REALINEAMIENTOS
¿Para dónde irá la Argentina en la actual turbulencia internacional?
Por
Charles H. Slim
El mundo nunca ha estado tan interconectado como lo esta hoy y quienes lo habitamos, y en especial los gobiernos deberían estar más conscientes de los problemas que nos incumben a todos sin distinciones de nacionalidad, etnias ni religiones, pero la sordera y los engaños siguen siendo la pauta en las relaciones internacionales, un serio problema para lograr establecer soluciones en común.
La
Argentina actual no es una excepción y en realidad nunca lo fue. Sus políticos
han creído que los valores agregados de las vastas riquezas de su territorio,
los recursos naturales y su situación geográfica eran suficiente para presentar
a su país como una potencia digna de créditos sin condicionamientos. Bueno,
estaban equivocados y hoy lo están sintiendo en carne viva.
Al ver tan
solo como se halla la situación institucional se podría decir que más que un
país, existen veinticuatro ya que, ese es el número de provincias que conforman
el sistema de reparto territorial de tipo federal. Prueba de esto es el
desdibujado y parco papel del presidente de la república Alberto Fernández
quien solo ha servido para poner en evidencia la escuálida y débil situación institucional
y política en la que se halla el estado argentino. Tanto es así que en Pekín y
Washington se han hecho la misma pregunta ¿Con quién debemos tratar?
Pero a esto
hay que inevitablemente sumarle el contexto internacional que tiene efecto
sobre toda la economía global y que ciertamente impacta con mayor agudeza sobre
las economías más precarias y poco desarrolladas, entre ellas la de la
Argentina.
Esto no
significa validar las exageraciones del presidente Fernández que alude para
excusar su calamitosa gestión hablando de la pandemia ni de la guerra en
Ucrania y ello por el simple motivo de que en ninguno de estos casos hubo un
involucramiento directo que justifique esos argumentos. Si nos referimos a la
pandemia por el contrario, la falta de recursos para gestionar soluciones y la
falta de medios logísticos para transporte de elementos sanitarios como las
vacunas, no fue por la pandemia en sí, sino por una incompetencia demostrada
con la desestructuración de su Fuerza Aérea ejecutada por su propia gente y la notable
falta de inversión en las áreas críticas del país.
Pero en
este particular momento, por estas horas, no solo la Argentina está en una
crisis. En lo particular que ocurre con Argentina no es otra cosa que la
reedición de un drama lacrimógeno en el que los argentinos son protagonistas y siguen
incurriendo de manera cíclica como en aquella película del día de la marmota. A
ello se suma el mundo en vilo ante una escalada que se puede advertir con las
maniobras militares más grandes que la OTAN llevara a cabo desde su fundación
en 1949.
¿Y en qué
puede afectar esto a la Argentina? Primero que todo, el país tiene una base de
la OTAN en el atlántico sur a menos de 300 kilómetros de su costa patagónica y
a la vez, una base de comunicaciones de la república popular China. Con este
tablero, Buenos Aires no puede escaparse por la tangente con su acostumbrada
neutralidad y sin excusas deberá tomar partido. El gobierno se aferrará como
sea para lograr un apoyo de China mientras que la oposición brega por regresar
a la órbita de EEUU.
Profundizando en esto preguntemos por qué el 17 de abril pasado llego -aunque se diga que estaba programada- sin aviso la Jefa del Comando sur (SOUTHCOM) la generala Laura Richardson para entrevistarse con el presidente Fernández y su responsable del ministerio de defensa Guillermo Taiana, que dicho sea de paso no fue una visita social ni tampoco para reafirmar los marcos de cooperación institucional entre el Pentágono y unas Fuerzas Armadas inoperativas por un abandono propiciado por sus gobiernos.
Las
tratativas por acceder a los aviones chinos JF-17 con la posible instalación de
una fábrica para su producción nacional, la cooperación estratégica satelital
mediante tecnología que proporcionaría la firma china NORINCO y la construcción
de un puerto multipropósito en Ushuaia es sin dudas la base de esta visita,
aunque ciertamente se enmarca en una situación política mucho más amplia y compleja
de interés para Washington y sus socios de la OTAN que abarca otras áreas más
allá de la relación bilateral y hemisférica.
No hay
perder de vista que el escenario de la actual guerra entre EEU-OTAN contra
Rusia, no se reduce a la Europa del este ni tampoco a la potencial extensión de
este al Mar de la China. Todo el mundo es un teatro de operaciones no declarado
y es por ello que Washington esta tratando de unificar las lealtades en todo el
hemisferio ante una posible escalada no convencional que no solo implicaría el
uso de armas nucleares sino de las silenciosas e invisibles armas biológico-químicas.
Las
posibilidades de este tétrico escenario se potencian con un posible fracaso de
un intento de contraofensiva de las fuerzas ucranianas que podría lanzarse en
breve. Según fuentes de inteligencia, Joe Biden y su gente no están dispuestos a
que eso pase y mucho menos que la guerra tenga un final abrupto.
El espectro
geopolítico se está moviendo rápidamente y aunque Buenos Aires no lo quiera es
parte del mismo. La OTAN esta programando mega ejercicios militares tanto en
Europa como en el Asia-Pacífico con una velada y advertible intensión que no
tiene nada de pacífica. Se trata de una gigantesca provocación dirigida
particularmente a China, principal rival de los intereses de EEUU.
En lo
regional, al Departamento de Estado lo que realmente preocupa son los
acercamientos políticos y las tratativas comerciales para llevar las
actividades de inversión chinas tanto para desarrollo de infraestructura sobre
la Hidrovía en el río Paraná como la extracción del Litio que se extienden
tanto en el norte argentino como en Chile y Bolivia.
El
posicionamiento de Brasil y su abierto cuestionamiento a la subordinación del
dólar para el comercio exterior en boca de su presidente en la última cumbre
del BRICS saco de quicio a los burócratas de Washington quienes ven en eso un
peligroso eje en el que se alinean Brasilia, Pekín y Moscú. En este contexto a
los norteamericanos les interesa que Brasil no arrastre a sus vecinos y en
especial a la Argentina que tiene una importante presencia china en su
territorio.
Como no
podía ser de otro modo, los sectores liberales y libertarios argentinos (políticos,
medios y empresariales) quienes forman parte del llamado círculo rojo, se
alinean incondicionalmente detrás de Washington y es por ello que aplauden con
entusiasmo las visitas de estos altos exponentes del poder estadounidense con
la esperanza de que sea la solución para una crisis marcada por una explosión
de los precios de los bienes básicos y una trepada rampante del dólar que está
licuando los salarios de los argentinos.
En resumen
de cuentas se puede intuir que una parte del gobierno está tratando de reforzar
el alineamiento con China mientras que la oposición compuesta por un rejunte de
oportunistas y conversos que hoy se declaran liberales buscan pulsear por EEUU
¿Viene un menemismo del siglo XXI?
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