsi que ha estancado el desarrollo del país.

Es por ello que hoy el país carece de una marina mercante y por más que el presidente Alberto Fernández hable de oportunidades y de potencialidades del país, solo son palabras vacías en un mar de oportunidades que solo saben aprovechar aquellos que planifican con políticas sostenibles y a largo plazo.

   

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